17 de julio de 2008

Gary Victor, El diablo hechizado por un perfume de limoncillo

LA REALIDAD FABULADA O EL REALISMO DEL MITO

Gary Victor ,
El diablo hechizado por un perfume de limoncillo
Traducción de Mireia Porta i Arnau
Bukante, Barcelona, 2004, 244 pp.

Anna Rossell

“Odio... Amor... Muerte... Nacimiento. Son los ritmos de la creación [...]. A lo mejor un día lo comprendes”, le dice Salim El Gato a Pirus El Carbonero, a modo de conclusión, tras haberle contado la historia que le marcó definitivamente la vida, la que le convirtió en felino a perpetuidad por amor. Sus palabras resumen los ejes vitales en torno a los cuales gira esta novela que, a caballo entre el mito y el realismo, aborda en su peripecia narrativa nada menos que las pulsiones más definitorias y determinantes de la naturaleza humana. Asombrosa la capacidad de fabulación de Gary Victor (Puerto Príncipe, Haití, 1958) y asombrosa asimismo la facilidad con que maneja dos tipos de material épico, a primera vista tan dispares como lo fabuloso y lo realista, de compaginación infrecuente en la novela europea. Por la fluidez con que Victor sabe entretejer uno con otro al construir la historia que nos narra diríase que el imaginario del autor encuentra en este singular híbrido su camino más natural y espontáneo de expresión: un hecho que delata de modo innegable la adscripción del autor a la tradición narrativa latinoamericana, de la que bebe.

Superando los límites habituales del realismo mágico, Gary Victor hace circular por su novela a gatos e iguanas que hablan y traban amistad con personajes de carne y hueso, a fuerzas diabólicas que se instalan en la vida de hombres y mujeres usándolos a placer para conseguir sus malévolos objetivos en unos casos o pactando con ellos intercambios de favores en otros. Un séquito de servidores mefistofélicos dotados de poderes mágicos desfilan así por una novela cargada de significado simbólico con trasfondo filosófico. Pero lo simbólico no está reñido en absoluto con el más crudo realismo en el que se fundamenta la historia que constituye la narración principal y que sin duda está inspirada en las duras experiencias tristemente cotidianas de muchos haitianos. Los límites entre lo fabuloso mítico y lo fabulado realista se diluyen imperceptiblemente y se compenetran con una naturalidad que no sorprende en una sociedad como la del autor, en la que conviven las más variopintas prácticas religiosas y supersticiosas. No se nos escatima la miserable existencia de los personajes en primera línea protagonistas, que habitan las barriadas más pobres de Puerto Príncipe y malviven alrededor del mercado. Conoceremos las miserias de Pirus El Carbonero, de Calcetín El Cargador, de Mirna, que a los quince años se avino a servir a las fuerzas del mal, poseída de una imperiosa y provocada sed de venganza, y de Perdriel, el tísico. Ellas constituyen el marco a partir del cual Gary Victor va desgranando los detalles de una historia de amor con mayúsculas, –en la que se insertan otras no menos apasionadas-. Es la historia de una ilusión, del sueño que se apodera de los seres más desposeídos de este mundo y que no es sino la más viva expresión del intenso y desesperado deseo de salir de su abandono y de ser amados. Criaturas cuyo destino de parias ya estaba escrito al nacer y que remataron en un momento caprichoso los oportunistas de siempre, escaladores sociales de insaciable ambición y sin escrúpulos, que con sus artes camaleónicas saben mantenerse en la cima del poder y no dudan en ponerse al servicio del gobierno de turno.

El autor retoma los clásicos motivos de la bella y la bestia y el fáustico del pacto con el diablo para narrar el apasionado amor que enciende a una pareja de amantes cuya diferencia social haría imposible de no mediar secretas fuerzas sobrenaturales. Los poderes mágicos de que gozan algunos de los personajes conducen la trama por intrincados y sorprendentes caminos que la prosa ligera y amena de la pluma de Gary Victor sabe salpicar de comedidas dosis de sutilísimo humor. Estas cualidades hacen del texto una lectura ideal para aquellos que sepan entregarse sin tabúes al goce de una literatura que se nutre con fruición del elemento fantástico, cuyo creador se complace en dar rienda suelta a su imaginación y en dejarse conducir sin prejuicios por ella, la verdadera materia prima del juego literario.

El sencillo entramado filosófico que subyace a la narración trabaja con los eternos valores del Bien y el Mal, el Amor y el Odio, la Pasión y la Violencia como la potencia más devastadora del alma humana, aniquiladora de los buenos sentimientos de los hombres y semilla de las monstruosidades más abominables. Todo fluye como una evidencia, no hay ni el más mínimo asomo de dogmatismo ni de moralina. Más bien al contrario, el happy end, que el autor convierte en una triunfal y apoteósica victoria de los buenos amantes sobre el Diablo Labubaka, despoja el final de la historia de todo viso de realismo, sin devaluar por ello ni un ápice el del resto de la novela, que no pierde nada de su autenticidad. El autor trata este final, con la ironía de quien, explotando a conciencia su privilegiada situación de demiurgo, apura las líneas que le quedan para reírse en su justa medida del universo de su propia creación y pasárselo en grande. Poniendo a prueba sus artes literarias al explorar un lenguaje nuevo en el que demuestra también su madurez, Gary Victor logra evocar con palabras las imágenes de los comics de gran formato, aquellos en que héroes y heroínas, dotados de una fuerza sobrenatural, consiguen proezas de titanes y se enfrentan al Mal en un mundo subterráneo de grutas y laberintos infernales. Los últimos pasajes, antes del epílogo, arrancan al lector una sonrisa cómplice cuando descubre la picardía del autor al dibujar la escena final en un buscado y efectista registro folletinesco: “Esmalda tomó a Pirus en brazos. La necesidad imperiosa de salir de la caverna le insuflaba una fuerza que le permitió alzar a Pirus sin dificultad. Un Pirus que sus ojos ya no reconocían pero que su corazón de mujer seguía reclamando”.

Gary Victor tiene verdadera madera de narrador. Las escenas de entrega amorosa en las que se entretiene o aquellas en que hace evocar a Mirna la violencia de que fue objeto en su niñez dan fe de que el autor maneja los matices del lenguaje para plasmar las infinitas sutilezas y recovecos emocionales de las pasiones, el dolor y el sufrimiento humanos. Por otra parte, su inagotable imaginación, fruto indudable de un espíritu sensible que ha sabido nutrirse de la tradición oral, se manifiesta en la irrefrenable necesidad de fabricar historias e insertarlas una en otra al modo de las muñecas rusas. Así la aventura de la pasión entre Pirus y Esmalda, que conduce la novela desde el principio hasta el final, es el marco en el que el haitiano encaja otras muchas narraciones: la de Salim El Gato, la de Calcetín, la de Perdriel –el hombre que tose-, las que le explica la iguana a la vieja Mirna o el cuento del Rey Blanco y la Princesa Osamaibo. Glosas todas ellas de un gran y apasionado amor, el único sentimiento capaz de devolver a sus protagonistas la dignidad humana que su condición social se empeña día tras día en arrebatarles.

Victor, uno de los autores en lengua francesa más leídos en su país, ha sabido desarrollar en su literatura un estilo que perpetúa y a la vez renueva un género tan antiguo y tan típicamente haitiano como la lodyans, crisol de las más diversas manifestaciones culturales de las gentes de su tierra. Arraigado en esta popular tradición de relato humorístico, Gary Victor es capaz de plasmar de un modo muy personal los delirios y los destinos individuales en un país, Haití, atrapado en una espiral de corrupción que pesa sobre él como una fatalidad. Por su condición de ex funcionario buen conocedor de las interioridades del aparato administrativo y del entramado social haitiano, el autor sabe construir prototipos que ponen de manifiesto la relación entre ciertos comportamientos irresponsables y los males que aquejan a la sociedad (Albert Buron, ou, Profil d’une “elite”, 1988; Sonson Pipirit, ou profil d’un homme du peuple, 1989). Gary Victor es, además de prolífico, un escritor versátil, autor de novelas, relatos cortos y teatro que vale la pena dar a conocer merecidamente a los lectores españoles.

La jovencísima editorial Bukante, palabra que en criollo haitiano significa “trocar”, “intercambiar”, nace con el propósito de llenar un vacío en el mundo de la edición en español y en catalán en España. La intención que anuncia de difundir entre nosotros los textos de buenos escritores de otros continentes que se nutren de tradiciones literarias diferentes de la nuestra y que no han sido editados aquí o lo han sido insuficientemente es una buena noticia y una muy valiosa iniciativa que cumple mimar. Precisamente por ello sería una lástima que algunos errores y descuidos formales, de fácil enmienda, de los que adolece el texto motivo de esta recensión, deslucieran en el futuro el buen tino que ha demostrado tener con la elección de sus primeros autores. Bukante ha iniciado su trayectoria con la publicación en el último mes de mayo de dos novelas de sendos escritores haitianos: Gary Victor (El diablo hechizado por un perfume de limoncillo, en español) y René Depestre (La cucanya, el gran repte, en catalán). Las expectativas son prometedoras.

(En: Quimera. Revista de Literatura)

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