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CARTA D'ANNA ROSSELL AL TEÒLEG I SALESIÀ XEC MARQUÈS (24-082010)
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A continucación del texto catalán sigue su traducción al español
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Anna
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CARTA DE ANNA ROSSELL AL TEÓLOGO Y SALESIANO XEC MARQUÈS (24-08-2010)
Traducción al español de Anna Rossell
El Masnou, 24-08-2010
Querido Xec:
Ya hace demasiados días que nuestras reflexiones quedaron interrumpidas por la larga pausa de las vacaciones -más larga de lo habitual- a que te han obligado las elecciones en tu país y las actividades, cada verano más completas, que vais desarrollando con l@s niñ@s de vuestro barrio de Conakry. Ya no sé por dónde íbamos exactamente. Pero también es cierto que, a raíz de la última lectura que me ocupa estos últimos días, que como sabes es la Historia de la literatura negroafricana de Lilyan Kesteloot, a menudo me encuentro con ideas que me recuerdan muy de cerca muchos de los ejes en torno a los cuales nosotros hemos ido reflexionando e hilando nuestras conjeturas. Por ello he pensado que, poniendo un punto y a parte, comenzaré por proponerte que reemprendamos nuestra correspondencia a partir de lo que ahora se me ocurre gracias a la literatura, un tema que, a primera vista, parece basstante alejado del que nos ocupaba a nosotros.
Y es que la autora de esta Historia de la literatura negroafricana hace un recorrido por las fases por las que tuvieron que pasar l@s autor@s negr@s después de la colonización, y más concretamente por las dificultades que para ell@s significó el hecho de haber sido colonizad@s culturalmente, es decir, por el hecho de haber sido arrancados de su cultura original y de haber recibido una educación "blanca-europea", que no sólo les robó su identidad africana sino que les hizo interiorizar los valores supuestamente "superiores" y "civilizados" de los colonizadores. Las consecuencias de todo ello fueron catastróficas, porque esto significaba que, durante muchos años, precisamente aquell@s que pudieron ir a la escuela y a las Universidades asumieron que l@s negr@s african@s -ell@s mism@s- eran seres inferiores, incapaces para el desarrollo del intelecto y de cultura alguna que mereciera la pena, destinados pues a la dominación por parte de otras culturas supuestamente superiores. Como ya debes imaginar por lo que acabo de decir, el libro ha de tratar obligadamente aspectos que no son estrictamente literarios, sino sociales y políticos, porque la literatura -como toda actividad humana- no es un compartimento estanco y se ve directamente influida por la vida (por suerte, naturalmente; esto la hace viva). Y es por ello por lo que muchas de las cosas que leo en el libre me remiten a nuestro gran tema, el de la relación con el / la otr@ -¿qué es en definitiva, si no, la relación de pareja?- y la dominación de una cultura por otra que se considera superior -¿qué es, si no, la sociedad patriarcal, donde los valores masculinos y la visión del mundo masculina se impone como única válida y existente, ignorando la femenina?-. Veo en lo que leo muchas coincidencias, muchísimas. La época literaria a la que quiero referirme más concretamente es ésta que ha pasado a la historia con el nombre de "negritud", cuyos representantes más emblemáticos fueron Léopold Sédar Senghor (Senegal), en Léon Damas (Guayana), i Aimé Césaire (Martinica). Ellos fueron quienes, conscientes de que la peor de las colonizaciones es la espiritual -la intelectual, la cultural-, se declararon en rebeldía y se propusieron abrir los ojos de tod@s aquell@s conciudadanos suyos negroafricanos y la valoración de la propia raza y la propia cultura. A esta reivindicación se la conoce con el nombre de "negritud". Seguro que tú has oído hablar de ella. Y, como te decía, veo muchas coincidencias con nuestra temática: también muchas mujeres han asumido e interiorizado los valores masculinos -hay en algunos movimientos feministas quien reivindica el rol masculino, el peor de los roles masculinos, olvidando la propia perspectiva-. Esto se refleja, con muchas matizaciones, no sólo en el ejemplo de algunas tendencias feministas que acabo de mencionar sino que también es el caso de muchas mujeres que, absolutamente contrarias a todo feminismo, asumen el papel de segunda o tercera condición como lo más natural del mundo, porque "son mujeres" y éste "es su papel" y "su obligación". De éstas hay muchísimas en todo el mundo. Aquellas feministas y estas mujeres que no se plantean ningún cambio y asumen los valores patriarcales como "naturales" son los dos extremos de la misma cuerda, pero, en realidad, las dos reacciones son consecuencia de lo mismo: de la imposición y el predominio de los valores maculino-patriarcales en la mayoría de las sociedades humanas.
Naturalmente, este hecho ha de tener una enorme influencia en las relaciones de pareja y en la manera de abordar y de entender las relaciones sexuales. Y es por todo ello por lo cual me parece que, cuando leo afirmaciones relativas al "despertar a la negritud" -hacerse consciente de la propia valía- encuentro tantas semejanzas con lo que a mí me parece que es el "despertar a la condición de mujer" -hacerse consciente de la propia valía, la específica como mujer y reivindicar la igualdad de valores de la perspectiva femenina con la masculina-. A menudo quien se hace consciente de que ha estado dominad@ durante mucho tiempo por valores ajenos (valores únicamente masculinos, en el caso de las mujeres), cuando despierta tiende a rechazar a quien l@ ha dominado, a menudo incluso l@ odia, y es natural, aunque no sea deseable, pero la experiencia nos enseña que es un proceso necesario, que hay que hacer, es lo que Freud denomina "matar al Padre". Con todo, lo mejor es que esta fase de abominación del dominador se quede en una fase, es decir, que, pasado el tiempo necesario para la curación y la revaloración de sí mism@, las aguas vuelvan a su cauce y se sepa reconocer valores que quizá el dominador también tenía. Pero esto sólo puede hacerse una vez pasada aquella fase. Según lo veo yo, quedarse para siempre en la fase de odio contra quien ha ejercido el dominio puede conducir a una pérdida, la que se daría si no supiéramos integrar en nuestra propia cultura aquellos valores que sí eran positivos del otr@ (en un tiempo dominador@). Ésta sería la postura de los radicalismos, también la del feminismo radical. Pero, como te decía, creo que pasar por esta fase -como fase a superar más tarde- es necesario. Así veo un gran paralelismo en lo que Senghor dice refiriéndose a la "negritud": “Ocurre con la independencia lo mismo que con la negritud. Es primero una negación… el rechazo del otro, el rechazo de la asimilación, de perderse en el otro. Pero… es al mismo tiempo dialéctico: el rechazo del otro es la afirmación del yo.” (Léopold Sédar Senghor, Rapport sur la doctrine et la propagande du Parti).
Precisamente porque este movimiento es dialéctico este rechazo es inevitable, porque sin el rechaxo del otro (el / la dominador@, el / la conquistador@, el patriarca-masculino) no hay afirmación del yo (el / la negr@-african@, lo femenino...). El reconocimiento real de la perspectiva femenina en igualdad de condiciones haría el mundo más rico y lo cambiaría radicalmente en favor de la paz, porque ello significaría que la cultura masculina-dominadora habría reconocido su capacidad de violador-violentador en potencia, en tanto que físicamente superior (pero no intelectual ni culturalmente), y este reconocimiento le haría estar atento a esta cualidad de violento en potencia. El día que lleguemos a esta equiparación -maravillosa utopía- podremos afirmar lo que he leído en el libro de Lilian Kesteloot cuando hace referencia a las culturas de los conquistadores (europeos) y de los conquistados (negroafricanos):
“[...] será importante aceptar con honestidad las diferencias enormes, y en mi opinión felices, que separan a los hombres [sic]. Diferencias que sería insensato y vano querer negar, sino que debemos reconocer abiertamente para hallar en ellas [...] los elementos mismos de un nuevo avance espiritual.” (Historia de la literatura negroafricana, ed. El Cobre, Barcelona, 2009, p. 135)
Y, de momento, lo dejo aquí, Marquès, con el deseo de que no sea demasiado pedir que logres encontrar algún momento en este intensísimo verano que tienes y no te deja ni un minuto de descanso.
Un fuerte abrazo,
Anna
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