Tengo el placer de ser yo quien inaugure estas Xornadas Literarias sobre este gran autor universal de origen alemán, que es Thomas Mann. Este honor debo agradecérselo a la Facultade de Humanidades e Documentacion da UDC y a la Biblioteca Municipal de Neda, que me han ofrecido la palabra, y el especial honor de la palabra inaugural. Por ello les doy las gracias, como se las doy asimismo a ustedes por acompañarnos hoy y prestar su oído crítico a esta conferencia.
Probablemente
sorprenderá que la conferencia inaugural sobre el autor al que se dedican estas
Xornadas, de la que se espera que
dibujen un escenario en el que brillen las cualidades más encomiables de su
protagonista, pretenda precisamente todo lo contrario: la desmitificación de su
figura. Porque si hay algún autor alemán, después de Goethe, idealizado hasta
el extremo de haber devenido un mito, éste ha sido Thomas Mann. Y en honor a la
verdad cumple desmitificar para colocar al escritor en su justo lugar, aquél
que nos permite verlo como verdaderamente fue, para devolverle su humanidad y
acercar así al lector a su persona y a su obra desde una perspectiva más lúcida
y realista. De ahí el título de mi conferencia, que me he permitido concretar más
de lo anunciado, para formular con mayor precisión su contenido, así que la he
llamado finalmente: Thomas Mann y su
relación con la Alemania nacionalsocialista: La humanización de un mito.
Este
proceso de humanización o desmonumentalización,
iniciado en Alemania en los años ochenta por el afamado crítico literario de la
literatura alemana, Marcel Reich-Ranicki[1],
a raíz de la publicación en este país de los Diarios del autor[2],
no se ha hecho sin embargo en España[3],
lo cual me ha impulsado a aprovechar la oportunidad que me ofrecen estas
Xornadas para hacerlo aquí.
Para
ello no podemos echar mano de las obras de Thomas Mann, destinadas a la
publicación y a su proyección internacional, sino que hemos de recurrir a
aquellos escritos de carácter privado, a su correspondencia de tipo profesional
y sus Diarios, que, precisamente por
no estar pensados para ver la luz –o al menos para no verla en vida del autor[4]-,
nos revelan rasgos de su carácter que no se reflejan en sus obras de ficción.
De modo que aprovecho el impulso que en 1987 diera el propio Marcel Reich-Ranicki
con su magnífico ensayo Thomas Mann und
die Seinen (Thomas Mann y los suyos),
así como los Diarios de Thomas Mann, que
he releído ahora en busca específica de las pistas en las que he querido basar
sobre todo esta conferencia: a saber la vocación de Thomas Mann para la
representación –en la acepción más amplia del término- y su relación con el
nacionalsocialismo, y haré alguna que otra incursión en sus ensayos y discursos
para contrastar y apoyar mi argumentación.
Su
Tonio Kröger se lamenta repetidas veces de representar lo humano sin participar
de lo humano, y en su novela Muerte en
Venecia el narrador dice de su protagonista, Gustav Aschenbach:
Como su ser entero aspiraba a la fama, pronto se reveló […] maduro y apto para incidir sobre el público gracias al carácter resuelto y a la personal enjundia de su entonación. Siendo aún estudiante de bachillerato ya tenía un nombre. Diez años después había aprendido, desde su escritorio, a representar el papel de hombre importante, a administrar su fama […].[5]
Sabemos
que Thomas Mann dio con frecuencia a sus protagonistas rasgos de su propio
carácter. El de la representación fue una de las mayores aspiraciones de su
vida. Al igual que Aschenbach, Thomas Mann aspiraba a la fama para recibir los
elogios del público y la administró y cuidó para proyectar una imagen monumental
de sí mismo, que poco tenía que ver con el hombre que descubrimos en las
mencionadas cartas y en sus diarios. Ya en 1916 Thomas Mann escribía en una
carta a Ernst Bertram[6]:
[…] desde hace tiempo veo personificado
en mí y en mi hermano el sino de Alemania’ […].[7] Representar la alemanidad se convirtió
en la misión de su vida y lo hizo monumental, y como tal monumento pasó a la
posteridad hasta la publicación de sus diarios.
Probablemente fuera esta ambición la que le impulsaba a cuidar con exquisita minuciosidad cualquier detalle de su persona que hubiera de trascender públicamente.
En una
carta a su amigo Otto Grautoff, de marzo de 1895 -tenía entonces diecinueve
años-, leemos: Cuando entro en la sala de
lectura de la universidad, de la que soy socio, […] todo el mundo se aparta de
pura admiración. Entonces es cuando me siento en mi elemento. ¡Ya sabes lo
puerilmente vanidoso que soy![8]
Y con
motivo de la publicación de Los
Buddenbrook, a finales de 1901, escribe: A veces se me revuelve el estómago de ambición.[9] Vanidad y ansia de gloria son dos
rasgos de su carácter que condicionarán toda su actuación. Los Diarios nos revelan un Thomas Mann en
extremo egocéntrico, él es el gran protagonista, el astro en torno y en función
del cual giran todos y todo lo demás. En lo concerniente a su persona anota
hasta el más ínfimo detalle: si se ha encontrado levemente indispuesto, si
tiene los nervios alterados, si ha necesitado tomar un somnífero, si se ha
comprado una camisa de color o unos zapatos de piel suave, se explaya cuando le
llegan críticas positivas de su obra y se indigna ante cualquier comentario o
actuación negativa hacia él. De egocentrismo da fe también el estilo que
caracteriza sus diarios: las anotaciones de todo tipo se suceden de modo
aditivo sin transición: en el mismo tono aséptico y distante comenta la muerte
de un amigo que una tarde de cine o su propensión a la diarrea, que su catarro
se resiste a ceder o que tomó tila, y, cuando se refiere a un óbito, este suceso
no le sirve para hablar de la persona fallecida sino para hablar de sí mismo.
Al enterarse de la muerte del escritor Jacob Wassermann escribe: Huelga decir que la muerte de mi coetáneo y
amigo me obliga a preguntarme con insistencia cuánto tiempo de vida puede
quedarme a mí.[10]
Y cuando un periódico del Tercer Reich se refiere a Wassermann como a uno de
los escritores mejor considerados de la Alemania
de noviembre[11],
añadiendo sin embargo que apenas tenía nada que ver con la auténtica literatura
alemana, Thomas Mann se pregunta: ¿Escribirá
ése también mi artículo necrológico?[12]
La
imagen que desea proyectar de su persona le lleva con frecuencia a actuaciones
de hipócrita diplomacia: Así, después de la lectura de la novela de su amigo
Hermann Hesse, El juego de los abalorios,
que éste le había enviado en enero de 1944, lo primero que le viene a la cabeza
es que pueda ensombrecer el éxito de su Doktor
Faustus, novela en la que él estaba trabajando aún: Un poco asustado. La misma idea de la biografía ficticia. Que a uno le
recuerden que no es el único en el mundo, siempre resulta desagradable. Sólo
cuando avanza en la lectura de la de su amigo se consuela: Hay mucho de ampuloso y flojo, es poco dramático, no dice nada nuevo
del ser humano […] a la larga resulta bastante aburrida.[13]
Sin
embargo en la carta que escribe dos días después a Hesse, Thomas Mann se
refiere a la novela del siguiente modo: A una edad en que otros se agotan […] ha
culminado y coronado usted la obra de su vida con una creación espiritual que,
aunque rebosante de elementos románticos y rica en arabescos, conserva
íntegramente su unidad y cohesión, una obra maestra y redonda que reposa sobre
sí misma.[14]
Su egocentrismo
le impide el más mínimo atisbo de objetividad cuando algo concierne a su
persona o a su obra. Marcel Reich-Ranicki, en el mencionado ensayo sobre la
familia Mann, pone al descubierto las contradicciones a que le lleva este
negativo rasgo de su carácter. En mayo de 1937 leemos en su diario: Por la mañana redacté una enérgica carta a
Frank sobre esa infame pandilla judía que escribe en el Tagebuch[15] (Kesten-Döblin) […][16]. ¿A qué se debía esta invectiva
generalizada contra los judíos? Curiosamente en 1907 Thomas Mann había dicho de
los judíos:
Que aún hoy se ponga en duda, y más todavía
en Alemania, tan necesitada del mismo, el papel indispensable de este estímulo
de la cultura europea que supone el mundo judío, que se exprese hacia él
cualquier sentimiento de rechazo y hostilidad, me parece algo tan grosero y de
tan mal gusto que me siento incapaz de contribuir con una sola palabra a esta
discusión.[17]
La diatriba de Thomas Mann contra los judíos se debía al hecho de que Hermann Kesten, en la reseña que había escrito de la novela de Alfred Döblin, Die Fahrt ins Land ohne Tod (Viaje al país donde no existe la muerte) encomiaba la novela de Döblin sin mencionar a Thomas Mann. Que ésta fue la causa del enfado lo dice claramente el propio autor en una carta que escribió ese mismo día a Bruno Frank, en la que se refiere al artículo de Kesten diciendo que es tendencioso y servil adulación, que está escrito clarísimamente contra mí, pues Kesten había dicho de Döblin que era el creador de la novela mítica en lengua alemana, ignorando su novela mítica José y sus hermanos. Tanto Kesten como Döblin eran judíos, de ahí que de repente la crítica judía en general se convierta en objetivo de su ira, una crítica a la que sigue insultando en la carta, diciendo que siempre le había despreciado a él, que había ignorado su trabajo ensalzando a mi costa, a costa del estúpido infiel, en un inaudito alarde de insolencia contra mí, a uno de sus compinches de sangre y de pandilla. Para subrayar hasta qué punto la vanidad hace mella en Mann, Reich-Ranicki cita un pasaje que el propio Mann había dedicado en
Los judíos me han ‘descubierto’, los judíos han editado mis libros y me han dado a conocer, los judíos han llevado al escenario esa pésima obra de teatro mía […]. Y cuando salgo a recorrer mundo y viajo por las ciudades, casi siempre son judíos también los que me reciben, me dan alojamiento, me alimentan y me agasajan […].[18]
Y por si fuera poco Reich-Ranicki le da otra vuelta de tuerca a su argumentación recordándonos que
Son
muchos los ejemplos que se podrían aducir para poner al descubierto la ególatra
vanidad y la necesidad de adulación de Thomas Mann, pero este esbozo que acabo de
ofrecerles creo que basta como marco en el que encuadrar otro aspecto muy poco
conocido en nuestro país sobre el autor que ha pasado a la historia de la
literatura como el representante por excelencia de la Otra Alemania, la del exilio. Él, que en su exilio, primero suizo y
luego americano, se dio a conocer como el paladín de la humanidad en contra de
la barbarie nacionalsocialista; él, que en sus constantes conferencias,
declaraciones y alocuciones radiofónicas desde el exilio quiso y supo defender
los más altos valores del espíritu frente a las atrocidades nazis; él, que no
quiso regresar a su país tras la derrota del nazismo, este mismo Thomas Mann esperó
hasta el último momento para manifestar públicamente su aversión al
nacionalsocialismo, y este último momento le vino impuesto. Nuestro autor
manifestó un sospechoso y demasiado prolongado titubeo en relación con su país,
cuando ya gobernaba en él el nacionalsocialismo y su política de terror era ya
una práctica diaria e internacionalmente conocida. Los diarios de Thomas Mann,
a partir de 1933, nos permiten apuntar la hipótesis de que la tardanza en
romper oficialmente con su país se debió precisamente a su gran vanidad y a la
necesidad de proyectar una imagen de sí mismo que no quería poner en juego, lo
que equivale a decir que, durante demasiado tiempo, prefirió no manifestar en
público su condena a la barbarie nacionalsocialista, que él conocía muy bien,
que prefirió callar ante la posibilidad muy poco probable de poder regresar y
seguir publicando su obra en Alemania. No es que Thomas Mann simpatizara con el
nazismo -aunque en algunos momentos sí manifestó cierta admiración y curiosidad
por el fenómeno-[20], si bien sus diarios dan en
general testimonio de su aversión, su repulsa y su condena.
Es de
sobras conocido que Thomas Mann, al contrario que su hermano Heinrich, veía con
recelo la política[21];
manifestó claramente su conservadurismo y su aristocrática distancia de la
política en su ensayo Consideraciones de
un apolítico, un panfleto antidemocrático, publicado en 1918. Durante la
Primera Guerra Mundial había declarado: Pensar
y juzgar humanamente significa pensar y juzgar apolíticamente […].[22]
Y si bien la evolución de los acontecimientos le obligó a cambiar de opinión y
a apostar por la democracia, lo hizo con reticencia y muy a su pesar, y
percibió siempre la política como una carga y una actividad que le apartaban de
su verdadera vocación, que eran los asuntos del espíritu, para los que el
quehacer político no suponía sino un freno y una distracción. En septiembre de
1938 decía refiriéndose al fascismo: ¡Olvidar
estos temas, olvidar estos temas! Tengo que reducirme a lo personal y a lo
espiritual […]. No quiero verme involucrado en este odio ciego.[23]
Con la llegada de Eri[ka] llegaron también
numerosas noticias sobre las locuras y atrocidades en Munich, arrestos, malos tratos,
etcétera, lo que aumentó en nosotros la excitación y el asco, y […], han ido adquiriendo
un tono cada vez más patético las advertencias
que nos vienen de allí, aconsejándonos que no se le ocurra regresar a Munich a
ningún miembro conocido de la familia.
El problema que
tanto me preocupa de la caducidad de mi pasaporte para el 1 de abril habrá de resolverse […][25].
Ya desde muy pronto, en 1933, año de la subida de Hitler al poder, Thomas Mann juega, pues, con la idea de tener que establecerse en Suiza ante la imposibilidad de regresar a su país. Sin embargo la esperanza del regreso se mantiene a pesar del terror que se iba extendiendo en Alemania, del que Mann tenía puntual conocimiento. No fue hasta el día de año nuevo de 1937 cuando Thomas Mann rompió pública y definitivamente con su país. El 15 de marzo de 1933 se refiere a una conversación con su hija Erika y anota:
Le pedí consejo sobre mi próximo lugar de
residencia: ¿Seefeld? ¿Innsbrück? ¿Zurich? […] nos
traía nuevas noticias de los asesinatos y barbaridades perpetrados en Munich,
como parte de los continuos y habituales actos de violencia política […].
Salvajadas y bestialidades contra los judíos. La desesperación de ese idiota de
Hitler ante la anarquía y la inutilidad de sus prohibiciones […].[26]
El
viernes, 17 de marzo de 1933 leemos:
Llegaron noticias sobre la prohibición de Das
Tage-Buch y de Die Weltbühne. Me preocupa el Rundschau. No cabe duda de que la
tendencia que sigue esa nación es la de suprimir, en lo posible, todos los
medios culturales.
[…] lo que realmente se quiere es la
bestialización de las masas con el fin de llegar a un dominio unitario y
mecanicista con la ayuda de las técnicas modernas de sugestión.[27]
Y el 23
de marzo:
La devolución de mi pasaporte se retrasa.
[…]. Está retenido, según parece, en la ‘sección política’; no ha sido atendida
la solicitud de prolongación. […] ¿Qué fin persiguen con la negativa? ¿A qué
situación piensan llevarme las autoridades dejándome sin pasaporte alemán? Me están obligando a expatriarme y me
confiscarán entonces casa y fortuna?[28]
No era, pues, en estas fechas el exilio un deseo de Thomas Mann, sino algo que le venía impuesto por las autoridades alemanas.
El 1 de abril se refiere en su diario al boicoteo nazi contra los judíos y lo tilda de malignidad estúpida y de increíblemente bestial y absurdo[29], pero pocos días después, el 6 de abril, escribe sobre su intención de darse de alta en el Rotary Club alemán, a pesar de que su colega Bruno Frank ha sido excluido del mismo por su condición de judío, y no sólo sigue firme en su intención de hacerlo sino que hasta duda sobre si aludir a su malestar por aquel hecho en su escrito de solicitud:
Bruno Frank nos informa […] que ha sido tachado (al igual que los demás judíos, probablemente) de la lista de socios del ‘Rotary Club’ (¡!). Un nuevo indicio del estado intelectual de Alemania. Algo siniestro. El darme de alta es cosa decidida. Lo único por resolver es si hago mención de la absurda actitud del club.”[30]
Y ese
mismo día, aludiendo de nuevo al estado de cosas en su país, vuelve a
manifestar sus dudas sobre qué hacer:
El
viernes, 7 de abril de 1933, escribe:
Noticias de que en Alemania se disponen a
recortar los derechos de los intelectuales, y no solamente los de los judíos,
sino también los de aquellos que sean considerados de poca confianza política,
contrarios al gobierno. Hay que contar
con registros domiciliarios. Nueva preocupación por mis viejos diarios.
Necesidad de ponerlos a buen recaudo.[32]
El 17 de abril 1933 anota en su diario que a su hermano Heinrich le han sido confiscados los bienes y clausurado la casa, y prosigue: […]. Hablamos […] de la necesidad de evacuar la casa de Munich, cosa que sería deseable, pero que llamaría mucho la atención e implicaría dar un paso definitivo.[33]
En la
entrada de su diario, del miércoles, 3 de mayo 1933, desde Basilea, vuelve a la
duda, y no son precisamente razones de rechazo a la política de su país las que
sopesa:
El 16
de abril de 1933 un grupo de intelectuales muniqueses protagonizó un acto de
protesta contra la conferencia que Thomas Mann había dado sobre Wagner. Thomas
Mann se refiere a la noticia tres días más tarde, el 19 de abril, y anota en su
diario:
[…] recrudecimiento del caso de Munich, con un manifiesto en contra mía, firmado por numerosas personas […]. Bruno Frank me trajo el canallesco documento. Sufrí un violentísimo choque de asco y horror, que me duró todo el día. Reafirmación definitiva en mi decisión de no regresar a Munich y de dedicarme con todas mis energías a realizar el proyecto de nuestro asentamiento en Basilea. […]. Frank vino a verme, y gracias a él pude dar los últimos toques, suavizando aún más mi carta, que había compuesto con calma y dignidad.[35]
Son por
tanto ataques contra su persona, y no un posicionamiento de rechazo a la
política nacionalsocialista, lo que le reafirma en su intención de permanecer
fuera de su país. Por otro lado, le está agradecido a Frank por haberle ayudado
a suavizar su carta: ¿es proporcional
el violentísimo choque de asco y horror
con el tono suave de su carta? ¿Qué
interés tenía Thomas Mann en mantener relaciones distendidas con Alemania?
El 3 de mayo le han llegado noticias del arresto de todos los dirigentes sindicales alemanes y del despido de un grupo de catedráticos universitarios, entre ellos el hermano de su esposa Katia. A pesar de ello, y a pesar de que el 8 de mayo deja constancia de haberse enterado del asesinato de Félix Manuel Mendelsohn,[36] el 17 de mayo, anota con detalle cualquier dato referente a su persona, como si esto, y sólo esto, fuera a condicionar su actuación hacia su país:
[…]. El artículo del Völkischer Beobachter[37], […], sobre la nueva Academia es completamente estúpido. Por el
contrario, la actitud en Berlín con
respecto a mi persona parece ser más cautelosa: Bernhard Rust, […], se ha lamentado de mi salida de la
Academia, y el Berliner Tageblatt, periódico de la izquierda gubernamental, me ha rendido homenaje.[38]
El
martes, 1 de agosto de 1933 habla en su diario de la necesidad de mi negativa al regreso y de los sacrificios que esto
implica. ¿Hasta qué extremo se llevará
en Alemania el boicoteo contra mí, […]?[39]
Cabe
destacar la expresión necesidad y el
hecho de que de nuevo las razones de permanecer fuera radicaran en el trato
dado a su persona. Mann siente su negativa al regreso como una necesidad, algo
impuesto por el boicoteo contra él en Alemania. Su reticencia viene subrayada
por la eterna indecisión, reflejada claramente en sus diarios, acerca de cuál
será la ciudad suiza donde fijará su residencia, Basilea, Zurich, Lucerna…, o los
eternos titubeos sobre qué casa será la más adecuada.
Una de las razones de tanta duda parece ser, como ya he dicho, la prioridad que daba Thomas Mann a la publicación de sus obras en Alemania y a su proyección internacional. Ello empieza a advertirse en la entrada del miércoles, 6 de septiembre de 1933:
[…].Telegrama de Erika[40]; ha encontrado una casa muy hermosa y apropiada, […]. Dilema: la inseguridad y la dependencia cultural de Suiza, el silencio que tendría que imponerme, como medida de precaución, por el hecho de vivir allí, amén de que esto no garantizaría el que estuviésemos a salvo de todo peligro. […].[41]
Este
dilema se le plantea al autor después de saber de graves medidas contra doce
jóvenes judíos a los que los nazis maltrataron
de un modo bestial y de la suspensión de la comida del mediodía durante
tres días a 18.000 prisioneros comunistas, de lo que da cuenta el 2 de agosto.[42]
Una no
puede dejar de plantearse si Thomas Mann consideraba lo suficientemente graves
las noticias de Alemania, que él mismo calificaba de aberrantes y condenaba,
pues, aun cuando en sucesivas entradas anteriores de su diario reprueba con
contundencia los graves sucesos en su país, después de referirse el 3 de agosto
a las bestialidades realizadas durante el
progromo de Nuremberg, a las ejecuciones
y asesinatos de comunistas, al suicidio
del ex alcalde de Bochum, al que él probablemente había conocido, y de
añadir el comentario: ¡Cómo han de
atormentar y torturar a las personas para que lleguen a eso! , después de
estas anotaciones, de repente escribe en la entrada del domingo, 3 de
septiembre de 1933: […]. Entre la
frecuente embriaguez histérica que
caracteriza el periodismo de los emigrantes y la sumisa labor de los
escritorzuelos alemanes que colaboran con la ‘reconstrucción del país’, uno ha de encontrar su propio camino de
reflexión.[43]
¿Embriaguez histérica?, ¿es ésta una expresión adecuada para referirse al periodismo de los emigrantes, en aquél ambiente de vandalismo y barbarie? ¿Era el inmovilismo este propio camino de reflexión al que se refiere? Sólo un día después, el 4 de septiembre, leemos que en el periódico Die Neue Weltbühne aparece una observación acerca de los escritores que no han sabido hallar todavía ninguna palabra en contra del hitlerismo. Y añade: Esa provocación periodística me subleva.[44]
¿Le
subleva el silencio de otros? ¿Y pues qué sucedía con el suyo? ¿A qué esperaba
para tomar un posicionamiento público? Si bien
es cierto que en julio de 1933 Thomas Mann había reaccionado
con indignación a la sugerencia de su editor, Bermann Fischer, que le instaba a
regresar a Alemania:
Precisamente porque no hay cargos en contra suya, […] da usted en cierto modo la razón al gobierno si sigue fuera. Pues su alejamiento da motivos para adoptar medidas contra usted, ya que de su actitud se deducirá que usted ha tomado partido definitivamente en contra de Alemania […]. Desde la emigración es imposible juzgar bien las cosas […]. Estamos por completo a su disposición, […]. No lo piense más. […].[45]
Si bien esto es cierto, también
lo es que en agosto del mismo año Thomas Mann cedió ante la insistencia del
editor a publicar el primer volumen de su tetralogía José y sus hermanos en Alemania y no en Amsterdam, ‘[…] donde seguramente tendrá una publicidad
limitada pero será bien recibido y no se le pondrán impedimentos […]. Resumiendo: ceda el libro a la Editorial
Querido […]’[46]. A lo que Bermann Fischer
se oponía argumentando que aquello significaría un ‘paso decisivo que no se le perdonará […]. Piense en los lectores
alemanes que tiene usted aquí’. El libro se publicó en Berlín. Y de nuevo
fue su editor quien le convenció poco después de que se distanciara de la
revista antifascista del exilio Die
Sammlung, publicada en Amsterdam por su hijo Klaus, lo cual proyectó, con
razón, una sospechosa sombra en la biografía de Thomas Mann.[47]
Thomas
Mann permaneció fiel a su editor, a pesar de la propia ambigüedad de éste hacia
su país, incluso después de que Bermann Fischer se viera obligado en 1936 a dejar Alemania para residir
en Austria y se instalase en Estocolmo en 1938, tras la anexión de Austria. En
dos cartas de Thomas Mann a su editor, de abril de 1938, desde los EEUU, donde
el autor se había instalado, éste reprochaba a Fischer la política que usted ha seguido todos estos años, la buena relación
que ha mantenido con Alemania hasta el rompimiento obligado y también el
carácter de su empresa en Viena, orientada todavía hacia el mercado alemán
y añadía que, si ahora quisiera instalarse en los EEUU, aquellos hechos no le han abonado precisamente el
terreno.[48] Sorprende esta
recriminación por parte de alguien que había seguido una trayectoria bastante
parecida y sólo pocos meses antes de estas cartas había decidido manifestarse
públicamente acerca de su posición hacia su país, que además había seguido
publicando con el editor por no arriesgar su fama y su prestigio y anteponer
fama y prestigio a su conciencia. Y sorprende más todavía si se tiene en cuenta
que Thomas Mann había escrito ese mismo año, en 1938, su ensayo Bruder Hitler (Hermano Hitler) en el que, refiriéndose a Hitler y a lo que sucedía
en Alemania, manifestaba sin ambages: No
puedo menos de sentir, a pesar mío, una cierta fastidiosa admiración por este
fenómeno.[49] Y en la entrada de sus
diarios del 10 de abril de 1933 se refiere a la política antijudía de los nazis
con clara condescendencia: Que los nazis
impidan que Kerr [que era judío]
tergiverse a Nietzsche de esa manera tan insolente y difamatoria no es en
definitiva ninguna desgracia, tampoco lo es […] la desjudaización de la
justicia. Y si bien añade que Son
pensamientos recónditos, producto de la turbación y del nerviosismo […],
prosigue: ¿No estará sucediendo en Alemania algo importante y verdaderamente
revolucionario a pesar de todo?
[…]. En cualquier caso, empiezo a pensar que el proceso podría ser de aquellos
que tienen dos caras.[50] Y diez días después, el 20 de abril
1933, escribe: La rebelión contra
el elemento judío contaría hasta cierto punto con mi aprobación si la
eliminación del control de lo alemán por parte del espíritu judío no resultara
tan grave para lo alemán y si los alemanes no fueran tan estúpidos de confundirlo todo y desterrarme
a mí con ellos.[51]
¿Significa
esto que Thomas Mann hubiera sido insensible a los crímenes nazis contra los judíos
si los nazis no le hubieran considerado a él persona non grata? Ello se
concluye claramente de esta afirmación.
Hay sobradas anotaciones en sus diarios que ponen de manifiesto que Thomas Mann no estaba dispuesto fácilmente a renunciar a lo que más pudiera darle prestigio y fama a cualquier precio. El 4 de octubre 1933 anota:
[...] tuve una conversación íntima con [Adolf] Busch, sin testigos, acerca de nuestra situación y del público alemán, […]. Le hablé del carácter angustioso de mi posición tanto en el país como en el extranjero. La realidad es que esa Alemania violada que vive entre sus fronteras exige en verdad demostración de carácter por parte de aquellos a quienes respeta, pero, se sentiría traicionada si uno se separase completamente de ella. El hecho de que viva en el extranjero, en conjunción con la posibilidad de que mis libros sean publicados en Alemania, representa, quizás, una solución conciliatoria a esa contradicción.[52]
A partir de agosto de 1934, probablemente a raíz de una discusión con su esposa Katia[53], hay en los diarios frecuentes alusiones a un ensayo al que Thomas Mann se refiere con el nombre de El político[54]. Sin embargo no será hasta julio de este año (1934), cuando manifieste explícitamente su intención de publicarlo en el Times, lo cual hubiera representado el rompimiento oficial, público y definitivo con Alemania.
Con
fecha del 31 de julio de 1934 leemos en su diario:
Trato de seguir escribiendo el José, pero no
logro pasar más allá de unos cuantos renglones […]. Y es que otras cosas me tienen muy preocupado. La idea de
escribir sobre Alemania, de salvar mi alma en una profunda carta pública
dirigida al ‘Times’…[55]
Y en la
entrada del sábado, 23 de marzo 1935, reaccionando a las terribles noticias que
le han ido llegando de Alemania, lo que atestiguan muchas de sus anotaciones
anteriores, escribe:
[…]. Julius Bab me envió, hace ya algunos
días, la circular que han recibido los miembros ‘no arios’ de la llamada Cámara
literaria del Reich y que les prohíbe, de ahora en adelante, todo tipo de
actividad literaria en Alemania. También Käthe Rosenberg nos hizo llegar hoy
ese papelucho, que había recibido en calidad de traductora. La hipocresía y la
vileza claman al cielo, especialmente en caso del traductor, ya que aquí falla
miserablemente toda fundamentación ‘ideológica’. Y todo esto ocurre
expresamente ‘por voluntad de nuestro caudillo y canciller del Reich’. Mi
repugnancia es tan grande, que cada vez
se impone más y más mi deseo de romper definitivamente todas las relaciones con
ese país. Es de esperar y desear que terminen también pronto las relaciones con
Bermann Fischer y que el tomo de ensayos no sea publicado ya en esa editorial.[56]
Sin
embargo Thomas Mann no escribe tal artículo. ¿Qué más tenía que suceder en
Alemania para que nuestro ilustre autor decidiera dar el paso que tantos
esperaban de él?
Y el
miércoles, 27 de marzo de 1935 anota aún:
¡Qué repugnante esto de andar girando
alrededor de la noria! Son muchas las
cosas que dependen de mi decisión, también, probablemente, el destino de la
editorial, y en lo que a mí respecta, mis relaciones futuras con Alemania, […],
los claroscuros de mi existencia,
pues las consecuencias de ese discurso son imprevisibles, […].[57]
Que fue
la Alemania nazi la que rompió con él y no él con la Alemania nazi queda
definitivamente claro en su anotación del 4 de septiembre de 1935: Th. Mann
recibe en esta fecha noticia de la renovación de la incautación de sus bienes
en Alemania, así como de la pérdida de su ciudadanía alemana. Acerca de esto escribe:
[…] la incautación de los bienes ha sido renovada, siguiendo instrucciones de Berlín, de nuevo se está examinando la pérdida de la ciudadanía. […] (la confiscación puede ser llevada a cabo simplemente por parte de las autoridades bávaras, sin el requisito de la pérdida de la nacionalidad) y lo que más deseo ahora es que Bermann Fischer salga de una vez del país, para que adquiera mi independencia, pues es evidente que ésta no será completa mientras mis libros sigan estando permitidos en Alemania.[58]
El 12
de noviembre de 1935 Thomas Mann comenta la propaganda nazi en relación con los
Juegos Olímpicos que habían de celebrarse en Berlín en 1936 y alude al desvergonzado discurso de Theodor Lewald en
Zurich y comenta a continuación: ¡Si
tan sólo fuese posible desenmascarar la hipocresía oportunista de esas
consignas en las que se habla de paz y amistad en el mundo! Con frecuencia
analizo la idea de escribir un artículo para la Prensa mundial […].[59]
Sin embargo, no lo hace; él, que sería el más adecuado representante de la
“otra Alemania” para, como él dice que desea, desenmascarar la hipocresía oportunista de esas consignas.
Y el
martes, 7 de enero de 1936, vuelve a darle vueltas a la posibilidad de una
iniciativa por su parte en unos términos incomprensiblemente melifluos, a la
vista del estado de terror en que se había convertido ya Alemania. Refiriéndose
a una discusión con un amigo sobre […]: la
cuestión de si la situación en Alemania
está lo suficientemente madura como para poder acelerar una evolución mediante
un llamamiento moderado a la acción
conjunta de las personas decentes… .[60]
¿Cómo podía nadie preguntarse en estas fechas si Alemania se encontraba suficientemente madura? para tomar una
iniciativa en contra de la política nazi? ¿Qué tenía que suceder más en Alemania para
que Thomas Mann considerara madura la
situación? ¿Y cómo se puede plantear un llamamiento moderado? La moderación no
es precisamente lo que se desprende de los comentarios del autor hacia los
acontecimientos nazis de su país. ¿Qué temía perder aún Thomas Mann si
manifestaba públicamente su postura?
A partir de diciembre de 1936 para Thomas Mann se suceden rápidamente los
acontecimientos:
El
jueves, 3 de diciembre 1936 anota: […].
Escribí una breve carta al Ministerio de Asuntos Interiores del Reich, en la
que hago responsable al actual Gobierno alemán, ‘ante mis contemporáneos y la
posteridad’, por ese paso que no he
tenido más remedio que dar. El paso que no ha tenido más remedio que
dar es probablemente la adquisición de la nacionalidad checa, a la que se
refiere el 25 de diciembre siguiente con motivo de un comunicado que ha
recibido de la Universidad de Bonn que me retira el título de doctor honoris
causa, como consecuencia de mi pérdida de la nacionalidad alemana. – He
pensado en responder.[61]
De modo que su famosa carta al Decano de la Facultad de Filosofía de Bonn,
aquella que ha pasado a la historia como el documento oficial de ruptura
pública con la Alemania nazi ni siquiera fue una iniciativa del autor, sino una
respuesta a una ofensa contra su persona, iniciativa, pues, de la Universidad.
E incluso esta carta que supone el rompimiento público con su país le cuesta a
Thomas Mann esfuerzos sobrehumanos, a juzgar por la descripción que hace en la
anotación del 1 de enero de 1937, que se asemeja al alivio que se siente tras
un parto doloroso: […]. En verdad que me
siento muy animado; el mensaje de año nuevo,[62] que fue posible gracias a esa ‘expatriación’[63] que
tanto temí otrora, es un paso
importante que me hace feliz, un documento del cual espero profundas repercusiones
dentro de mi ser.[64]
Con
ello Thomas Mann había dado el gran paso –como hemos visto obligado por las
circunstancias, y no por propia iniciativa- que le catapultaría a la
representación internacional de la ‘Otra Alemania’ en el exilio, una
representación que le ligaría para siempre en cierto modo a la política. De
nuevo se encontraba Thomas Mann en el papel que le hacía más feliz. A la luz de
los apuntes que he ido exponiendo, cabe preguntarse si se hubiera sentido igualmente
feliz si las circunstancias le hubieran abonado el camino hacia el otro lado.
Hans
Bürgin, Hans-Otto Mayer (eds.), Die
Briefe Thomas Manns – Regesten und Register. Transcritas y editadas por Hans Bürgin y
Hans-Otto Mayer con la colaboración del archivo de Thomas Mann de la
Universidad Politécnica Federal de Zürich, vol. II: Die Briefe von 1934 bis 1943. S. Fischer, Frankfurt/M., 1980.
Manfred
Görtemaker, Thomas Mann und die Politik,
Fischer Verlag, Frankfurt/M., 2005.
Jordi Ibáñez Fanés, Thomas Mann y la política http://www.revistadelibros.com/articulos/thomas-mann-y-la-politica, consultada 30-03-2013.
Arnoldo Liberman, “Thomas Mann, el nazismo y los judíos”, en Raíces. Revista judía de cultura, núm. 73 (2008), pp. 72-75. También en Nuestra Memoria. Museo del Holocausto Shoá, 2008, 14 (30), p. 95.
Thomas Mann, Betrachtungen eines Unpolitischen, S.
Fischer, Berlín, 1918. Traducción al español: Consideraciones de un apolítico, ed. Capitán Swing, Madrid, 2011.
Thomas Mann, Briefe an Otto
Grautoff 1894-1901 und Ida Boy-Ed 1903-1928. Ed. Peter de Mendelsohn, S.
Fischer, Frankfurt /M., 1975.
Thomas Mann, Briefwechsel mit seinem Verleger Gottfried Bermann Fischer 1932-1955, ed. Peter de Mendelssohn, S. Fischer, Frankfurt/M., 1975.
Thomas Mann, Bruder Hitler, en Gesammelte
Werke in 13 Bänden, Bd. 12., S. Fischer, Frankfurt
1974. Traducción española: Hermano Hitler
y otros escritos sobre la cuestión judía, trad. de Rosa Sala Rose, ed.
Global Rythm Press, 2007.
Thomas Mann – Heinrich Mann, Briefwechsel 1900-1949, ed. Deutsche Akademie der Künste zu
Thomas Mann-Hermann Hesse. Correspondencia, Anaya, 1992. También: Correspondencia Hermann Hesse Thomas Mann, introducción de José
María Carandell, traducción de Juan J. del Solar, Muchnik, Barcelona, 1977.
Thomas Mann, Diarios 1918-1936, edición y traducción
de Pedro Gálvez, Plaza & Janés, Barcelona, 1986.[66]
Thomas Mann, Diarios 1937-1939, edición y traducción
de Pedro Gálvez, Plaza & Janés, Barcelona, 1987.
Thomas Mann, Leiden an Deutschland, en Obras
Completas en trece volúmenes, S. Fischer, Frankfurt/M., 1974.
Thomas Mann, Nachträge, Obras Completas en trece
volúmenes, S. Fischer, Frankfurt/M., 1974.
Thomas Mann, Reden und Aufsätze 4. Obras completas en trece volúmenes, S. Fischer, Frankfurt/M., 1974.
Thomas Mann, Tagebücher 1933-1934, ed. Peter de
Mendelsohn, S. Fischer, Frankfurt /M., 1977.
Thomas Mann, Tagebücher 1937-1939, ed. Peter de
Mendelsohn, S. Fischer, Frankfurt /M., 1980.
Mark H. Gelber, “Thomas Mann y el
antisemitismo”, en Nuestra Memoria. Museo del Holocausto Shoá, 2009, 15 (31),
p. 149.
Marcel Reich Ranicki, Thomas Mann und die Seinen, DVA, München 1987. Traducción española: Thomas Mann y los suyos, trad. de Anna Rossell, Tusquets, Barcelona, 1989
José Luis Villacañas Berlanga, “Doctor Fausto. El análisis
de Thomas Mann sobre el nazismo”, en El
país del arte. 3er encuentro internacional. La novela del artista. 3-6
julio 2002. Colección literaria Actas, ed. Facundo Tomás, pp. 371-394: http://saavedrafajardo.um.es/WEB/archivos/Trabajos/Doc036.pdf
[1] Marcel Reich Ranicki acuña este término en su
magnífico ensayo Thomas Mann und die
Seinen, DVA, München 1987, en su primera edición. Fue él quien inició este
proceso de desmitificación en Alemania. Su obra se ha publicado en español –en
traducción de mi autoría- bajo el título Thomas
Mann y los suyos, Tusquets, Barcelona, 1989.
[2] Thomas Mann: Tagebücher 1933-1934, ed. Peter de Mendelsohn, S. Fischer,
Frankfurt /M., 1977, Thomas Mann: Tagebücher 1937-1939, ed. Peter de
Mendelsohn, S. Fischer, Frankfurt /M., 1980,
Thomas
Mann: Tagebücher 1944-1946, ed. Inge
Jens, S. Fischer, Frankfurt /M., 1986. Cuando
Marcel Reich-Ranicki escribió su ensayo faltaban aún por publicar siete
volúmenes de los Diarios, si bien el
autor también manejó para su libro el correspondiente al año 1950 con el
consentimiento de la editorial Fischer.
[3] Si bien se ha publicado en español el ensayo
de Marcel Reich Ranicki ya en 1989 (V.
nota 1), y algunos Diarios, en los
años ochenta, sólo han visto la luz dos volúmenes, y no de forma completa, pues
el editor de la edición española, Pedro Gálvez, creyó conveniente hacer una
selección de las anotaciones del autor alegando razones de repetición, como
Gálvez comenta en la introducción.
[4] Me refiero sobre todo a la correspondencia
que mantuvo con su editor: Thomas Mann, Briefwechsel
mit seinem Verleger Gottfried Bermann Fischer 1932-1955, ed. Peter de
Mendelssohn, S. Fischer, Frankfurt/M., 1975 –no traducidas al español- y a sus Diarios (V. notas 2 y 3). Con respecto a
estos últimos Thomas Mann dejó orden escrita de que no se publicaran hasta
transcurridos veinte años de su muerte.
[5] Thomas Mann, La muerte en Venecia, traducción de Juan del Solar, Edhasa,
Barcelona, 1984, p. 24.
[6] Thomas Mann, Briefwechsel mit seinem Verleger Gottfried Bermann Fischer 1932-1955.
Ed. Peter de Mendessohn, S. Fischer, Frankfurt/M., 1973. Esta
correspondencia con su editor Gottfried Bermann Fischer no está traducida al
español.
[7] Thomas Mann se refiere a su hermano mayor,
también escritor, Heinrich Mann.
[8] Thomas Mann, Briefe
an Otto Grautoff 1894-1901 und Ida Boy-Ed 1903-1928. Ed.
Peter de Mendelsohn, S. Fischer, Frankfurt /M., 1975. Esta correspondencia no
está traducida al español.
[9] Según cita de Marcel
Reich-Ranicki, op. cit., p. 21
[10] Entrada del viernes, 5 de enero de 1934 de
los Tagebücher (Diarios), sin embargo este comentario ha sido eliminado de la
correspondiente edición española.
[11] Alemania de noviembre –en alemán Novemberdeutschland-: Goebbels acuñó
este término para referirse despectivamente a la República de Weimar. Con ello
aludía al 11 de noviembre de 1918, cuando, en el bosque de Compiègne, en un
vagón de tren y a las 5 de la mañana, Alemania tuvo que firmar el armisticio
con los Aliados, lo cual puso fin a la
Primera Guerra Mundial. Para los nacionalsocialistas esta fecha fue una
vergüenza y el desencadenante de todos los males.
[12] Entrada del viernes, 5 de enero de 1934, en Thomas Mann, Diarios 1918-1936, edición
y traducción de Pedro Gálvez, Plaza & Janés, Barcelona, 1986, p. 178.
[13] Thomas Mann, Tagebücher 1944-1946, op. cit.
[14] Hermann
Hesse – Thomas Mann, Briefwechsel, ed. Anni
Carlsson, Suhrkamp, Frankfurt/M., 1968. En traducción española: Correspondencia Hermann Hesse Thomas Mann,
introducción de José María Carandell, traducción de Juan J. del Solar, Muchnik,
Barcelona, 1977.
[15] Das neue Tage-Buch: revista literaria del exilio alemán.
[16] La entrada
correspondiente a esta fecha no ha sido recogida en la edición española de los Diarios. Cita según Marcel
Reich-Ranicki, op. cit., p. 49.
[17] Thomas Mann, Nachträge, Obras Completas en trece volúmenes, S. Fischer, Frankfurt/M., 1974,
Vol. XIII, p. 459. Citado según Marcel Reich-Ranicki, op. cit., p. 49.
[18] Thomas Mann, Nachträge, loc. cit., p. 470. Cita según Marcel
Reich-Ranicki, op. cit., p. 50.
[19] Cita según Die Briefe Thomas Manns – Regesten und
Register. Transcritas y editadas por Hans Bürgin y Hans-Otto Mayer con la
colaboración del archivo de Thomas Mann de la Universidad Politécnica Federal
de Zürich, vol. II: Die Briefe von 1934 bis 1943. S.
Fischer, Frankfurt/M., 1980, p. 200. Cita según Marcel Reich-Ranicki,
op. cit., p. 50.
[20] Aunque en algún momento
se dejó tentar por él, cf. su ensayo Bruder
Hitler (Hermano Hitler), escrito
del 4-28 de abril en su exilio de California. Edición española Hermano Hitler y otros escritos sobre la
cuestión judía, trad. de Rosa Sala Rose, ed. Global Rythm Press, 2007.
[21] Cf. Thomas Mann, Betrachtungen eines Unpolitischen, S.
Fischer, Berlín, 1918, traducida al español como: Consideraciones de un apolítico, Capitán Swing, Madrid, 2011, y Thomas Mann – Heinrich Mann, Briefwechsel
1900-1949, ed. Deutsche Akademie der Künste zu Berlin. Redacción y epílogo
de Ulrich Dietzel, 2ª edición ampliada, Berlín, 1969. Traducción española: Hermann Hesse – Thomas Mann,
Correspondencia, Mario Muchnik, 1992.
[22] Thomas Mann, Reden und Aufsätze 4. Obras completas en trece volúmenes,
vol. XII, p. 428
[23] Thomas Mann, Tagebücher 1937-1939, op. cit.
Esta entrada no figura en la
edición española de los Diarios.
[24] Entrada del domingo, 11
de febrero de 1934 en Thomas Mann,
Diarios 1918-1936, op. cit., p. 188.
[25] Entrada del miércoles, 15
de marzo de 1933 en Thomas Mann, Diarios 1918-1936,
p. 137. La negrita de ésta y todas las citas que se suceden es mía.
[26] Entrada del miércoles, 15
de marzo de 1933 en Thomas Mann,
Diarios1918-1936, op. cit., p. 138.
[27] Entrada del viernes, 17
de marzo de 1933 en Thomas Mann,
Diarios1918-1936, op. cit., pp. 139-140.
[28] Entrada del jueves, 23 de
marzo de 1933 en Thomas Mann, Diarios 1918-1936,
op. cit., p. 140.
[29] Entrada del sábado, 1 de
abril de 1933, desde Lugano, en Thomas
Mann, Diarios 1918-1936, op. cit.,
pp. 141-142.
[30] Entrada del jueves, 6 de
abril de 1933, en Thomas Mann, Diarios 1918-1936,
op., cit., p. 143.
[31] Entrada del sábado, 8 de
abril de 1933, desde Lugano, en Thomas
Mann, Diarios1918-1936, op. cit.,,
p. 145.
[32] Entrada del viernes, 8 de
abril de 1933, desde Lugano, en Thomas
Mann, Diarios1918-1936, op. cit., p.
144.
[33] Entrada del sábado, 17 de
abril de 1933, desde Lugano, en Thomas
Mann, Diarios1918-1936, op. cit., p. 146.
[34] Entrada del miércoles, 3
de mayo de 1933, desde Basilea, en Thomas
Mann, Diarios1918-1936, op. cit., p.
149.
[35] Entrada del miércoles, 19
de abril de 1933, desde Lugano, en Thomas
Mann, Diarios1918-1936, op. cit., pp. 146-147.
[36] Entrada del lunes, 8 de
mayo de 1933, desde Les Roches fleuries, en Thomas
Mann, Diarios 1918-1936, op. cit., p. 150.
[37] El Völkischer Beobachter era el periódico nacionalsocialista por
excelencia.
[38] Entrada del miércoles, 17
de mayo de 1933, en Thomas Mann, Diarios
1918-1936, op. cit., p. 153.
[39] Entrada del martes, 1 de
agosto de 1933, en Thomas Mann, Diarios 1918-1936,
op. cit., p. 160.
[40] Erika era una de las
hijas de Thomas Mann, con quien el autor mantuvo muchas diferencias, sobre todo
relativas a su no posicionamiento ante la política nazi.
[41] Entrada del miércoles, 6
de septiembre de 1933, en Thomas Mann, Diarios
1918-1936, op. cit., 1986, p. 166.
[42] Entrada del miércoles, 2
de agosto de 1933, en Thomas Mann,
Diarios 1918-1936, op. cit., p. 160.
[43] Entrada del domingo, 3 de
septiembre de 1933, en Thomas Mann,
Diarios 1918-1936, op. cit., 1986, p. 164.
[44] Entrada del lunes, 4 de
septiembre de 1933, en Thomas Mann,
Diarios 1918-1936, op. cit., p. 165.
[45] Cf. Marcel Reich-Ranicki, op. cit., pp. 15.
[46] La editorial Querido fue
una editorial, con sede en Amsterdam, de literatura alemana en el exilio.
[47] Cf. Marcel Reich-Ranicki, op. cit. pp. 15-17.
[48] Thomas Mann, Briefwechsel mit seinem Verleger Gottfried Bermann Fischer 1932-1955,
op. cit.
[49] Thomas Mann escribió el
ensayo Bruder Hitler ya en su exilio
californiano, del 4 al 28 de abril de 1938, muy pocos días después de aquel
comentario sobre los judíos. Traducido al español bajo el título: Hermano Hitler y otros escritos sobre la
cuestión judía, trad. de Rosa Sala Rose, ed. Global Rythm Press, 2007. (V.
nota 20).
[50] Thomas Mann, Tagebücher, op. cit. Esta entrada no
está recogida en la edición española de los Diarios.
[51] Thomas Mann, Tagebücher, op. cit. Esta entrada no
está recogida en la edición española de los Diarios.
[52] Entrada del miércoles, 4
de octubre de 1933, en Thomas Mann,
Diarios 1918-1936, op. cit., p. 168. Este apunte es tanto más sorprendente
cuanto que ya había tenido lugar la quema de libros del 10 de mayo de 1933;
imposible que Mann no hubiera conocido estos hechos, si bien en esta fecha no
hay ninguna alusión a la quema en su diario.
[53] Cf. entrada del lunes, 13
de agosto de 1934, en Thomas Mann,
Diarios 1918-1936, op. cit., p. 203.
[54] Se trata del ensayo Leiden an Deutschland (Sufrimiento por Alemania), escrito en
sus Diarios en los años 1933 y 1934.
No existe traducción española de este ensayo.
[55] Nota aclaratoria en las
pp. 271-272, correspondiente a la entrada del lunes, 13 de agosto 1934, en Thomas Mann, Diarios 1918-1936, op. cit.,
pp. 203. En la entrada propiamente dicha de esta fecha de la edición española,
sin embargo, no figura esta cita.
[56] Entrada del sábado, 23 de
marzo de 1935, en Thomas Mann, Diarios
1918-1936, op. cit., p. 222. El ensayo a que se refiere es Leiden und Grösse der Meister (Penalidades y grandeza de los maestros),
que se publicó en la editorial Fischer en 1935. No me consta ninguna traducción
española de este ensayo.
[57] Entrada del sábado, 27 de
marzo de 1935, en Thomas Mann, Diarios
1918-1936, op. cit., p. 224.
[58] Entrada del miércoles, 4
de septiembre de 1935, en Thomas Mann,
Diarios 1918-1936, op. cit., p. 231.
[59] Entrada del martes, 12 de
noviembre de 1935, en Thomas Mann,
Diarios 1918-1936, op. cit., p. 235.
[60] Entrada del martes, 7 de enero 1936, en Thomas Mann, Diarios 1918-1936, Ed. y
traducción de Pedro Gálvez, Plaza & Janés, Barcelona, 1986, p. 239.
[61] Entrada del viernes, 25 de
diciembre de 1936, en Thomas Mann,
Diarios 1918-1936, op. cit., p. 13.
[62] Se refiere a la carta que
envió al decano de la Universidad de Bonn en respuesta al comunicado de la
Universidad sobre la retirada del título de doctor honoris causa.
[63] Alusión a la pérdida de
su nacionalidad alemana.
[64] Entrada del viernes, 1 de
enero de 1937, en Thomas Mann, Diarios
1937-1939, op. cit., p. 251
[65] Hago constar también, si
existe, la traducción al español o a alguna de las lenguas nacionales de
España.
[66] Los dos volúmenes de los diarios de Thomas
Mann que se publicaron en español –se anunció un tercer volumen aunque no me
consta su publicación- son incompletos y han sido sometidos a una selección de
las entradas del original. El editor, Pedro Gálvez, hace referencia a ello en
la introducción que presenta cada uno de los volúmenes y alude exclusivamente
al hecho de que en el momento de la publicación de los dos volúmenes españoles
aún no había terminado de publicarse la edición de los originales alemanes y,
como criterio de selección de lo ya publicado, alude únicamente a razones de
reiteración y monotonía, de lo que parece desprenderse que ninguna de las
entradas omitidas contenía información significativa ni reveladora. Sin
embargo, he podido comprobar que, al menos en algunos casos, si se omitió
información reveladora, como puede verse en algunas de las notas al pie, de mi
conferencia.
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Publicado en: Revista Malabia, núm. 57, Barcelona, Montevideo, Buenos Aires, 2013: http://www.revistamalabia.com/index.php/archivo/67-numero-57/158-thomas-mann-y-su-relacion-con-la-alemania-nacionalsocialista-la-humanizacion-de-un-mito.html
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Publicado en: Revista Malabia, núm. 57, Barcelona, Montevideo, Buenos Aires, 2013: http://www.revistamalabia.com/index.php/archivo/67-numero-57/158-thomas-mann-y-su-relacion-con-la-alemania-nacionalsocialista-la-humanizacion-de-un-mito.html
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