28 de septiembre de 2009

REFLEXIONES SOBRE LA GRIPE A, por Nani Vall-Llosera

REFLEXIONES SOBRE LA GRIPE A , por Nani Vall-Llosera

Desde que el 22 de abril se hizo público el primer caso de gripe A, hemos asistido al goteo continuo de cifras de afectados y fallecidos a causa del nuevo virus. Hasta hoy el número de casos confirmados es de 5.728, con 61 fallecidos en todo el mundo (www.who.int).

Hay que recordar que durante las epidemias invernales habituales de gripe en nuestras ciudades la afectación oscila entre el 5 y el 20% de la población general y puede alcanzar a más del 50% de las personas internadas en instituciones cerradas, estando relacionada con aproximadamente 3.000 muertes anuales en España, fundamentalmente entre personas mayores con factores de riesgo preexistentes (Departament de Salut, Generalitat de Catalunya).

Este hecho suscita múltiples reflexiones desde puntos de vista variados. El tratamiento informativo de la noticia ha sido y todavía es en muchos casos efectista. Durante varios días nos ha sido retransmitida la escalada en los niveles de alerta de pandemia de la OMS, sin informar del significado real de esos niveles, en cuanto que simplemente constituyen una clasificación epidemiológica de la distribución geográfica de la infección. Cada nivel de la clasificación conlleva la adopción de determinadas medidas de salud pública. Existe una importante desproporción entre la alarma y el protagonismo inicial otorgado a la noticia por los medios de comunicación, y el número y gravedad de los afectados a escala mundial. Cabe preguntarse también si la pérdida de protagonismo informativo de los últimos días se corresponde a una situación real de control de la pandemia.

También hay que cuestionar el papel de algunos científicos, que se han aventurado a dar como ciertas predicciones basadas en modelos estimativos, dejando de lado la prudencia deseable y exigible en estos casos. La realidad es que hoy por hoy se desconoce el comportamiento que va a tener la infección. Por lo menos sí parece que la OMS ha aprendido de los errores cometidos con la gripe aviar en 2005 cuando contribuyó a la alarma general con previsiones catastrofistas que no se cumplieron. En esta ocasión la ponderación y la mesura rigen sus declaraciones.

Observando los mapas que la OMS actualiza a diario, llama la atención que no hay ningún caso confirmado en el continente africano. No sabemos si es que África está inmunizada o es que no hay sistemas de detección. Sin duda alguna África está afectada por otras gripes, las de siempre, con nula repercusión mediática. Desde principios de año, más de 1.900 personas han fallecido a causa de la meningitis en el área del África Subsahariana conocida como el “cinturón de la meningitis”, en la peor epidemia de los últimos años. Sólo en Nigeria, Níger y Chad, se han registrado más de 56.000 casos (www.msf.es). Cada año hay 2,7 millones de nuevos casos de infección por el VIH y 2 millones de fallecimientos relacionados con el SIDA. El África subsahariana soporta el 72% de las muertes y el 67% de las personas que viven con el VIH en todo el mundo (informe UNAIDS 2008). Allí la malaria mata a 900.000 personas al año, el 85% niños y niñas menores de 5 años. Desde que empezó la pandemia por gripe A han muerto por malaria 75.000 menores (3.000 muertes diarias, www.who.int). Estos datos no son portada de nuestros telediarios, ni ocupan espacio en nuestros periódicos porque no interesan.

(Nani Vall-llossera está trabajando como médico en el Hospital de Goundi (Chad, África del Oeste) desde julio de 2009).

Más información sobre la gripe A en:
http://www.youtube.com/watchv=nTgyakGAddM

i

http://vimeo.com/6790193

SI HUBIERA NACIDO EN GOUNDI, por Nani Vall-Llosera

SI HUBIERA NACIDO EN GOUNDI, por
Nani Vall-llosera
.

Si en vez de en Barcelona hubiera nacido en Goundi (Chad rural), hoy sería una superviviente. Habría nacido en casa con la ayuda de una partera tradicional que muy posiblemente habría recibido la formación justa para cortar mi cordón umbilical con un objeto no contaminado. Así me ahorraba el tétanos neonatal (14% de las muertes neonatales) que corría el riesgo de contraer porque, con mucha probabilidad, mi madre no estaría vacunada (40% de neonatos no protegidos). El SIDA en este punto no habría sido lo más preocupante porque en el Chad la prevalencia de adultos seropositivos es relativamente baja (4’8%), en comparación con otros países del África subsahariana (p. Ej. Zimbabwe 15’3%, Botswana 23’9%).

Durante mis primeros años de vida, sobre todo durante la estación de lluvias, habría sufrido unos 3 o 4 episodios de malaria anuales, inicialmente graves, con una anemia que habría requerido transfusión de algún pariente compatible. Con los test rápidos de VIH y sífilis, no me habrían transmitido estas enfermedades, pero sí probablemente la hepatitis B, si tenemos en cuenta que no se hace cribado porque el gobierno no suministra la cantidad suficiente de tests, que hay una prevalencia estimada de portadores de más del 90% y que sólo ahora se empieza a vacunar. De la hepatitis C ni siquiera hay estimaciones.

Gracias a las malarias que habría pasado, poniendo mi vida en peligro cada una de ellas hasta los 5 años aproximadamente, a estas alturas tendría un grado de inmunidad suficiente como para vivir los episodios de manera prácticamente asintomática, dolor de cabeza o cansancio acentuado a todo tirar.

Al terminar las lluvias, pero con el frío todavía (aquí llamamos frío a toda temperatura inferior a 25º), empezarían a circular los resfriados entre los hermanos y alguna bronquitis fea me habría tocado a mí. Mis padres habrían recaudado el dinero suficiente entre familiares y amigos para llevarme al hospital y tras unos días de antibiótico y un poco de ventolín, habría vuelto a casa habiendo superado una batalla más.

Con el destete habrían llegado las primeras diarreas por los parásitos que habitan el agua. Si ninguna de ellas hubiera acabado conmigo por deshidratación, mis nuevos compañeros de viaje (los parásitos) habrían condicionado mi estado nutricional y, por ende, mi crecimiento físico e intelectual. También mi capacidad (inmunidad) para hacer frente a nuevos enemigos habría quedado mermada.

Alguna de las estaciones secas de mi primera infancia habría venido acompañada de una epidemia de meningitis o sarampión. Con suerte, yo los habría sufrido una vez un cierto número de muertes hubiera hecho saltar las alarmas que ponen en marcha las campañas de vacunación de MSF o de alguna otra institución unas semanas (o meses) después del inicio del brote, y mi caso no habría revestido gravedad.

En los años sucesivos, mi cuerpo habría batallado casi a solas con las infecciones típicas de cada edad y las de todas las edades, anginas, otitis, más resfriados, malarias y diarreas, y ahora me dispondría a afrontar el último tercio de mi vida con una inmunidad a prueba de bombas pero con las secuelas de tanta guerra en forma de tumor de hígado (frecuente sobre una hepatitis crónica por virus B +/- C), insuficiencia cardíaca por valvulopatía reumática (complicación de anginas no tratadas), parálisis post-poliomielitis …

Una historia similar podría ser la mía si, en vez de en Barcelona, hubiera nacido en Goundi en 2009. Estamos hablando de antibióticos de los más sencillos (nuestro arsenal más pesado se compone de ampicilina, gentamicina, ceftriaxona, penicilina cristalina y del cloranfenicol proscrito en Europa), vacunas, agua, comida e higiene como medio para que las cosas sean de otra manera. Aunque no se debe hablar alegremente de higiene como “déficit cultural” cuando el agua que tienes en casa es la que has ido a buscar al pozo del barrio, cuando tus condiciones de vida se parecen demasiado a las de tus animales, cuando nada está asfaltado, cuando el suelo es siempre la tierra que se cuela por todas partes, cuando no hay apenas letrinas, ni pañales ni compresas.

Según los datos más recientes de la OMS (WHOSIS y Country Health System Fact Sheet 2006 CHAD), la esperanza de vida al nacer en el Chad es de 46 años. El 48% de la población tiene acceso a fuentes de agua potable y el 9% a instalaciones de saneamiento. El 14% de los partos es atendido por personal capacitado y se estima que aproximadamente en 1 de cada 100, muere la madre. El 20% de los niños muere antes de los 5 años (22’8% por infecciones respiratorias, 22’3% por malaria, 18% por diarrea, 7% por sarampión). El 23% de los niños menores de 1 año están vacunados contra el sarampión (en España, el 97%) y el 20% contra la difteria-tétanos-tos ferina (en España, el 96%). La última epidemia de meningitis notificada por la OMS se declaró en el primer trimestre de 2009.

Este artículo ha sido publicado en la web de Cristianisme i Justícia:
http://www.cristianismeijusticia.net/bloc/-1/


(Nani Vall-llossera está trabajando como médico en el Hospital de Goundi desde julio de 2009).

Entrevista a un tuareg

TU TIENES EL RELOJ, YO TENGO EL TIEMPO,
entrevista realizada por VÍCTOR M. AMELA a MOUSSA AGASSARID,


-MOUSSA AGASSARID: No sé mi edad: nací en el desierto del Sahara, sin papeles...!
Nací en un campamento nómada tuareg entre Tombuctú y Gao, al norte de Mali. He sido pastor de los camellos, cabras, corderos y vacas de mi padre. Hoy estudio Gestión en la Universidad Montpellier. Estoy soltero. Defiendo a los pastores tuareg. Soy musulmán, sin fanatismo

-VÍCTOR M. AMELA: ¡Qué turbante tan hermoso...!

-Es una fina tela de algodón: permite tapar la cara en el desierto cuando se levanta arena, y a la vez seguir viendo y respirando a su través.

-Es de un azul bellísimo...

- A los tuareg nos llamaban los hombres azules por esto: la tela destiñe algo y nuestra piel toma tintes azulados...

- ¿Cómo elaboran ese intenso azul añil?

- Con una planta llamada índigo, mezclada con otros pigmentos naturales. El azul, para los tuareg, es el color del mundo.

- ¿Por qué?

- Es el color dominante: el del cielo, el techo de nuestra casa.

- ¿Quiénes son los tuareg?

- Tuareg significa "abandonados", porque somos un viejo pueblo nómada del desierto, solitario, orgulloso: "Señores del Desierto", nos llaman. Nuestra etnia es la amazigh (bereber), y nuestro alfabeto, el tifinagh.

- ¿Cuántos son?

- Unos tres millones, y la mayoría todavía nómadas. Pero la población decrece... "¡Hace falta que un pueblo desaparezca para que sepamos que existía!", denunciaba una vez un sabio: yo lucho por preservar este pueblo.

- ¿A qué se dedican?

- Pastoreamos rebaños de camellos, cabras, corderos, vacas y asnos en un reino de infinito y de silencio...

- ¿De verdad tan silencioso es el desierto?

- Si estás a solas en aquel silencio, oyes el latido de tu propio corazón. No hay mejor lugar para hallarse a uno mismo.

- ¿Qué recuerdos de su niñez en el desierto conserva con mayor nitidez?

- Me despierto con el sol. Ahí están las cabras de mi padre. Ellas nos dan leche y carne, nosotros las llevamos a donde hay agua y hierba... Así hizo mi bisabuelo, y mi abuelo, y mi padre... Y yo. ¡No había otra cosa en el mundo más que eso, y yo era muy feliz en él!

- ¿Sí? No parece muy estimulante. ..

- Mucho. A los siete años ya te dejan alejarte del campamento, para lo que te enseñan las cosas importantes: a olisquear el aire, escuchar, aguzar la vista, orientarte por el sol y las estrellas... Y a dejarte llevar por el camello, si te pierdes: te llevará a donde hay agua.

- Saber eso es valioso, sin duda...

- Allí todo es simple y profundo. Hay muy pocas cosas, ¡y cada una tiene enorme valor!

- Entonces este mundo y aquél son muy diferentes, ¿no?

- Allí, cada pequeña cosa proporciona felicidad. Cada roce es valioso. ¡Sentimos una enorme alegría por el simple hecho de tocarnos, de estar juntos! Allí nadie sueña con llegar a ser, ¡porque cada uno ya es!

- ¿Qué es lo que más le chocó en su primer viaje a Europa?

- Vi correr a la gente por el aeropuerto.. . ¡En el desierto sólo se corre si viene una tormenta de arena! Me asusté, claro...

- Sólo iban a buscar las maletas, ja, ja...

- Sí, era eso. También vi carteles de chicas desnudas: ¿por qué esa falta de respeto hacia la mujer?, me pregunté... Después, en el hotel Ibis, vi el primer grifo de mi vida: vi correr el agua... y sentí ganas de llorar.

- Qué abundancia, qué derroche, ¿no?

- ¡Todos los días de mi vida habían consistido en buscar agua! Cuando veo las fuentes de adorno aquí y allá, aún sigo sintiendo dentro un dolor tan inmenso...

- ¿Tanto como eso?

- Sí. A principios de los 90 hubo una gran sequía, murieron los animales, caímos enfermos... Yo tendría unos doce años, y mi madre murió... ¡Ella lo era todo para mí! Me contaba historias y me enseñó a contarlas bien. Me enseñó a ser yo mismo.

- ¿Qué pasó con su familia?

- Convencí a mi padre de que me dejase ir a la escuela. Casi cada día yo caminaba quince kilómetros. Hasta que el maestro me dejó una cama para dormir, y una señora me daba de comer al pasar ante su casa.... Entendí: mi madre estaba ayudándome...

- ¿De dónde salió esa pasión por la escuela?

- De que un par de años antes había pasado por el campamento el rally París-Dakar, y a una periodista se le cayó un libro de la mochila. Lo recogí y se lo di.. Me lo regaló y me habló de aquel libro: El Principito. Y yo me prometí que un día sería capaz de leerlo...

- Y lo logró.

- Sí. Y así fue como logré una beca para estudiar en Francia.

- ¡Un tuareg en la universidad. ..!

- Ah, lo que más añoro aquí es la leche de camella... Y el fuego de leña. Y caminar descalzo sobre la arena cálida. Y las estrellas: allí las miramos cada noche, y cada estrella es distinta de otra, como es distinta cada cabra... Aquí, por la noche, miráis la tele.

- Sí... ¿Qué es lo que peor le parece de aquí?

- Tenéis de todo, pero no os basta. Os quejáis. ¡En Francia se pasan la vida quejándose! Os encadenáis de por vida a un banco, y hay ansia de poseer, frenesí, prisa... En el desierto no hay atascos, ¿y sabe por qué? ¡Porque allí nadie quiere adelantar a nadie!

- Reláteme un momento de felicidad intensa en su lejano desierto.

- Es cada día, dos horas antes de la puesta del sol: baja el calor, y el frío no ha llegado, y hombres y animales regresan lentamente al campamento y sus perfiles se recortan en un cielo rosa, azul, rojo, amarillo, verde...

- Fascinante, desde luego...

- Es un momento mágico... Entramos todos en la tienda y hervimos té. Sentados, en silencio, escuchamos el hervor... La calma nos invade a todos: los latidos del corazón se acompasan al pot-pot del hervor...

- Qué paz...

- Aquí tenéis reloj, allí tenemos tiempo.

(Entrevista enviada al blog por Glòria Rodoreda)