Friedrich Christian Delius, El paseo de Rostock a Siracusa
Traducción de Lidia Álvarez Grifoll,
Sajalín Editores, Barcelona, 2010, 166 págs.
Fiel a su trayectoria novelística, que a menudo pone bajo el punto de mira algún capítulo de la historia de su país, el alemán Friedrich Christian Delius (Roma, 1943) aborda en esta novela corta, como ya hiciera en 1991 con Die Birnen von Ribbeck (Las peras de Ribbeck, Fondo de cultura Económica, 1993), un tema de la República Democrática Alemana. Publicada en alemán en 1995, Delius aprovecha para construir su trama la noticia de un caso real de fuga de un camarero de Rostock (RDA) en 1988, Karl Müller. Como él, que se fugó por cumplir su sueño de seguir los pasos que llevaron hasta Siracusa a su compatriota sajón Johann Gottfried Seume, el protagonista Paul Gompitz abandona su país. Como Seume, que en 1802 escribió la crónica de su viaje sazonada de una buena dosis de crítica política, Delius hace partir a su héroe para dar cuenta de una peripecia que se ajusta como anillo al dedo a sus intenciones: desvelar la absurdidad de un sistema burocratizado y represor y retratar de paso ciertas actitudes pedantes de ciudadanos de la República Federal hacia este sistema. Gompitz, un intelectual de estudios frustrados por negarse a hacer el servicio militar y vigilado desde entonces por la Stasi, anhela llegar a Siracusa, pero –contra toda expectativa- no para abandonar su tierra, sino por gozar de la libertad de ver mundo y realizar así “la primera decisión plenamente libre de cierta importancia”. Inútiles intentos de obtener el obligado permiso no le dejan otra opción que la fuga. Durante siete años planea estratégicamente su viaje, del que no cuenta nada ni a su esposa para protegerla de represalias. El retorcido proceso de su eterna planificación es el reflejo directo del retorcimiento de un sistema político que obliga a sus ciudadanos a “ceder de una vez a la añoranza por lugares lejanos y salir del país para poder permanecer en él”. Porque Gompitz no desea quedarse fuera, “quiere regresar sin falta a Rostock”.
Haciéndose eco del narrador de Döblin en Berlin Alexanderplatz, el de Delius adopta dos registros diferentes: una voz omnisciente, que introduce cada capítulo, avanzando al lector los acontecimientos que se glosarán, y otra, que se identifica con el personaje y logra la empatía que mantiene la tensión lectora hasta el final. Delius sabe sacar buen partido literario al suceso que desde la realidad le venía únicamente bosquejado; desarrolla con pelos y señales y muchos visos de realismo todos los detalles con artesana minuciosidad y consigue lo que cumple alabar como un difícil equilibrio cuando aborda tópicos y comportamientos estereotipados, sin caer nunca en el tópico ni el estereotipo. El autor recrea con atinada verosimilitud y sin maniqueísmo el asfixiante y absurdo universo de la RDA evitando con maestría los lugares comunes que entretanto ya se repiten en la literatura que pasa revista retrospectiva a aquellos años grises. Contrariamente a lo que han opinado críticos como Heinz Czechowski o Reinhard Baumgart, que han reprochado al autor la usurpación de un tema que, como alemán occidental, supuestamente no le corresponde, la de Delius es precisamente por ello una mirada más tranquila, la que desde fuera le proporciona la justa distancia que le permite huir del autocompadecimiento o de una inculpación demasiado fácil. La temática del libro, por otro lado, no se agota en la RDA, es una mirada lúcida hacia las dos Alemanias y un poco más allá de sus fronteras. A partir de una trama sencilla, Delius esboza también, con precisas pinceladas, una complicada historia, la de una relación de desamor entre ambas. El lector en lengua española tiene ahora dos oportunidades de leer a un autor nunca antes traducido a nuestro idioma, al tiempo que puede adentrarse en los entresijos de un ambiente social y político poco conocido literariamente en nuestro país, del que estos textos nos ofrecen uno de los mejores retratos.
Anna Rossell
(Publicado en Quimera. Revista de Literatura, núm. 319 (junio, 2010), p. 75).
2 de junio de 2010
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