15 de diciembre de 2010

LUDWIG HOHL, LA COHERENCIA DE UNA VIDA, por Anna Rossell

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LUDWIG HOHL, LA COHERENCIA DE UNA VIDA

Camino nocturno
Ludwig Hohl
Traducción de Rosa Pilar Blanco
Minúscula, Barcelona, 2010, 124 págs.

por Anna Rossell
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"[...] la obra –como quiera que la definamos- no puede entenderse si no se entiende como un todo unitario. No es una colección de aforismos.“ Esta afirmación de Ludwig Hohl, referida al conjunto de textos de cualquier autor, resume su modo de concebir no sólo la literatura, sino cualquier producción artística, y tanto su vertiente creativa como hermenéutica. Conviene así leer estas palabras del escritor suizo también como una recomendación al lector. Acercarse a Ludwig Hohl (Netstal –cantón suizo de Glarus-,1904; Ginebra, 1980), gran desconocido aún de la literatura suiza, a pesar de ser considerado por algunos junto a Robert Walser y Friedrich Dürrenmatt como uno de los grandes, supone conocer su mundo, su vida, su método de trabajo, su filosofía. Fiel al principio neorromántico de que el verdadero conocimiento y el utilitarismo se excluyen, seguro de que la fama es inversamente proporcional a la calidad del artista, conformó toda su existencia en función de esta convicción. Autoexiliado, primero en Francia, luego en Austria y Holanda, regresó a su país en 1937 y se instaló en un sótano de la periferia -en Ginebra-, donde desarrolló su filosofía De los márgenes infiltrados, como reza uno de sus títulos -el “brillo irrumpe y aflora del detalle, no del conjunto”, afirma en sus Apuntes-. Allí vivió hasta su muerte y llevó una vida ascética y marginal. Hohl, para quien “todo es obra” -vida, trabajo y creación son sinónimos-, niega que una obra esté concluida. Su método, laboriosamente calvinista, es un larguísimo proceso de depuración –de ahí su hábito de destacar algunas palabras con cursiva-. Así va elaborando a lo largo de cincuenta años su obra axial, Los apuntes o De la reconciliación irreflexiva (1943). Hohl entiende la creación como una negación de la muerte, se desvive en su celoso afán por encontrar la palabra exacta, y con el mismo celo reordena constantemente sus notas, escritas en toda suerte de papeles, que cuelga con pinzas de la ropa en el taller donde escribe y filosofa, su sótano-habitáculo. Hohl es un escritor de lo marginal, del detalle, del que extrae todo su poder simbólico –titula una de sus obras Matices y detalles (1939)-. Concibe su quehacer como una pugna por objetivar lo subjetivo. Sus textos, que se resisten a la clasificación genérica –también esta antología de nueve cuentos, Camino nocturno (1943)- incitan a la reflexión filosófica, y su lectura no puede ser convencional. Las historias que nos ofrece son a veces parábolas de la talla de las de Kafka (La hoja, El erizo, El buscador, Boceto de un boceto del mundo); otras, carentes de hilo narrativo, semejan meras observaciones aparentemente inconexas acerca del brumoso y monótono paisaje holandés, que compara con la nitidez de los escarpados perfiles de los Alpes (Paisajes); o bien son minuciosas descripciones de un atento observador de su entorno que fija su mirada en personajes, actuaciones u objetos, a primera vista intrascendentes (Tres viejas de un pueblo de montaña), algunos textos parecen inconclusos (La borracha), de acuerdo con el concepto productivo del autor, cercano a la estética romántica del fragmento. La importancia narrativa reside tanto en la historia en su conjunto como en las frases que la componen, susceptibles a menudo de ser ordenadas de otro modo sin perder sentido, significativas por sí mismas por lo escueto, sentencioso y contundente de la verdad que encierran: “[…] porque la niebla misma es sólo una figura dentro del día, no impide el día”, “[…] la llegada de la desgracia no dependía de él”, “Para encontrar son necesarias dos cosas: primero, perder; segundo haber encontrado”, o bien “Yo no puedo reconciliarme con usted, pues así lo negaría a usted”. Hohl, que mereció la atención de escritores como Jürg Federspiel, Adolf Muschg, Johannes Beringer –su más profundo conocedor-, Christoph Geiser, Kurt Marti y Friedrich Dürrenmatt, de artistas como Rolf Looser o Hans Aeschbacher y filósofos como Hans F. Rütter o Hans Saner, encarnó la otra Suiza y se perfila como icono de la literatura suiza de rango internacional. Del autor se han publicado, además, en España Escalada y Matices y detalles (Minúscula y Dvd, 2008, respectivamente).

© Anna Rossell

Publicado en Quimera. Revista de Literatura. Nº 325 (diciembre 2010), p. 98

Publicado también en rumano y en inglés en Contemporan Orizont Literar / Contemporary Literary Horizon, Nº 6 (20) (noviembre-diciembre 2010, pp. 42-44).

LUDWIG HOHL, LA COHERENCIA DE UNA VIDA, por Anna Rossell

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LUDWIG HOHL, LA COHERENCIA DE UNA VIDA
Camino nocturnoLudwig Hohl
Traducción de Rosa Pilar Blanco
Minúscula, Barcelona, 2010, 124 págs.

por Anna Rossell

"[...] la obra –como quiera que la definamos- no puede entenderse si no se entiende como un todo unitario. No es una colección de aforismos.“ Esta afirmación de Ludwig Hohl, referida al conjunto de textos de cualquier autor, resume su modo de concebir no sólo la literatura, sino cualquier producción artística, y tanto su vertiente creativa como hermenéutica. Conviene así leer estas palabras del escritor suizo también como una recomendación al lector.
Acercarse a Ludwig Hohl (Netstal –cantón suizo de Glarus-,1904; Ginebra, 1980), gran desconocido aún de la literatura suiza, a pesar de ser considerado por algunos junto a Robert Walser y Friedrich Dürrenmatt como uno de los grandes, supone conocer su mundo, su vida, su método de trabajo, su filosofía. Fiel al principio neorromántico de que el verdadero conocimiento y el utilitarismo se excluyen, seguro de que la fama es inversamente proporcional a la calidad del artista, conformó toda su existencia en función de esta convicción. Autoexiliado, primero en Francia, luego en Austria y Holanda, regresó a su país en 1937 y se instaló en un sótano de la periferia -en Ginebra-, donde desarrolló su filosofía De los márgenes infiltrados, como reza uno de sus títulos -el “brillo irrumpe y aflora del detalle, no del conjunto”, afirma en sus Apuntes-. Allí vivió hasta su muerte y llevó una vida ascética y marginal. Hohl, para quien “todo es obra” -vida, trabajo y creación son sinónimos-, niega que una obra esté concluida. Su método, laboriosamente calvinista, es un larguísimo proceso de depuración –de ahí su hábito de destacar algunas palabras con cursiva-. Así va elaborando a lo largo de cincuenta años su obra axial, Los apuntes o De la reconciliación irreflexiva (1943). Hohl entiende la creación como una negación de la muerte, se desvive en su celoso afán por encontrar la palabra exacta, y con el mismo celo reordena constantemente sus notas, escritas en toda suerte de papeles, que cuelga con pinzas de la ropa en el taller donde escribe y filosofa, su sótano-habitáculo. Hohl es un escritor de lo marginal, del detalle, del que extrae todo su poder simbólico –titula una de sus obras Matices y detalles (1939)-. Concibe su quehacer como una pugna por objetivar lo subjetivo. Sus textos, que se resisten a la clasificación genérica –también esta antología de nueve cuentos, Camino nocturno (1943)- incitan a la reflexión filosófica, y su lectura no puede ser convencional. Las historias que nos ofrece son a veces parábolas de la talla de las de Kafka (La hoja, El erizo, El buscador, Boceto de un boceto del mundo); otras, carentes de hilo narrativo, semejan meras observaciones aparentemente inconexas acerca del brumoso y monótono paisaje holandés, que compara con la nitidez de los escarpados perfiles de los Alpes (Paisajes); o bien son minuciosas descripciones de un atento observador de su entorno que fija su mirada en personajes, actuaciones u objetos, a primera vista intrascendentes (Tres viejas de un pueblo de montaña), algunos textos parecen inconclusos (La borracha), de acuerdo con el concepto productivo del autor, cercano a la estética romántica del fragmento. La importancia narrativa reside tanto en la historia en su conjunto como en las frases que la componen, susceptibles a menudo de ser ordenadas de otro modo sin perder sentido, significativas por sí mismas por lo escueto, sentencioso y contundente de la verdad que encierran: “[…] porque la niebla misma es sólo una figura dentro del día, no impide el día”, “[…] la llegada de la desgracia no dependía de él”, “Para encontrar son necesarias dos cosas: primero, perder; segundo haber encontrado”, o bien “Yo no puedo reconciliarme con usted, pues así lo negaría a usted”. Hohl, que mereció la atención de escritores como Jürg Federspiel, Adolf Muschg, Johannes Beringer –su más profundo conocedor-, Christoph Geiser, Kurt Marti y Friedrich Dürrenmatt, de artistas como Rolf Looser o Hans Aeschbacher y filósofos como Hans F. Rütter o Hans Saner, encarnó la otra Suiza y se perfila como icono de la literatura suiza de rango internacional. Del autor se han publicado, además, en España Escalada y Matices y detalles (Minúscula y Dvd, 2008, respectivamente).

© Anna Rossell

Publicado en Quimera. Revista de Literatura. Nº 325 (diciembre 2010), p. 98
Publicado tambien en Contemporary Literary Horizon, Nº 6 (diciembre 2010).

VICTORIAGUANCHE, HOLA

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Bienvenida a la tertulia, Victoria. Gracias por tu visita y por quedarte en la tertulia. Espero que te sientas bien y participes activamente en los foros. Un fuerte abrazo.

AFERLANDIA, BIENVENIDO

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AFERLANDIA, un saludo desde este espacio en el que quiero darte la bienvenida. He visto que defines tu blog como el "Ponto de encontro para todos os que gostam de trocar saberes e defendem uma prática de cidadania livre de preconceitos.", un lugar ideal al que todos debiéramos apuntar. Gracias por darle nombre y adjetivos a la utopía.