Friedrich Dürrenmatt
La promesa,
Trad. del alemán de Artur Quintana
Viena Edicions, Barcelona, 2011, 176 pp.
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por Anna Rossell
Quienes conozcan a Friedrich Dürrenmatt (Konolfingen, 1921-Neuchâtel, 1990 –Suiza-) saben que La promesa no es su única novela policíaca. El dramaturgo y narrador suizo cultivó el género como una herramienta idónea para plasmar su concepción del mundo y de la realidad, así como también su obra teatral se acerca de algún modo a este registro. Sus novelas negras y sus obras dramáticas reúnen muchas características comunes que las hacen fácilmente intercambiables: los crímenes, el suspense, los inspectores de policía, el clímax, el elemento sorpresa, la casualidad, lo irracional, las magníficas sentencias contundentes que cierran capítulos o escenas como preludio enigmático de alguna clave, el giro inesperado… no son típicos únicamente de sus novelas sino también de su dramaturgia. Sin embargo se llevarán a engaño quienes se acerquen al autor buscando a un genuino representante del género policíaco. Porque Dürrenmatt rompe a conciencia las reglas que tradicionalmente lo definen. Él mismo lo anuncia en el subtítulo de la versión original de la obra que nos ocupa: das Versprechen. Requiem auf den Kriminalroman –La promesa. Requiem para la novela policíaca-, que escribió en 1958 desarrollando el guión que había escrito para la película Es geschah am hellichten Tag –Sucedió a plena luz del día-, del que no había quedado satisfecho.
En La promesa el lector encontrará todos los ingredientes de la obra dürrenmattiana: personajes, arquitectura y acción sirven al autor para construir su universo y su filosofía, su concepción del ser humano y su visión pesimista sobre la evolución del mundo. Buen conocedor de la teoría del teatro épico de Brecht, discípulo y detractor del autor alemán al mismo tiempo, Dürrenmatt utiliza el V-Effekt -efecto de distanciamiento- del materialismo dialéctico brechtiano para demostrar precisamente todo lo contrario de lo que pretendía su maestro. Con razón la historia del teatro de expresión alemana contrapone las dramaturgias de ambos autores. Si Brecht -marxista convencido- se sirve del efecto de distanciamiento, utilizando el extrañamiento y la sorpresa, para subrayar la dialéctica en que puede basarse cualquier acción, sugiriendo así que el ser humano rige su propio destino y el del mundo, Dürrenmatt echa por tierra esta visión positiva para afirmar todo lo contrario: que -como en la teoría del caos- cualquier imprevisto, una causa banal, la casualidad o la locura de una mente determinan en realidad los acontecimientos, lo cual nos aboca a la catástrofe segura. Lo grotesco y el sarcasmo son sus aliados favoritos, y el marco en el que sitúa la acción es casi siempre su Suiza natal, fácilmente reconocible aun con topónimos ficticios, que le ofrece la magnífica oportunidad de desquitarse con su país, de naturaleza y sociedad supuestamente idílicas, y presentar en él el microcosmos asfixiante y amenazador en que retrata el mundo entero. Contrariamente a Brecht, el autor suizo no es el pintor de lo deseable virtual sino de lo que es real, y está destinado a romper moldes que no se atengan estrictamente a ello.
Así, ya al principio de la novela se nos invita a reflexionar sobre el género negro a través de la conversación que sostiene el narrador -un escritor de novelas policíacas- con el jubilado jefe de policía del cantón de Zúric, el doctor H, trasunto del autor, que polemiza con aquél poniendo en tela de juicio el estilo clásico de escribirlas. La crítica del policía contiene algunas de las claves esenciales: […] si haig de dir la veritat no en faig gaire cas, de les novel·les de detectius […] amb aquestes històries de lladres i serenos encara hi ha un altre engany. […]. L’acció hi és perfectament lògica, tot hi passa com en una partida d’escacs: vet aquí el criminal, la víctima, el còmplice i el qui se n’aprofita; només cal que el detectiu conegui les regles del joc, repeteixi la partida, i ja té localitzat el criminal i ha col·laborat al triomf de la justícia. Aquesta ficció em posa frenètic. Amb lògica només es pot copsar la veritat en part. […] hi ha tants factors de pertorbació que ens fan trampes en el joc, que ben sovint només la pura sort i l’atzar fan decidir les coses a favor nostre. ([…] si he de serle sincero no hago mucho caso de las novelas de detectives […] en estas historias de ladrones y serenos hay aún otro engaño. […]. La acción es absolutamente lógica, todo sucede como en una partida de ajedrez: he aquí el criminal, la víctima, el cómplice y quien se aprovecha; sólo es necesario que el detective conozca las reglas del juego, repita la partida, y ya tiene localizado el criminal y ha colaborado en el triunfo de la justicia. Esta ficción me pone frenético. Con lógica sólo se puede captar la verdad en parte. […] hay tantos factores de perturbación que nos ponen trampas en el juego, que muy a menudo sólo la pura suerte y el azar ponen las cosas a favor nuestro.).
Y nuestra novela responde en todos sus detalles a la teoría del jefe de policía.
Pero no por anunciada la sorpresa dejan de ser sorprendentes los acontecimientos, Dürrenmatt domina el arte de esparcir pistas aquí y allá, cuyo verdadero significado no se desvela hasta el final, obligándonos a volver entonces la mirada hacia atrás para hilvanarlas. El principio se entiende sólo con el fin de la historia, ambos forman el marco en que se encuadra.
Verdaderamente la novela no es una novela policíaca cualquiera, su concepción da fe de la formación de su autor como teólogo, filósofo y científico. No se trata simplemente de resolver con maña y astucia un asesinato, sino mucho más de lanzar a la palestra pública un tema de reflexión mucho más profundo, existencial. Por ello el autor desplazó el acento, que en el guión cinematográfico inicial recaía sobre el crimen, a la persona del comisario que lo investiga, a su modo de actuar, al proceso y al resultado de su actuación. Un procedimiento genuinamente brechtiano. Para llegar a la conclusión contraria. Además de esta versión catalana, disponemos de la española de Xandru Fernández (Ed. Navona, 2008).
© Anna Rossell
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