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*por Anna Rossell
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Jorge Ibargüengoitia, Las muertas,
Joaquín Mortiz,
México, 2012, 156 págs.
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Fruto de la más
genuina tradición mexicana, esta novela de Jorge Ibargüengoitia (Guanajuato
–México, 1928; Madrid –España-, 1983), nos sumerge en el mundo cicatero de un
México que él conoce profundamente, la región que le vio nacer. Ubicada en los
estados de Michoacán y Guanajuato en los años sesenta del siglo pasado, el
autor pergeña una historia de venganza y enredo que entretiene e ilustra al
mismo tiempo. Con su habitual sentido del humor, tan propio, Ibargüengoitia nos
presenta como puro realismo lo que pudiera creerse un manido tópico de antiguas
películas del oeste mexicano. Sus
personajes, que ridiculiza con gran habilidad, son prototipos fruto de una
larga tradición histórica que reproduce caracteres vividores, naturales de un
México más actual de lo que muchos pudieran creer y desear. Hija del más rancio
acervo novelístico mexicano, como se echa de ver por el título –Las muertas-, glosa una historia de
disparate en la que la muerte es tan cotidiana como la misma vida y el enredo
sórdido, el gesto habitual para burlar la ley. La novela, que comienza con un
acto de venganza contra el panadero Simón Corona por parte de su examante
abandonada, perpetrado por tres hombres y la mujer ofendida en su panadería, se
despliega a partir de aquí en retrospectiva. Hacia atrás en el tiempo iremos
descubriendo las razones que llevaron a Serafina Baladro a maquinar el
desquite, así como las de los acompañantes a colaborar. Con este pretexto
conoceremos la vida de las madrotas Serafina Baladro y su hermana Arcángela, sabremos
de cómo medraron en el negocio de la prostitución fundando La Casa del Molino y el Casino
del Danzón, de cómo entra en acción el Capitán Bedoya y de las triquiñuelas
que organizan las protagonistas con sus protegidas
para salir airosas de los múltiples embrollos en los que se ven metidas.
Con el dislate y
el sarcasmo por consigna, Ibargüengoitia muestra una radiografía de un México
que, si bien tratado con jocosidad, no renuncia a la aspiración de crónica
objetiva, pues el narrador desaparece tras los testimonios de una larga
retahíla de personajes, que prestan declaración ante el Ministerio Público y
que dan cuenta de este modo de todos los pormenores desde el punto de vista de
cada uno. Así protagonistas y situaciones conforman cuadros a caballo entre el
grotesco realismo y el surrealismo, a medio camino entre la comedia y la
tragedia.
Ibargüengoitia es
prolífico autor de artículos periodísticos, obras y ensayos teatrales, cuentos
y novelas. Su novela Las muertas ha
sido llevada a la ópera por Enrique González-Medina con el título de Serafina y Arcángela.
© Anna Rossell
Publicado en: Un día es
un día. Ágora de arte Gramático, 12
de octubre de 2013: http://diariopoliticoyliterario.blogspot.com.es/2013/10/topografia-del-dolor-recension-de-anna.html
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