Chad, cuaderno de bitácora (4). Anotaciones de una médica voluntaria en Chad
Anónimo
Domingo 6 de septiembre
Acabamos de volver de cenar en casa de Denis, el enfermero responsable del laboratorio del hospital. Por primera vez una esposa se ha sentado a comer con nosotros. Con una luna casi llena como testigo y con el rumor mágico de las noches de campo africanas de fondo, nos ha contado sus malabarismos para llegar a fin de mes. Tiene 7 hijos y sueña con que el varón mayor pueda ir a Europa a estudiar. De momento lo ha mandado por cuarto año a Sarh, al colegio de los jesuitas.
Nos ha explicado las dificultades que tuvo que sortear en junio. Como estaba de vacaciones, no cobró sus 70000 CFC de salario (cerca de 105 euros), pero tuvo que devolver 10000 CFC (unos 15 euros) de la beca de estudios que paga por último año desde que terminó su formación hace 9 años. Además tuvo que reembolsar 10000 CFC de un préstamo que la ACTP (Association Tchadienne Communauté pour le Progrès, la asociación local que gestiona el hospital) concedió a sus empleados. La liquidez económica es un gran problema para unas economías familiares que son de mera subsistencia. Además no existen entidades financieras que proporcionen dinero para hacer compras de bienes de cierto valor. Una manera de organizarse para poder comprar un pequeño terreno para cultivar o alguna cabeza de ganado o para pagar la escolaridad anual de un hijo, son las llamadas “tantins” (o algo así). Mensualmente los miembros de esta especie de cooperativa aportan 10000 CFC a un fondo común, que cada mes por turnos recibirá uno de los asociados. Denis tuvo también que pagar en junio su aportación a la “tantin” que, llegado el momento, le dará liquidez a él.
La semana pasada fue el cumpleaños de Lluís. Para celebrarlo invitamos a cenar a los jesuitas y a una monja (las otras estaban de retiro) a la Maison des Cooperants. Lo pasamos muy bien. Abrimos un paquete de jamón de Jabugo: qué delicia, qué placer para los sentidos… La simplicidad de recursos agudiza el ingenio a la hora de regalar y fue muy divertido ver como el protagonista abría sorprendido un paquete de leche, una nocilla, unas chanclas made in china, un paipái, un vaso de plástico y otro muy hortera de cristal, al son del “Cumpleaños feliz” de Parchís y del “Anys i anys” del Club Super 3. No podía faltar un toque surrealista y en medio de la cena llamaron de la maternidad por un parto de gemelos. Leopoldo y la soeur se ausentaron unos minutos (no llegó al cuarto de hora) y volvieron para responder al cuestionario que Lluís había preparado haciendo broma de las manías, expresiones y peculiaridades de cada uno, que todos conocemos al dedillo después de dos meses de convivencia estrecha.
Hace unos días ha llegado otra cooperante francesa. Es un reto recomponer los equilibrios de espacios, compañías, soledades, aburrimiento, diversión, buenos y malos momentos, cuando llega un cooperante nuevo y se enfrenta por primera vez a las dificultades que entraña la vida aquí. También es bonito ser testigo de cómo va descubriendo las cosas, cómo va cediendo a sus miedos, cómo se va abriendo a la gente… Es un camino que yo empecé a recorrer hace muy poco. De manera sutil, lenta y vacilante, uno aprende a observar la realidad sin permitir que su crudeza acongoje o paralice demasiado, a no angustiarse en exceso por lo que está fuera de la propia capacidad de respuesta, que es casi todo, a aceptar que la escasez y la optimización de los recursos deja inevitablemente vidas por el camino y que pararse demasiado tiempo para lamentarlo puede tener consecuencias fatales. A veces da un poco de miedo que este proceso pueda terminar en insensibilidad o indiferencia, pero parece que es necesario para la estabilidad psicológica y para ser operativo y eficaz.
(La autora es médica cooperante en Chad desde julio de 2009)
Norteamericanos, José Martí
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