en el Ateneo Barcelonés, 06-06-2014
por Anna Rossell
Mi amiga y escritora, la poeta, Elena Peralta, que además de escribir siempre tiene entre manos
proyectos culturales relacionados con la escritura, ha tenido, una vez más, la
magnífica idea de relacionar el hecho literario con una dimensión que ella
cultiva y que va más allá del fenómeno literario en sí: la dimensión social,
pues la razón de ser de esta antología es la de recaudar fondos para fines
benéficos, de los que ella a buen seguro nos hablará más concretamente. Con su
escritura han contribuido al proyecto un nutrido grupo de escritores y
escritoras españoles –25-, muchos/as de ellos/as conocidos/as de nosotros/as,
que nos ofrecen un amplísimo abanico de relatos de registro y arquitectura de
lo más variado, a menudo con una buena dosis de humor. Pero no quiero referirme
específicamente a los cuentos que reúne la antología, ello supondría desvelar
el secreto necesario para abordar la lectura con avidez e interés. Pero sí
quisiera dedicar unas palabras a refrescar la eterna discusión que se niega
tozudamente a ser zanjada y se vuelve a replantear una y otra vez: ¿Cómo
definir el género literario del relato?
¿Es el relato sinónimo de cuento? ¿Dónde está la frontera entre relato y novela corta?
Cuando en 1828 Goethe
llamó Novelle –en español diríamos novela corta o relato- a una narración breve, estaba revitalizando una tradición
iniciada por Giovanni Boccaccio en el siglo XIV con su Decamerón, seguida en 1613 por las Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes, quien con Boccaccio
comparte la paternidad de la novela
corta. Goethe definía la Novelle
o novela corta como la narración densa y comprimida de un hecho
insólito.
Pero, admitiendo la
sinonimia entre relato corto y cuento –me refiero a cuento
literario, no al cuento popular-,
¿qué diferencia el relato corto o cuento de la novela corta?
Una de las características diferenciadoras es, sin lugar a dudas, la extensión:
un relato corto o cuento es menos extenso que una novela corta. Por lo demás ambos géneros
comparten otros rasgos, tales como un argumento no muy complejo, número de
personajes reducido y el hecho de pertenecer al mundo de la ficción, por más
que pueda inspirarse en hechos reales. También les es común la economía de los
recursos literarios empleados. De modo que, si el relato corto o cuento es
más breve que la novela corta,
convendremos en que, en el caso del cuento,
la economía de recursos literarios es aún mayor, por lo que habrá que concluir
que posiblemente sea más difícil escribir un cuento o relato corto que
una novela corta, pues el/la autor/a
tiene a su disposición menos recursos para contar una historia insólita. No
digamos ya en el caso de los microrrelatos. Hay que admitir pues que la
extendida creencia de que el cuento
es el más fácil de los géneros literarios es un lugar común que nada tiene que
ver con la realidad y que si la escritura se pagara en función de su
dificultad, probablemente podría ser un día realidad aquello de que hay quien
cultiva el arte de vivir del cuento.
Lamentablemente ningún/a escritor/a puede vivir
del cuento y casi ninguno/a, de ningún otro género literario.
He querido hacer esta
reflexión para subrayar la dificultad que entraña el género que esta antología
nos ofrece, un género en el que es más importante lo que no se dice que lo que
se dice, un género en el que lo apuntado y no expreso se hace significativo,
como el silencio en una conversación, un género en el que, como afirmaba
Hemingway en su teoría del iceberg, vemos sólo la punta de la historia, que se
sustenta sobre una amplia base, oculta, porque está sumergida y sólo podemos
intuir a partir de síntomas indirectos y de ausencias.
Entre los primeros
cuentos escritos en español se cuenta la colección El conde Lucanor, de Don Juan Manuel, datada entre 1330 y 1335, y
es interminable la lista de autores renombrados que los han cultivado, sólo
mencionar algunos/as como Edgar Allan Poe, Stephen King, Julio Verne, Horacio
Quiroga, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Juan Rulfo, Ana Mª Matute, Carmen
Martín Gaite o Rosario Castellanos.
Anna Rossell
*
Definiciones del
cuento según algunos escritores:
Blog de clase de Teresa Dey,
consultada el 06-06-2014
El argentino Enrique Anderson
Imbert, narrador, ensayista y docente universitario, a quien considero el
puente perfecto entre el universo teórico y el universo creativo lo define así:
“El cuento vendría a ser una
narración breve en prosa que, por mucho que se apoye en un suceder real, revela
siempre la imaginación de un narrador individual. La acción –cuyos
agentes son hombres, animales humanizados o cosas animadas- consta de una serie
de acontecimientos entretejidos en una trama donde las tensiones y
distensiones, graduadas para mantener en suspenso el ánimo del lector, terminan
por resolverse en un desenlace estéticamente satisfactorio”.[1]
La definición que propone
Guillermo Cabrera Infante coincide con la de Helena Beristáin en algunas
partes, sin embargo, él considera que la única forma de escribir cuento es por
medio de la prosa. El autor cubano dice que:
“El cuento es tan antiguo como
el hombre. Tal vez más antiguo, pues bien pudo haber primates que contaran
cuentos todos hechos de gruñidos, que es el origen del lenguaje humano: un
gruñido bueno, dos gruñidos mejor, tres gruñidos ya son una frase. Así
nació la onomatopeya y con ella, luego, la epopeya. Pero antes que ella,
cantada o escrita, hubo cuentos todos hechos de prosa: un cuento en verso no es
un cuento sino otra cosa: un poema, una oda, una narración con metro y tal vez
con rima: una ocasión cantada no contada, una canción…” [2]
Juan Bosch, el escritor
dominicano, quien […] fue maestro de García Márquez, dice en sus Apuntes sobre el arte de
escribir cuentos:
“¿Qué es un cuento? La respuesta
ha resultado tan difícil que a menudo ha sido soslayada incluso por críticos
excelentes, pero puede afirmarse que un cuento es el relato de un hecho que tiene indudable importancia.
La importancia del hecho es desde luego relativa, mas debe ser indudable,
convincente para la generalidad de los lectores. Si el suceso que forma el
meollo del cuento carece de importancia, lo que se escribe puede ser un cuadro,
una escena, una estampa, pero no es un cuento […] Aprender a discernir dónde
hay un tema para cuento es parte esencial de la técnica. Esa técnica es el
oficio peculiar con que se trabaja el esqueleto de toda obra de creación: es la
<<tekné>> de
los griegos o, si se quiere, la parte de artesanado imprescindible en el bagaje
del artista […]. Se dice a menudo que el cuento es una novela en síntesis y que
la novela requiere más aliento en el que la escribe. En realidad los dos
géneros son dos cosas distintas […]. La diferencia fundamental entre un género
y el otro está en la dirección: la novela es extensa; el cuento es intenso […].
El cuento tiene que ser obra exclusiva del cuentista. Él es el padre y el
dictador de sus Criaturas; no puede dejarlas libres ni tolerarles rebeliones.
Esa voluntad de predominio del cuentista sobre sus personajes es lo que se
traduce en tensión por tanto en intensidad. La intensidad de un cuento no es
producto obligado, como ha dicho alguien, de su corta extensión; es el fruto de
la voluntad sostenida con que el cuentista trabaja su obra. Probablemente es
ahí donde se halla la causa de que el género sea tan difícil, pues el cuentista
necesita ejercer sobre sí mismo una vigilancia constante, que no se logra sin
disciplina mental y emocional; y eso no es fácil.” [3]
Bosch habla de un hecho de
indudable importancia, pero aún no nos aclara qué hace que un cuento lo sea a
cabalidad y no algo más, por ejemplo: una estampa, un relato o una instantánea
(si nos dejamos influir por el límite de tiempo que tenemos para leerlo…). Sigo
preguntándome dónde encontrar lo que podría ser la osamenta del cuento […];
en la búsqueda, me encuentro con El arte del cuento, escrito por Flannery O’Connor,
[…].
Ella afirma:
“Desde mi punto de vista, hablar
de la escritura de un cuento en términos de trama, personaje y tema es como
tratar de describir la expresión de un rostro limitándose a decir dónde están
los ojos, la boca y la nariz. […]. Un cuento es una acción dramática completa,
y en los buenos cuentos, los personajes se muestran por medio de la acción, y la
acción es controlada por medio de los personajes. Y como consecuencia de toda
la experiencia presentada al lector se deriva el significado de la historia.
[…]. Un cuento compromete, de un modo dramático, el misterio de la personalidad
humana. […]. Ningún lector creerá nada de la historia que el autor debe
limitarse a narrar, a menos que se le permita experimentar situaciones y
sentimientos concretos. La primera y más obvia característica de la
ficción es que trasmite de la realidad lo que puede ser visto, oído, olido,
gustado y tocado. El escritor de ficciones debe comprender que no se puede
provocar compasión con compasión, emoción con emoción, pensamientos con el
pensamiento. Debe transmitir todas estas cosas, sí, pero provistas de un
cuerpo: el escritor debe crear un mundo con peso y espacialidad.[…]. En la
escritura de ficción, salvo en muy contadas ocasiones, el trabajo no consiste
en decir cosas, sino en mostrarlas…
Un buen cuento no debe tener
menos significación que una novela, ni su acción debe ser menos completa. Nada
esencial para la experiencia principal deberá ser suprimido en un cuento
corto. Toda acción deberá poder explicarse satisfactoriamente en términos
de motivación; y tendrá que haber un principio, un nudo y un desenlace, aunque
no necesariamente en este orden.
La única manera, creo, de
aprender a escribir cuentos es escribirlos, y luego tratar de descubrir qué es
lo que se ha hecho…”[4]
Flannery O’connor habla
desde su experiencia como creadora, para ella las cuestiones estructurales
tienen el peso del armazón desprovisto de carne. Por lo tanto, desde la
perspectiva de esta autora, existe un punto esencial: el uso de los cinco
sentidos para presentar imágenes que transmitan la experiencia. O’connor, como
buena escritora, pone el acento en la emotividad tanto de los personajes como
de las acciones desarrolladas por ellos.
Para terminar de definir este género,
es indispensable citar a Cortázar y su conferencia sobre Algunos aspectos del cuento[5], donde dice que
el cuento es un género de difícil definición, huidizo en sus múltiples y
antagónicos aspectos.
“Porque un cuento, en última
instancia, se mueve en ese plano del hombre donde la vida y la expresión
escrita de esa vida libran una batalla fraternal, si se me permite el término;
y el resultado de esa batalla es el cuento mismo, una síntesis viviente a
la vez que una vida sintetizada, algo así como un temblor de agua dentro de un
cristal, una fugacidad en una permanencia. Sólo con imágenes se puede
transmitir esa alquimia secreta que explica la profunda resonancia que un gran
cuento tiene en nosotros, y que explica también por qué hay muy pocos cuentos
verdaderamente grandes. […] un buen cuento es incisivo, mordiente, sin cuartel
desde las primeras frases. […]. Un cuento es malo cuando se escribe sin esa
tensión que debe manifestarse desde las primeras palabras o las primeras
escenas. […]. Decíamos que el cuentista trabaja con un material que
calificamos de significativo. El elemento significativo del cuento
parecería residir principalmente en su tema, en el hecho de escoger un
acaecimiento real o fingido que posea esa misteriosa propiedad de irradiar algo
más allá de sí mismo. […] el resumen implacable de una cierta condición humana,
o en el símbolo quemante de un orden social o histórico. […] esa significación
misteriosa no reside solamente en el tema del cuento, […] intensidad y tensión,
no se refieren solamente al tema sino al tratamiento literario de ese tema, a
la técnica empleada para desarrollar el tema. […]. Los cuentistas
inexpertos suelen caer en la ilusión de imaginar que les bastará escribir lisa
y llanamente un tema que los ha conmovido, para conmover a su turno a los
lectores. […] es necesario un oficio de escritor, y ese oficio consiste, entre
muchas otras cosas, en lograr ese clima propio de todo gran cuento, que obliga
a seguir leyendo, que atrapa la atención, que aísla al lector de todo lo que lo
rodea para después, terminado el cuento volver a conectarlo con su
circunstancia de una manera nueva, enriquecida, más honda o más hermosa.
[2] Guillermo Cabrera Infante, “Y va de
cuentos”, Letras libres, Num. 33, Año III,
México, septiembre 2001, p.12.
[3] Véase Juan Bosh, “Apuntes sobre el
arte de escribir cuentos” en Carlos López (comp.), Decálogos, Op. Cit. pp.
115-120. O en Juan Bosh Gaviño, Apuntes sobre el arte de escribir cuentos,(1947),edición electrónica,http://www.clubcultura.com/literapolis/index.php
[4] Flannery O’Connor, Op. Cit. “El arte del cuento”, en Leopoldo Brizuela (comp.) Cómo se escribe, pp.203-211.
[5] Véase Julio Cortázar, “Algunos
aspectos del cuento”,http://www.litterarius.com.es/algunos_aspectos_del_cuento.htm
Teorías sobre el cuento
(Fuente:
http://lilielphick.blogspot.com.es/2008/02/algunas-definiciones-y-opiniones-sobre.html,
Bitácora de Lilian Elphick, consultada el 06-06-2014)
[El cuento] “dista tanto de constituir un género en sí como la
novela.”
Wolfgang Kayser. Interpretación
y análisis de la obra literaria. p.489. [1]
“Cuento es una narración de acontecimientos (psíquicos o físicos) interrelacionados en un conflicto y su resolución, conflicto y resolución que nos hacen meditar en un implícito mensaje sobre el modo de ser del hombre.”
[…]
Enrique Anderson Imbert. Teoría
y técnica del cuento. [2]
“[…]. Es inadmisible el juicio de que el cuento, por su extensión más breve (comparado con la novela) represente una forma de menor complejidad. Creemos que relatos como “El Aleph” o “El inmortal”, de Borges, o “Las babas del diablo” de Cortázar, demuestran la falsedad de este presupuesto.”
Gabriela Mora. En
torno al cuento: de su teoría general y de su práctica en Hispanoamérica.
p.138. [3]
Poéticas sobre el cuento
“El cuento es siempre una especie de corte transversal efectuado en la
realidad. Ese corte puede mostrar un hecho (una peripecia física), un estado
espiritual (una peripecia anímica) o algo aparentemente estático: un rostro,
una figura, un paisaje. El cuento no se limita a la descripción estática de un
personaje, por el contrario, es siempre un retrato activo o, cuando menos,
potencial. La anécdota es el resorte imprescindible del cuento.”
Mario Benedetti. (¿?)
“[…]. Pero no es indispensable, adviértenos la retórica, que el tema a contra constituya una historia con principio, medio y fin. Una escena trunca, un incidente, una simple situación sentimental, moral o espiritual, poseen elementos de sobra para realizar con ellos un cuento. [También puede ser] la historia breve, enérgica y aguda de un simple estado de ánimo.”
Horacio Quiroga. “La retórica del cuento”. [4]
“El cuento, como el poema, representa una experiencia única e
irrepetible. El escritor de cuentos contemporáneos no narra sólo [por]el placer
de encadenar hechos de una manera más o menos casual, sino para revelar qué hay
detrás de ellos; lo significativo no es lo que sucede, sino la manera de
sentir, pensar, vivir esos hechos, es decir, su interpretación. El narrador de
cuentos está en posesión de una clase de verdad que cobra forma significativa y
estética a través de lo narrado. Mientras la novela transcurre en el tiempo, el
cuento profundiza en él, o lo inmoviliza, lo suspende para penetrarlo. La
función de un relato es agotar, por intensidad, una situación. La de la novela,
desarrollar varias situaciones que, al yuxtaponerse, provocan la ilusión del
tiempo sucesivo.”
“En la historia (que sabemos escriben los dominadores), el cuento fue un género menor. La literatura estaba construida por cosas grandes, como la poesía, la novela, el ensayo. El cuento era cosa de mujeres, una práctica asociada a una subcultura que tenía que ver con calmar niños de noche, o asustar niños antes de dormir, pero de ambos modos, con seres inferiores en la escala social: niños, viejos y mujeres. En el habla común, por ejemplo, el cuentero corresponde a un delito tipificado por la ley; ser cuentera es degradante, puesto que se asocia con la mentira; andar con cuentos es ir con chismes; parece un cuento cuando algo está reñido con la razón; puro cuento, cuento aparte, cuentear, creerse el cuento, etc., son frases que siempre tienen una connotación negativa, asociada a lo femenino.”
Pía Barros. “Había una vez; o mea culpa y a contar el cuento”. [6]
“El cuento se construye para hacer aparecer artificialmente algo que estaba oculto. Reproduce la busca siempre renovada de una experiencia única que nos permita ver, bajo la superficie opaca de la vida, una verdad secreta. "La visión instantánea que nos hace descubrir lo desconocido, no en una lejana tierra incógnita, sino en el corazón mismo de lo inmediato", decía Rimbaud.
Esa iluminación profana se ha convertido en la forma del cuento”.
***
Quien hace una excelente investigación sobre el cuento es Gabriela Mora[8], que resume y critica las múltiples teorías en torno a este género, incluyendo las de Cortázar. Ricardo Piglia también llama la atención al establecer dos historias para el cuento: una superficial y otra oculta o profunda, siguiendo la teoría del iceberg de Hemingway de que lo más importante nunca se cuenta. Cristina Peri Rossi, como Cortázar y Poe, sitúa el cuento al lado del poema por “representar una experiencia única e irrepetible”. Para la escritora, el tiempo en el cuento debe ser trabajado en profundidad. Similar posición tiene Benedetti al definir el cuento como un “corte transversal efectuado en la realidad”. La intensidad (lo activo, lo enérgico, lo agudo) también está en el precepto VIII del Decálogo del Perfecto Cuentista de Quiroga:
Quien hace una excelente investigación sobre el cuento es Gabriela Mora[8], que resume y critica las múltiples teorías en torno a este género, incluyendo las de Cortázar. Ricardo Piglia también llama la atención al establecer dos historias para el cuento: una superficial y otra oculta o profunda, siguiendo la teoría del iceberg de Hemingway de que lo más importante nunca se cuenta. Cristina Peri Rossi, como Cortázar y Poe, sitúa el cuento al lado del poema por “representar una experiencia única e irrepetible”. Para la escritora, el tiempo en el cuento debe ser trabajado en profundidad. Similar posición tiene Benedetti al definir el cuento como un “corte transversal efectuado en la realidad”. La intensidad (lo activo, lo enérgico, lo agudo) también está en el precepto VIII del Decálogo del Perfecto Cuentista de Quiroga:
“Toma a tus personajes de la
mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino
que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les
importa ver. No abuses del lector. Un
cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta,
aunque no lo sea”. (Mis subrayados).
Anderson Imbert es criticado por Mora al confundir conceptos como narrador, autor, lector, trama (Mora.1993: 70-74). Lo más confuso es cuando el teórico habla de la resolución de un cuento como un “desenlace estéticamente satisfactorio”. Existen cuentos sin desenlace aparente o de ‘final abierto’ donde el o los posibles conflictos no se resuelven. Ejemplo de esto es Macario, de Rulfo donde la situación inicial del personaje se mantiene hasta el final, sin variación alguna.
Frente a la opinión de Kayser sobre el cuento, tanto Barros como Mora
disienten que éste sea un género menor. La primera alega la desvalorización y
degradación del cuento frente a géneros ‘mayores’ como la novela y el ensayo;
la segunda, sostiene que es inadmisible considerar la brevedad del cuento como
algo de menor complejidad.
En cuanto al microrrelato o microcuento, que cada vez tiene más
cultores, éste se nutre de muchos géneros literarios y ‘formas simples’, como
el chiste, la anécdota, el caso. Recordemos que sus orígenes se remontan al
modernismo hispanoamericano, con Rubén Darío a la cabeza. Más allá de ser o no
un género independiente, y que tantos trabajos teóricos ha suscitado al
respecto, el microcuento es una entidad literaria sumamente dinámica, que varía
constantemente, como una medusa en el mar.
Nota: Sobre microcuento y postmodernidad recomiendo el ensayo de Francisca Noguerol, de la Universidad de Salamanca.
[3] Mora, Gabriela. En torno al cuento:de la teoría
general y de su práctica en Hispanoamérica. Bs. As., Argentina: Danilo
Albero Vergara, 1993.
[4] Quiroga, Horacio.
“La retórica del cuento”. En: El Hogar (21 de diciembre de 1928). Reproducido
enIdilio y otros cuentos, op. cit. Pp.110-113.
[5] Peri Rossi,
Cristina. “La metamorfosis del cuento”. En: El cuento. Revista de Imaginación,
Nºs. 92 y 93. México, 1984 y 1985.
[6] Barros, Pía. “Había una vez; o mea culpa y a
contar el cuento”. Revista Simpson 7, Vol. III, Primer semestre.
Santiago, Chile, 1993.
[7] Piglia, Ricardo. Tesis sobre el cuento. En http://www.ciudadseva.com/textos/teoria/tecni/tesis.htm
[8] Mora, Gabriela. En torno al cuento:de la teoría
general y de su práctica en Hispanoamérica. Argentina: Danilo Albero
Vergara, 1993.
*
*
En la antología colaboran los/as siguientes autores/as:
Soledad Serrano
José Verón Gormaz
Enrique Gracia Trinidad
Manuel Español
Luis Ricardo suárez
Pilar Aguarón Ezpeleta
Giovani Albertocchi
Anna Rossell
Ángel Guinda
Miguel Ángel Yusta
Alejandro Romera
Ramón Acín
Chiqui Peralta Valero
Felipe Sérvulo
Francisco J. Picón
Ángeles Fernangómez
Fernando Aínsa
Ricardo Fernández Esteban
Santiago Tena
Edmundo Bolaños
Rebeca Barrón Sabando
José Guadalajara
Lucía Santamaría Nájara
Aicha E. Iglesias
Elena Muñoz
Soledad Serrano
José Verón Gormaz
Enrique Gracia Trinidad
Manuel Español
Luis Ricardo suárez
Pilar Aguarón Ezpeleta
Giovani Albertocchi
Anna Rossell
Ángel Guinda
Miguel Ángel Yusta
Alejandro Romera
Ramón Acín
Chiqui Peralta Valero
Felipe Sérvulo
Francisco J. Picón
Ángeles Fernangómez
Fernando Aínsa
Ricardo Fernández Esteban
Santiago Tena
Edmundo Bolaños
Rebeca Barrón Sabando
José Guadalajara
Lucía Santamaría Nájara
Aicha E. Iglesias
Elena Muñoz
2 comentarios:
Qué bonic tot el que fa la nostra Elena i qué be ho expliques...
Aquets post es per guardar-lo com un tresor ;)
Un altre petonàs
Els tresors no serien tals tresor sense els esperits sensibles, com el teu, que els indentifiquen com a tresors. Gràcies per ser un d'aquests esperits sensibles. Una abraçada.
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