2 de junio de 2010

LA MEMORIA DE LA MARIPOSA, por Anna Rossell

Jacint Sala, Marlí, Poesia 3i4.
Premio Festa d’Elx, Valencia, 2010

Jacint Sala, en su estudio


“En cada vers hi deixo una mica de mi” reconoce Jacint Sala (Manlleu, 1945) de manera programática. Marlí no es una simple antología de poemas más o menos trabados por un eje temático común o la específica trayectoria que su autor atravesara en un determinado momento, Marlí es el libro de la vida de un poeta, una obra cohesionada y panorámica que nace desde su génesis con la intención de dibujar al completo el periplo a un tiempo poético y vital de su autor, pues poesía y vida devienen en él una identidad. Estructurado en tres partes –Una eruga al calaix del pa, Crisàlides a Waldfrieden y Ales de marlí-, el poemario cifra en retrospectiva, en las tres etapas de desarrollo de una mariposa, las fases de su propio crecimiento como persona y como poeta. Se dibuja así un proceso evolutivo que arranca con la memoria de una infancia ligada a lo biológico y tangible de una niñez en un lugar concreto –que transporta la metáfora de la oruga- y apunta, desde el consciente estado reflexivo, encerrado en su propia piel y autogestador de la crisálida, al nacimiento de lo sublime y espiritual –la mariposa-.
Jacint Sala lleva la metáfora de esta metamorfosis hasta las últimas consecuencias. En un intencionado ejercicio mimético, la estructura del poemario así como el aspecto formal de los poemas se adapta, en cada parte, a la distinta duración de las correspondientes etapas del ciclo de vida de las mariposas: la primera la componen veintitrés poemas de versos endecasílabos y decasílabos, que, con un léxico asequible en construcciones sintácticas cotidianas, recorren treinta páginas; en la segunda, otros veintitrés en idéntico número de páginas, el lenguaje poético –como la crisálida- se repliega sobre sí mismo en ademán de recogida meditación guiada por los maestros poetas admirados, en un gesto reduccionista léxico y sintáctico de versos hexasílabos y heptasílabos, que obliga al autor a una depuración formal de condensada fuerza significativa en clave más personal; en la tercera –la más breve, como corresponde a la efímera vida de la mariposa-, son veinte los poemas, en veintinueve páginas, donde culmina el aprendizaje de destilación del lenguaje poético, que, levantando ahora autónomamente el vuelo, deviene aún más introspectivo y críptico.

La memoria es la herramienta básica de que se sirve la voz poética, sobre todo en la primera parte, en la que pasa revista a los recuerdos que marcaron su niñez. Se trata de una memoria selectiva, de ademán descriptivo y causal. El título de cada poema nos avanza con decisión, con un solo concepto claro –casi siempre una sola palabra-, la idea crucial alrededor de la cual gira el recuerdo y el poema, la palabra que encierra las intensas vivencias que van formando el alma del yo poético, que observa con mirada distanciada y crítica las enseñanzas de los adultos y se va perfilando contra ellos, una palabra que connota todo un mundo de valores, polisémico (Regalèssia // De coses importants no n’hi havia / No havies d’ocupar cap lloc per ser / només allò que eres. Fou després, / que et van parlar de ser feliç, i algú / provava d’explicarte que, per ser-ho, t’havies d’empassar tota la fel, / […]). Lo concreto adquiere siempre un significado figurado, educativo, una enseñanza para el crecimiento humano (Bifocals // Cal mirar de no caure, els primers dies. / Després ja t’hi habitues: no a veure-hi, / sinó a aprendre a caure i a lluitar.), o bien (Lliçons // No vaig tenir mai clar per què hi anava, / a classe: que tenia moltes ganes / d’aprendre a descubrir, i allà només / havia de saber l’assignatura / del sí, senyor, i d’arribar puntual, / i de cordar la bata i de senyar-me. […]. Desacordat, vaig aprendre a frisar[…], a descubrir la música i el joc, / el cant, el crit, el plor i la revolta / de tot contra tothom, i la tendresa, […].). O glosa la exuberante fantasía de los juegos infantiles y el descubrimiento del amor y de la sexualidad (Penjador // Una mica de màgia ens era bona. / Veure en la tija dels joncs una llança / ens encenia l’antiga contesa / de ser més amos del carrer que mai […].), o (Àgata // […]. / Jo encara no sabia que, un captard, / en què el neguit i el foc prenien mides / al meu pressentiment, jo t’escriuria / un llarg poema estrany en què, de nord, / sense saber ni on eres ni si eres, / et posaria el nom creador d’Àgata. […].).

En la segunda parte el autor nos anuncia un encuentro con crisálidas en plural, las que se corresponden con los poetas de los que se declara abiertamente deudor y entre los que predomina Rainer Maria Rilke, presente también en el título con la referencia biográfica a Waldfrieden, la casa en que vivió el escritor checo de expresión alemana con Lou Andreas Salomé. Así cada uno de los poemas viene encabezado concisamente por unos versos, un breve pensamiento, el hilo a partir del cual la oruga tejerá el capullo en el que acabará encerrado habiendo desarrollado su propia idea, afirmando la del maestro o negándola. Además del propio Rilke, Màrius Torres, Joan Maragall, Fernando Pessoa, Horacio y Antoine de Sain-Exupéry forman el elenco de elegidos.
Los títulos, también aquí una sola palabra, que se insinúa como una orientación para la lectura, son ahora mucho más abstractos y estilizados, la relación con el contenido poético es más ambigua, como reflejando la propia inseguridad de la voz poética, que se busca a tientas a sí misma; los versos de los respectivos maestros sirven de más ayuda a la interpretación, que se hace en esta parte más hermética, y están escritos en clave mucho más personal, como manifiesta la convicción de la propia voz poética (Ànima // -La paraula millor / la tens a l’ànima / J. Maragall- // La paraula millor / la tens a dintre l’ànima. / I l’ànima, on la tens? / Potser a les mans. Als ulls./ […] / a dins les teves venes. / O bé potser és que l’ànima / és feta de paraules.), o bien (Pressentiment // -Enlloc no hi ha tant de món com a dintre. / R. M. Rilke- // […] que faries com fos / per tenir tot el temps // que calgués per buidar-te; […].). La referencia al paso del tiempo no adopta un tono elegíaco, sino que se vive como la necesidad para el vuelo de la mariposa, para el aprendizaje, como una condición para la vida auténticamente vivida y la consecución del sublime objetivo (Cos // -Mentre en parlem, / el temps ja se n’ha anat. / Horaci- // […]. / Estima en fondalades / fins al darrer reducte. / Esprem el que iniciïs: / que el cos pugui morir. / […].). O la muerte como reverso dialéctico de la vida, siguiendo la imagen de la metamorfosis (Mort // -… en silencis de seda. / R. M. Rilke- // L’eruga ha anat fent niu / a dintre de la fusta / de les velles preguntes / que tanquen el taüt. // El resultat és sempre / un forrellat que esclata / en unes ales noves […].).

Al cerrarse la fase de crisálida el capullo está maduro para abrirse y dejar volar la mariposa, que ha alcanzado la cima de su evolución, su objetivo, que ya anunciara la sentencia de Màrius Torres, por dos veces guía y referencia (en el prefacio “Una mica de res per si servís una mica” y en el poema que abre la segunda parte (Enllà // -Tenim set d’existir més enllà de les formes./ Màrius Torres-), palabras que hace suyas el yo poético (Ho he sabut des de sempre, que l’alba comença per dintre / i cal créixer amb la set d’existir més enllà de les formes.) o también (Sextina de la paraula impotent // Tot ha estat un camí cap a les formes / difícils d’expressar, cap al misteri […]. Les formes són clofolla, i del misteri / amb què la lucidesa empeny la vida, / què en saben el coratge i les paraules?). La voz poética adquiere en los títulos, ahora largos, la seguridad de las sentencias, es consciente del arduo trabajo de la larva, sabe alcanzada su madurez y siente llegada la hora del descanso (La memòria porta els peus molls / i té ganes de seure), (Despullada intimitat de l’esgotament), (Advertiment per a un darrer vernissatge), ya no necesita siempre el incentivo de un maestro para tejer su poesía, ahora casi críptica. Sin embargo, a pesar de su autonomía y de su vuelo, de su elevación de la inmediatez de la tierra de la oruga, la conciencia poética sabe lo que le debe al gusano que un día fue (Sextina de silencis de papallona // […] / T’has demanat com és que la memoria / del que has estat esdevé papallona, / com és que al paladar tens gust de terra / si estàs predestinat a una bellesa / que no és ben bé d’aquí, […]. Abans que bosc, ets plenitud de l’arbre, / ets tu i el teu voler que sou de terra / abans d’esdevenir la papallona / amb què entraràs en el més pur silenci / de l’hoste del teu clos. Quina memoria / de tu, més esplendent! […].). O bien (En què s’assemblen el cel i l’infern? // L’àngel no vola / si no hi ha cap eruga / que n’hi ensenyi.). La madurez poética es el descanso que le permite afrontar la idea de la muerte (La tanda // […] seré el que vull i ho seré en papallona. // Dóna’m la mort que m’has estat guardant: / la que has pensat per mi: que, mentrestant, / jugo a poeta per passar l’estona.). Poesía devenida etérea, como el tul sedoso y azulado que da título al poemario –Marlí- y que atraviesa con insistencia de leitmotiv el libro de principio a fin. El autor, ganador recientemente del decimocuarto premio de poesía Festa d’Elx por Marlí y del Narcís Saguer, de Vallgorguina, por Llum encara, ha publicado en los últimos años, Manicomi (ed. Emboscall, 2009) y Set ciornares per a desengreixar (ed. Senhal, 2008), además de otros doce libros, muchos de ellos galardonados.

Anna Rossell

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