15 de marzo de 2009

Franz Werfel, Los cuarenta días del Musa Dagh (por Anna Rossell)

Franz Werfel, Los cuarenta días del Musa Dagh (por Anna Rossell)
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EL ALMA AL DESCUBIERTO

FRANZ WERFEL, Los cuarenta días del Musa Dagh, Traducción de Nora Gutmann, Editorial Losada, Madrid, 2003, 838 pp.

Anna Rossell

¿Qué razones llevan a un pueblo al exterminio de otro? ¿Cómo se gesta el sentimiento de odio entre grupos humanos que han convivido en paz durante siglos? La historia parece indicar que los esfuerzos por encontrar respuesta a estas preguntas son vanos. Ella nos muestra que, de modo inexplicablemente recurrente desde el principio de los tiempos, el ser humano es la criatura más capacitada para el mal y la crueldad de todos los seres vivos. ¿Para qué pues intentar encontrar una explicación lógica a lo inexplicable? Hay explicación, pero desde luego no hay razón. Y es probablemente el definitivo y sincero reconocimiento de que no hay razón la única actitud que puede contribuir a proteger al hombre de sí mismo en el futuro, la actitud que le mantenga en guardia constante ante el horror y el dolor que es capaz de causar por su propia naturaleza de la que hay que guardarse como del enemigo más temible. Esta es la enseñanza que se desprende de esta gran novela de Franz Werfel (1890 Praga-1945 Beverly Hills) tan oportunamente recuperada en julio de 2002 en su decimotercera edición por la editorial Fischer y ahora en España por Losada.En esta larga historia, que narra el sufrimiento y exterminio del pueblo armenio a manos del imperio otomano durante la Primera Guerra Mundial, el autor renuncia de antemano a analizar las razones que pueden conducir a un genocidio (¿Hay razones?). Dando muestras de una extraordinaria clarividencia Werfel no sucumbe a la inútil tentación de buscar culpables. El autor hace gala de un afinado conocimiento del alma humana y de enorme maestría literaria al desplegar ante nosotros un inmenso e inagotable caudal épico que atrapa al lector hasta el final. La novela nos hace reflexionar sobre sentimientos tan esenciales y eternamente actuales como el nacionalismo, la identidad, lo extranjero, el rechazo del otro... Al tomar como punto de partida el genocidio del pueblo armenio Werfel rescata del olvido el primer exterminio masivo organizado del siglo XX, pero al hacerlo en 1933 lanza también una grave advertencia que sólo puede provenir de una mente extraordinariamente lúcida, capaz de intuir lo que está otra vez a punto de suceder, ahora en Europa y en nombre de la superioridad de la raza aria.Werfel, escritor austriaco de ascendencia judía, que pocos años después habría de sufrir en carne propia la persecución de su pueblo y el exilio, plasma premonitoriamente en ésta, una de sus mejores novelas, el trágico inminente destino de los judíos bajo el nacionalsocialismo. Un viaje a Damasco en el año 1929 y el sobrecogedor cuadro de niños refugiados, lisiados y famélicos, trabajando en una fábrica de alfombras impulsaron al autor a concebir la idea de una novela que documentara para siempre la historia del sufrimiento armenio. A partir de hechos reales Los cuarenta días del Musa Dagh, publicada en primera edición en 1933 en Austria y Suiza, relata los terribles padecimientos de un pequeño grupo de poblaciones armenias cercanas a la bahía de Antioquía. Desobedeciendo la orden de deportación que se les impone y ha de conducirles a una muerte segura, el grupo se hace fuerte en la montaña del Musa Dagh –Monte de Moisés- que se convierte en el último bastión de esperanza para su pueblo.La novela, dividida en tres libros de siete, cuatro y siete capítulos respectivamente, dibuja con impactante realismo una trayectoria que describe en tres fases de intensificación creciente la angustia y el sufrimiento humanos hasta límites que tildaríamos de indescriptibles si no fuera porque Werfel demuestra que sí es posible plasmarlos con palabras. En la figura del personaje central, Gabriel Bagradian, y de su familia Franz Werfel muestra el devenir de todo un pueblo sin caer en ningún momento en el esquematismo psicológico ni en la fácil generalización. Una de las cualidades más encomiables de la pluma de Werfel es precisamente la capacidad con que el autor sabe penetrar hasta las fibras más íntimas del sentimiento humano y convertirlo en palabra escrita. Esta cualidad es tanto más asombrosa cuanto que, si bien la novela gira en torno de una familia, el enorme registro de personajes que moldea y construye en profundidad supone un auténtico calidoscopio de caracteres de una autenticidad difícil de igualar por la extraordinaria matización con que trabaja los rasgos individuales de cada uno. El autor se supera a sí mismo a medida que avanza la narración y el final nos sobreviene, abrumados por la intensidad de los acontecimientos y sobre todo de las emociones.La narración de Werfel es ante todo auténtica por el creíble realismo que mueve a cada uno de sus personajes, psicológicamente tan diversos, a sentir como siente y actuar como actúa. Aquí reside a mi entender el mérito más preciado de su escritura que, teniendo en cuenta los acontecimientos que describe –el exterminio planificado de un pueblo a manos de otro-, tiene además el valor -inherente a toda gran literatura- de mostrar con asombrosa naturalidad que la identidad nacional se crea, se fomenta y se manipula; que identidad cultural no es forzosamente un sinónimo de nacionalismo y que al nacionalista se le hace.Gabriel Bragadian, un intelectual de origen armenio de esposa francesa y residente en París, es un hombre cosmopolita, abierto al mundo que, significativamente, va adquiriendo conciencia de su “armeniedad” a medida que los acontecimientos históricos le obligan sin remedio a ello y se lo imponen para su propia sorpresa. Pero Werfel no se deja llevar por fórmulas maniqueístas. Bien al contrario, pone sumo cuidado en evitar cualquier concesión a lo tendencioso. En el año 1915 de la Primera Guerra Mundial en el que transcurre la acción sus criaturas no se dividen en buenas y malas según sean éstas víctimas o verdugos. Werfel no se erige en juez, no emite un juicio moral ni nos pone las cosas más fáciles de lo que son. No arremete contra los turcos ni dota a los armenios de una bondad artificial. Precisamente es el grupo de resistentes armenios el que aparece más diferenciado y concentra en mayor medida la energía narrativa del autor. Son las tensiones no sólo con el enemigo turco, sino también y fundamentalmente entre los propios asediados lo que ocupa el grueso de la narración: ahí están los hechos, ahí la brutalidad, ahí la traición, ahí el egoísmo, en suma, los resquicios de la personalidad por los que salen a relucir los aspectos menos amables y más perversos del alma humana en situaciones límite.Werfel ilustra con diáfana naturalidad en su novela lo que la historia no ha cesado de mostrar una y otra vez y que nos negamos a ver con clamorosa reticencia: que la bondad y la maldad no son prerrogativa de ningún pueblo ni de ninguna nación y que los papeles entre buenos y malos son intercambiables. Pero de la novela no emana fatalismo ni una desconfianza irremediable hacia el ser humano, sino más bien la seguridad de que sólo la profunda convicción religiosa, sin otros adjetivos, puede prevenirnos de la amenaza que el hombre significa para su propia especie. Lejos de cualquier mesianismo, el texto está impregnado de una sentida religiosidad panteísta que concilia al hombre con la naturaleza, consigo mismo y con Dios. Ésta es la esperanza que nos deja esta magnífica novela que transporta en su significativo simbolismo religioso la rotunda religiosidad del propio autor, educado en el judaísmo y católico convencido. Gabriel Bragadian, que como el bíblico Moisés ha organizado y dirigido la resistencia desesperada de su pueblo y lo ha conducido hasta la salvación, muere acribillado por los turcos sobre la tumba de su hijo mientras los supervivientes son evacuados por tropas aliadas. La muerte sorprende a Gabriel Bragadian precisamente en el momento más inesperado, cuando todo parece haber terminado y un sentimiento de plácida armonía y de espiritual comunión cósmica invade el alma del protagonista.Franz Werfel nos ha dejado en esta novela un preciado legado mucho más allá de lo estrictamente literario. Su reciente reedición en Alemania y su traducción al español llegan en un momento en que acontecimientos recientes han vuelto a poner y ponen tristemente de manifiesto la rabiosa actualidad de los hechos descritos y de las urgentes reflexiones que provoca.

(En: Quimera. Revista de Literatura)

Publicado por Anna Rossell en 13:43

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