Ödön von Horváth, El eterno pequeñoburgués. Novela edificante en tres partes.
Trad. de Isabel García Adánez,
Marbot Ediciones, Barcelona, 2012, 218 págs.
por Anna Rossell
Un acierto la publicación de esta novela de Ödön von Horváth (Fiume –hoy Rijeka-, 1901/París, 1938), autor austrohúngaro de expresión alemana. Sobre todo porque es la pieza que le faltaba al lector español para disponer al completo de lo que nació como una trilogía, de la que El eterno pequeñoburgués, que vio la luz en 1930, es el primer volumen –el sello Espasa había publicado en 2001 y 2002 los otros dos: Juventud sin Dios y Un hijo de nuestro tiempo-. Horváth, que se dio a conocer en los años veinte del siglo pasado como prolífico dramaturgo, dejó sólo cuatro novelas, escritas en los últimos años de su vida, y nos legó con ellas en clave de ficción un documento del ascenso del nacionalsocialismo al poder.
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Horváth nunca se afilió a ningún partido político, pero simpatizaba
con la izquierda y supo reconocer como pocos los síntomas sociales que
propiciaron el caldo de cultivo en el que iba fraguando el nazismo. Él, que
había cursado en Múnich estudios en sicología, literatura, teatro y arte, supo
captar la sicología de la desclasada clase media emergente, que con su actitud
haría posible el proyecto de Hitler. La obra de Horváth, en su conjunto, es una
afilada crítica político-social de su tiempo a través de un amplísimo abanico
de representantes de la pequeña burguesía. Sus personajes son individuos
alienados, casi siempre pobres diablos sin conciencia ellos y seres indefensos
ellas, atrapados bajo la opresora mano patriarcal a la que no consiguen
sustraerse y a la que a menudo hacen el juego. Horváth, que conocía la obra Die Angestellten –Los asalariados-, del sociólogo Siegfried Kracauer, se propuso
retratar a través de sus protagonistas con ojo experto y aguda observación
sicológica una sociedad en la que podía medrar y medró cualquier política. A
este fin adaptó un subgénero teatral ya existente, especialmente útil a su intención,
el Volksstück –pieza de tendencia
trivial y gusto popular con protagonistas de raigambre popular-, que él
subvirtió, poniendo en boca de sus figuras lo que denominó el Bildungsjargon, una jerga
pseudocultivada para desenmascarar la verdadera conciencia de los personajes.
Nada de esto se echa en falta en El
eterno pequeñoburgués. Ya el título es programático en su intención
caracterizadora de un prototipo y el subtítulo, Novela edificante en tres partes, anuncia el registro irónicamente
punzante y caricaturesco. Las que en principio estaban concebidas como tres
historias independientes –la del señor Kobler, la de la señorita Pollinger y la
del señor Reithofer- se nos presentan unidas en una para ofrecer al lector un
espectro matizado de caracteres y subrayar el ademán generalizador. Se pierden
en la traducción -como bien señala Isabel García en la introducción- las
connotaciones que sugiere el sociolecto en que Horváth hacía hablar a sus
personajes –elemento también esencial del Volksstück-
y la que contiene la palabra alemana Spießer
del título original –Der ewige Spießer-,
que alude a una actitud más que a una clase social y que en español pudiera
recoger mejor el término filisteo,
pero la novela sigue conservando su fuerza y su voluntad de ácida delación.
Horváth construye su crónica, que transcurre en 1929, principalmente sobre
estos tres caracteres: el bobo y egoísta Kobler, vendedor de coches usados,
estafador nato y arribista, que viaja a la exposición universal de Barcelona a
la caza de alguna millonaria que lo mantenga, su amiga Pollinger, modista, que
siguiendo su consejo se vuelve práctica y se hace prostituta, y el señor
Reithofer, quien en un arranque de filantropía la devuelve a la vida honrada
consiguiéndole por amiguismo un trabajo de costurera. La novela está escrita en
un registro extremadamente hilarante de denuncia, los personajes, de trazo
caricaturesco, son con todo a buen seguro más realistas de lo que a primera
vista pudieran parecer. Del teatro del autor, que en España llegó a algunos
escenarios en los ochenta, se han traducido Historias
de los bosques de Viena. El divorcio
de Fígaro (Cátedra, 2008), en español, y, en catalán, Amor, fe, esperança (Arola, 2007).
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