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Mirjam Pressler
Saludos y besos.
La extraordinaria historia de la familia de Ana Frank
Traducción de Marta Mabres Vicens
Debolsillo, Barcelona, 2010, 439 páginas
por Anna Rossell
No era tarea sencilla la empresa que Gerti Elias y Mirjam Pressler asumieron por encargo de la Fundación Fondo Ana Frank: escribir un libro que diera cuenta de la historia familiar de los Frank a partir del fabuloso hallazgo de unas seis mil cartas, fotos y otros documentos. Gerti Elias, esposa del primo de Ana Frank, que descubrió el legado en la buhardilla de la que fuera en los últimos tiempos la casa de referencia de la familia, en Basilea, promovió la idea. La dificultad era de doble naturaleza, pues atañe a la selección del material y al lenguaje literario: un material tan abundante exige un drástico y atinado criterio de selección –el que aplicó Gerti Elias, que entregó a Mirjam Pressler sólo quinientas de las cartas como base para el libro-. Por otro lado, la delicada decisión relativa al estilo narrativo del texto, que había de abordar el espinoso tema de la persecución y el exterminio judío a manos del nacionalsocialismo a partir del ejemplo de una familia, la de la adolescente Ana Frank. Hubiera sido fácil caer en la sensiblería y el sensacionalismo o derivar el tema hacia lo que no debía ser el centro de atención. Y ello sabe evitarlo sabiamente la autora, que encuentra un equilibrio casi imposible y mantiene en todo momento la mirada lúcida y serena hacia los acontecimientos que describe.
A partir de esta documentación, Mirjam Pressler (Darmstadt, 1940), galardonada autora de literatura infantil y juvenil y traductora al alemán del tristemente famoso Diario de Ana Frank, reconstruye la saga de una familia judía-alemana desde el siglo XIX hasta nuestros días. No es pues la historia de Ana, la niña judía que a la edad de trece años vivió con sus padres y su hermana mayor -desde finales de julio de 1942 hasta agosto de 1944- escondida en la parte trasera de los almacenes de la empresa donde trabajaba su padre en Ámsterdam para eludir la persecución nazi, el foco de atención, sino la de su ambiente. Así el libro se lee como el paradigma de la historia de una familia burguesa judía centroeuropea de los siglos XIX y XX desde su cotidianeidad y tiene la ventaja de acercarnos a la historia europea de estos convulsos años desde la perspectiva de quien más la sufrió haciéndonos partícipes de su discreta intimidad. Tomando como eje a tres personajes que remiten a Ana –la abuela Alice Frank, su tía, Helene y su primo, Buddy-, la autora inicia su glosa con los tatarabuelos y hace alguna incursión retrospectiva al siglo XVIII, cuando la familia vivía en el gueto judío de Frankfurt. Desde 1796, con la invasión de la ciudad por las tropas napoleónicas, acompañaremos a la familia en su recorrido vital, que se verá profundamente marcado por el crac bursátil de Wall Street de 1929, que obligó a la diáspora familiar hacia Londres, Basilea y Ámsterdam, lo cual determinaría el trágico destino de una de las partes bajo el nacionalsocialismo. Mirjam Pressler es buena observadora y presta atención a los detalles, consigue acercarnos sensiblemente a los personajes, cuya humanidad y rasgos de carácter sabe transmitir, a la vez que construye con fotocopias de algunas de las cartas, fotos y otros documentos una atmósfera intimista que permite al lector una discreta empatía. El libro resulta especialmente revelador en tanto que echa luz sobre aspectos menos conocidos de la vida en la neutral Suiza para un ciudadano judío en aquellos años. Son de interés también los aspectos relativos a la trayectoria de las ediciones del Diario, así como de la obra de teatro y de la película que se hicieron a partir de él.
La justa dosis en los ingredientes estilísticos que maneja Pressler dota a su prosa de una ligereza que permite leer el libro de un tirón: la autora logra una obra documentada sin abusar de la reproducción directa del documento, que sustituye a menudo por la voz narradora, y completa los cuadros de vez en cuando con un escenario de ambientes o diálogos de ficción. Sólo en ocasiones parece que el libro se entretiene excesivamente en momentos que aportan poco o nada. Pero obviarlos hubiera provocado saltos en la cronología que entonces se hubieran percibido como lagunas.
© Anna Rossell
(Publicado en La Vanguardia / Culturas, 09-02-2011)
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