5 de abril de 2009
ALICIA CANCELA, HOTELES LITERARIOS
"Estirpe miserable de un día, hijos del azar y de la fatiga, ¿Por qué me fuerzas a decirte lo que para ti sería muy ventajoso no oír? Lo mejor de todo es totalmente inalcanzable para ti: no haber nacido, no ser, ser nada. Y lo mejor en segundo lugar es para ti -morir pronto." APOLODORO.
El canal, la calleja, está y aún es, demasiado oscuro para ver esas ondas concéntricas que avanzan y se pierden. ¿Un guijarro? ¿Un remo? No, alguien ha muerto. Sin haberlo decidido. Alguien alargó la mano y aun los pasos hacia una imagen. Un empecinado, no un distraído.
Cualquier muerte dignifica, cualquier muerte nos salva, nos reconcilia. Cualquier muerte nos torna reales, cualquier muerte nos libra del resistir, aun esta muerte alcantarillada, pestilente en Venecia, cuando es más oscuro y la certeza de que sólo existe el agua avanza. Avanza como un bautismo, no sólo la cabeza, no, sino todo el cuerpo sometido a un verdadero Bautista, o a un Diluvio particular, casi mínimo, personal. Pues no hay vida justa, es azar, una equivocación de la naturaleza a la que sumamos nuestra equivocación metafísica, es bueno morir en el primer lecho, como negándolo todo, como olvidando. Para qué la memoria, siempre llueve, no sólo en el pasado. Es inútil la historia, nada hay que se aprenda, sólo existe el presente que se suma y ahora es muerte. No es propio aletargarnos en el existir, resistiendo, debiera ser más fácil alcanzar la única coronación posible a nuestra extrema debilidad.
Los fuegos de artificio celebran la muerte, el Carnaval, la Plaza de San Marcos, ¡la más bella del mundo! También ella y Venecia entera resisten a una muerte certera, apenas sostenida por la debilidad de los islotes sobre la que fue construida por los Aquileyos huyendo de los ataques del Bárbaro y que resistiendo en la vida elevaron una máscara para ocultar su debilidad
-La imposible Venecia-.
Carnaval, máscaras, Venecia, muerte, lo apolíneo y lo dionisíaco en un maridaje no poco prolífico.
La quietud del agua es violada por el ir y venir insensato de las góndolas por el canal. El agua, contrariamente a su esencia, aquí, parece desear espejarse, contener fielmente la otra marea, la humana, que corre por los puentes. Tanta belleza necesita un espejo. Sólo alguien lo presiente, acodado sobre el Puente de los Suspiros.
Cualquier belleza atrapa, cualquier belleza nos suspende, la que surge espontánea en la naturaleza, la del hecho artístico, la de comprender algo demasiado grande y que dejamos de comprender apenas comprendido. Cualquier belleza es como luz inaprensible qu se desvanece y ciega, como un velo en el que quedar prendido, -¿En cuál?, el saber, el arte, o la vida?- ¿En cuál se quedaría?
Venecia parece una muchacha engalanada y agitada en su primer baile. ¡Los disfraces, las máscaras, los fuegos de artificios celebran su belleza!
Apolo, guiando su carrro dorado, daba vueltas en la plaza, Gustavo pudo ver cómo le sonreía, un fuego le había iluminado, como destinado a ese rostro y para que él, en la distancia, pudiera percatarse. Sólo el rostro había asomado entre la multitud, un impulso le hizo abandonar el arco sobre el que estaba recostado y, a fuer de empellones y contínuos roces, acercarse para contemplarlo en su entera belleza. Unas piernas marmóreas, exquisitamente torneadas le servían de sustento. Los cabellos estaban encendidos, aureolando la cabeza, que esta vez, se inclinó para mostrarse, y aun se volvió, mientras el carro avanzaba. La túnica arrebatada por un viento, dejó al descubierto unas nalgas perfectas. Demasiado femeninas, pensó, y aún el gesto que le invitaba a seguirlo estaba en el aire, a lo lejos, sobre el carro. Sin dudar alargó la mano, abriéndose paso y como para saludarlo. Así seguía, cuando ya había abandonado la plaza y se aventuraba en los canales cada vez más oscuros.
Heinrich Zille
Museo de Heinrich Zille, Probststr. 11, 10178 Berlin - Nikolaiviertel
Heinrich Zille, el zar de Berlín
Por Luis M. Alonso (12 de Junio, 2008)
Heinrich Zille (1856-1929) –artista, caricaturista e ilustrador– representa el viejo Berlín, algo que en la capital alemana tan huérfana de sus viejas señas de identidad arquitectónicas, borradas del mapa por los bombardeos, destaca sobremanera. De hecho, a él puede considerársele una víctima del sufrimiento berlinés, ya que gran parte de su obra fue destruida o desapareció en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. Lo que ha sobrevivido de su ingente trabajo procede de las colecciones privadas, de los nidos particulares y, gracias a la familia, puede considerarse en estos momentos de dominio público. Zille conocía perfectamente a los berlineses y, por eso, los dibujó de manera tan extraordinaria. El interés por su obra ha ido creciendo a partir de la década de los cincuenta, al tiempo que se descubrían trabajos inéditos del autor. Zille nació en Radeburg, una población cercana a Dresde, pero a los nueve años se mudó con sus padres a Berlín. En su costumbrismo satírico y callejero, acabaron por reconocerse los ciudadanos de la capital de Alemania y, con ellos, sus esquinas más habituales, los lugares más frecuentados, los parques, las tabernas y los restaurantes. Zille fue el gran maestro alemán de la escenografía urbana. Sus dibujos, como pueden ser en Portugal los de Rafael Bordalo-Pinheiro, guardan una estrecha relación con el mundo que lo rodeó y también con las circunstancias sociales a las que casi nunca fue ajeno el ilustrador, movido por la curiosidad y un sentido crítico con la realidad, muchas veces desde las páginas del semanario satírico «Simplicisimus». En Alemania busqué reproducciones de trabajos de Zille por todos los lugares, desde las series de aguadas y acuarelas dedicadas a los bailes de máscaras, aquellas otras que tienen que ver con la difíciles condiciones de vida del pueblo y las que han quedado para el recuerdo y la nostalgia de los veteranos como bellas postales. Por ejemplo, el mercado navideño en Arkonaplatz, o el famoso restaurante Nussbaum. Zille era un gran publicista incluso antes de conocerse la publicidad tal como ahora la entendemos. El museo Heinrich-Zille, de Berlín, muestra la obra de uno de los ilustradores más sorprendentes de la historia, uno de los artistas que más ha contribuido a difundir la ciudad, su historia y sus personajes más populares. Un gran dibujante, Zille.
Categoría: La mirada de Lúculo Junio 2008
Quarrel at the distillers (Pelea en la taberna) Mooving the brown sofa, 1900 (Trasladando el sofá marrón, 1900)
's dunkle Berlin (El Berlín oscuro)