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por Anna Rossell
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Arno Geiger, El vell rei a l’exili,,
Trad. de Ramon Montón,
Ed. Proa, Barcelona, 2013, 199 págs.
Entrañable este pequeño libro del austriaco
Arno Geiger (Wolfurt –Austria-, 1968), de quien en España conocemos Todo nos va bien (El Aleph, 2006),
publicada también el mismo año en catalán por el sello Empúries, Tot ens va bé, una de sus novelas más
logradas, galardonada en 2005 con el Deutscher Buchpreis de los editores
alemanes, uno de los más prestigiosos en esta lengua.
Como ya hiciera entonces a partir de la
herencia de la casa familiar del protagonista, el autor se sumerge de nuevo en
el pasado. Parece como si Geiger se sintiera especialmente cómodo en este
registro, aquél que a partir de los objetos, detalles y gestos da pie a la
reflexión y a la reconstrucción de la historia, la de su país o la personal,
ligadas entre sí.
Sin embargo El vell rei a l’exili, publicada también este año en español por El
Aleph (El viejo rey en el exilio), no
es una novela, sino un ensayo intimista en el que Geiger nos ofrece un regalo
lleno de ternura y esperanza, un texto biográfico en el que narra la relación
de un hijo con su padre a partir del momento en que éste enferma de Alzheimer y
se manifiestan sus primeros síntomas.
Lejos de desunir y destrozar las relaciones
familiares, la enfermedad de August Geiger, que al principio, cuando los signos
de la demencia no fueron convenientemente identificados, amenazaba con aniquilar la paz y la armonía,
se torna una maravillosa oportunidad de acercamiento y de aprendizaje, la
ocasión que la vida brinda a la familia para conocer a un August distinto, a
veces incluso más cercano. A un ritmo ralentizado, como si el tiempo de la
narración se acompasara a la nueva vida del enfermo, Arno Geiger nos abre su intimidad
y nos descubre, paso a paso, el nuevo y precioso vínculo que va naciendo entre
él y su padre. En congruencia con el carácter reflexivo del libro, el autor
sabe crear un ambiente interno sosegado que contagia al lector, que se adentra
en la lectura con la plácida serenidad de quien asiste a una liturgia mágica.
Más allá del inestimable consuelo y de la
ayuda que puede proporcionar a aquellos que se encuentren en una situación
similar, el libro supone una gran enseñanza: mientras haya vida siempre habrá oportunidad.
Ésta es la lección que aprende y transmite Arno. Él, que nunca tuvo una
relación digna con su padre; él, que había convivido tantos años con August
ignorando tantas cosas de su pasado y los motivos de sus rarezas, ahora intuye
y descubre las claves de su distancia. La enfermedad le reta a encontrar un
código distinto y él acepta el difícil desafío, un desafío del que sale airoso
y enormemente enriquecido. Con exquisita sensibilidad y una capacidad de
observación que sólo proporciona el afecto y la naturaleza delicada de quien
escribe, Geiger se acerca a su padre intentando imaginar el caos mental que lo
domina, los miedos a los que ha de enfrentarse, la inseguridad, la
desorientación, la frustración. En un gesto de empatía hacia su padre, Arno
evoca el mundo incomprensible que desde hace un tiempo habita August para
comprenderlo y puebla su camino de aprendizaje de reflexiones que constituyen
un verdadero tesoro. El libro, que está salpicado de preciosos diálogos entre
padre e hijo o de voces diferentes a la del narrador, que el autor distingue
del hilo narrativo en cursiva, adopta un carácter casi poético y con mucha
frecuencia las afirmaciones o respuestas de August –supuestamente inconexas e
incoherentes- se acercan a las inteligentes aserciones de un Kafka o un Thomas
Bernhard, como el mismo autor apunta.
Reflejando el cambio psicológico de la voz
narradora, el último capítulo adopta una cadencia distinta, un carácter más
enumerativo en las reflexiones, que ahora se ven potenciadas por los diálogos
con otros inquilinos del hogar de ancianos en el que ha empezado a residir
August. La narración no termina con la muerte de August, sino que queda
abierta, como abierta queda también la relación entre padre e hijo. Todo un
homenaje de Arno a su padre, y un acto de inteligente humildad de quien sabe
reconocer lo que vale la sencillez y leer los signos del cariño donde otros ven
sólo confusión y desorden.
© Anna Rossell
Publicado también en Crítica de Libros: http://www.criticadelibros.com/sin-clasificar/crisis-como-oportunidad/