29 de marzo de 2009

La olvidada dimensión lingüística de la política de investigación y sus consecuencias en la sociedad del futuro (por Bernd Springer)

Considero el artículo que sigue, de mi colega Bernd Springer, de gran relevancia para la subsistencia de las lenguas europeas en el ámbito de la investigación, sobre todo en el campo de las filologías y las humanidades en general, en real peligro de extinción. La divulgación del estado de cosas actual sobre este tema y de la argumentación que desarrolla el artículo en contra de lo que es una política académica internacional, inflexible y ciega, me parece urgente y necesaria. El texto enmarca esta reflexión dentro del proceso de confluencia de las universidades europeas según las directrices de Bolonia y aborda también esta problemática a mi entender muy acertadamente. Por ello recomiendo a tod@s encarecidamente su lectura.

Anna Rossell


El problema no es Bolonia, el problema somos nosotros

Bernd F.W. Springer 23/03/2009 - 11:58 horas Profesor de Filología Alemana en la UAB

La olvidada dimensión lingüística de la política de investigación y sus consecuencias en la sociedad del futuro

La escena tuvo carácter simbólico: en un "workshop" organizado por el Institut Català de Recerca i Estudis Avançats (ICREA), el pasado 10 de marzo en el Institut d'Estudis Catalans se prohibió a varios participantes -que lo habían solicitado- realizar sus preguntas y comentarios tanto en catalán como en castellano. No importaba si todos los allí presentes entendían el catalán o, al menos, el castellano. La lengua académica impuesta era el inglés. ¡Por fin, en Cataluña somos avanzados y europeos! ¡Por fin pertenecemos a la "excelencia" científica! -palabra mágica y credo absoluto de todas las agencias españolas y catalanas (y europeas) de fomento de la investigación y de control de los investigadores. Allí, una profesora de Filología Catalana (de aquella generación que todavía tuvo que aguantar frases como: "¡habla en cristiano!", y la que seguramente ha pasado toda su vida laboral en defensa y promoción del catalán) me habló, indignada, de "totalitarismo" académico. Para mí, la escena no fue nueva (sólo me sorprendió presenciarla en aquella institución). Al ser de nacionalidad alemana, es decir, de una nación que tiene la mentalidad -para lo bueno y lo malo- de intentar ser siempre el primero de la clase, conozco este fenómeno desde hace años. Por ejemplo, los congresos de historiadores se hacen en Alemania, cada vez más, en inglés – aunque todos los participantes sean alemanes. La DFG (Deutsche Forschungsgemeinschaft), primera institución alemana para el fomento de la investigación, exige (igual que ICREA) para la mayoría de las solicitudes de becas de investigación que sean redactadas en inglés, aunque los temas traten de Nietzsche, Goethe o Hitler. Hace poco, uno de mis ex profesores de historia en Alemania, uno de los primeros expertos europeos en la 1ª Guerra Mundial y galardonado por el estado francés con varias condecoraciones, es decir, un hombre de verdadera "excelencia" científica europea, me dijo resignado: "yo ya no participo en este juego". Y como él hay muchos investigadores del ámbito de letras –o "humanities", como se dice ahora – que se resignan ante un concepto de "excelencia" ciegamente copiado de las ciencias naturales y de los países anglosajones y que les impide justamente eso, ser excelentes en su materia: ¿o puede ser uno excelente y exacto en una lengua extranjera y ajena a su ámbito de investigación? Existe una dimensión lingüística de la exactitud en humanidades que vincula la precisión verbal e intelectual a una determinada lengua, ya que ciertos hechos sociales, culturales o históricos no se pueden expresar en cualquier otra lengua, simplemente porque no existen de la misma forma en otros países o culturas. Lo que quizás sea factible en las ciencias naturales, no lo es en las humanidades. ¿Por qué? 1) En primer lugar, una breve reflexión sobre qué es una lengua nos puede ayudar a entender el problema de fondo. Hay una larga tradición europea, desde Aristóteles hasta la lingüística (anglosajona) dominante del siglo XX, que concibe la lengua como un reflejo de la realidad. Si este concepto comprendiese la esencia de la lengua en su totalidad, podríamos liberarnos de nuestros sentimentalismos, olvidarnos de una vez por todas de nuestras lenguas maternas y apostar completamente por el inglés en toda la investigación, la diplomacia, los negocios, la publicidad, etc., y dejarle a nuestra lengua materna como último ámbito de supervivencia la conversación privada en familia y entre amigos. Pero una lengua no sólo refleja la realidad sino que ¡también construye la realidad! Cada lengua ejerce una construcción propia de la realidad, cada lengua es el reflejo de la cultura e historia de su país y el tesoro de los conceptos del mundo que se han construido en y mediante ella. Es por eso que todo el ámbito de la cultura, historia, filología, filosofía, es decir, las humanidades, está intrínsecamente vinculado a su lengua de construcción. Como la biodiversidad es esencial para la naturaleza, la gloso-diversidad es esencial para la mente humana y el desarrollo del saber. Y esto, en un principio, es válido también para las ciencias naturales (de hecho, hay cada vez más científicos que se dan cuenta de este hecho). 2) En segundo lugar, la política (¿o debo decir, la ideología?) del "antes el inglés que el castellano" no frenará tanto el castellano, sino primero el catalán. La moda cada vez más creciente de llevar a los hijos a un colegio internacional nos demuestra por dónde nos lleva esta tendencia. ¿Qué es un colegio internacional? Sería fantástico si allí los alumnos tuviesen una educación políglota, pero en realidad es una institución donde se aprende todo en una sola lengua, el inglés. Las futuras generaciones que saldrán de estas instituciones ya no conocerán la zoología y la botánica, la geografía y las matemáticas, la política y la historia en su lengua materna. Llegarán a las universidades donde estudiarán sus materias en inglés y luego, como padres y profesores ya no podrán explicarles a sus hijos y alumnos el mundo en su lengua materna. Quien piense que estoy exagerando que se fije en Alemania, más avanzada en este asunto por su mentalidad de querer ser el primero de la clase. La lengua alemana ha dejado de ser una lengua científica. Cada día hay más inventos y objetos en el mundo para los que ya no hay palabra en alemán, porque la elaboración del corpus lingüístico alemán se ha parado en favor de la incorporación directa del nuevo vocabulario en inglés, desde lo más cotidiano hasta lo más tecnológico: no hay palabra alemana (en uso) para "airbag" o "correo-electrónico", ni para "móvil" o "portátil". Esta es la última herencia del nacionalsocialismo: un alemán de los años veinte del siglo pasado hablaba la lengua de Goethe, Heine, Nietzsche, Marx o Freud, un alemán de los años cincuenta y siguientes "ladraba" la lengua de Hitler. Este complejo llevó, inconscientemente, a un desprecio por la propia lengua y cultura. Lo que para los alemanes es el complejo por su pasado, para los catalanes es el complejo de no ser lo suficientemente europeos. En la última consecuencia, ambos complejos conducen a lo mismo: apostar por una supuesta internacionalidad, que reluce con atributos como "excelencia europea" y parecidos. Hasta ahora, a mis compatriotas alemanes siempre les he podido presentar la lengua catalana como un modelo a seguir: el Institut d'Estudis Catalans busca para todo lo que se inventa en el mundo una palabra catalana, es decir, pone la lengua catalana al día a través de una continua elaboración y actualización de su corpus lingüístico. Pero, ¿para qué, si en los ámbitos más prestigiosos, como por ejemplo en la investigación, se suprime paulatina y sistemáticamente su uso? 3) Finalmente, la consecuencia de esta problemática internacionalización de la investigación y la ciencia no es el deseado avance hacia la prometida sociedad del conocimiento, sino un retroceso en el tiempo hasta más allá de la época de la ilustración y un peligro para la democracia social, que desde entonces hemos ido construyendo con tantos sacrificios. Desde la ilustración, el gran progreso científico, democrático y social en Europa se basó lingüísticamente en el acercamiento de los resultados científicos al ciudadano a través de la sustitución de la lengua franca de la edad media, el latín, por las lenguas nacionales (la exclusión medieval de la gran mayoría de la población se refleja hasta hoy en día en frases hechas como "uno no entiende de la misa la mitad"). La democracia iba vinculada a la creación de un público que podía participar en las cuestiones de interés público porque tenía acceso lingüístico a la información relevante. En un futuro no muy lejano (quizás dos generaciones), ni siquiera el ciudadano interesado podrá opinar sobre cuestiones éticas de la medicina o la investigación genética, ni mucho menos entender los avances de la física y sus consecuencias para nuestro concepto del mundo. Los resultados, publicados en inglés, serán lingüísticamente accesibles sólo para una minoría de expertos en búsqueda de méritos y gloria. Porque, ¿verdad que vale mucho más la reputación científica internacional que se consigue con una publicación en inglés que la "casera", conseguida con una publicación en catalán? Todo el sistema de evaluación científica de las agencias nacionales e internacionales se basa en esta filosofía neoliberal. A mí siempre me ha encantado la lengua inglesa. Le tengo un especial cariño –como a las otras seis lenguas que hablo o leo. Pero justamente por esto, no perdono la hegemonía imperialista que la lengua inglesa está imponiendo sobre las demás. ¡Alto! ¿He dicho imperialista? Rectifico, porque no son la preciosa lengua inglesa ni el Reino Unido quienes dictan las normas de publicación científica en Europa. Somos nosotros, todos los países que firmamos el tratado de Bolonia. Pero en este tratado no existe ningún párrafo que imponga que la investigación en Europa se haga sólo en una lengua y en detrimento de las otras lenguas nacionales. (Tampoco regula que un crédito de un master debe costar mucho más que un crédito de primer ciclo -de hecho en otros países no es así- ni muchas otras cosas que se están imponiendo bajo la etiqueta de "Bolonia"). La culpa no la tiene el tratado de Bolonia. Hay una abismal diferencia entre el tratado de Bolonia y su aplicación por parte de los ministerios y las agencias nacionales. La culpa es nuestra sumisión colectiva a unas administraciones que abusan de las reformas de Bolonia para forzar a las universidades y los investigadores -a través de una uniformidad lingüística- hacia una globalización científica y académica, con el fin de poder establecer rankings para la competición internacional. Para estos rankings se tiene que hacer comparable lo que no es comparable. Cuantas más protestas se articulan de las diversas asociaciones científicas contra los criterios de evaluación de la investigación, más sordas se vuelven las administraciones responsables, porque necesitan los rankings para la futura sociedad del conocimiento, en la cual el conocimiento se habrá convertido en mera mercancía. ¿Y de qué dependerá el valor de esta mercancía? Lógico, de los rankings. Sin embargo, la sociedad del conocimiento, que se pretende promover de este modo, nunca se hará realidad si la gran mayoría de la población queda lingüísticamente excluida. ¿Se habían parado a pensarlo alguna vez?

(Publicado en La Vanguardia, 20-03-09)

21 de marzo de 2009

Gibiei, bienvenido

Gibiei, hola y bienllegado a la tertulia, que va siendo cada vez de más lectores y amantes de la literatura, como debe ser en las tertulias. Gracias por participar y enriquecer los diálogos.

19 de marzo de 2009

Entrevista a Abdourahman A. Waberi (por Anna Rossell)

Entrevista a Abdourahman A. Waberi (por Anna Rossell)
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Entrevista a Abdourahman A. Waberi (por Anna Rossell)
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(Domingo, 14 diciembre 2003)

Abdourahman A. Waberi -autor invitado a “Translit’03 – Mercat d’històries”, encuentro de literatura entre continentes, celebrado en diciembre de 2003 en el CCCB- pertenece a la generación joven de autores africanos y es pionero en la literatura de expresión francesa de su país, Yibuti.

por Anna Rossell

A. R. : Señor Waberi, a pesar de su juventud, usted es un autor muy polifacético, cultiva un amplio registro de géneros: novela, relato corto, poesía, ensayo y teatro, además de ejercer la crítica literaria. Y es también muy prolífico. Su primer libro de relatos, Le Pays sans ombre, se publicó en 1994; desde entonces hasta ahora su actividad literaria ha sido frenética.

A. W. : Sí, es cierto que en apenas diez años –desde 1994- he escrito unos ocho libros y muchos artículos. Tuve la oportunidad de ser publicado muy deprisa. Conocí la revista “La Serpent à plumes”, ellos editaron mis primeros relatos. Y cuando la revista se convirtió en editorial me preguntaron si podía darles algún libro y, como tenía una serie de relatos y ellos ya me habían publicado tres, pues no tuve tiempo de dudar. Me encontré de un día para otro en una editorial. Yo empezaba a nacer como escritor; entonces era todavía estudiante. Así que mi primer libro, Le pays sans ombre, se publicó en París en 1994. Además, cuando regresé a Yibuti, me di cuenta de que el libro había tenido una gran acogida: al cabo de seis meses se había convertido en un clásico, no porque yo fuera genial sino porque Yibuti es un país pequeño, allí no hay escritores; el primero que hubo, William Joseph Farah Syad, escribió en 1959 un libro con un prólogo muy bello de Senghor, pero después este autor desapareció de la escena literaria, trabajó como diplomático y hoy no se le conoce. De modo que mi libro, que me concierne de manera muy directa -porque habla de hechos reales, nostálgicos, de mi barrio, de mi vida- tuvo un éxito inesperado y en Yibuti se convirtió en una obra para los niños. Me di cuenta de que estaba más allá de mis intereses literarios, de mis trabajos experimentales: yo representaba algo que tenía que ver con Yibuti y entonces me dije: ”Como Yibuti no existe en los anales literarios es necesario hacer algo, este puede ser mi objetivo”. Y empecé a pensar en una segunda obra del mismo estilo, otro conjunto de relatos, Cahier nomade, que se publicó dos años más tarde, en 1966, y que obtuvo el Gran Premio de Literatura de África negra. Considero estas obras como una trilogía. Poco a poco fui concibiendo el proyecto de decir un país, de elevarlo al rango literario, y este segundo libro de relatos no era suficiente. Así que escribí una novela, Balbala, que también fue premiada dos o tres veces. Me sentí como depositario y fui acariciando la ambición de reunir una biblioteca yibutí y de ser yo uno de sus representantes más visibles; no sólo yo, claro, en Yibuti hay algunos más. Yo formo parte de lo que ha dado en llamarse la nueva generación africana. Simplificando un poco, Senghor es representante de la primera generación, después Kouroma impulsó una segunda generación y hay una tercera generación de gente que tiene ahora algo más de cuarenta años, como Ken Bugul o Véronique Tadjo, y que participan del espíritu de esta joven generación. Pero, por otro lado, en Yibuti yo formo parte de la primera generación, porque allí no hay otras generaciones. Puede que mi frenesí pueda explicarse como compensación. Además he tenido suerte, porque en París entre la generación gloriosa y las nuevas generaciones la situación editorial empeoró, algunas editoriales prácticamente desaparecieron, como la Editora Nacional y “Présence Africaine”, que también sufrió. Esto supuso un problema para muchos autores de los años setenta y ochenta, que trabajaban, pero que se encontraron con esta crisis económica; por ejemplo, Mandé Alpha Diarra, que publicó un libro en 1981 y después se vio obligado al silencio. Yo en cambio disfruté de una renovada actividad editorial francesa. “La Serpent à plumes” lanzó a muchos escritores, yo mismo ejercí de consejero editorial y le proporcioné nombres, por ejemplo Kourouma, que había que reeditar porque había desaparecido durante diez años de la escena.

A. R. : Usted vive en Francia desde 1985 y su lengua de creación es el francés. Cada vez es más reconocido en Europa. Sus obras han sido traducidas a cinco lenguas europeas y galardonadas con diversos premios. La mayoría de sus obras de ficción hablan de su país de origen. ¿A qué público lector desea usted llegar en primera línea?

A. W. : Yo soy de la nueva generación en un país colonizado por los franceses, que obtuvo la independencia en los años setenta. Si yo hubiera nacido en Ruanda o en Zaire mi relación con la lengua francesa hubiera sido otra, porque estos países consiguieron su independencia en los sesenta y Yibuti fue una de las últimas colonias. El francés tiene mucho arraigo en Yibuti porque hubo allí por parte de Francia una obsesión mayor de asimilar a las últimas colonias. Yo soy un puro producto postcolonial de la escuela de Jules Ferry y, si yo hubiera escrito en somalí, mi público lector hubiera sido el mismo que mi público en francés. Hablar una lengua africana es una cosa y leer una novela de doscientas páginas en esta lengua y saber apreciarla es otra; esto exige una técnica que no todo el mundo domina. Leer una lengua es distinto del hecho de simplemente hablarla. Un ejemplo de mi región de origen es el somalí Nuruddin Farah, un autor que yo aprecio mucho, que escribe en inglés y sobre el que he trabajado; él afirma exactamente lo mismo. Somalia, ex colonia inglesa, adoptó el somalí como lengua oficial en 1972, él dice que quienes son capaces de leer en somalí son los mismos que leen en inglés. Así que no se pierde ningún público. Quizá si se usara la lengua con otro criterio, por ejemplo si escribiéramos teatro en lengua somalí o poesía en un registro narrativo, oral, se podría ganar algún público más natural, diferente; pero si queremos escribir novela de la que llamamos seria, novela al estilo narrativo europeo, entonces da igual escribirla en somalí o en la lengua europea. Yo soy incapaz de escribir una buena carta en somalí, no por ello me voy a flagelar; el francés también es mi lengua, ya es también una lengua africana, diga lo que diga la Academia Francesa. En muchos países africanos es la lengua nacional, es la lengua de cohesión entre las distintas etnias. Senegal es una excepción; allí el wolof es también una lengua vehicular junto con el francés, pero en otros países, como Costa de Marfil o Camerún, es trágico: no hay otra lengua para entenderse. Por otra parte un autor también escribe para sí mismo, después para los amigos y para los propios colegas, porque la literatura es también una institución: sus colegas le juzgan. De hecho hay escritores de rango internacional que no se encuentran apenas en las librerías, que únicamente son leídos por el reducido círculo de sus colegas: Juan Rulfo, Pedro Páramo, James Joyce ... él revolucionó la literatura y en primera línea a sus colegas. Pero esto no se contradice con el hecho de que también escriba para el público de Yibuti. Allí mis obras se leen en la escuela; ésta nunca fue mi intención inicial.La cuestión de por qué vivo en Francia... A mí me hubiera gustado vivir en mi país, o mejor aún, unos meses aquí y otros tantos allá, pero es precisamente el hecho de que yo sea escritor lo que me impide regresar a Yibuti; es una paradoja. El gobierno me dice hipócritamente: “ Usted es un embajador de su país ...”, me quieren convencer de que vaya a trabajar allí. Vivo en una eterna huida. Yo sé que si viviera en Yibuti no me podría callar y por esto no vuelvo. Me han encargado que escriba un libro sobre el presidente y yo digo: “ Bueno, no soy el más adecuado, no soy historiador ...” .

A. R. : Los temas que predominan en sus obras literarias están relacionados con su tierra natal; sin embargo hace dieciocho años que vive en Normandía. Esta distancia debe suponer un obstáculo para su escritura.

A. W. : Soy un escritor de la fuga y de la distancia. Mi deseo de escribir nació de la nostalgia. Hace veinte años que fui a estudiar a Normandía. Y visito mi país regularmente, pero no puedo vivir allí. Si volviera a mi país me faltaría el estímulo y no podría escribir. Esto de que la distancia pueda ser un impedimento a la creatividad es una pregunta interesante, pero muchos autores trabajan sobre su interior, su imaginario, su niñez, tienen suficiente materia almacenada. Estar lejos es relativo hoy en día, porque hay internet. Leo los periódicos de Yibuti. Además yo últimamente he acogido a un prisionero político, un escritor, activista y periodista que se ha convertido en la bestia negra de Yibuti, y yo lo alojé en mi casa, es amigo mío. Yo podría volver puntualmente a Yibuti, pero no trabajar ni vivir allí. En los últimos ocho años he ido entre cuatro y seis veces para estancias de menos de un mes, esto me basta para recoger impresiones.P or otra parte, ahora existe una diáspora en Yibuti que sigue los pasos de la diáspora de Somalia. La gente vive en Canadá o en Noruega y mi otro proyecto es seguir los pasos de esta diáspora, porque hay otro Yibuti fuera. Minnesota se ha convertido en un país somalí; los países pobres están condenados a tener la mitad de su población fuera y la otra mitad dentro. Pienso que mis contradicciones me sitúan sobre un terreno más fértil para el imaginario. Me digo: “Vivo en Normandía, tengo dos identidades, soy un escritor normando porque llevo ya dieciocho años de mi vida en Normandía, enseño allí, mis hijos son medio normandos”. El hecho de que yo provenga de un país pequeño, pero esté abierto al mundo y tenga diversas contradicciones hace que me encuentre en un terreno especialmente fértil. Si fuera un escritor francés sería distinto, porque Flaubert, Balzac, Proust ... ya lo han escrito todo, entonces no sabría qué podría decir yo, pero yo soy de Yibuti y puedo hacer una biblioteca yibutí; no hablo de los resultados, sólo de las intenciones.

A. R.: La creación literaria escrita en francés es un hecho relativamente reciente en su país. Su ambición desde 1994 es llenar el vacío existente en Yibuti, donde no hay prácticamente literatura escrita en lengua francesa; usted ha dicho en una ocasión que quiere contribuir a la fundación de una biblioteca “à lo Borges” de la literatura francófona de su país, incorporarla a los anales de la literatura del mundo. ¿Cómo valora en este sentido el trabajo hecho hasta ahora?

A. W.: Sí, hice declaraciones provocativas. Evidentemente yo no me considero un Borges. Guardando las distancias, lo que quise decir es que todo escritor está inmerso en un contexto y puede que los autores de los países literariamente ricos puedan adoptar posturas más fáciles, pero en los países jóvenes, de África o del Caribe, los escritores son el resultado de un contexto y hay que sacar el mejor provecho de este contexto. Cuando dije esto de la biblioteca lo dije por darme ánimos. Muchas veces me encuentro con escritores franceses desanimados, escépticos, que me dicen que entre los autores franceses ya se ha dicho todo, pero nosotros somos jóvenes. Ellos dicen que ya se ha dicho todo, pero para mí no. Pienso que es una suerte ser un artista africano; uno puede convertirse en el primer cineasta de Yibuti porque todavía no hay ninguno; es más fácil decir “soy el tercer realizador de vídeos senegalés” que “soy el número ciento cincuenta en la lista de escritores franceses”. Claro, estas son las intenciones, los resultados son harina de otro costal. Hay cierto discurso afropesimista entre los escritores africanos que dicen que no se lee, que no se publica. …, y yo digo, caramba, dejad de gimotear, convertíos en el primer Montalbán de Malí. Pero tenemos trabajo para un siglo: el género policíaco es incipiente en África, no hará ni diez años que existe, tampoco se escribe novela de ciencia ficción, hay pocos que la exploran, no hay verdaderas novelas de amor ni metafísicas, a lo Borges... De modo que uno puede decir fácilmente “yo soy el primer autor africano de ciencia ficción”.

A. R.: ¿Gozan las literaturas en árabe y en somalí de buena salud en Yibuti? Una de las novelas históricas de Farah Mohamed Djama, Agoondarro waa u nacab jacayl (L’ignorance est l’ennemi de l’amour, 1974) fue reeditada varias veces en somalí...

A. W.: Sí, claro, la cuestión lingüística en Somalia o en Yibuti, es lo mismo. Hay un diez por ciento de yibutíes que son árabes yemeníes y la lengua árabe existe en Yibuti. Yo hablo algo de árabe, argot, la lengua de la calle, y como fuimos musulmanes muy pronto, hay una tradición literaria religiosa. Hoy en día en Yibuti no existe una literatura árabe moderna; la razón es la lengua francesa, pero existen todas las corrientes de la literatura que denominamos religiosa; los textos religiosos se escribían, toda la tradición oral puede que esté escrita en árabe y, durante mucho tiempo, entre los pueblos somalíes la cultura escrita estaba en manos de los árabes, de modo que hay un trasfondo árabe. Cuando Somalia obtuvo la independencia, Farra Mohamed Djama creó una tradición literaria en lengua somalí con sus obras y la UNESCO las tradujo. Como el Estado de Somalia ya no existe, esta literatura, que era en cierto modo voluntarista, tiende a desaparecer. Pero aún quedan algunos grandes escritores en lengua somalí que viven en Yibuti y estamos haciendo un Pen Club somalí que reagrupa toda la región somalí bajo una identidad lingüística. No se trata de un Pen Club de Yibuti o de un Pen Club de la República de Somalia, sino de un Pen Club de todos los artistas de lengua somalí ; yo, que soy francófono, soy uno de sus miembros y Nuruddin Farah, anglófono, también. Pero en Yibuti no existe una literatura árabe moderna, es tradicional.

A. R. : El ámbito cultural somalí es muy rico en poesía oral; el inventario de géneros poéticos es enorme y el predominio de la poesía parece indiscutible. Usted empleó una vez la expresión “dictadura de la poesía”. Su propia prosa es especialmente poética, muy imaginativa y metafórica. Parece que el pueblo somalí está especialmente dotado para la poesía.

A. W. : Sí, es cierto. Los pueblos somalíes, como tantos otros pueblos africanos, están inmersos en un ecosistema. No quiero lanzar ninguna teoría, pero creo que los pueblos nómadas, de la sabana o del Sahara, son más dados a la poesía: los tuareg, los masai ... son pueblos con tradición de instrumentos musicales, desarrollan la coreografía y la danza. Cuando decía esto de la “dictadura de la poesía” me refería a que también hay que inventar formas nuevas, una poesía que funcione, ligera, urbana. La poesía clásica es difícil en la región somalí, porque sólo para referirse al camello, por ejemplo, hay unas seiscientas metáforas y otras tantas para aludir al estado de ánimo de una persona y la gente de la ciudad ha perdido esta capacidad.

A. R. : En su artículo La fortune des pauvres afirma usted que una de las razones por las que Somalia y Yibuti no forman parte de los anales de las nuevas literaturas francófonas es precisamente que entre los somalíes está muy extendida la poesía oral.

A. W. : No se trata sólo de la poesía, sino de la lengua. A diferencia de otros países que se vieron obligados a adoptar el francés, nosotros tuvimos nuestra propia lengua durante mucho tiempo. Hay muchas zonas en África donde no existe la literatura, por ejemplo Chad, la República Centroafricana, Níger, Malí, apenas tienen escritores. Hay diversas razones para ello: para empezar, esto depende de la densidad de la población y de la antigüedad de las escuelas francesas. Esto explica que Níger, Malí, Yibuti o Chad estén empezando; se trata de países con bajo grado de escolarización y de poca densidad de población.

A. R. : El teatro en lengua somalí es un hecho cultural nuevo, importado del extranjero después de la Segunda Guerra Mundial. Pero lo foráneo se ha fundido con lo autóctono.

A. W. : Todo el teatro moderno africano en lengua extranjera se basa en la pantomima, en el teatro francés e italiano. Pero en el caso concreto de la región somalí se trata de un teatro de pantomima del ejército inglés que fructificó sobre un sedimento árabe. Y el lenguaje es el de la poesía tradicional con una miniescenografía de origen militar. Aunque ahora la gente no es consciente de ello ; yo lo sé porque leyendo he recuperado esta historia.

A. R. : Ha escrito también una obra de teatro. ¿A qué se debe esta incursión en un género nuevo?

A. W. : Tuve una beca para ir a Limoges, al “Festival International du Francophon”, entonces escribí una obra de teatro, La légende du soleil transhumant, pero en realidad se trata de relatos cortos que adapté para el teatro ; no tuvo éxito. He escrito, de modo experimental, obras muy breves que se leen como relatos, una de ellas a partir de Le pays sans ombre y la otra de Cahier nomade; son como relatos dialogados. Tiendo a poner demasiado texto, a hacer monólogos, no es lo mío. Yo no soy como Florent Couao-Zotti, él tiene madera de comediante, actuaba en la compañía de su instituto, ha montado varias obras y es dramaturgo, yo no tengo esta experiencia.

A. R. : Usted es un intelectual comprometido. Toma partido públicamente en lo social y en lo político. Estuvo en Ruanda después del horror del genocidio, denunció la hipocresía de muchos países europeos que contribuyeron directa o indirectamente a aquella masacre y participó en un proyecto literario sobre aquel exterminio consentido. Esta experiencia es profunda. Debió cambiar su modo de escribir...

A. W. : Sí es una de las experiencias que más me ha marcado. Yo era bastante joven, nunca había visto tantos muertos. Nos marcó mucho. Hablé con un colega que también estuvo allí; me dijo que tenía problemas con la lengua francesa, escribió una novela en wolof y me dijo que su futuro no pertenecía al francés; esto fue después de Ruanda.Por otro lado, se trataba de escribir un texto. El genocidio superaba la responsabilidad de los franceses. Lo más interesante fue descubrir que la maquinación del genocidio es también una cuestión textual, literaria, porque vimos que ya desde 1964 se había puesto en marcha un discurso del genocidio, desde la independencia, entre 1962 y 1964. Encontré un texto de 1964 en el que el fundador de la república, el presidente Kayibanda, utilizaba ya la palabra genocidio ; es como si ya existiera un deseo en la textualidad. Es importante reconstruir la génesis de este discurso y sus implicaciones hasta el desenlace final en 1994, porque también es una cuestión que atañe a los escritores, no se trata simplemente de dejar testimonio, sino de indagar en la genealogía, es una operación intelectual. Es necesario hacer historiografía de los textos de este discurso: de dónde viene, por qué existe y quién lo ha propagado; es algo muy serio y literario, no sólo una cuestión de testimonio. También se trataba de un acto simbólico, de un gesto, por parte de un grupo de escritores, de intelectuales africanos. Pienso que este genocidio supuso un antes y un después en la memoria y por consiguiente en mis textos.

A. R. : La literatura somalí escrita en lenguas europeas es un fenómeno muy reciente; sin embargo, ya en 1988 el profesor Andrzejewski auguraba un futuro muy prometedor a las jóvenes generaciones por la extraordinaria calidad de sus textos. Esta calidad no se corresponde con la difusión de las obras. En esto las editoriales juegan un papel esencial...

A. W. : Andrzejewski, de origen polaco, lingüista y de nacionalidad inglesa, fue soldado inglés y recopiló relatos y poesías. Ahora el porvenir de esta lengua y de su literatura es imprevisible porque el Estado ha desaparecido. Lo que queda de la tradición somalí son individuos aislados que trabajaron, sobre todo Nuruddin Farah, que se impuso más allá de sus orígenes somalíes y de su lengua somalí, en lengua inglesa y por su talento personal. Ha faltado la voluntad, la aportación del Estado somalí. Esta cuestión va ligada al hecho nacional y al político. El hecho de que Somalia haya desaparecido implica que su literatura desaparezca también.

A. R. : En la región somalí la diáspora va en aumento, a pesar de los años transcurridos tras la independencia: ¿supone este éxodo constante una amenaza definitiva para las literaturas somalíes?

A. W. : No. Creo que los pueblos y las lenguas son mucho más antiguos que el hecho nacional. Por ejemplo, en Haití hay una diáspora considerable y existen escritores haitianos en lengua inglesa y en lengua española. Estoy seguro de que mañana puede haber jóvenes escritores somalíes que escribirán en neerlandés o en flamenco, en finlandés o en inglés, y si mañana Somalia se reunificara habría todas estas lenguas allí. El pueblo somalí atraviesa una crisis, pero estoy convencido de que saldrá engrandecido de ella.

A. R. : ¿Pero no cree que los somalíes, distribuidos en tantos países del mundo, acabarán por perder esta unidad como pueblo?A. W. : Creo que la diáspora es a la vez una desgracia y una oportunidad. Además el pueblo somalí es monolingüe y monocultural y tiene graves problemas con los clanes. El hecho de salir aminorará la violencia interior. Porque, aunque es un solo pueblo que tiene una sola religión y la misma lengua, el somalí es un pueblo fratricida. También es cierto que siempre vivió aislado, solo, consigo mismo, y que subdividía su sociedad en clanes y esto generaba violencia interna. Ahora habrá que negociar la diferencia. Esto significa que habrá somalíes que hablarán catalán y otros que hablarán belga y que esta mezcla producirá una nueva identidad que será menos violenta. Porque ser fiel a tu clan tiene un precio. Habrá que conservar los elementos que unifican, como la lengua y la cultura, y desprenderse de esta tradición mortífera, de este sistema de clanes.

(En: Quimera. Revista de Literatura, 2004)

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17 de marzo de 2009

Liebesversuch (Experimento amoroso), un cuento de Alexander Kluge

Alexander Kluge
(traducción de Anna Rossell)

Experimento amoroso

En 1943 los rayos X se consideraron el medio más barato para llevar a cabo en los Lager esterilizaciones en masa. Pero era dudoso que la infertilidad conseguida por estos medios tuviera efectos duraderos. Llevamos a cabo un experimento juntando dos prisioneros, un varón y una hembra. El espacio elegido para este fin era más grande que la mayoría de las otras celdas, fue provisto de alfombras de la dirección del Lager. La expectativa de que los prisioneros, en su nupcialmente decorada celda, respondieran satisfactoriamente al experimento no se cumplió.

¿Sabían ellos que habían sido esterilizados?
No podía concluirse. Ambos prisioneros se sentaron en rincones diferentes del espacio entarimado y alfombrado. A través del ojo de buey que servía para la observación desde el exterior no podía distinguirse si habían hablado entre ellos desde el momento en que se les juntó. En cualquier caso una conversación no sostuvieron. Esta pasividad resultaba especialmente molesta porque se había anunciado la visita de invitados de alto rango para la observación de la prueba; a fin de acelerar la marcha del experimento el médico del distrito y director de la prueba ordenó despojar a los dos prisioneros de sus ropas.

¿Se avergonzaban los sujetos de experimentación?
No puede afirmarse que los sujetos de experimentación se avergonzaran. En lo esencial, incluso desnudos permanecieron en la misma posición adoptada hasta entonces, parecía que dormían. Vamos a despertarles un poco, dijo el director de la prueba. Fueron a buscar discos. Por el ojo de buey podía observarse que al principio ambos prisioneros reaccionaron a la música. Pero en seguida recobraron su estado apático. Para el experimento era importante que los sujetos de experimentación empezaran de una vez con el experimento, porque sólo así podía comprobarse si la esterilidad provocada sin que se percataran se mantenía en las personas tratadas durante un período prolongado de tiempo. Los equipos que participaban en el experimento esperaban en los pasillos de la fortaleza, a algunos metros de distancia de la puerta de la celda. En general no causaban ningún ruido. Habían recibido instrucciones de hablar entre ellos en voz baja. Un observador seguía el desarrollo de los acontecimientos en el interior. Ambos prisioneros debían creer que ahora estaban solos.
A pesar de ello en la celda no pudo constatarse tensión erótica alguna. Los responsables llegaron a pensar que debían haber elegido un espacio más pequeño. Por lo que respecta a los sujetos de experimentación habían sido escogidos cuidadosamente. Según se desprende de las actas, ambos sujetos de experimentación debían haber sentido mutuamente un alto grado de interés erótico.

¿Cómo se sabía esto?
J., hija de un consejero de gobierno de Braunschweig, fecha de nacimiento 1915, es decir, edad aproximada 28 años, marido ario, bachillerato, estudios universitarios de historia del arte, según decían en G., ciudad de provincias de la Baja Sajonia, era inseparable del sujeto de experimentación masculino, un tal P., fecha de nacimiento 1900, sin profesión. J. dejó a su marido, que la hubiera salvado, por P. Siguió a éste a Praga, después a París. En 1938 se consiguió detener a P. en territorio del Reich. Unos días más tarde apareció J., asimismo en territorio del Reich, en busca de P. y también fue detenida. En la cárcel y después en el Lager ambos intentan encontrarse repetidas veces. De ahí nuestra decepción: ahora finalmente hubieran podido y ahora no querían.

¿No mostraban buena disposición los sujetos?
En general se mostraban obedientes, quiero decir que mostraban buena disposición.

¿Estaban los prisioneros bien alimentados?
Bastante tiempo antes del inicio de la prueba los sujetos de experimentación previstos habían sido especialmente bien alimentados. Ahora llevaban ya dos días en el mismo espacio sin que pudiera observarse ningún gesto de aproximación. Les dábamos a beber gluten de albúmina de huevo, los prisioneros engullían la clara de huevo con fruición. El sargento mayor Wilhelm ordenó que les mojaran un poco con las mangueras del jardín, a continuación se les condujo de nuevo, temblando de frío, a la habitación entarimada, pero la necesidad de calor no provocó su acercamiento.

¿Sabían ellos que en caso de embarazo ambos cuerpos serían diseccionados y examinados?
Que los sujetos de experimentación lo supieran o que siquiera lo sospecharan es improbable. Desde la dirección del Lager se les hicieron llegar repetidas veces garantías positivas de supervivencia. Creo que no querían. Para decepción del teniente general A. Zerbst, especialmente desplazado para este fin, y de su acompañante el experimento no pudo llevarse a cabo, ya que ninguno de los medios utilizados, tampoco los violentos, permitieron concluir la prueba con éxito. Presionamos sus cuerpos uno contra el otro, los mantuvimos en estrecho contacto bajo aumento progresivo de calor, los frotamos con alcohol, dimos de beber alcohol a los sujetos, vino tinto con huevo, también les dimos a comer carne y a beber champán, corregimos la iluminación, nada de todo esto condujo a la excitación.

¿Se probó todo?
Puedo garantizar personalmente que se probó todo. Había entre nosotros un sargento mayor que era algo entendido en la materia. Fue probándolo todo, todo lo que en estos casos siempre funciona. Al final no pudimos entrar nosotros mismos y probar suerte porque ello hubiera significado un ultraje a la raza. Ninguno de los medios que se probó condujo a la excitación.

¿Nos excitamos nosotros?
En cualquier caso, más que los dos de la celda; al menos esto parecía. Por otra parte se nos hubiera prohibido. En consecuencia no creo que estuviéramos excitados. Quizá nerviosos, porque la cosa no funcionaba.

Si amorosa a ti me entrego,
¿Vendrás esta noche a mi alcoba?

Fue del todo imposible conseguir que los sujetos de experimentación reaccionaran claramente y por ello la prueba fue interrumpida sin resultado alguno. Más tarde se reanudó con otros sujetos.

¿Qué sucedió con los sujetos de experimentación?
Los obstinados sujetos fueron fusilados.

Significa esto que, alcanzado un determinado grado de infelicidad, no es posible ejecutar un acto amoroso?

(En: Erzählte Zeit, 50 deutsche Kurzgeschichten der Gegenwart, ed. de Manfred Durzak, Reclam, Stuttgart, 1982, pp. 126-129, traducción de Anna Rossell.
Este cuento de Alexander Kluge se publicó en primera edición en su libro de relatos Lebensläufe (Currículos), en 1962)

Ludwig Hohl, Matices y detalles / Escalada

Han visto recientemente la luz en nuestras librerías dos novelas de Ludwig Hohl, autor desconocido en España: Matices y detalles / Escalada, en traducciones de Ibon Zubiaur y Rosa Pilar Blanco, DVD / Minúscula, Barcelona, 2008, 155 y 109 páginas (13,20 y 12 Euros respectivamente).

Cecilia Dreymüller reseña las novelas en Babelia, 17-01-09, como sigue:

Narrativa.

Indudablemente lleva razón Ibon Zubiaur -traductor formidable de Matices y detalles- cuando afirma en el prólogo que pocas veces el valor intrínseco de una obra estaba tan a la altura de la leyenda existencial de un poeta: encerrado durante veinte años en un sótano, Ludwig Hohl (1904-1980) retocaba, bajo incontables privaciones, sus manuscritos de los años treinta, colgados como ropa con pinzas por toda la habitación. El rigor y la transparencia del pensamiento de Hohl, la profundidad de penetración en los asuntos humanos, junto a la firmeza de su resistencia creativa contra lo establecido, son únicos -al menos con esta radicalidad- en la literatura del siglo XX. La reflexiones fragmentadas, viñetas de estados mentales y físicos, "descripciones del aprender a vivir y escribir", están impregnadas de un impulso ético, digno de un Marco Aurelio. Pues Hohl no se resigna a las imponderabilidades y durezas del destino humano, sino predica -por algo era hijo de pastor protestante- intervenir en él, modelarlo poco a poco, desde lo pequeño, en el terreno de lo cotidiano. La cosecha de pensamientos sagaces e inexorables de Matices y detalles es impresionante, y no tanto por su perspicacia o brillantez como por su valor de aplicación. Se percibe la vivencia que hay detrás; vibra todavía la cuerda en la que se realizó el acto de balance que era la existencia de este tenaz buscador de la vida justa: un deportista, bebedor y grafómano que aguantaba estoicamente las eternas penurias económicas, la soledad y la ignorancia del mundo. De todo ello están impregnados estos textos reflexivos y les confiere una inusual severidad y exigencia.
Pero a pesar de las amonestaciones que contiene, el placer que depara la prosa de Hohl, diáfana y precisa, a la vez que llana y sin artificios, es inmenso. Y lo es todavía más cuando cuenta una historia ejemplar, por supuesto, no inventada. Bajo la apariencia de relato realista, Escalada aguarda un trasfondo filosófico de hondo calado, pues trata de la superación y de la muerte, o, mejor dicho, de la necesaria ascensión desde una vida vana y común a las alturas de la prueba existencial, donde se exige el máximo de destreza, prudencia y determinación. Cómo se enfrentan dos jóvenes escaladores a una montaña, es desmenuzado cuidadosamente en veinte secuencias casi cinematográficas, y raras veces se encontrará en un texto literario mayor consonancia entre una idea parabólica y una descripción de paisaje. La belleza de la naturaleza, el reto que rpresenta la montaña, las cavidades que provoca en los protagonistas, son entrelazados tan orgánicamente que fluyen como una experiencia propia. Asombrosa capacidad de evocación la de Hohl, llevada a la máxima expresión con mínimos medios en esta pequeña obra maestra (valga por una vez el gastado calificativo).

Cecilia Dreymüller

Vidas a gran Escala: Matices y detalles / Escalada, de Ludwig Hohl (por Cecilia Dreymüller)

Han visto recientemente la luz en nuestras librerías dos novelas de Ludwig Hohl, autor desconocido en España: Matices y detalles / Escalada, en traducciones de Ibon Zubiaur y Rosa Pilar Blanco, DVD / Minúscula, Barcelona, 2008, 155 y 109 páginas (13,20 y 12 Euros respectivamente).

Cecilia Dreymüller reseña las novelas en Babelia, 17-01-09, como sigue:

Narrativa. Indudablemente lleva razón Ibon Zubiaur -traductor formidable de Matices y detalles- cuando afirma en el prólogo que pocas veces el valor intrínseco de una obra estaba tan a la altura de la leyenda existencial de un poeta: encerrado durante veinte años en un sótano, Ludwig Hohl (1904-1980) retocaba, bajo incontables privaciones, sus manuscritos de los años treinta, colgados como ropa con pinzas por toda la habitación. El rigor y la transparencia del pensamiento de Hohl, la profundidad de penetración en los asuntos humanos, junto a la firmeza de su resistencia creativa contra lo establecido, son únicos -al menos con esta radicalidad- en la literatura del siglo XX. La reflexiones fragmentadas, viñetas de estados mentales y físicos, "descripciones del aprender a vivir y escribir", están impregnadas de un impulso ético, digno de un Marco Aurelio. Pues Hohl no se resigna a las imponderabilidades y durezas del destino humano, sino predica -por algo era hijo de pastor protestante- intervenir en él, modelarlo poco a poco, desde lo pequeño, en el terreno de lo cotidiano. La cosecha de pensamientos sagaces e inexorables de Matices y detalles es impresionante, y no tanto por su perspicacia o brillantez como por su valor de aplicación. Se percibe la vivencia que hay detrás; vibra todavía la cuerda en la que se realizó el acto de balance que era la existencia de este tenaz buscador de la vida justa: un deportista, bebedor y grafómano que aguantaba estoicamente las eternas penurias económicas, la soledad y la ignorancia del mundo. De todo ello están impregnados estos textos reflexivos y les confiere una inusual severidad y exigencia.
Pero a pesar de las amonestaciones que contiene, el placer que depara la prosa de Hohl, diáfana y precisa, a la vez que llana y sin artificios, es inmenso. Y lo es todavía más cuando cuenta una historia ejemplar, por supuesto, no inventada. Bajo la apariencia de relato realista, Escalada aguarda un trasfondo filosófico de hondo calado, pues trata de la superación y de la muerte, o, mejor dicho, de la necesaria ascensión desde una vida vana y común a las alturas de la prueba existencial, donde se exige el máximo de destreza, prudencia y determinación. Cómo se enfrentan dos jóvenes escaladores a una montaña, es desmenuzado cuidadosamente en veinte secuencias casi cinematográficas, y raras veces se encontrará en un texto literario mayor consonancia entre una idea parabólica y una descripción de paisaje. La belleza de la naturaleza, el reto que rpresenta la montaña, las cavidades que provoca en los protagonistas, son entrelazados tan orgánicamente que fluyen como una experiencia propia. Asombrosa capacidad de evocación la de Hohl, llevada a la máxima expresión con mínimos medios en esta pequeña obra maestra (valga por una vez el gastado calificativo).

Cecilia Dreymüller

Nelly Sachs, viaje a la transparencia. Obra poética completa

Acaba de salir publicada al español la poesía completa de Nelly Sachs, Viaje a la transparencia. Obra poética completa, en traducción de José Luis Reina Palazón, ed. Trotta, Madrid, 2009, 376 páginas. 28 Euros.

Antonio Ortega reseña el libro en Babelia, 14-03-09, p. 13 como sigue:

El núcleo de la obra de Nelly Sachs (Berlín, 1891- Estocolmo, 1970) es el desino del pueblo judío, una de las razones por las que en 1966 le fue concedido el Premio Nobel. Exiliada en Suecia desde 1940, fue consciente de que el martirio de su pueblo era el legado de su escritura, dando voz a las víctimas del Holocausto. Desde su primer libro, En las moradas de la muerte, se hace material el sufrimiento y la persecución en su más objetiva crueldad, en el dolor agudizado de imágenes trascendidas. Sus raíces están en la imaginería bíblica, la mística y la tradición cabalística judías, otorgándoles nuevos significados gracias al poder expresionista de un preciso lenguaje. Su obra cumple sucesivas etapas en ese "viaje a la transparencia" como destino absoluto, encontrando novedosas relaciones de motivos expresivos hasta descubrir los más ocultos significados. A pesar de su condición de poeta del Holocausto, sus libros ofrecen una visión universal del sufrimiento humano, como manifiestan sus últimos poemas: "tragando polvo / y con el aire midiendo / el universo". La palabra descarnada alcanza la modestia del silencia, que es la paz perfecta del alma: "Nosotros plantamos aquí humildad". Es la comunidad de voces del "coro de los salvados", la fe en la fuerza purificadora de la lengua. El poema casi como un rezo, una plegaria ofrecida a "Vosotros muertos míos / Vuestros sueños se han quedado huérfanos / La noche ha cubierto las imágenes / Volando en cifras vuestro lenguaje canta". Libre de colores violentos y figuras distorsionadas, impone un tono pausado y sostenido, de sorprendente y cadenciosa meditación, conjurando sin odio el espanto. Un lenguaje visionario y simbólico, transparente. El dolor como argumento visible del perdón gracias a la santidad de las palabras. Encomiable la traducción y edición de José Luis Reina Palazón, cuyas versiones transforman, como en los originales, la "arena en música".

Antonio Ortega

La poesía de Nelly Sachs

Acaba de salir publicada al español la poesía completa de Nelly Sachs, Viaje a la transparencia. Obra poética completa, en traducción de José Luis Reina Palazón, ed. Trotta, Madrid, 2009, 376 páginas. 28 Euros.

Antonio Ortega reseña el libro en Babelia, 14-03-09, p. 13 como sigue:

El núcleo de la obra de Nelly Sachs (Berlín, 1891- Estocolmo, 1970) es el desino del pueblo judío, una de las razones por las que en 1966 le fue concedido el Premio Nobel. Exiliada en Suecia desde 1940, fue consciente de que el martirio de su pueblo era el legado de su escritura, dando voz a las víctimas del Holocausto. Desde su primer libro, En las moradas de la muerte, se hace material el sufrimiento y la persecución en su más objetiva crueldad, en el dolor agudizado de imágenes trascendidas. Sus raíces están en la imaginería bíblica, la mística y la tradición cabalística judías, otorgándoles nuevos significados gracias al poder expresionista de un preciso lenguaje. Su obra cumple sucesivas etapas en ese "viaje a la transparencia" como destino absoluto, encontrando novedosas relaciones de motivos expresivos hasta descubrir los más ocultos significados. A pesar de su condición de poeta del Holocausto, sus libros ofrecen una visión universal del sufrimiento humano, como manifiestan sus últimos poemas: "tragando polvo / y con el aire midiendo / el universo". La palabra descarnada alcanza la modestia del silencia, que es la paz perfecta del alma: "Nosotros plantamos aquí humildad". Es la comunidad de voces del "coro de los salvados", la fe en la fuerza purificadora de la lengua. El poema casi como un rezo, una plegaria ofrecida a "Vosotros muertos míos / Vuestros sueños se han quedado huérfanos / La noche ha cubierto las imágenes / Volando en cifras vuestro lenguaje canta". Libre de colores violentos y figuras distorsionadas, impone un tono pausado y sostenido, de sorprendente y cadenciosa meditación, conjurando sin odio el espanto. Un lenguaje visionario y simbólico, transparente. El dolor como argumento visible del perdón gracias a la santidad de las palabras. Encomiable la traducción y edición de José Luis Reina Palazón, cuyas versiones transforman, como en los originales, la "arena en música".

Antonio Ortega

16 de marzo de 2009

Birago Diop: "Cuentos del Sahel" (por Anna Rossell)

Birago Diop: "Cuentos del Sahel" (por Anna Rossell)
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Presentación del libro de Birago Diop, Cuentos del Sahel (por Anna Rossell)Etiquetas:

PRESENTACIÓN DEL LIBRO: Birago Diop, Cuentos del Sahel, trad. de Laura-Remei Martínez-Buitrago, Prefacio de Léopold Sédar Senghor, Takusan Ediciones (Colección Horizonte), Barcelona, 2006
Título original: Les nouveaux contes d’Amadou Koumba, ed. Présence africaine, Paris, 1958(Viernes, 1 de diciembre de 2006)

por Anna Rossell

Debo agradecer a mi amigo Sidi Seck, de Takusan Ediciones, la oportunidad que me ha brindado de presentar este libro, en primer lugar porque me honra celebrar con él y con todos ustedes la primera traducción al español de un autor que cumple conocer y cuya forzada y clamorosa ausencia de los anaqueles de nuestras librerías y bibliotecas ha sido -hasta ahora- verdaderamente lamentable. Que yo sepa sólo existe, desde el año 2003, un libro con la rúbrica de este autor, traducido al catalán, que publicó la editorial Maikalili bajo el título de Contes de la sabana africana. Debemos congratularnos pues por tener el privilegio de asistir al acto que nos da la oportunidad de conocer a este autor en español, del que esperamos se siga a partir de ahora la traducción de toda su obra, que, no por discreta en número, es menos merecedora de ser difundida entre nosotros. Y puesto que Birago Diop era aquí hasta ahora un nombre prácticamente desconocido, empezaré mi presentación dedicando unas palabras a su persona, a modo de introducción, y pasaré luego a referirme concretamente al libro que nos ocupa.

Birago Diop nació en Dacar –Senegal- el año 1906 en el seno de una familia de la etnia wolof y murió en 1989. Estudió veterinaria en Toulouse y ejerció su profesión en diversos países de África occidental: en Sudán, Costa de Marfil, Alto Volta, Mauritania y Senegal. En los años sesenta, cuando Senegal obtuvo la independencia, se dedicó a la diplomacia y fue embajador en Túnez. Se asoció al movimiento de la negritud –movimiento que se inició ya en los años 30 a partir de artistas africanos residentes en Europa y que tuvo como objetivo luchar contra la colonización cultural, reivindicando la recuperación de lo auténticamente africano- y conoció a su principal impulsor Léopold Sédar Senghor. La escritura de Diop es de expresión francesa y reivindica la literatura africana tradicional, lo cual se refleja en su trabajo como recopilador de cuentos de transmisión oral, aunque no sólo en tanto que recopilador-escritor de cuentos. Su obra, si bien no es muy numerosa, tiene la peculiaridad de haber cristalizado en registros literarios tan diversos como el cuento, la fábula, la poesía, el teatro y las memorias; éstas últimas forman cinco volúmenes, que por las características que reúne su autor -personaje cultivado, observador, sensible y buen escritor, que ejerció su profesión como veterinario y como diplomático en cinco países de África occidental-, son de especial interés desde el punto de vista de diversas disciplinas.

Muy especialmente me ha impresionado de él un poema que me gustaría leerles aquí, como una pequeña muestra -muy pequeña- de la calidad que alcanza Diop, también como poeta. Si bien la traducción, y mucho más tratándose de poesía, acostumbra a ser sólo un pálido reflejo del original, espero hacerles llegar con estos versos una intuición de la musicalidad, del ritmo, de algunos juegos lingüísticos, de algunas de las connotaciones inherentes a las palabras francesas que él elige sopesadamente, de la profundidad del sentimiento, del sentido convencimiento que las impulsa y de lo que dice y nos sabe transmitir sin obstáculo alguno desde la esencia más medular de su africanidad a la esencia más íntima de nuestra europeidad, la de nuestros románticos y nuestros filósofos panteístas. Para hacerse una idea cabal de lo que acabo de decir recomiendo encarecidamente que visiten ustedes la página web dedicada al autor que se encuentra fácilmente con el buscador google y en la que, si lo desean, podrán escuchar la impresionante voz del propio autor recitando este mismo poema en la lengua original. Entender o no el francés es, en este caso, lo de menos.
La traducción que leeré ahora es mía, pero he partido de una versión de Verónica Pereyra, que se encuentra en esta página web. Dice así:

El aliento (Título original: Les souffles)

Escucha mucho más
Las cosas que a los seres,
La voz del fuego se oye,
Oye la voz del agua,
Escucha en el viento el sollozo del zarzal:
Es el aliento de los ancestros.
Los muertos nunca se fueron:
Están en la sombra que clarea
Y en la sombra más oscura,
Los muertos no están bajo tierra:
Están en el árbol que se estremece,
Están en la madera que cruje,
Están en el agua que fluye,
Están en el agua que duerme,
Están en la choza, están en la gente:
Los muertos no están muertos.
Escucha mucho más
Las cosas que a los seres,
La voz del fuego se oye,
Oye la voz del agua,
Escucha en el viento
El sollozo del zarzal:
Es el aliento de los ancestros muertos,
Que no se han ido,
Que no están bajo tierra,
Que no están muertos.
Los muertos nunca se fueron:
Están en el seno de la mujer,
Están en el niño que llora
Y en el ascua que se aviva:
Los muertos no están bajo tierra,
Están en el fuego que se extingue,
Están en el hierbal que llora,
Están en el peñón que gime,
Están en el bosque, están en la morada,
Los muertos no están muertos.
Escucha mucho más
Las cosas que a los seres,
La voz del fuego se oye,
Oye la voz del agua,
Escucha en el viento
El sollozo del zarzal,
Es el aliento de los ancestros.
Él renueva cada día el pacto,
El gran pacto que une,
Que une para siempre nuestra suerte
A los actos de alientos más fuertes,
A la suerte de nuestros muertos, que no están muertos,
Oneroso pacto que nos une a la vida,
La onerosa ley que nos une a los actos
De los alientos que se mueren
En la cama y en las orillas del río,
Los alientos que se mueven
En el peñón que gime y en el hierbal que llora.
Los alientos que moran
En el juego claroscuro de la sombra,
En el árbol que se agita, en la madera que cruje,
Y en el agua que fluye y en el agua que duerme,
Los alientos más fuertes, que transportan
El aliento de los muertos, que no están muertos,
Los muertos, que no se han ido,
Los muertos, que ya no están bajo tierra.
Escucha mucho más
Las cosas que a los seres,
La voz del fuego se oye,
Oye la voz del agua,
Escucha en el viento
El sollozo del zarzal,
Es el aliento de los ancestros.

http://neveu01.chez-alice.fr/birasouf.htm

Les souffles (versión original)

Ecoute plus souvent
Les choses que les êtres
La voix du feu s’entend,
Entends la voix de l’eau.
Ecoute dans le vent le buisson en sanglots:
C’est le souffle des ancêtres.
Ceux qui sont morts ne sont jamais partis:
Ils sont dans l’ombre qui s’éclaire
Et dans l’ombre qui s’épaissit.
Les morts ne sont pas sous la terre:
Ils sont dans l’arbre qui frémit,
Ils sont dans le bois qui gémit,
Ils sont dans l’eau qui coule,
Ils sont dans l’eau qui dort,
Ils sont dans la case, ils sont dans la foule:
Ecoute plus souvent
Les choses que les êtres
La voix du feu s’entend,
Entends la voix de l’eau.
Ecoute dans le vent
Le buisson en sanglots:
C’est le souffle des ancêtres morts,
Qui ne sont pas partis
Qui ne sont pas sous la terre
Qui ne sont pas morts.
Ceux qui sont morts ne sont jamais partis:
Ils sont dans le sein de la femme,
Ils sont dans l’enfant qui vagit
Et dans le tison qui s’enflamme.
Les morts ne sont pas sous la terre:
Ils sont dans le feu qui s’éteint,
Ils sont dans les herbes qui pleurent,
Ils sont dans le rocher qui geint,
Ils sont dans la forêt, ils sont dans la demeure,
Les morts ne sont pas morts.
Ecoute plus souvent
Les choses que les êtres
La voix du feu s’entend,
Entends la voix de l’eau.
Ecoute dans le ventLe buisson en sanglots,
C’est le souffle des ancêtres.
Il redit chaque jour le pacte,
Le grand pacte qui lie,
Qui lie à la loi notre sort
Aux actes des souffles plus forts,
Le sort de nos morts qui ne sont pas morts,
Le lourd pacte qui nos lie à la vie.
La lourde loi qui nous lie aux actes
Des souffles qui se meurent
Dans le lit et sur les rives du fleuve,
Des souffles qui se meuvent
Dans le rocher qui geint et dans l’herbe qui pleure.
Des souffles qui demeurent
Dans l’ombre qui s’éclaire et s’épaissit,
Dans l’arbre qui frémit, dans le bois qui gémit
Et dans l’eau qui coule et dans l’eau qui dort,
Des souffles plus forts qui ont pris
Le souffle des morts qui ne sont pas morts,
Des morts qui ne sont pas partis,
Des morts qui ne sont plus sous la terre.
Ecoute plus souvent
Les choses que les êtres
La voix du feu s’entend,Entend la voix de l’eau.
Le buisson en sanglots,
C’est le souffle des ancêtres.

Hasta aquí la breve introducción a la persona de Birago Diop. Me referiré ahora al libro concreto que presentamos esta noche:Ya he aludido antes al autor como recopilador-escritor de cuentos de transmisión oral. Este volumen, Cuentos del Sahel, reúne un conjunto de fábulas y cuentos que no son exactamente originales de Diop, sino historias transmitidas oralmente a través de generaciones que Birago Diop escuchó de boca del griot Amadou, hijo de Koumba, a quien el autor considera su maestro. Si bien Diop se presenta como un mero traductor de las palabras de Amadou Koumba, Léopold Sédar Senghor afirma en el prefacio que ello debe de ser por modestia, porque –y cito a Sédar Senghor- “Diop no se contenta con una traducción literal palabra por palabra [...], los relatos del griot, él los ha repensado y escrito como artista negro y francés al mismo tiempo, sin olvidar que traduttore traditore.” Así pues Diop no se limita simplemente a verter al francés lo que escucha en lengua wolof de Amadou Koumba, sino que aporta detalles de su propia cosecha, quita de aquí y pone allá y le da el toque estilístico personal que lleva el sello de la pluma de quien fija a través de su propia escritura una tradición ancestral.Este libro, además del prefacio introductorio de Sédar Senghor, reúne en 152 páginas 13 fábulas y cuentos de una región de África occidental subsahariana denominada Sahel, un área geográfica que, limítrofe por el norte con el sur del Sáhara, se extiende horizontalmente de izquierda a derecha del continente africano –desde el Atlántico hasta el Nilo Blanco-, dibujando una franja bien delimitada, que implica Mauritania, Senegal, Mali, Guinea, Burkina Faso, Níger, Nigeria, Camerún, Chad y Sudán y que históricamente es la cuna de algunos de los grandes imperios medievales africanos como el de Ghana o el de Mali. Esta recopilación de cuentos, ya en sí meritoria como pequeño homenaje a la oralidad y compendio de antiquísimas historias provenientes de una zona culturalmente bien delimitada, tiene además la virtud de estar escrita con una prosa fresca, fluida, simpática no exenta de humor que la hace apetecible al lector desde el principio hasta el final. Quien en sus páginas espere encontrar lejanías exóticas, planteamientos de problemáticas ajenas por incomprensibles o situaciones rayanas en los límites de su imaginación se verá profundamente defraudado (quien avisa no es traidor). Porque, en lugar de ello, se paseará por un mundo que, contrariamente y aun sin ser su propio mundo, le resultará extraordinariamente familiar: asistirá a las aventuras de personajes humanos –hombres, mujeres y niños- que conviven con Bouki-la-Hiena, Gayndé-el-León, Sègue-la-Pantera, Thile-el-Chacal, Leuk-la-Liebre, Nièye-el-Elefante, Bèye-la-Cabra, Thioye-el-Loro, N’Djougoupe-el-Murciélago o Golo-el-mono, se encontrará con sombras de estatuas que se transforman en hombres de la eterna juventud, árboles que hablan y dan consejos y galletas que conversan, luchan y se persiguen... Escuchará a personajes malos que, como en nuestras recopilaciones de los hermanos Grimm o de Andersen exclamarán “Aquí huele a carne humana”, se topará con quienes deben recibir merecido castigo por irse de la lengua, con maleducados que no saben guardar las formas a la mesa de un anfitrión e infringen las reglas de una urbanidad también muy nuestra y con madrastras que, como en la cenicienta, acabarán mal sus días por maltratar y explotar a su hijastra. Y sólo he hecho un brevísimo repaso de los contenidos. También desde el punto de vista formal se observa asombroso parecido con las fábulas más rancias de la tradición europea. Y es que cuanto más leemos y conocemos de literaturas culturalmente ubicadas en las geografías más lejanas, más nos vemos obligados a concluir que la naturaleza humana vierte en un crisol de materiales obligadamente comunes, por humanos, sus fantasías, sus deseos, sus mitos y sus utopías, y en ello precisamente estriba lo universal del material literario, al tiempo que hace de una literatura determinada un clásico universal. Y, a pesar de ello, con todo lo común, lo que nos resulta cercano y resuena a nuestros oídos como un eco, con todo lo parental y familiar, ¡cómo nos enriquecen los matices, cómo gozamos entonces de las diferencias, de lo que nos envuelve en un mundo a la vez conocido y sorprendente...!Al igual que los nuestros europeos, estas fábulas y cuentos tienen la prerrogativa de apelar a la imaginación y a la inteligencia de mayores y pequeños, de jóvenes y no tan jóvenes; no van dirigidas a un público exclusivamente infantil. Al contrario, se trata de historias que, por la función educadora y de cohesión social que se proponen, invocan y convocan a toda la sociedad y hacen el deleite de cualquiera, incluso si uno, aprovechando sólo al mínimo las posibilidades del texto, las lee exclusivamente para sí. Y digo esto porque Birago Diop, seguramente siguiendo la tradición de la oralidad con que estas historias se han narrado durante siglos para el oído y la vista de los reunidos alrededor del griot, subraya con recursos formales la fuerza teatral que contienen y sugiere con naturalidad su puesta en escena: así cada una de estas narraciones invita a no ser simplemente narrada, sino a la interpretación, a los cambios de registro, de voces, de muecas y de gesticulación, a la metamorfosis camaleónica en los distintos personajes por parte del narrador que, de este modo, consigue atraer aún más la atención de su público y trasladarlo a su universo fantástico. Un buen abanico de recursos estilísticos facilita esta escenificación teatral de los textos, incluso en la versión ya más clásica para el público europeo de una supuesta puesta en escena con los correspondientes actos y papeles dramáticos: la increíble matización de caracteres en la rica palestra de personajes que despliegan, la estructura formal -en la mayoría de los casos bien diferenciada- que, exenta sin embargo de rigidez, permite desglosar el texto en una introducción, un desarrollo y una moraleja, y el reto que representa trasladar a un escenario el universo abstracto, fabuloso –mítico- que proponen. Y quiero subrayar aún otra cualidad -en este caso seguro que debida exclusivamente al genio y al ingenio personal de Birago Diop- y es la manera integradora con que el autor sabe dirigirse a la vez a un público africano-wolof y a uno europeo-francés (o, en su traducción, también al de cualquier otro idioma) jugando como lo hace con ambas lenguas -en las cancioncillas que constantemente van salpicando los textos por ejemplo-, haciéndolas convivir, traduciendo de una a la otra pero como si de una sola lengua se tratara, o bien ingeniándoselas para que, sin necesidad de la traducción –a través de la estrategia de la repetición- el lector o el oyente-espectador sea capaz de entender sin darse prácticamente ni cuenta de que le han cambiado el código.No puedo sino felicitar, y felicitarme a mí como lectora- a Takusan Ediciones por brindarnos este regalo y en tan oportuno momento, ahora que se celebra el centenario del nacimiento de Birago Diop. Una editorial que, en su corta existencia, está dando sobradas y evidentes muestras de la vocación que tiene: llenar vacíos que claman al cielo, ofrecer a los lectores los tesoros que lo son por doble razón: por su calidad y porque no se encuentran, una editorial que contribuye con ello a la difusión de un conocimiento que representa un enorme enriquecimiento cultural y una indispensable plataforma para el diálogo entre las culturas. Como decía Juan Goytisolo al concluir la conferencia que dio el pasado martes en la Biblioteca de Cataluña con motivo de la presentación de otro libro Diàlegs sense fronteres, "en lo universal siempre hay que sumar, nunca, nunca restar".

Anna Rossell (Viernes, 1 de diciembre de 2006)

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15 de marzo de 2009

Hans Magnus Enzensberger, Josefine y yo (por Anna Rossell)



CONVERSACIONES DESIGUALES, Trad. de Richard Gross. Anagrama, Barcelona, 2008, 158 págs.


Anna Rossell


“¿Qué impulsa a la gente a interesarse tanto por Josefina? Problema tan difícil de resolver como el del canto de Josefina, y estrechamente relacionado con él”. Esta es la cuestión que se plantea el ratón narrador del cuento de Kafka, Josefine, la cantora o el pueblo de los ratones, una parábola sobre la relación dialéctica entre el artista y su público. Hans Magnus Enzensberger (Kaufbeuren, Baviera, 1929) se inspira en la pregunta nuclear de este texto kafkiano para seguir fabulando sobre el personaje de Josefine y sobre el nexo entre ella y su admirador. El relato -en forma de anotaciones de diario que abarcan el espacio temporal de un año (de septiembre de 1990 a septiembre de 1991)- compendia las conversaciones mantenidas a lo largo de este tiempo por una anciana burguesa y un solitario economista treintañero, Joachim, dedicado a su rutina profesional y a la escritura de poemas en su tiempo libre. La vieja dama, que recuerda en cierto modo la de la obra teatral de Dürrenmatt, excéntrica ex cantante supuestamente afamada y tres veces casada, convive en un viejo caserón, reflejo deslucido de la vieja gloria, con Fryda, una fiel sirvienta judía de ascendencia polaca, con la que mantiene una recíproca relación de tiranía y amistad. Un incidente inicial, el frustrado robo del bolso de la dama en una calle de Berlín gracias a la intervención de un transeúnte, Joachim, sirve de excusa algo forzada para hacer confluir a los dos personajes. Como agradecimiento la dama invitará al joven a tomar el té en su casa, un ritual que se repetirá a partir de este momento todos los martes hasta la muerte de Josefine.Al igual que la historia del escritor de Praga, que alude en el título al cuento del flautista de Hamelín, el encantador de ratas, el relato de Enzensberger pretende ser una indagación más amplia acerca de las razones que sostienen cualquier relación entre un líder y sus seguidores en general. A juzgar por las conversaciones que mantienen estos dos improvisados amigos, la intención de Enzensberger es, además, pasar revista a una amplia gama de temas de la vida moderna, fenómenos de la sociedad de masas, cotidianos y no tan cotidianos, como la publicidad, la moda, la probable reelección del canciller Kohl, el dinero, el progreso o la guerra de Irak. A quien conozca la trayectoria de Enzensberger no puede extrañar que el autor construya un personaje que llame a cada cosa por su nombre, guste o no guste a quien lo oiga. Así su vieja dama, de ademán déspota aunque de fondo tierno, niña de los ojos del autor, es una descarada, de absoluta incorrección política, que dispara las verdades a bocajarro, tal como las piensa y siente, y deja fuera de combate a su interlocutor, a quien deslumbra y anonada por la contundente seguridad y clarividencia de cada una de sus sentencias. Sin embargo, y como puede inferirse de la desigual naturaleza de los personajes, la guerra dialéctica que sostienen no reviste profundidad filosófica alguna. Precisamente de esto se trata. Enzensberger parece proponerse como único objetivo decir lisa y llanamente que hay cosas que saltan a la vista, que son sencillas sin más, y que quien le da vueltas a la tuerca es un hipócrita, esconde algún interés o sucumbe a la música del flautista de turno dejándose llevar por su debilidad de carácter. Desde luego el relato del autor alemán sigue teniendo su sello, pero dista mucho de la seriedad que revisten las obras de todo género que caracterizan al penetrante y concienzudo Enzensberger, ganador de tantos y merecidos galardones. En consonancia con la tesis que propugna, la obra no puede ser de calado intelectual ni lo pretende, prueba de ello la constituye la sintomática ausencia en las conversaciones de Josefine y Joachim del tema de la reunificación alemana, a la que no se hace siquiera alusión, precisamente en el año 1991. Con Josefine y yo Enzensberger se ha permitido un divertimento sin complicaciones, un paseo por una galería temática variopinta que entretiene por la desenvoltura y agilidad de su desenfadada prosa, de registro predominantemente deslenguado, que sabe mantener bien la traducción, y la ligereza y la simplicidad del argumento, armado en una estructura igualmente sencilla. Se lee de un tirón este relato exento de complicación, pero no de humor agudo, que a menudo proporciona al lector el secreto y hondo placer de escuchar de la boca de la irreverente dama, al menos por una vez, lo que él, como tantos otros, íntimamente piensa y por falso pudor no se atreve a manifestar.


(En: Quimera. Revista de Literatura)

Hans Magnus Enzensberger, Josefine y yo (por Anna Rossell)

Hans Magnus Enzensberger, Josefine y yo (por Anna Rossell)
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CONVERSACIONES DESIGUALES, Trad. de Richard Gross. Anagrama, Barcelona, 2008, 158 págs.

Anna Rossell

“¿Qué impulsa a la gente a interesarse tanto por Josefina? Problema tan difícil de resolver como el del canto de Josefina, y estrechamente relacionado con él”. Esta es la cuestión que se plantea el ratón narrador del cuento de Kafka, Josefine, la cantora o el pueblo de los ratones, una parábola sobre la relación dialéctica entre el artista y su público. Hans Magnus Enzensberger (Kaufbeuren, Baviera, 1929) se inspira en la pregunta nuclear de este texto kafkiano para seguir fabulando sobre el personaje de Josefine y sobre el nexo entre ella y su admirador. El relato -en forma de anotaciones de diario que abarcan el espacio temporal de un año (de septiembre de 1990 a septiembre de 1991)- compendia las conversaciones mantenidas a lo largo de este tiempo por una anciana burguesa y un solitario economista treintañero, Joachim, dedicado a su rutina profesional y a la escritura de poemas en su tiempo libre. La vieja dama, que recuerda en cierto modo la de la obra teatral de Dürrenmatt, excéntrica ex cantante supuestamente afamada y tres veces casada, convive en un viejo caserón, reflejo deslucido de la vieja gloria, con Fryda, una fiel sirvienta judía de ascendencia polaca, con la que mantiene una recíproca relación de tiranía y amistad. Un incidente inicial, el frustrado robo del bolso de la dama en una calle de Berlín gracias a la intervención de un transeúnte, Joachim, sirve de excusa algo forzada para hacer confluir a los dos personajes. Como agradecimiento la dama invitará al joven a tomar el té en su casa, un ritual que se repetirá a partir de este momento todos los martes hasta la muerte de Josefine.Al igual que la historia del escritor de Praga, que alude en el título al cuento del flautista de Hamelín, el encantador de ratas, el relato de Enzensberger pretende ser una indagación más amplia acerca de las razones que sostienen cualquier relación entre un líder y sus seguidores en general. A juzgar por las conversaciones que mantienen estos dos improvisados amigos, la intención de Enzensberger es, además, pasar revista a una amplia gama de temas de la vida moderna, fenómenos de la sociedad de masas, cotidianos y no tan cotidianos, como la publicidad, la moda, la probable reelección del canciller Kohl, el dinero, el progreso o la guerra de Irak. A quien conozca la trayectoria de Enzensberger no puede extrañar que el autor construya un personaje que llame a cada cosa por su nombre, guste o no guste a quien lo oiga. Así su vieja dama, de ademán déspota aunque de fondo tierno, niña de los ojos del autor, es una descarada, de absoluta incorrección política, que dispara las verdades a bocajarro, tal como las piensa y siente, y deja fuera de combate a su interlocutor, a quien deslumbra y anonada por la contundente seguridad y clarividencia de cada una de sus sentencias. Sin embargo, y como puede inferirse de la desigual naturaleza de los personajes, la guerra dialéctica que sostienen no reviste profundidad filosófica alguna. Precisamente de esto se trata. Enzensberger parece proponerse como único objetivo decir lisa y llanamente que hay cosas que saltan a la vista, que son sencillas sin más, y que quien le da vueltas a la tuerca es un hipócrita, esconde algún interés o sucumbe a la música del flautista de turno dejándose llevar por su debilidad de carácter. Desde luego el relato del autor alemán sigue teniendo su sello, pero dista mucho de la seriedad que revisten las obras de todo género que caracterizan al penetrante y concienzudo Enzensberger, ganador de tantos y merecidos galardones. En consonancia con la tesis que propugna, la obra no puede ser de calado intelectual ni lo pretende, prueba de ello la constituye la sintomática ausencia en las conversaciones de Josefine y Joachim del tema de la reunificación alemana, a la que no se hace siquiera alusión, precisamente en el año 1991. Con Josefine y yo Enzensberger se ha permitido un divertimento sin complicaciones, un paseo por una galería temática variopinta que entretiene por la desenvoltura y agilidad de su desenfadada prosa, de registro predominantemente deslenguado, que sabe mantener bien la traducción, y la ligereza y la simplicidad del argumento, armado en una estructura igualmente sencilla. Se lee de un tirón este relato exento de complicación, pero no de humor agudo, que a menudo proporciona al lector el secreto y hondo placer de escuchar de la boca de la irreverente dama, al menos por una vez, lo que él, como tantos otros, íntimamente piensa y por falso pudor no se atreve a manifestar.

(En: Quimera. Revista de Literatura)

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Heinrich Böll, El honor perdido de Katharina Blum (por Anna Rossell)

Heinrich Böll, El honor perdido de Katharina Blum (por Anna Rossell)
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UN ESTUDIO SOBRE LA VIOLENCIA

EL HONOR PERDIDO DE KATHARINA BLUM O CÓMO SURGE LA VIOLENCIA Y ADÓNDE PUEDE CONDUCIR, Trad. de Helene Katendahl. Trad. del epílogo de Bárbara Serrano. Seix Barral, Barcelona, 2007, 154 págs.

Anna Rossell

Heinrich Böll (Colonia, 1917-Colonia, 1985) fue el último de los escritores alemanes occidentales que desde los primeros años de la posguerra hasta su muerte representó la voz de la otra Alemania, aquella que pasó revista con ojo crítico a todos y cada uno de los momentos de la reconstrucción social y política del país después del nacionalsocialismo y de la guerra. Su literatura retrata con distante ironía, de modo pormenorizado, ambientes de un tiempo y una geografía íntimamente ligados a su entorno más directo, y sin embargo es a la vez universal. El honor perdido de Katharina Blum vuelve a dar fe de esta trayectoria. Este relato, publicado por primera vez en 1974 en el semanario Spiegel, fue el producto de la tensión que desencadenaron los métodos de persecución policial de los miembros de la RAF, la guerrilla urbana de extrema izquierda que en los años setenta del siglo pasado sembró el terror en Alemania occidental en nombre del antiimperialismo. Los asesinatos y atentados perpetrados por el grupo así como la actuación de la policía para acabar con ellos propiciaron un clima de tensión antes desconocido en Alemania y desencadenaron una fuerte polémica acerca de la violencia. La historia de Katharina Blum surgió como reacción del autor al acoso a que se vio sometido por parte del diario amarillo Bild-Zeitung, que en 1971 y 1972 había publicado artículos que le acusaban de simpatizar con la RAF. Cuando los manipuladores de la opinión pública tildan directamente de terrorista a quien critica a los órganos de seguridad del Estado por sus prácticas abusivas para combatir el terrorismo un gran peligro se cierne sobre la democracia, cuya buena salud tanto depende del buen periodismo. Böll, difamado como simpatizante del terrorismo y comparado con Goebbels en las páginas del Bild-Zeitung, vivió en carne propia las consecuencias del periodismo amarillo hasta el punto de que el día de la detención de Baader, uno de los fundadores de la RAF, la policía llegó a cercar su vivienda. El autor, que atento siempre a la contradicción humana y a los comportamientos deshonestos, abominaba de la hipocresía individual y social, por lo que se ganó merecidamente la fama de moralista, no podía dejar pasar la oportunidad de mostrar cómo surge la violencia y adónde puede conducir, como reza el subtítulo del relato. Con la historia del personaje ficticio de Katharina Blum, Böll pone al descubierto cómo el poder manipulador de un periodismo sensacionalista y sin escrúpulos consigue hundir el honor de la más inocente de las criaturas hasta el punto de llevarla a cometer homicidio movida precisamente por la condición sencilla y transparente de su naturaleza. A Katharina, una mujer joven de clase media, trabajadora e íntegra, se le transforma la vida a partir del día en que, en una fiesta de carnaval, conoce al hombre de su vida, un prófugo, Ludwig, que huye de la justicia por deserción y robo de dinero al ejército. Su amor es correspondido y empieza así un idilio que será el comienzo de su desgracia. Por amor Blum incurre en el delito de ayudar a escapar a Ludwig, al que además facilitará la segunda vivienda de un acosador suyo que, contra su voluntad, le ha dejado la llave. Lo demás vendrá rodado: el Bild-Zeitung transforma una vida honrada y sin complicaciones en una existencia de moral dudosa y de ascendencia más que sospechosa. Katharina acabará encarcelada por asesinato, perderá a su madre y a sus amigos, que sucumben al envenenamiento de la noticia fácil. Adelantándose a sus detractores, de derechas y de izquierdas, en el epílogo que escribió diez años después de la primera publicación para una reedición del libro, Böll llamó irónicamente „panfleto“ a su relato, un relato cuya vigencia sigue tristemente en boga. Lejos de ser un panfleto, la historia de Katharina es una narración lúcida que, a modo de artículo periodístico a la contra del que combate, desenmascara los mecanismos que generan la violencia cuando ésta se ejerce con la supuesta intención de combatirla.

(En: Quimera. Revista de Literatura)

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Joseph Roth, Job / La rebelión (por Anna Rossell)



NARRATIVA UNIVERSAL CENTROEUROPEA


Joseph Roth, Job, Trad. de Berta Vias Mahou. Acantilado. Barcelona, 2007. 218 págs.


Joseph Roth, La rebelión, Trad. de Feliu Formosa. Acantilado. Barcelona, 2008. 148 págs.


Anna Rossell


Los grandes acontecimientos históricos han sido siempre fuente de inspiración para la literatura. Hay en ellos material épico abundante para fabular e inmortalizar hechos y ambientes que mantienen vivo su recuerdo. Sin embargo no abundan los autores capaces de captar sus entresijos, de leer en los repliegues de la historia y plasmarlos con la sensibilidad necesaria para que resulten cercanos. Son escasos los que logran no simplemente hacerlos entender, sino comprender. Únicamente lo consiguen quienes, más allá de la mera descripción de los hechos, encuentran el lenguaje para describir con sutileza y profundidad sus consecuencias para los seres humanos involucrados en ellos. Joseph Roth pertenece a este linaje. El es uno de los más grandes representantes de la literatura centroeuropea en lengua alemana de principios del siglo XX. El supo retratar como ningún otro el desmoronamiento del imperio austro-húngaro. Nacido en 1894 en Brody -Galicia del este, centro-Europa-, austriaco de ascendencia judía, fue uno de los autores de la llamada generación perdida europea. Coetáneo de Stefan Zweig y como él, y a diferencia de tantos otros, nada entusiasta de la Gran Guerra, participó finalmente en ella y después de la contienda se vio obligado a interrumpir sus estudios para sobrevivir. Puede decirse que fue escritor en el más amplio sentido de la palabra, pues se dedicó tanto al periodismo, en el que cultivó toda clase de géneros (reportaje, glosa, crítica teatral, cinematográfica y literaria), como a las bellas letras, y muchos valoran tanto la alta calidad de sus trabajos periodísticos como su obra más estrictamente literaria. Es magistral su dominio de la pluma y poseía un desarrollado sentido del olfato para anticiparse a los acontecimientos: su novela La tela de araña (1923) es una detallada descripción del advenimiento y la intrincada construcción del nacionalsocialismo diez años antes de la subida de Hitler al poder. A estas cualidades hay que añadir su sagacidad y la precisión de su escritura periodística, que lo sitúan a la altura de contemporáneos suyos de tanto renombre como Egon Erwin Kisch y Kurt Tucholsky. Roth, que trabajó para los periódicos más importantes de la época y firmaba sus colaboraciones para el diario socialista Vorwärts con el sobrenombre de Joseph el rojo, ejerció la crítica político-social y arremetió contra los políticos reaccionarios de su tiempo. Autor de cuantiosas novelas, la mayoría de ellas traducidas al español, su fama comenzó a extenderse sobre todo a partir de La marcha de Radezky (1932). A través del devenir de varias generaciones de la familia Trotta, Roth transmite en ella una visión panorámica del canto del cisne de la monarquía de los Habsburgo, saga cuyos avatares retomó en La cripta de los capuchinos (1938). El tono especialmente melancólico de su escritura a partir de 1926 -año en que viajó a la URSS como corresponsal- da idea del cambio de rumbo que, por desencanto, sufrió su ideología de tendencia socialista, que se tornó en nostalgia de la época monárquica. Como su coetáneo Zweig, veía en aquel pasado un tiempo glorioso que había sabido unir nacionalidades y culturas diversas, un momento álgido de cosmopolitismo cultural perdido para siempre. Pero Roth conservó la mirada lúcida y penetrante que ve en la humildad y el sufrimiento del menos favorecido un reflejo de las condiciones sociales y políticas que rigen su destino. La andadura de sus personajes es la que habla de la verdadera historia, no hay otra. El realismo de su prosa se nutre de su capacidad para la observación y la descripción sensible de lo minucioso. El universo que sale de su pluma es el de las personas de carne y hueso que transportan al lector al ambiente que las envuelve y le sumergen irrefrenablemente en él. En La rebelión (1924) viajamos al escenario vienés de la primera posguerra mundial y acompañamos a Andreas Pum en sus esfuerzos cotidianos por rehacer su vida. Pum es un ex combatiente inválido que ha visto recompensados sus servicios a la causa con una condecoración y una licencia para tocar el organillo por las calles. Todo en la novela gira en torno a este personaje. El constituye el eje a partir del cual Roth desgrana el desencanto sufrido por tantos otros como él, gente sencilla, ávida de calidez humana. Su ingenua naturaleza le permite creer firmemente en el orden del mundo y en Dios, en el gobierno y en las leyes, y a despreciar a quienes se desmarcan de su manto supuestamente protector. Su condecoración y su licencia le llenan del inocente orgullo que sustenta su fe en los hombres y el futuro. Pero la insensible frialdad de aquellos que han rehecho su vida como si la guerra no hubiera significado más que un breve e incómodo paréntesis, la crueldad de quienes se arriman al sol que más calienta a costa de lo que sea y de quien sea y sobre todo la sinrazón de los mecanismos de una burocracia que no sirve al individuo sino que lo pone absurdamente a su servicio, le irán convirtiendo en un opositor, un rebelde como los que él antes despreciaba. Aunque en un registro narrativo muy distinto del de Kafka, Roth, como el escritor de Praga, retrata un mundo en el que la burocracia y la corrupción determinan el destino del individuo como antes lo hiciera Dios. La vida de Andreas Pum, como la de K. en El Proceso, transcurrirá y se apagará, víctima de este omnipotente desatino. Roth es el escritor de los más desfavorecidos, el narrador de mundos que se vienen abajo. También en Job (1930) describe una biografía triste. También Job es la historia de un desencanto. La novela narra la andadura de una humilde familia judía de Zuchnow, una pequeña localidad por aquel entonces rusa. En el protagonista Mendel Singer el autor recrea la historia de Job. Como el personaje bíblico, también Mendel Singer es un hombre piadoso y recto, que confía plenamente en el Dios bondadoso y cree ciegamente en el sentido oculto de los designios divinos. La modesta vida que le permite llevar su sueldo de maestro, con el que debe alimentar a su mujer Deborah y a su descendencia, transcurre con cierta tranquilidad hasta el nacimiento de su cuarto y último hijo, Menuchim. El benjamín de la familia es un niño tullido, que con su enfermedad sumirá a los padres en la tristeza más profunda. El infortunio de los Singer va en aumento al ser llamados a filas sus otros dos hijos varones y acaba de colmarse cuando su hija se entrega a sus amoríos con cosacos, amoríos que el padre desea cortar de raíz. La carta de uno de los hijos, que les informa de su deserción y de su nueva vida en los EEUU y les invita a seguirle llega en el momento justo. La familia emigra a América y deja atrás a Menuchim, al cuidado de una joven pareja. Estalla la guerra y las desgracias se suceden cayendo como una plaga sobre ellos: el hijo americano se alista voluntario y pierde la vida en la contienda, el otro sirve al zar y se da por desaparecido, la madre muere como consecuencia de la noticia y la hija enloquece. Como Andreas Pum contra el Estado y el gobierno, también Mendel Singer se rebela contra Dios. Le declara la guerra a un Dios desconsiderado e injusto al que acusa de cruel y de cebarse en los más débiles. Mendel Singer pierde su fe, deja de rezar, destierra a Dios de su corazón y abomina de Él. Su mundo interior se ha desmoronado. El final, feliz a pesar de todo, casi de cuento de hadas, no resta calidad al genio narrativo de Roth, cuya selecta pluma moldea al personaje con magistral sutileza y sabe hacer del lenguaje literario una exquisita herramienta. Salpicando el texto con notas de finísimo humor -evitando en todo momento el melodrama-, da vida a las emociones más inasequibles. Roth pone de manifiesto los recovecos más recónditos del alma de sus criaturas con la mera insinuación de un gesto, sabe captar y transmitir como nadie lo etéreo, lo sublime, lo inmaterial. Es el maestro de lo intangible.

(En: Quimera. Revista de Literatura, núm. 296 / 7, julio-agosto 2008, pp. 96-97)