18 de julio de 2008

Anna Rossell, Castellio contra Calvino. Conciencia contra violencia

Stefan Zweig, Castellio contra Calvino. Conciencia contra violencia

Anna Rossell


I. Castellio contra Calvino en el contexto de la biografía y del horizonte ideológico de Stefan Zweig

Es sabido que Stefan Zweig (1881-1942) tenía debilidad por el retrato psicológico. Su obra literaria está llena de estudios de personalidades a caballo entre la biografía y la fábula historicista. Sus ensayos más conocidos, aparecidos en una colección cuyo sintomático nombre, Baumeister der Welt -Arquitectos del mundo-, revela la intención de divulgar las ideas de los escritores que él tenía por los más influyentes y valiosos de su tiempo, forman parte de un proyecto que habría de contribuir a la construcción de una Europa unida en paz por la fuerza del espíritu, la utopía que Zweig persiguió hasta el final de sus días[1].
Después de la devastadora experiencia de la Primera Guerra Mundial, en 1922, publica Drei Meister (Balzac, Dickens, Dostojewski) –Tres maestros (Balzac, Dickens, Dostojevski)[2]-; en 1925, Der Kampf mit dem Dämon (Hölderlin, Kleist, Nietzsche) –La lucha contra el demonio (Hölderlin, Kleist, Nietzsche)[3]- y en 1928, Drei Dichter ihres Lebens (Casanova, Stendhal, Tolstoj) –Tres poetas (Casanova, Stendhal, Tolstoi)-. En esta misma línea de trabajo y en consonancia con el desarrollo político-social de los tiempos, que ya no dejaba lugar a dudas respecto a la naturaleza dictatorial y de terror del gobierno nacionalsocialista –las leyes de Nuremberg, que sirvieron de base a la política antisemita de los nazis, se promulgaron en 1935-, el judío austriaco Zweig publica, en 1934, Triumph und Tragik des Erasmus von Rotterdam –Erasmo de Rotterdam. Triunfo y tragedia de un humanista[4]-, una pintura del erudito humanista en confrontación con su oponente, Lutero. Por aquel entonces la elevada temperatura política se manifiesta ya abiertamente en las calles de Viena y la casa del escritor pacifista es registrada en busca de armas. Es el mismo año en que, como consecuencia de la amenaza que representa esta violación de su intimidad y el peligro que se cierne sobre él, Zweig decide abandonar Austria y trasladarse definitivamente a Londres. Es allí donde, ya en 1936, publica Castellio gegen Calvin oder Ein Gewissen gegen die Gewalt –Castellio contra Calvino. Conciencia contra violencia-[5].

Escrito en el exilio, este ensayo forma parte de la literatura en lengua alemana que gestaron los autores proscritos por el nazismo desde sus respectivos destierros. Todos ellos tienen en común la referencia indirecta a los horrores del nacionalsocialismo y se proponen desenmascararlo y tomar posición frente a él, sin perder la esperanza de que algún eco de su obra llegue a quienes sufren desde dentro su tiranía. Así la literatura del exilio se sirve de un lenguaje enmascarado, cultiva la novela histórica y la parábola para hacer alusión a su tiempo, sin referirse concretamente a él. Situando la acción en épocas pasadas, consigue del lector la distancia brechtiana necesaria para reconocer el cuadro de una sintomatología que se repite ahora, como entonces.
Zweig no constituye una excepción. No es casualidad que sea precisamente en aquellos años cuando se vuelca en el estudio de estos dos personajes históricos, el humanista Castellio y el dictador Calvino, que en el siglo XVI protagonizaron una esencial y enconada controversia en torno a la libertad de conciencia, y los eleva a arquetipos universales de dos posiciones enfrentadas e irreconciliables, que parecen alternarse en la historia de manera cíclica: la mentalidad fanática, déspota e intransigente y la postura temperada, respetuosa y dialogante.

Que Zweig pretendía establecer un paralelismo entre el horror que propició la reforma calvinista y el de la dictadura nacionalsocialista se echa de ver no sólo por el momento en que escribe el ensayo, sino también por el léxico nazi ocasionalmente entretejido[6] y hasta por los rasgos psicológicos y físicos que el autor atribuye a Calvino.[7] Sin embargo las frecuentes reflexiones que Stefan Zweig dedica a la historia, que salpican toda la obra, para extraer conclusiones generales, el decidido posicionamiento del escritor a favor de Castellio, así como el aborrecimiento que muestra hacia Calvino dan a entender que esta obra tuvo para Zweig una trascendencia mayor: el escritor pretende rescatar del olvido la figura de Castellio, hoy aún apenas conocido incluso entre muchos eruditos, y divulgar su pensamiento y su heroica actuación para que el mundo entero sepa de su valiosa aportación al humanismo. Zweig, cuya maestría en la introspección psicológica es reconocida, depura hasta tal punto los rasgos de sus personajes, que consigue retratar no ya a dos individuos, sino la quintaesencia universal del fanatismo y del humanismo respectivamente.[8]

Esta apasionada defensa de la libertad de conciencia y de expresión contra la tiranía, que esclaviza los espíritus ejerciendo violencia sobre ellos, está en absoluta consonancia con la profunda convicción pacifista de Zweig, que, influido por su amigo Romain Rolland y marcado por las experiencias de la Primera Guerra Mundial, abominaba no sólo de las contiendas bélicas, sino que rehuía discusiones y polémicas y evitaba los posicionamientos radicales, fueran estos intelectuales o políticos. El, que nunca fue un hombre político ni se interesó por la política, se veía a sí mismo como mediador entre partes y perseguía con sus ensayos el ideal de contribuir a la construcción de una Europa supranacional que, superando las diferencias que la habían conducido a la Gran Guerra, caminara hacia un futuro colectivo de hermandad y comunión espiritual y cultural, donde cada individuo decidiera libremente su destino.[9] Veía en la diáspora del pueblo judío, en su pluralidad cultural y lingüística y en su desarraigo nacional, una oportunidad para hacer realidad este ideal de confluencia de todos los seres humanos en el espíritu, superando los nacionalismos y consideraba el sionismo y la fundación de un estado judío como un modo de desperdiciar la oportunidad de esta misión histórica.[10] Asociaba el progreso técnico al triunfo del espíritu sobre la barbarie e interpretaba esta evolución como un camino hacia delante y sin retorno, basado en una confianza desmesurada en la razón humana y en un optimismo poco realista.[11]


II. Calvino contra Castellio como arquetipos del dictador y el humanista

Zweig, que ya en 1916 en su pieza teatral Jeremias escribía „¡No se puede derrotar lo que es invisible! Se puede matar a los seres humanos, pero no al Dios que vive en ellos. Se puede someter a un pueblo, pero nunca a su espíritu“[12], defensor a ultranza de la libertad de pensamiento, no podía quedarse callado ante la violación sistemática del nacionalsocialismo de este derecho universal. En Castellio contra Calvino. Conciencia contra violencia (1936) alza su voz contra esta violación sirviéndose del caso histórico del médico y teólogo español Miguel Servet, perseguido, torturado y ejecutado en la hoguera por Calvino en 1553, acusado de herejía. Ésta, la primera ejecución que llevó a cabo la reforma protestante, levantó numerosas iras y críticas entre los propios partidarios del protestantismo, si bien la mayoría se manifestaban en círculos privados y tenían corta repercusión. Es a partir de esta ejecución, una vez que Calvino ha conseguido consolidar en Ginebra su dictadura teocrática y es ya reconocido por el mundo protestante como el abanderado de la unificación de la Reforma contra la Iglesia de Roma, cuando Castellio, teólogo humanista de prestigio por su vasta erudición, decide oponerse a la propagación de la barbarie y escribe “De haereticis” (1554), bajo el pseudónimo de Martin Bellius para proteger su integridad, desde su exilio de Berna (aunque por las mismas razones constaba Magdeburgo como lugar de publicación). Y poco más tarde, como reacción a la ejecución de Servet, Contra libellum Calvini -que por razones de censura no vio la luz hasta casi un siglo después de la muerte del autor-, una réplica a la apología de Calvino Verteidigung des rechten Glaubens und der Dreieinigkeit gegen die fürchterlichen Irrtümer Servets –Defensa de la verdadera fe y de la Santísima Trinidad contra los terribles errores de Servet-, publicada para justificar su actuación contra Servet.

El prólogo de De haereticis pasa revista a la maquiavélica actuación de Calvino en el proceso contra Servet y plantea paso a paso, a modo de juicio -en el que Castellio actúa al mismo tiempo de abogado defensor de la víctima y de fiscal de Calvino-, con una argumentación de una coherencia aplastante, las cuestiones fundamentales para demostrar al mundo que la muerte de Servet fue un crimen y quien la indujo y suscribió la sentencia, un criminal.
La admiración que siente Zweig por la valentía de este “héroe”, a quien considera verdaderamente libre por no doblegarse a ningún poder ni obedecer a ningún partido más que a su propia conciencia, que arriesga en solitario su vida por el ideal humanístico, se refleja en la valoración que hace de su texto como documento histórico de validez universal, que le lleva a titular el capítulo de su libro que dedica a este prólogo „Das Manifest der Toleranz” –„El Manifiesto de la tolerancia”-.[13]
La obra en su conjunto constituye para el autor una reflexión sobre la convivencia entre libertad y autoridad, dos polos opuestos, pero necesarios, y sobre el talante que debe conducir la actuación humana para evitar que se conviertan en libertinaje y tiranía: „Ningún pueblo, ninguna época, ningún ser racional puede escapar a esta delimitación, siempre necesaria, entre libertad y autoridad: pues la libertad no es posible sin la autoridad (si no, se convierte en caos) y la autoridad no es posible sin la libertad (si no, se convierte en tiranía).“[14]
Zweig abre su capítulo con una cita de Castellio, que resume lo esencial de su alegato: „Buscar y decir la verdad, tal y como se piensa, no puede ser nunca un delito. A nadie se le debe obligar a creer. La conciencia es libre.”[15]

Es mérito muy encomiable de Castellio que sabe desenmascarar la falacia de la acusación de Calvino, que ha llevado a un ser humano a la hoguera, basando su argumentación en las contradicciones de la argumentación y la actuación de su oponente. Y mérito también poner al descubierto que, a lo largo de la historia, los métodos del fanático son siempre los mismos: la difamación, el desprecio y la aniquilación, y que sólo las razones aducidas cambian. Consciente de que en cada época el poder encuentra su minoría débil de turno sobre la que descargar sus iras, alerta también del peligro de paranoia persecutoria colectiva que puede desencadenar etiquetar a los seres humanos. Partiendo de la condena por herejía a Servet, la primera pregunta que plantea es qué se entiende por hereje y si es lícito perseguir a alguien por herejía. Puesto que Calvino había recurrido a la Biblia para justificar su persecución, Castellio -protestante como Calvino y profundamente religioso- se remite a la misma fuente y no encuentra en ella mención alguna a este concepto, únicamente una alusión al castigo que debe recibir quien niega la existencia de Dios. Pero de ningún modo puede ser éste un hereje, puesto que Servet murió encomendándose a Él y era creyente convencido. Y, más aún, no pueden ser herejes quienes niegan la existencia de Dios, ya que precisamente aquellos a los que Calvino llama herejes afirman ser los verdaderos cristianos. Y concluye:
Puesto que a un turco, a un judío, a un pagano nunca se le llama hereje, la herejía debe de ser un delito exclusivo del cristianismo. De modo que vamos a formularlo de nuevo: Herejes son aquellos que, -aun siendo cristianos- no son adeptos al cristianismo verdadero, sino que, por propia voluntad, difieren en algunos puntos de la ‘verdadera’ interpretación.[16]
Se plantea pues la cuestión sobre cuál de las múltiples exégesis cristianas es entonces la verdadera. Y, puesto que todas ellas reivindican para sí la autenticidad –una actitud que Castellio califica de arrogante-, se reduce al absurdo esta pretensión, pues en la interpretación de la palabra de Dios nadie escapa a la posibilidad de errar. En consecuencia se impone la mutua tolerancia.[17] El concepto de ‚herejía’ es pues relativo y las calificaciones de ‚mártir’ y ‚hereje’ son intercambiables en función del punto de vista. Por otro lado, ¿se puede juzgar y condenar el pensamiento –las creencias íntimas de un individuo-, como si de un delito común se tratara? Y, si así fuera, ¿quién estaría legitimado a hacerlo?

Otro pilar fundamental en que Castellio sustenta su razonamiento es la separación de los poderes laico y religioso. Calvino había impuesto la Biblia „como único libro de leyes legítimo“.[18] Y, puesto que fue la autoridad laica –si bien inducida por Calvino- la que condenó a Servet, el humanista se remite al Nuevo Testamento para recordar que al César compete lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Con todo, aunque lo religioso competa a la autoridad religiosa, nunca ésta debería inmiscuirse en las creencias personales de un individuo. Hacerlo equivaldría a quebrantar su derecho inviolable a la libertad de conciencia. Puesto que cada individuo tiene, por definición, su propio punto de vista, no puede pretenderse unificar los credos por decreto. Castellio exhorta así al recíproco respeto como único camino para la convivencia pacífica y apuesta por el diálogo para llegar a la confluencia de los credos. La verdadera humanidad implica una voluntad de conciliación. Si la individualidad de la convicción es inherente a la naturaleza humana, ¿cómo puede culparse a alguien por su modo de pensar? ¿Quién es responsable de su pensamiento? Castellio invierte entonces la dirección de la culpa: culpable no es el supuesto hereje, sino el fanatismo y la intolerancia. Impregnado del espíritu cristiano, profundo conocedor de la Biblia, sabe y afirma: „si Cristo estuviera aquí nunca os aconsejaría matar a aquellos que reconocen su nombre, incluso en el caso de que erraran en algún detalle o anduvieran por el camino equivocado...“[19] Esta aserción implica que no actúa según el cristianismo quien practica la intransigencia -ello sería una traición a su esencia- como lo sería también la arrogancia del intolerante, puesto que, creyéndose en posesión de la verdad, trata a su interlocutor como a un inferior ignorante y no como a un igual, tal como exige el modelo cristiano de la humildad. Ahí está la diferencia entre el doctrinario y dogmático y el tolerante. La religión no puede demostrarse con querellas ni manifestaciones externas, sino „por el amor compartido, no por ritos externos, sino por el servicio íntimo del corazón“.[20] .
Una prueba inmediata de que Castellio está en lo cierto en su caracterización del dogmático la constituye precisamente la furibunda reacción de Calvino, que, tras el pseudónimo y a pesar del lugar de edición falsificado, sospecha la autoría de Castellio y toma drásticas medidas para que la obra de su oponente sea censurada.

Al igual que la introducción a de De haereticis, que, escrito a partir de un episodio concreto, ultrapasa los límites del caso individual y constituye un manifiesto universal en favor de la tolerancia, también las observaciones de Castellio sobre el temperamento de Calvino, que Zweig recoge y suscribe y contrapone a los rasgos que él mismo detecta en la personalidad de Castellio, constituyen respectivamente una radiografía del carácter totalitario y del humanista en general. Es pues definitorio del fanático que, como Calvino, opte por la represión a cualquier precio de una opinión divergente de la propia, que vierta todo su odio contra quien la manifieste y que se proponga su aniquilación para conseguir que impere únicamente su propia ley. Así Calvino condena y descalifica desde el púlpito el tratado de Castellio sin conocer personalmente su contenido y, siguiendo su habitual estrategia, encarga a su servil colaborador, Teodoro de Beza, una réplica a aquella nueva herejía a la que, inspirándose en el pseudónimo, da el nombre de ‚bellianismo’. De Beza arremete en su opúsculo contra Castellio incluso con más virulencia que su mentor: La libertad de conciencia es, en su opinión, un dogma del diablo, la autoridad debe prevalecer sobre la humanidad y es inadmisible propugnar una hermenéutica personal, pues ello cuestiona la interpretación calvinista, que es, según él, la única verdadera. Pero de Beza quiere asegurar el imperio de la única verdad eliminando a su rival de modo especialmente cruel para que cunda el ejemplo, a través del terror: reta al autor de aquel tratado a dar la cara y exige que este defensor de la tolerancia reciba el trato que merecen los herejes: los tormentos de la tortura y la muerte en la hoguera. Castellio acepta el reto y escribe como contrarréplica Contra libellum Calvini -ahora bajo su propio nombre-. Esta acusación pública constituye, añadida a aquel primer tratado, el primer fundamento de lo que llamamos hoy la Carta de los Derechos Humanos.

En este nuevo proceso contra Calvino, Castellio insiste en que su objetivo no es la defensa de una exégesis frente a otra, sino demostrar que Calvino cometió contra Servet un acto criminal. Zweig pasa minuciosa revista a la argumentación esgrimida por Castellio, que podríamos resumir en tres bloques de preguntas. Castellio desarrolla su alegato en torno a tres cuestiones fundamentales: ¿Qué crimen cometió Servet?, ¿Qué poder está legitimado para juzgarle?, ¿A qué ley se ha remitido este poder para juzgar en materia de religión y sentenciar a muerte, y más aún tratándose de un extranjero?
Con respecto a la primera pregunta Castellio se sirve de las propias palabras de Calvino, que afirma que Servet „ha osado adulterar el Evangelio y se ha dejado llevar por un inexplicable impulso de innovación“ [21]. La objeción que pone Castellio a esta acusación es contundente: ¿qué otra cosa hicieron, si no, los padres del protestantismo, Lutero y el propio Calvino a la cabeza? ¿A qué o a quién se remite Calvino para erigirse en juez de otros que han obrado como él? ¿Qué legitima a Calvino para afirmar que él y sólo él interpreta correctamente la Biblia? Esta sucesión de preguntas pone al descubierto la contradicción del teólogo de Ginebra y lo desenmascara como traidor al primer espíritu del protestantismo, que reivindicaba precisamente la libre interpretación individual de la Biblia, razón por la cual se separó de la Iglesia de Roma. Calvino es, por tanto, el menos adecuado para condenar una actuación que él mismo había seguido antes y reivindicado para otros. Y, por si esta obviedad no fuera suficiente, Castellio aporta una cita del libro de Calvino Institutio Religionis Christianae (1536), –la obra canónica de la doctrina protestante- en la que afirma que es „un acto criminal matar a los herejes. Exterminarlos a sangre y fuego significaría negar todo principio de humanidad.“[22] Y desvela además que Calvino era muy consciente de su incoherencia, puesto que, una vez conseguido el poder, se apresuró a cambiar precisamente este texto en la segunda edición del libro.
Con respecto a la segunda y a la tercera cuestión arguye Castellio que ningún poder puede decidir sobre la verdad o el error de una opinión, y menos aún en materia religiosa, pues sólo a Dios compete este juicio. Calvino, que controla en Ginebra el poder estatal y el religioso sin ostentar el primero oficialmente, se ha arrogado el derecho de juzgar y condenar tanto en lo mundano como en lo religioso y ha suplantado con ello a Dios. El fue quien derivó el proceso de Servet al magistrado ginebrino y le conminó a castigarlo con la pena capital de la hoguera. Buen conocedor de la historia, recuerda Castellio que la apología del pensamiento único ha sido siempre la causa de los derramamientos de sangre y no admite que Calvino, para justificarse, se remita a la ley mosaica, la cual exigiría extirpar a los infieles a sangre y fuego, puesto que la ley no exhorta a aniquilarlos sino a excomulgarlos y ésta es una cuestión que debe resolverse entre clérigos. Nunca Jesucristo exhortó a matar a nadie. La verdad puede predicarse, pero nunca imponerse. Y concluye: „Matar a un ser humano no es defender una doctrina, sino matar a un ser humano [...], no es fiel a su fe quien quema a otro ser humano, sino sólo aquél que se deja quemar en nombre de esta fe.”[23] En consecuencia pronuncia su veredicto: tanto el magistrado como Calvino son culpables por haberse excedido en sus competencias. Ya que el ser humano tiene derecho a la autonomía de pensamiento y, puesto que la última instancia moral es su propia conciencia, acusa de criminales a ambos, al primero por haber dictado una condena en una materia que no era de su competencia y al segundo le acusa doblemente, tanto de haber iniciado el proceso como de su ejecución:
„O bien has hecho ejecutar a Servet porque pensaba lo que decía, o porque, fiel a sus más íntimas convicciones, decía lo que pensaba. Si lo has matado porque manifestó sus convicciones íntimas, entonces lo has matado por decir la verdad, pues la verdad consiste en decir lo que se piensa, incluso cuando uno está en un error.”[24]


III. Zweig: utopía contra ambigüedad

Le debemos al escritor vienés que haya rescatado del injusto olvido histórico para la posteridad la obra y la figura de Sebastián Castellio. Él fue el primero en defender el derecho a la libertad de conciencia, mucho antes de que lo hicieran Locke, Hume y Voltaire y, como subraya el propio Zweig, en tiempos incomparablemente más difíciles, arriesgando su vida.[25] Castellio contra Calvino, no sólo contribuyó a dar a conocer al gran público a este destacado humanista –Zweig fue el autor en lengua alemana más leído de su tiempo-, sino que constituye aún hoy una obra básica de referencia para los estudiosos de Castellio. Stefan Zweig compartía ciegamente el pensamiento de Castellio y lo defendió apasionadamente, pero admiraba tanto las ideas como a su autor, por su clara toma de partido, por la congruencia y la valentía con que luchó hasta el final, cuando la muerte lo sorprendió librándolo de la hoguera. Zweig, que, como Erasmo, apostaba por la conciliación y la neutralidad, manifestó una actitud ambigua ante el nacionalsocialismo y abominaba de la política. Probablemente por ello también quiso con este libro dejar constancia de un comportamiento modélico que todo ser humano debiera imitar. Si en relación con la figura de Erasmo, en el ensayo escrito dos años antes, había dicho que él „proyectaba algo de su propio destino interior en un espejo“[26], respecto al personaje de Castellio, en cambio, aseguraba que no había descrito al hombre que él [Zweig] era, sino a aquél „que quisiera ser“.[27]
Pero, precisamente por la admiración que suscitaba en Zweig la conducta de Castellio, resulta difícil entender su recorrido ideológico y biográfico. No ya sólo por el hecho de que él no siguiera el ejemplo de su ídolo –¿quién podría erigirse en juez de un hombre que no colabora con la resistencia en tiempos en que impera el terror?-, sino por la trayectoria de sus ideas acerca de la culpa, la justicia, la política, el pacifismo y el poder del espíritu. Valga como resumen de este recorrido una breve mención a dos de sus textos, de entre su vasta obra: la leyenda Die Augen des ewigen Bruders –Los ojos del hermano eterno[28]- (1922) y el relato Schachnovelle –Novela de ajedrez[29]- (1941).
En la primera, Zweig sitúa la acción en India y nos presenta a Virata, bondadoso y fiel servidor de su rey, que persigue el objetivo de ser justo en cada momento de su vida y actúa siempre según le dicta su conciencia: así, defendiendo en la guerra a su rey, mata a su hermano sin saberlo y, cuando lo reconoce entre los muertos, decide dejar las armas para siempre, pues todos los seres humanos son hermanos. Su segunda profesión, la de juez, le abre los ojos acerca de la imposibilidad absoluta de impartir justicia, puesto que, en rigor, ni es posible conocer las razones del reo ni quien dicta la sentencia ha experimentado en carne propia el castigo que impone. La decisión de aislarse del mundo retirándose a la vida solitaria acaba también por revelarse como inadecuada, pues otros han seguido el ejemplo de aquel santo varón y han dejado, así, desprotegidas a sus familias. La conclusión final es, pues, que la mejor solución es la no-actuación, no tomar decisiones y ponerse al servicio de otro.
La solución es a todas luces poco realista e injusta, sobre todo porque el señor al servicio del cual se pone Virata sí está obligado a actuar y a tomar decisiones.
Años más tarde, cuando Klaus Mann, desde el exilio, le propuso a Zweig colaborar en la revista de emigrantes que él publicaba, Die Sammlung, el escritor austriaco declinó el ofrecimiento alegando que al fascismo había que combatirlo con la literatura y no con la polémica sobre la actualidad política.[30] Su respuesta se publicó en la revista Börsenblatt für den Deutschen Buchhandel del 14 de octubre de 1933 y le valió a Zweig la fama de colaboracionista.[31] Es difícil imaginar una reacción así en la misma persona que tres años más tarde escribe:
Porque la violencia se renueva en cada época bajo formas distintas, también los hombres del espíritu deben renovar la lucha contra ella; nunca deben evadirse alegando que la violencia es demasiado fuerte en ese momento y que, en consecuencia, no tiene ningún sentido oponerse a ella con la palabra, pues decir la verdad [...] no es nunca algo infructuoso. Incluso cuando no sale vencedora, la palabra siempre revela su eterna contemporaneidad, [...].[32]
El último relato que escribió Zweig, Schachnovelle –Novela de ajedrez-, viene a ser la alegoría de una decepción; el sueño de un mundo ideal, por el que él había apostado siempre, se había venido abajo: en la partida de ajedrez en que se enfrentan un emigrante y el campeón mundial, el primero gana la primera partida, pero pierde por abandono la revancha, porque la posición de las figuras en el tablero no se corresponde con la que él imagina. El tema del relato sugiere el enfrentamiento entre el espíritu y el poder absoluto y el abandono del primero frente al segundo, la derrota del espíritu frente al poder, ya que aquél ha dejado de entender las reglas que imperan en el nuevo mundo. Esta misma idea la corroboran el título y el contenido de la autobiografía de Zweig, Die Welt von Gestern –El mundo de ayer- (1942). El mundo de Stefan Zweig pertenecía al pasado y él no supo ni pudo vivir en su presente. Se suicidó en su exilio brasileño en 1942. Pero nos dejó su valioso legado: la necesaria utopía que debe orientar la actuación humana y que marca el camino a seguir para una convivencia pacífica de los credos.
Tras la muerte de Castellio otros han tomado su testigo y lo han adaptado a las necesidades de su tiempo. Nuestro mundo se ha convertido en un lugar donde deben convivir seres humanos de diferentes culturas. El diálogo, por tanto, se hace hoy más necesario que nunca. Pero, como afirmaba Castellio, el verdadero diálogo sólo puede darse entre iguales, y en alcanzar esta igualdad está actualmente el gran reto. El teólogo Xec Marquès lo resume con metafórica precisión con las siguientes palabras: „El diálogo, [...], es posible cuando yo salgo de mi hogar y camino hacia el hogar del otro. El diálogo es posible cuando todos tienen un hogar. [...]. Pero si esto no sucede, porque uno es pobre, porque allí donde debiera estar mi hogar el más poderoso ha colocado el suyo, entonces el diálogo no es posible.“[33]




[1] Hartmut Müller, Stefan Zweig mit Selbstzeugnissen und Bilddokumenten (rowohlts monographien), Reinbek bei Hamburg 1996, pp. 74 y 85-86.
A este respecto véase también Arnold Bauer, Stefan Zweig (Köpfe des 20. Jahrhunderts, Vol. 21), Berlín 1996, p. 45, quien subraya más el pesimismo de Zweig que su utopismo.
[2] Existen traducciones al español y al catalán de esta obra: Tres maestros: Balzac, Dickens, Dostoievski, Barcelona 2004 y Tres mestres: Balzac, Dickens, Dostoievski, Barcelona 1989.
[3] Existe traducción al español: La lucha contra el demonio: Hölderlin, Kleist, Nietzsche, Barcelona 2002.
[4] Existe traducción al español: Erasmo de Rotterdam: triunfo y tragedia de un humanista, Barcelona 2005.
[5] Existe traducción al español de esta obra: Stefan Zweig, Castellio contra Calvino. Conciencia contra violencia, Barcelona 2006.
[6] Stefan Zweig, Castellio gegen Calvin oder Ein Gewissen gegen die Gewalt, Frankfurt am Main 1994, donde encontramos conceptos tales como ‚Sturmgarde’ (guardia de asalto), ‚Jungvolk’ (cadetes [de las Juventudes Hitlerianas] ), ‚Ideologie’ (ideología), ‚totalitär’ (totalitario), ‚Gleichschaltung’ (unificación [de partidos] )‚ ‚Diktatur’ (dictadura) o ‚Geheimdiplomatie’ (diplomacia secreta).
[7] Sobre todo en sus biografías, Zweig recurre al psicograma: él veía una relación directa entre la fisonomía de un individuo y su carácter:
„El rostro de Calvino es como un erial, uno de esos paisajes solitarios y apartados, cuya muda severidad remite a Dios, pero donde no hay rastro alguno de humanidad. Esta faz ascética, inmutable, lúgubre, falta de bondad, carece de todo lo que hace la vida fértil, plena, alegre, floreciente, cálida y sensual. En este rostro hosco y oval, todo es adusto y feo, anguloso e inarmónico: la frente, estrecha y severa bajo la que brillan dos profundos ojos todopoderosos, como dos tizones; la pronunciada y corva nariz, prominentemente avanzada, como ávida de poder, entre pómulos hundidos; la finísima boca, como cortada con bisturí, que rara vez alguien ha visto sonreír. Ni una sombra de cálido rubor se asoma a la piel seca, ceniza, consumida; los pómulos son tan grisáceos y arrugados, tan enfermizos y lívidos, que es como si una fiebre interior, un vampiro, le hubiera chupado la sangre, [...].” Ibid., p. 47.
No es ésta la única obra con la que Zweig pretende referirse a la situación política de su tiempo; su biografía Joseph Fouché. Bildnis eines politischen Menschen (1929) es una advertencia del peligro inminente que se cierne sobre Europa a causa de la inestabilidad política derivada de la Primera Guerra Mundial y que se plasmaba en el surgimiento de fuerzas nacionalistas reaccionarias en Italia, Alemania y Austria, que perseguían el poder e iban ganando terreno. También con esta obra la intención del autor es presentar un carácter prototípico del político, que para él era sinónimo de dogmático. (V. Stefan Zweig, Joseph Fouché. Bildnis eines politischen Menschen, Frankfurt am Main, 1986, p.13).
Existe traducción al español y al catalán de esta obra: Fouché: el genio tenebroso, Barcelona 2003 y Fouché, retrat d’un home polític, Barcelona 2004.
Todas las traducciones de las citas del alemán son de la autora.
[8] Si bien Stefan Zweig estudiaba con celo las fuentes históricas en el trabajo de documentación previo a la escritura de sus obras (V. Bauer, Stefan Zweig, op. cit., p. 49), su biógrafo Hartmut Müller subraya que el autor ignoró aspectos positivos de Calvino y seleccionó sólo los rasgos que le interesaron de su personalidad, en función del objetivo que perseguía: acusar al nacionalsocialismo de represor de la libertad del espíritu: „ [...] Calvino no fue sólo un maestro en el arte de aplicar la disciplina con mano férrea, no fue sólo un hosco fanático, un intolerante con las manos manchadas de sangre. Fue el reconocido reformador de Europa occidental, que fundó la unidad de todos los reformados. Como ecuménico que era, se propuso la unidad entre todos los luteranos e incluso con Roma. Como espíritu universal contribuyó al desarrollo del mundo moderno y al nacimiento de la democracia moderna. Zweig subordinó su descripción a un objetivo muy concreto: la difusión de su enmascarada acusación literaria contra la esclavitud del espíritu libre en la Alemania nacionalsocialista. (Müller, Stefan Zweig, op. cit., p. 101).
[9] Müller, op. cit. p. 74.
[10] En una carta del 24 de enero de 1917 Zweig escribió a Martin Buber, partidario del sionismo: „Nunca me he sentido tan libre como ahora por el judaísmo que hay en mí, en estos tiempos de locura nacional, y de usted y de la suya me separa no sólo el hecho de que yo nunca desearía que el judaísmo se convirtiera de nuevo en una nación [...], también el hecho de que yo amo la diáspora y la suscribo por su idealismo [el del judaísmo], por su misión cosmopolita, que atañe a todos los seres humanos, y no deseo otra unión si no es en el espíritu ...”, Carta a Martin Buber, VIII. Kochgasse 8 Viena, 24 de enero de 1917, en: Richard Friedenthal (Ed.), Stefan Zweig: Briefe an Freunde, Frankfurt am Main 1984, S. 68, citado en Müller, Stefan Zweig, op. cit., p. 63.
[11] H. Müller menciona a este respecto un artículo que Zweig escribió en la primavera de 1911 a su regreso de un viaje a los EEUU, publicado en el Neue Freie Presse. (Ibid, p. 49).
En relación con el optimismo de Zweig véase también el capítulo 8, „Glanz und Schatten über Europa” , de su autobiografía Die Welt von Gestern. Erinnerungen eines Europäers, publicada en 1941.
De su autobiografía existe traducción al español y al catalán: El mundo de ayer, Barcelona 2002 y El món d’ahir. Memòries d’un europeu, Barcelona 2001.
En su monografía sobre Emile Verhaeren, un estudio sobre su admirado poeta y amigo, escribe Zweig: „Los dioses se convertirán en hombres, volverá a su pecho el destino externo, los santos serán para siempre sus hermanos y el paraíso la propia tierra.“, citado en Müller, Ibid., p. 51.
En su pieza teatral Tersites (1907) Zweig muestra el nacionalismo como una enfermedad que conviene erradicar, responsable de la confrontación entre los pueblos, de las guerras, el sufrimiento y la muerte de muchos seres humanos.
[12] „Tersites, Jeremias. Zwei Dramen ”, en: Knut Beck (Ed.), Gesammelte Werke in Einzelbänden, Frankfurt am Main 1992 , p. 327.
[13] „Porque ahora no se trata de una cuestión de estricta teología ni del caso concreto de Servet, tampoco de la decisiva crisis entre el protestantismo liberal y el ortodoxo: en esta crucial controversia se plantea una cuestión de mayor trascendencia y universalidad, [...], comienza una lucha que, bajo diferentes nombres y formas siempre va a tener que ser librada, una y otra vez [...]. Como quiera que denominemos a los dos extremos de esta eterna tensión –tanto si lo llamamos tolerancia contra intolerancia, libertad contra tutelaje, humanidad contra fanatismo, personalidad contra mecanización, la conciencia contra la violencia-, todas estas denominaciones no expresan en definitiva más que una decisión absolutamente íntima y personal, aquello que es lo más importante para cada cual –lo humano o lo político, la ética o el logos, la individualidad o la comunidad-.” (Zweig, Castellio gegen Calvin, op.cit. p. 12-13).
14 Ibid., p. 13.
15 Sebastian Castellio, citado en Zweig, Ibid., p. 135.
[16] Zweig, Castellio gegen Calvin., op. cit., p. 152.
[17] A este respecto y en otro contexto Zweig destaca la humildad del propio Castellio, quien, en el prólogo de su traducción de la Biblia, advertía a los lectores de que su versión no era infalible, dada la dificultad que implica la interpretación del texto sagrado, en algunos puntos también para él muy oscuros. (V. Zweig, Ibid., p. 80).
[18] Zweig, Ibid., p. 151.
[19] Citado según Zweig, Ibid., p. 156.
[20] Citado según Zweig, Ibid., p. 157.
[21] Citado según Zweig, Ibid., p. 170.
[22] Citado según Zweig, Ibid., p. 174.
[23] Citado por Zweig, Ibid., p. 177.
[24] Citado por Zweig, Ibid., p. 179.
[25] Zweig, Ibid., p.18.
[26] Carta a Rudolf Kayser, Londres, 30 de noviembre de 1933, en Erich Fitzbauer (Ed.), Stefan Zweig, Spiegelungen einer schöpferischen Persönlichkeit, Viena 1959, p. 75, citada en Müller, Stefan Zweig, op. cit., p.102.
[27] Carta a Joseph Roth (sin fecha, probablemente del otoño de 1937), en Friedenthal (ed.), op. cit., p. 286, citada en Müller, op. cit., p. 102
[28] Existen traducciones al español y al catalán: Los ojos del hermano eterno: leyenda, Barcelona 2002 y Els ulls del germà etern, Barcelona 2002.
[29] Existen traducciones de este relato al español, al catalán, al vasco y al gallego: Novela de Ajedrez, Barcelona 2001; Novel·la d’escacs, Barcelona 1991; Xake nobela, Guipúzcoa 1999 y Novela de xadrez, Pontevedra 2004.
[30] En una carta privada a su amigo y editor Kippenberg, citada en H. Müller, Stefan Zweig, p. 98.
[31] Müller, Ibid., p. 99.
[32] Zweig, Castellio gegen Calvin, op. cit., p. 160.

[33] Correspondencia privada de la autora con el teólogo Xec Marquès, profesor de teología en África subsahariana (Carta del 4 de marzo de 2008).

(Traducción de la versión alemana del artículo publicado en: Bernd Springer (ed.), Religiöse Toleranz im Spiegel der Literatur)

Anna Rossell, Los escritores antifascistas alemanes en la guerra civil española (por Anna Rossell, UAB)

LOS ESCRITORES ANTIFASCISTAS ALEMANES EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA[1]
(Anna Rossell, Departamento de Filología Inglesa y Germanística, UAB)


I. DELIMITACIÓN Y PLANTEAMIENTO DEL TEMA

La materia que abordo en este artículo trata, como anuncia el título, de la literatura producida por los escritores antifascistas alemanes en la Guerra Civil Española (1936-1939). Me referiré por tanto a aquellos escritores que participaron en la Guerra Civil de modo activo, en defensa de la República. Quiero precisar también que, si bien el título reza “escritores antifascistas alemanes”, trataré de los autores que escribieron en lengua alemana y no exclusivamente de aquellos de nacionalidad alemana, aunque éstos sean la mayoría.

Me ocuparé pues de una literatura que surgió en un momento histórico claramente delimitado: los años de nuestra Guerra Civil –1936-1939-, una literatura escrita por autores que conocieron directamente nuestra guerra y la sufrieron en carne propia. Considero importante subrayar esto porque la exposición tendría un resultado muy diferente si pretendiera abordar el tratamiento de la Guerra Civil Española en la literatura en lengua alemana en general; es decir, como tema literario, tanto si los creadores de los textos intervinieron activamente en el conflicto bélico como si no lo hicieron. Porque también en la literatura producida en lengua alemana muchos años después y hasta nuestros días algunos autores se han ocupado de esta cuestión otorgándole un protagonismo más o menos destacado.
Si estudiáramos el tratamiento literario del tema que hacen estos autores, es decir, los que no participaron en la guerra y en un tiempo posterior a ella, la reflexión iría por derroteros bien distintos. Porque los autores que combatieron en la Guerra Civil tenían un importantísimo rasgo en común que forzosamente había de reflejarse en su literatura: la motivación y la participación emocional directa y personal en el conflicto, algo que no se daba en quienes escribieron con posterioridad a los hechos históricos y desde fuera de ellos .

Con las diferencias, ideológicas o de matiz, que caracterizan por naturaleza a todos los seres humanos aquellos escritores tenían en común la convicción antifascista y el objetivo de combatir el fascismo hasta el final y ponían todo su empeño en lograrlo por todos los medios, con el fusil y con la pluma. Este hecho hace que este grupo de escritores quede completamente diferenciado de aquellos otros autores que, por razones particulares y en contextos históricos bien diferentes, también trataron el tema en épocas posteriores. A estos últimos no podemos considerarlos como grupo, porque sus razones eran, en cada caso individual, distintas.

Contrariamente, cabe esperar -y el estudio de sus textos lo confirma- que aquella motivación y aquel objetivo antifascistas se vieran reflejados en mayor o menor medida en la literatura de aquellos escritores, que por ello adquiere ciertos rasgos comunes. Así para entender el por qué de esta literatura conviene hacer un repaso de las circunstancias que unían a sus autores. Porque los escritores antifascistas alemanes que participaron en la contienda se diferenciaban de los otros escritores extranjeros provenientes de otros países en una cuestión fundamental: que todos ellos habían tenido que exiliarse por causa de la persecución ideológica que el nacionalsocialismo llevaba a cabo desde que en el año 1933 se instaló oficialmente en el poder en Alemania. Muchos de ellos eran comunistas militantes y la persecución sufrida por el nacionalsocialismo les unía a todos, también a los que no lo eran, en la convicción de la necesidad de combatir el franquismo, como aliado ideológico que era de aquél. Así para ellos la defensa de la República Española frente al ejército de Franco se convertía en un acto de solidaridad y de autodefensa al que se sentían obligados. Ellos, seguramente mucho más que los voluntarios de otros países, sabían además –y esto es muy importante- que se trataba de frenar la expansión nazi y el fascismo más allá de las fronteras nacionales, donde aún estaba contenido. Ellos sabían que, más allá de la defensa de la República Española, había que contribuir a ganar la guerra en España para impedir la Segunda Guerra Mundial y las pretensiones expansionistas del nacionalsocialismo.


II. ESPECIFICIDAD DE SU LITERATURA

La mayoría de escritores de lengua alemana que vinieron a luchar a nuestro país lo hizo con las Brigadas Internacionales. Así los textos literarios que estos autores escribían se basan en las experiencias acumuladas en el período en que las Brigadas actuaron en nuestro país, entre 1936 y 1938. Algunos de ellos –pocos- estaban ya en España a donde habían llegado en su huída de la persecución nazi, pero éstos eran casos aislados. A España, huyendo del nacionalsocialismo antes del comienzo de la Guerra Civil, vinieron muy pocos de los perseguidos, quienes, por razones culturales y de proximidad geográfica a su país de origen, durante los primeros años de su exilio prefirieron instalarse provisionalmente en tierras de Francia, Suiza, Holanda o Dinamarca, a la espera de cómo se desarrollaban los acontecimientos.

Estos soldados-escritores voluntarios compartían aún algo más que hacía diferente en su caso el hecho de escribir, y es que, del mismo modo que se sabían, como grupo, luchadores contra una causa común, también se entendían, como grupo, escritores al servicio de esta causa. Porque, como grupo, ellos se planteaban conscientemente la pregunta de cómo convenía escribir en este crítico momento. Sus propios escritos nos han dejado el testimonio de que la pregunta acerca de la finalidad que debía perseguir su literatura era objeto de debate entre ellos.
Erich Weinert nos explica en el prólogo de su libro Camaradas[2], publicado por primera vez en el año 1951, pero escrito en otoño de 1938, cuáles eran las cuestiones que entonces se planteaban; por ejemplo: ¿Cómo se debe escribir desde el mismo interior del combate?. O bien: ¿Es posible escribir desde el combate mismo? ¿Para qué público escribimos? (es decir, ¿a qué lectores debe llegar nuestra literatura?). Incluso preguntas relacionadas con la técnica de escritura más adecuada al momento y al objetivo: ¿Conviene escribir artículos de estilo periodístico? ¿O es mejor hacerlo tomando notas, a la manera del cronista?, es decir, ¿acumular apuntes para darle forma definitiva más tarde, cuando la guerra haya acabado y tengamos una visión más distanciada y objetiva de este período histórico? Todas estas cuestiones se planteaban entonces. Y el tipo de preguntas que se hacían da a entender que estos autores eran muy conscientes de que su literatura había de ser forzosamente diferente, porque la situación que daba origen a estas preguntas era diferente, ya que surgía de un impulso atípico de escritura; es decir, de una necesidad distinta. Esto no significa que todos los autores respondieran del mismo modo a estos interrogantes, ni tampoco que un autor determinado se decidiera exclusivamente por un estilo de escritura, pero está claro que todos eran conscientes de que se encontraban en una situación y en un momento de escritura muy específicos.

El mismo autor, Erich Weinert, en un artículo que escribió a finales de 1938 con el propósito de “hacer balance del trabajo de los escritores revolucionarios internacionales que lucharon en el frente de la libertad”, por citarlo textualmente[3], habla de una triple tarea: “por un lado, luchar con las armas en la mano; después, inflamar los corazones de los camaradas e infundirles coraje y, finalmente, dar publicidad universal a la cuestión española para conseguir una participación activa desde todas las partes del mundo”. Estas palabras resumen los objetivos que se proponía su literatura. Pero, en cuanto al último de ellos se refiere, es decir, “dar publicidad universal a la cuestión española para conseguir una participación activa desde todas las partes del mundo”, los escritores en lengua alemana también se encontraban en una situación especial que les distinguía de sus compañeros de otras nacionalidades de las Brigadas Internacionales, porque aquellos no podían hacer llegar legalmente sus textos a sus países, no podían llegar al gran público de lengua alemana, la relación con sus lectores naturales había quedado impedida por el nacionalsocialismo.


III. DIFERENTES RESPUESTAS LITERARIAS A OBJETIVOS COMUNES

Un ejemplo concreto puede ayudar a entender la diversidad de la literatura de los autores que nos ocupan, a pesar de ser la misma la causa por la que todos ellos luchaban:

A finales de octubre de 1936 en Madrid, que en aquellos días estaba sitiado por las tropas franquistas, programaban la película “Los marineros de Kronstadt” (que glosa la valentía con que la Armada Roja defendió la ciudad de Petrogrado en la revolución rusa de 1917 y muestra imágenes de soldados que lanzan granadas de mano contra los amenazadores y monstruosos tanques del enemigo). Peter Merin y Ludwig Renn, dos de los autores de la época que nos ocupa, reaccionan de modo muy distinto ante este mismo hecho: Peter Merin observa el entusiasmo que la película infunde en el ánimo del público de los soldados, que ven en la actitud de quienes lanzan las granadas contra los tanques un comportamiento heroico digno de imitación y concluye que estas imágenes le han abierto los ojos, porque ahora sabe que el arte puede transformar las cosas, ahora sabe el valor que tiene el arte, conoce su poder transformador, mientras que antes era muy escéptico y pensaba que el arte tenía simplemente un valor estético y, como mucho, lograba sólo dar consuelo[4]. En cambio, Ludwig Renn, que tenía experiencia militar porque ya había participado como oficial en la Primera Guerra Mundial y ahora lo era de la XI Brigada Internacional, rechaza la imagen que muestra la película del soldado indefenso, que en su opinión se expone innecesariamente a una muerte más que probable, lanzando una insignificante granada de mano contra un tanque infinitamente más poderoso. Para el autor Ludwig Renn, que en aquel momento tenía responsabilidad militar y era buen conocedor de las técnicas de guerra más modernas, presentar aquella actuación como un comportamiento modelo digno de imitación equivalía a un acto de irresponsabilidad[5]. El ejemplo sirve para poner de manifiesto las distintas maneras de entender el efecto del arte –en este caso, la película- sobre el público –en este caso, los soldados- y puede orientar al lector de este artículo sobre la pluralidad de respuestas que los autores que nos ocupan dieron a la pregunta que se planteaban acerca de cómo convenía escribir en aquel momento.


IV. TIPO DE LITERATURA QUE PREDOMINA

A pesar de las diferencias de estilo que refleja esta literatura en función de la diferente respuesta que daba cada uno de sus creadores a las preguntas comunes que se planteaban, creo que sí puede afirmarse que en la mayoría de los textos que surgieron de aquella situación bélica y que han llegado hasta nosotros predominan sobre todo tres intenciones bien diferenciadas: una es infundir ánimo al soldado, otra construir un modelo de comportamiento de lucha antifascista y, finalmente, la tercera, dejar constancia de los acontecimientos para la posteridad, no tanto para registrar la historia de la Guerra Civil Española, sino para documentar la de las Brigadas Internacionales. Estas tres intenciones literarias no tienen por qué excluirse mutuamente; es decir, algunos textos reflejan a menudo dos o los tres objetivos al mismo tiempo. De todos los textos se desprende claramente que la intención literaria está subordinada y al servicio de la causa antifascista y que este hecho condiciona habitualmente el estilo literario. Esto se puede afirmar de todos los géneros, tanto de la prosa como de la poesía.

Dentro de la literatura en prosa que se escribió en lengua alemana en los años en que las Brigadas Internacionales intervinieron en el conflicto predomina el texto del estilo del “informe”, narrado por testimonios que han participado en los acontecimientos. Se trata de crónicas vividas directamente que a veces se presentan en forma de “diarios de guerra”, son textos de la familia del reportaje que a menudo se elaboran con la ayuda de documentos auténticos que se van intercalando en la narración. A este género pertenecen no sólo los libros que nacen con intención de escribir la historia de una determinada brigada, sino también muchas novelas. El escritor se convierte a menudo en protagonista del reportaje, de la crónica o de la novela. El trabajo del autor consiste en seleccionar el material que considera más importante para la narración y en montarlo. La selección y el montaje que haga dependerá del tema o temas que más le interesa al autor exponer.

El modo cómo estos autores entienden los acontecimientos que se desarrollan en España condiciona esencialmente los acentos temáticos de su literatura: ellos conciben la lucha contra el ejército golpista de Franco como la defensa activa de un pueblo entero ante el fascismo y, por la propia experiencia que tienen del nacionalsocialismo, entienden también que en España se está forjando una comunidad internacional de antifascistas que puede poner freno a la expansión universal del fascismo. Así pues son frecuentes las narraciones de vivencias de los soldados voluntarios extranjeros y de sus motivaciones, aunque los estilos, es decir, el modo literario de transmitirlas, diverja de un autor a otro. Es muy probable que las diferencias estilísticas tuvieran mucho que ver con el público lector al que el texto iba dirigido. Dicho de una manera general, y teniendo en cuenta que esta literatura pretendía poner freno al avance fascista, debemos entenderla como una literatura estratégica. Esto significa que en las actuaciones de los personajes o en los comentarios del sujeto narrador también se desprende con frecuencia una directriz de comportamiento que pretende marcar o enseñar la mejor manera de conseguir este objetivo. Ello da a una buena parte de estos textos un fuerte carácter de lo que podríamos denominar “guía de actuación”, en tanto que construyen modelos de comportamiento positivo ante los acontecimientos históricos, que, a pesar de las diferencias en función del autor de que se trate, toman una dirección parecida. Esta intención de marcar la diferencia entre el buen y el mal comportamiento se pone de manifiesto por ejemplo en el tratamiento que reciben los anarquistas, que a menudo son retratados como los representantes de la actitud equivocada. Esto se explica por el hecho de que la mayor parte de los textos están escritos por brigadistas militantes del Partido Comunista.


V. TIPOLOGÍA Y MUESTRA DE TEXTOS

Toda clasificación resulta, por definición, esquemática y no considera ni las excepciones ni los matices, pero tiene la ventaja de orientar con rapidez y claridad sobre la materia que se propone clasificar. Sin perder esto de vista, permítaseme la propuesta siguiente:

1. Textos en prosa que se proponen presentar interrelaciones históricas de causa- efecto:

Más allá de los objetivos estratégicos que perseguían los textos a los que he hecho alusión, algunos de los autores, en la medida en que sus conocimientos de historia se lo permitían, incorporaron a la narración de los hechos un análisis histórico de sus causas; intentaban establecer nexos de causa-efecto entre los antecedentes históricos y los acontecimientos del momento. Así, por ejemplo, con cierta frecuencia encontramos reflejado el tema de la rebeldía del campesino, que se presenta como una reacción necesaria a la explotación sufrida, infringida durante generaciones por parte del señor latifundista que cultiva o deja yermas las tierras a capricho, ignorando por completo las consecuencias que ello tiene para quien necesita del trabajo del campo para vivir. O bien se nos hace conscientes de la injusticia de la estructura social y económica del país señalando que la miseria de la gente sencilla viene causada por las riquezas acumuladas por la nobleza y los Grandes de España y transmitidas de generación en generación.

En la muestra que sigue, el narrador pasea por las calles de Madrid y reflexiona sobre la magnificencia de la arquitectura de los grandes palacios que han quedado preservados de los bombardeos. Este hecho le lleva a reflexionar sobre la historia de España:


Egon Erwin Kisch, Las casas y los palacios de Madrid[6]

[...]
Hasta ahora estos palacios habían pertenecido a la funesta alta nobleza española, a los duques y marqueses que durante medio milenio condenaron a los españoles a las tinieblas y a la desesperación con la ayuda de la clerigalla, que mantuvieron un régimen feudal medieval y cultivaron un mercantilismo trasnochado, que impidieron la construcción de canales, que empujaron a la agricultura al peor de los estados, que dejaron la explotación de las minas y la creación de las industrias en manos de consorcios extranjeros, que hasta arrendaron la red de comunicaciones telefónicas a los americanos.
Aquellos que en la Edad Media temían el progreso de la burguesía y por esta razón expulsaron del país a los judíos y a los moros bajo el pretexto de la religión hipotecaron más tarde sus minas de mercurio a los Rothschild de Frankfurt y ahora traen moros mahometanos de África para que ataquen a sus paisanos y correligionarios católicos. (pp. 198-199)
[...]


2. Textos que pertenecen a la familia del informe, del diario de guerra, del reportaje o de la crónica:

He mencionado ya que muchos de los textos en prosa pertenecen a la familia del reportaje o de la crónica. Esto se pone claramente de manifiesto cuando el objetivo es recoger los acontecimientos para dejar constancia de la historia de las Brigadas Internacionales, pero no es exclusivo de esa clase de texto. Esta intención de crónica-reportaje impregna también el estilo literario de las novelas:

2.1. El reportaje, la historia, la crónica

Un perfecto ejemplo de los primeros lo constituye el libro de


Índice de Ludwig Renn, La guerra Española[7]

En la prisión
El secuestro
El asalto a los cuarteles
La Centuria Thälmann
Madrid en octubre y principios de noviembre de 1936
Constitución del Batallón Thälmann (del 6 al 11 de noviembre de 1936)
La defensa del Cerro de los Angeles (del 12 al 16 de noviembre de 1936)
La defensa de Palacete (del 17 al 24 de noviembre de 1936)
Reorganización de la XI. Brigada (del 25 de noviembre al 31 de diciembre de 1936)
La Batalla de Las Rozas (del 1 al 11 de enero de 1937)
En Murcia (del 14 de enero al 7 de febrero de 1937)
El fracaso de Málaga (del 25 de enero al 12 de febrero de 1937)
La Batalla de El Jarama (del 8 al 21 de marzo de 1937)
La Batalla de Guadalajara (del 8 al 21 de marzo de 1937)
Los sucesos en otros frentes (de finales de marzo a mayo de 1937)
Contra los elementos antisociales (del 22 de marzo al 20 de mayo de 1937)
Efervescencia en el frente (del 21 de mayo a finales de junio de 1937)
El congreso de escritores antifascistas de Valencia y de Madrid (principios de julio de 1937)
La Batalla de Brunete (del 6 al 28 de julio de 1937)
La crisis se agrava
La escuela de guerra de Cambrils (de principios de junio a finales de septiembre de 1938)
Retirada de la Brigadas Internacionales (de finales de septiembre a finales de diciembre de 1938)
Vuelta a la lucha de las Brigadas Internacionales
Explicación de algunas palabras
Índice de mapas


Y aún un extracto del capítulo:


La Batalla de Guadalajara (del 8 al 21 de marzo de 1937)

[...]
Nos apeamos y deshicimos un tramo del camino con los coches marcha atrás porque aún no sabíamos con exactitud a qué distancia estaba el enemigo. Probablemente se encontraba al otro lado de la montaña de la Alcarria, al lado derecho de su cima más elevada, el Picarón, aproximadamente a dos kilómetros de distancia. Nosotros estábamos a 1000 metros de altura. El Picarón tenía 1015 metros de alto y el valle que nos separaba estaba a 790 metros sobre el nivel del mar, según el mapa. (pp. 239-240).
[...]

[...]
Cuando nuestras patrullas entraron en el valle, fueron recibidas por los disparos de fusiles y ametralladoras. Deliberamos con los de los tanques sobre el modo de atacar la cima del otro lado.
El capitán nos dijo: “Podríamos usar la carretera que conduce a Muduex, que está en buen estado, pero una vez al otro lado no podríamos seguir hacia arriba porque el camino es demasiado pendiente y está en mal estado.” [...]
Una compañía consiguió bajar hasta las puertas de Muduex y se dividió en dos líneas de tiradores. Se oían disparos de infantería. Esto significaba que no todos los fascistas habían huido, sino que muchos estaban en sus posiciones en la falda de la montaña [...].
Nuestro batallón de cazadores corría ahora por el pueblo hacia el escarpado despeñadero, donde probablemente quedarían fuera del alcance de los disparos. Comenzaron a escalar la pendiente, pero cayeron.
También un batallón español de otra brigada extranjera había bajado por el lado que quedaba a nuestra derecha. No podíamos ver sus movimientos, pero pronto empezaron a volver heridos. Eran cada vez más. Entonces informaron de nuestro batallón: “Tenemos bajas. Es imposible escalar la fuerte pendiente bajo el fuego del enemigo. El oficial de teléfonos de la brigada, teniente Schäfer, ha caído en Muduex, una bala le ha alcanzado el corazón.”
Al atardecer empezó a diluviar. Hans dio a nuestro batallón la orden de retirada [...]. (pp.240-241)



Como vemos, se trata de un estilo a caballo entre un diario de guerra y una crónica-reportaje. El relato, vivido directamente por el narrador, no está recogido por días tal como acostumbra a suceder en el género “diario”, pero sí por períodos de varios días o meses, siguiendo un orden estrictamente cronológico que empieza con los últimos años que el autor estuvo preso en una cárcel alemana, pasa por la salida de la prisión y la marcha a España para luchar como miembro de las Brigadas Internacionales en diciembre de 1938 y termina extendiéndose en los avatares cotidianos que conlleva el desarrollo de la guerra.
El relato entre estos dos puntos va siguiendo meticulosamente las vivencias autobiográficas del autor, que va buscando la manera de ser útil a la defensa de la España antifascista con sus conocimientos de las técnicas más modernas de guerra.
La parte más extensa de la narración la ocupa la descripción de la guerra desde la vivencia de la XI Brigada. El índice del libro permite seguir fácilmente este recorrido. A sus descripciones el autor incorpora materiales que no son habituales en la literatura tradicional, como por ejemplo mapas explicativos de las posiciones de guerra, entre otros. La perspectiva de la narración es siempre la del autor-protagonista que, a pesar de tratarse de acontecimientos humanamente muy duros, que le afectan directamente, se esfuerza por mantener un estilo distanciado y objetivo que evita en todo momento el reflejo de los sentimientos.
Este estilo literario que busca la objetividad, es decir, esta escritura que pretende
transmitir al lector los acontecimientos tal y como sucedieron, sin interposición del
sentimiento ni el apasionamiento del autor, lo buscan muchos de los escritores de
textos en prosa, si bien encuentran soluciones diferentes:


Por ejemplo, otro autor, Willi Bredel, recibió el encargo de escribir una historia de la XI Brigada Internacional[8]. El Comisario General de las Brigadas Internacionales, Luigi Longo (Gallo), había puesto en marcha la iniciativa de elaborar una colección de materiales para documentar la aportación que los pueblos del mundo habían hecho a la guerra de España. Quería dejar constancia para la posteridad de la valentía, el sufrimiento y el heroísmo de estos soldados para que no se perdieran para la historia. Bredel utilizó como materia prima escritos de diversos interbrigadistas que se habían publicado en el diario de la Brigada o que iban recopilando la sección histórica y los comisariados de la Brigada. Para conseguir este estilo objetivo hizo un montaje incorporando diferentes puntos de vista en su texto. Su técnica de montaje sigue un proceso de tres fases claramente diferenciadas que va repitiendo sistemáticamente para describir cada uno de los acontecimientos que transmite: primero da él mismo una visión panorámica de los hechos a modo de introducción, seguidamente pasa la palabra a un soldado y, finalmente, incorpora documentos que corroboran el testimonio que acabamos de leer. La intención del autor no es tanto la de describir los acontecimientos, sino dejar hablar a sus protagonistas directos.

En cambio Bodo Uhse, que también escribe una especie de historia del batallón Edgar André[9], lo hace de modo bien distinto: él no la aborda de manera documental, sino que se basa en informes de los implicados sin usarlos de modo directo. No actúa como cronista distante, sino que es un narrador que ve las acciones, pero registra también las impresiones y los sentimientos de los implicados en la lucha.


2.2. Las novelas

Sirva como ejemplo de este género el texto de Eduard Claudius que recoge las experiencias autobiográficas de su autor en la Guerra Civil Española desde que llega al país y se incorpora a las Brigadas Internacionales hasta noviembre de 1938, cuando el protagonista se encuentra por pocos días con su esposa en París.
A diferencia de los textos anteriores aquí el estilo literario es claramente novelado, la expresión del sentimiento no está reprimida y ello permite al lector sumergirse personalmente en los acontecimientos y en el sufrimiento humano. Con todo, y aunque el estilo literario no es el de la crónica, la obra en su conjunto también tiene algo de este género. Porque, tanto por el período temporal que abarca la narración, como por el conjunto de historias individuales descritas, los lectores acabamos por obtener una visión panorámica de cómo los acontecimientos históricos en Alemania destrozaron las vidas de tantos y tantos seres humanos, que se vieron abocados a la separación familiar y de los amigos y a una vida incierta y largamente errática, al tiempo que nos permiten percibir de primera mano el grado de idealismo de todos aquellos que, después de haber sufrido persecución, prisión y a menudo torturas, ponían toda su energía en llegar a España para sumarse a la lucha antifascista, empujados por una convicción ideológica sin fisuras:


Eduard Claudius, Aceitunas verdes y montañas áridas[10]

[...]
Jack veía cómo su compañía iba descendiendo por la montaña, veía aparecer y desaparecer la pelliza que Albert le había quitado al moro.
Y luego supo de repente que del lado enemigo se habían dado cuenta. Les dispararon fuego de artillería, pero esto no logró perjudicarles demasiado. Por unos minutos vio a Albert avanzar hacia la línea enemiga encabezando la compañía y vio luego cómo una silueta agazapada lanzaba granadas de mano e irrumpía en la primera línea de los cazadores enemigos. Lo vio caer y levantarse de nuevo, y vio cómo la línea enemiga se cerraba tras él y tras el grueso de la compañía.
Algunos no consiguieron atravesar la línea, fueron abatidos; también los heridos fueron abatidos. Allí ese día no hubo perdón.
Hasta el atardecer tuvieron que hacer frente a dos ataques, si bien los fascistas los emprendieron con violencia mesurada. A los que habían quedado atrapados los tenían seguro; habían caído en su trampa, no había posibilidad de escapar. Y nadie sabía cuál sería la última imagen de este mundo que se llevaría su corazón: el sol crepuscular o la luz fría y apacible de las estrellas, o la imagen de otro amanecer.

Jack quedó fuertemente conmovido por el dolor que se leía en los ojos de los ocho muchachos que tenía a su mando, un dolor que se negaban a admitir, un dolor violento, silencioso, reprimido. (pp. 245-246)
[...]


2.3. Textos que aplican la política literaria soviética de los años treinta: el héroe positivo según la estética del realismo socialista

Ya he mencionado que, en el conjunto de textos en prosa que nos han quedado de esta época, se perfila el grupo de aquellos en los que predomina la intención de construir un modelo de comportamiento positivo ante la situación crítica de la guerra. Dentro de esta categoría tenemos por ejemplo una narración de Willi Bredel titulada Encuentro a orillas del Ebro. Apuntes de un comisario de guerra[11]. Ya el subtítulo nos anuncia la narración de la guerra a través de vivencias individuales. Nuevamente se trata de un relato en primera persona. Pero poco a poco el peso de la narración se va desplazando hacia otro personaje. A partir de este momento el escritor glosa una historia que podríamos llamar “de aprendizaje”, protagonizada por el anarquista Pedro. Pedro, que se nos presenta como un hombre valiente y luchador, pasa de una actitud inicial muy recelosa y desconfiada hacia la política del Frente Popular y la función de las Brigadas Internacionales dentro del ejército español a otra gradualmente mucho más proclive, hasta que acaba por ver en los interbrigadistas a sus verdaderos amigos. La evolución de Pedro desde las posiciones representadas por los anarquistas hasta las defendidas por los comunistas se nos presenta como un modelo a seguir. Esta idea, bien desarrollada en una historia completa, como en este caso, o bien simplemente embutida en un comentario al paso, se desprende a menudo de los relatos en prosa de muchos de estos autores, que manifiestan en sus textos claramente y sin ambages su posicionamiento ideológico personal y la asunción a rajatabla de la estética literaria del realismo socialista propugnada por Lukács.

Otro texto, en este caso de Eduard Claudius, que lleva el título La víctima[12], construye otro modelo de comportamiento positivo donde el acento se pone en el análisis de las causas sociales que han empujado al pueblo llano a la revuelta política y social: el protagonista, un joven antifascista español, recuerda su vida mientras lleva a cabo una peligrosa misión en la que muere. En este repaso vital se nos van descubriendo las razones de la firme convicción que impulsa sus actos y que le hace poner su vida en peligro hasta tal punto. Estas razones son, primero, una infancia miserable, llena de humillaciones por parte del propietario terrateniente, años, como dice, de apatía y de indiferencia; después, la esperanza de una vida mejor, en la que ya no habrá desposeídos y, finalmente, el trabajo en la ciudad donde el joven se inicia en la lucha de clases. El autor subraya la motivación antifascista del protagonista desde los años de la apatía al despertar revolucionario.

Algunos textos de Bodo Uhse presentan aún un modelo de comportamiento positivo en relación con otro tema. Su intención es servir de ejemplo a los alemanes que siguen en su país (si bien con gran dificultad, algunos textos conseguían infiltrarse en Alemania de manera clandestina y burlar la censura). Es evidente que el público al cual pretende llegar el texto determina el tema y el estilo. El objetivo de Bodo Uhse era combatir el efecto deslumbrador de la ideología nacionalsocialista y fascista. Uhse hace algo completamente fuera de lo común en la literatura del exilio en lengua alemana: el texto analiza cuáles son las consecuencias de la ideología fascista sobre el comportamiento humano y constituye al mismo tiempo una muestra de cómo un hecho real se convierte en literatura. Uhse escribe un relato titulado Encuentro entre dos alemanes[13]. El autor se basa en un hecho real ocurrido a principios de 1937, cuando Madrid era bombardeado por los aviones fascistas con la ayuda de la aviación nazi: durante el bombardeo uno de los aviones fascistas es abatido y un soldado alemán, voluntario del Batallón Thälmann de las Brigadas Internacionales, reconoce en el piloto muerto a un antiguo amigo y compañero suyo de la época en que ambos hacían el servicio militar. El autor trabaja literariamente este acontecimiento histórico con la intención de abrir los ojos a todos aquellos alemanes que obedecen órdenes ciegamente sin plantearse a qué causa sirven. El objetivo concienzador que persigue el texto no se sirve sólo de la causa de la guerra española, sino también, premonitoriamente, de la amenaza que se acerca, del “momento en que Hitler comience su gran guerra”, que el autor define como guerra civil “cuyos frentes se extenderán por todos los países del mundo”. Así, además, el texto pone de relieve que los frentes no los hacen las nacionalidades, sino las posiciones ideológicas, una idea que a menudo encontramos subrayada en otros escritos.

Eduard Claudius sigue un esquema muy similar al de Uhse en Reencuentro cerca de Madrid. Carta a una madre alemana[14], donde el autor relata un encuentro parecido entre dos antiguos compañeros de colegio e intenta buscar una explicación social a dos trayectorias vitales, tan opuestas.



2.4. Textos de intención informativa inmediata:

Algunos textos en prosa persiguen otra finalidad: van destinados a la prensa extranjera para facilitar la difusión internacional de los acontecimientos que se desarrollan en España, llamar la atención sobre lo crítico de la situación y los esfuerzos del gobierno republicano. En estos textos el estilo es mucho más operativo, informativo y argumentativo. Sirvan como ejemplo de esta tipología literaria los títulos de Bodo Uhse Visita al hospital militar del quinto regimiento, en Madrid o Sobre las milicias españolas, del mismo autor [15].


3. Los poemas

En los años de la Guerra Civil muchos antifascistas en lengua alemana escribieron poemas. No lo hicieron sólo aquellos que ya eran escritores o que lo fueron después, sino muchos soldados de las Brigadas Internacionales. Entre los escritores algunos, Erich Weinert o Erich Arendt entre otros, ya se habían iniciado en el género, pero también muchos de los habitualmente prosistas, escribieron poesía, por ejemplo Hans Marchwitza o Ludwig Renn; la poesía fue un género muy cultivado. Es posible que ello se explique por el hecho de que, por su extensión, los poemas podían publicarse más fácilmente en las revistas que editaban las mismas Brigadas y en las publicaciones periódicas culturales del exilio en general y también porque muy probablemente, dado el tipo de poesía de que se trata, eran más fáciles de crear en la difícil situación de la guerra. No debemos olvidar que los poemas perseguían en primera línea la finalidad de levantar la moral del soldado o registrar los sucesos bélicos para la posteridad y dar testimonio de la valentía de quienes luchaban contra el ejército de Franco y dejar constancia de la heroicidad de las víctimas antifranquistas de la guerra.

Es pues una característica de muchos de estos poemas que el sujeto poético se erige en portavoz de todo un colectivo y no acostumbran a ser la expresión subjetiva de los hechos históricos. Al igual que sucede con muchos de los textos en prosa, también la lírica tiene una tendencia a la crónica y a la construcción de un modelo de comportamiento positivo para los lectores u oidores. También para oyentes, porque en algunos casos los poemas se musicaban y cantaban para los soldados y producían el efecto de un himno, como es el caso del poema de Erich Weinert Canción de las Brigadas Internacionales[16].


3.1. Poemas escritos con distancia racional

3.1.1. Con tendencia a la crónica

Erich Weinert, Dieciocho de julio, transmitido por Radio Barcelona el 18 de julio de 1938 para rememorar la actitud heroica del pueblo español ante las tropas franquistas[17].

Aún no ha llegado la hora de cantar un himno;
Aún no podemos alzar al viento las banderas.
Las armas aún hablan más alto que las palabras.
La hora es crítica.

Hablo al mundo, escucha, mundo.
Hablo al corazón de aquellos
A quienes el ruido de estos tiempos
Aún no ha dejado sordos.

¡Dieciocho de julio!
Este día ha entrado en la historia,
En la historia de España,
En la historia del mundo.

No olvidemos este día
Del año mil novecientos treinta y seis
En que los generales traidores
Asaltaron con sus cohortes a un pueblo,
Al pueblo español que había despertado
Y respiraba el aire fresco de su libertad.

Tras un sufrimiento centenario
Bajo el puño de grandes déspotas y pequeños,
Reyes, dictadores, generales,
Mercaderes nuevoricos y bandidos de la nobleza
El pueblo español ahuyentó
Al monarca y a sus servidores
E hizo inofensivos
A aquellos que querían detener el curso de la historia.

Por todas partes en la nueva España,
En Cataluña, en Castilla, en el País Vasco,
El pueblo, los hombres y las mujeres,
Fue forjando una nueva unión
Que aún no era monocorde en sus partidos,
Pero de una sola voluntad sagrada
Dispuesta a no entregar ningún derecho nuevo,
Nada de su nueva libertad.

El pueblo había votado.
Y la votación favoreció en gran mayoría
A los representantes del derecho y de la libertad.

Los representantes del capital en Roma y en Berlín
vieron estas cosas con gran inquietud.
Ellos lo sabían: una nueva democracia en Europa
Pone en peligro sus oscuros planes.
Y acordaron asaltar secretamente al pueblo
Sirviéndose de traidores generales
Que vendieron su patria española.


El dieciocho de julio de mil novecientos treinta y seis
Los generales dieron orden a sus guardias
De disparar contra el pueblo
Y de abatir a su gobierno.

Pero el pueblo,
Cogido por sorpresa y sin armas en la mano,
Se levantó contra los traidores
E hizo frente con los puños vacíos
A las armas y a las granadas de mano.

¡Dieciocho de julio!
Fue la sagrada legítima defensa de la libertad.
Arrancaron las armas a aquellos miserables
Y empezó una guerra.
Y nadie dudaba que el pueblo obtendría pronto la victoria.

El arrojo del pueblo
Asustó a los mandatarios extranjeros.
Entonces acudieron con fragatas y aviones
Y llevaron consigo a ejércitos enteros de soldados
Y llevaron consigo una ingente cantidad de armas
Para reprimir al pueblo levantado.

El pueblo pidió ayuda a las naciones amigas.
¡Nos invaden los bandidos! ¡Vendednos armas!
Pero los vecinos cerraron sus fronteras
Y dijeron: ¡Nosotros no queremos intervenir!

El pueblo tuvo que buscarse sus propias armas,
Pero eran pocas
Comparadas con las muchas de aquellos extranjeros.

¡Sin embargo el pueblo no se dejaba vencer!
Porque un pueblo entero, mujeres y hombres,
Unido y valeroso, fue a la guerra contra los bandidos.

Pero el enemigo que disparaba en el frente
No era el único enemigo.
Por detrás de aquel pueblo que luchaba
Se forjaba en secreto
La traición.
Las oscuras figuras del pasado
Deshicieron el orden en la retaguardia
Y mutilaron las manos del trabajador
Y arruinaron las armas del soldado
Y enredaron con mentiras importadas
El sentido de la verdad.
Y una y otra vez
El maltratado pueblo
Tuvo que defenderse del enemigo que le atacaba por la espalda.

Pero España era invencible.
Asturias luchaba hasta entregar el último de sus hombres.
Con los cuerpos se les impidió en Madrid el paso.
El País Vasco no se entregó
Hasta que hubo disparado la última bala.
Pero España era invencible.
Málaga cayó por traición.
Aragón tuvo que ceder
A los cañones extranjeros, a los legionarios y a las bombas.
A Levante lo descuartizaron,
Pero España era invencible.
El valeroso Ejército Popular causó
Grandes heridas a los invasores
En Guadalajara, en Belchite, en Teruel.
¡España era invencible!

Nosotros no queremos intervenir,
Habían dicho las democracias.
Sin embargo el fascismo extranjero intervenía tranquilamente.
Y como las democracias no hacían sino encogerse de hombros,
Los bandidos se sintieron en el país como en su casa.

Así pues la España del heroico Frente Popular
Se quedó sola, sólo podía contar consigo misma,
Se desangraba por todas sus heridas, pero estaba segura de la victoria
Que iba a darle tierra, libertad y derechos.

La hora es crítica.
Pero al pueblo español le apoya
La simpatía grande
De los pueblos del mundo,
Y ella llena su valiente corazón
Con una fuerza que es más poderosa que las armas.

¡Dieciocho de julio!
¡Dos años de guerra sangrienta, repleta de muertos!
Que viva el pueblo español,
Modelo para todos aquellos cobardes
Que creen que el fascismo es invencible.
El dieciocho de julio
Este pueblo demostró
Cómo puede hacerse frente al monstruo,
Fue el primero que lo demostró.

¡España vencerá!
¡Que viva el dieciocho de julio!
¡Viva la República!

(pp. 197-201)


3.1.2. Poemas con la intención de arengar

Erich Weinert, Canción de las Brigadas Internacionales (1936)[18]

Nacidos en país lejano,
No trajimos sino odio en el corazón.
Pero no hemos perdido nuestra patria,
Nuestra patria está ahora aquí en Madrid.
Nuestros hermanos de España están en la barricada.
Nuestros hermanos son el campesino y el proletario.
¡Adelante, Brigada Internacional!
¡Arriba la bandera de la solidaridad!

Con la libertad de España está en juego nuestro honor.
Nuestro corazón es internacional.
¡Expulsad a los legionarios extranjeros!
¡Arrojad al mar al general de los bandidos!
El soñaba que sus tropas desfilarían por Madrid,
Pero nosotros ya estábamos allí; llegó demasiado tarde.
¡Adelante, Brigada Internacional!
¡Arriba la bandera de la solidaridad!

Con armas, bombas y granadas
Eliminaremos a la sabandija.
¡Liberemos la tierra de bandidos y piratas,
Hermanos españoles, pues la tierra os pertenece!
¡Que no haya piedad con esa chusma fascista!
¡Que no haya piedad con el perro que nos traiciona!
¡Adelante, Brigada Internacional!
¡Arriba la bandera de la solidaridad!

(Música de Espinosa y Palacio)
(p. 23)




Pero, al margen de esta poesía escrita desde la distancia racional, algunos practican una poética más sensible que asimismo enaltece la valentía y registra los acontecimientos sin olvidar el dolor humano. Éste es el caso de Erich Arendt. Así como los poemas de Weinert son poemas de guerra, nacidos desde la lucha militar de las Brigadas, los de Arendt nacen desde el interior del pueblo, glosan la vida y el sufrimiento de la gente sencilla, observan y dan fe de la cotidianidad de la miseria. Ello se explica seguramente por el hecho de que Erich Arendt fue uno de los pocos autores alemanes que se exiliaron en España huyendo de la persecución nazi. El 18 de julio de 1936 hacía ya tiempo que Arendt vivía en Mallorca y conocía a la gente y las costumbres del país.


3.1.3. Poemas escritos desde la participación sensible en el dolor y el sufrimiento

Erich Arendt, Las manos de un minero[19]

[...]

Dos muñones rodaron vacilantes por la tierra.
Y después, riendo, dispararon. Cuando él gritó
uno de ellos fue y le calló la boca con la tierra.

Yacía en el suelo y lejos de él, sus manos, en un charco de sangre.
Por la noche las manos se cerraron. En el pueblo se oyó
como los puños iban llamando a todas las ventanas.

(p. 353)



VI. BIBLIOGRAFÍA


Luis Costa (ed.), German and international perspectives of the Spanish Civil War: the aesthetics of partisanship, Columbia, SC, ed. Camden House, 1992.

Elke Bleier-Staudt, Die deutssprachige Lyrik des spanischen Bürgerkrieges, Tübingen, Diss., 1983.

Susanne Christink (ed.), Es klingt ein Ton wie geschliffener Stahl…: Lieder und Gedichte aus dem spanischen Bürgerkrieg 1936-1939, München, ed. Hanser, 1986.

Erich Hackl (ed.), Geschichten aus der Geschichte des spanischen Bürgerkriegs: Erzählungen und Berichte deutssprachiger Autoren, Darmstadt …, ed. Luchterhand, 1986.

Gerhard G. Mack, Der spanische Bürgerkrieg und die deutsche Exilliteratur, Michigan, ed. Ann Arbor 1984.

Peter Monteath, Elke Nikolai, Zur Spanienkriegsliteratur: deutsche Literatur des dritten Reiches zum spanischen Bürgerkrieg. Mit einer Bibliographie zur internationalen Spanienkriegsliteratur. Frankfurt a. M., ed. Lang, 1986.

Georg Pichler, Der spanische Bürgerkrieg (1936-1939) im deutschsprachigen Roman: eine Darstellung, Frankfurt a. M. …, ed. Lang, 1991.

Silvia Schlenstedt, “Exil und antifaschistischer Kampf in Spanien”, en Klaus Hermsdorf, Hugo Fetting, Silvia Schlenstedt (eds.), Exil in den Niederlanden und in Spanien, Leipzig, ed. Reclam jun., 1981, pp. 191-403.

Wilfried F. Schoeller (ed.), Die Kinder von Guernica: deutsche Schriftsteller zum spanischen Bürgerkrieg; Reportagen, Erinnerungen, Kommentare, Berlin, ed. Aufbau-Taschenbuch-Verlag, 2004.








[1] Este artículo es, fundamentalmente, fruto de mi trabajo de investigación en la Biblioteca del Pavelló República de Barcelona. Esta biblioteca, constituida por los fondos documentales del Centro de Estudios Históricos Internacionales (CEHI) y la Biblioteca Josep Mª Figueres, reúne uno de los fondos documentales sobre la Segunda República, la Guerra Civil, el Franquismo y la Transición españoles más importantes del mundo.
[2] E. Weinert, Camaradas. Ein Spanienbuch, ed. Verlag Volk und Welt, Berlin, 1956, p. 11.
[3] E. Weinert, “Dichter an der Front”, en Vol. d. l. Lib., nº 92 (Número de despedida, del 1 de nov. de 1938, p. 16).
[4] P. Merin, Spanien zwischen Tod und Geburt, ed. Jean Christophe-Verlag, Zürich, 1937, pp. 255-256.
[5] L. Renn, Der spanische Krieg, ed. Aufbau Verlag, Berlin, 1956, pp. 59-60.
[6] E. Erwin Kisch, “Die Häuser und Paläste von Madrid”, en Erich Weinert, Die Fahne der Solidarität, Deutsche Schriftsteller in der spanischen Freiheitsarmee 1936-1939, ed. Aufbau Verlag, Berlin, 1953, pp. 195-205.
Las traducciones de los textos son mías.
[7] L. Renn, Der spanische Krieg, ed. Aufbau Verlag, Berlin, 1956.
[8] W. Bredel, “Zur Geschichte der 11. Internationalen Brigade”, en Willi Bredel, Spanienkrieg, Berlin y Weimar, 1977. El vol. II de esta edición contiene toda suerte de comentarios y explicaciones de M. Hahn (ed.) acerca de la gestación de esta historia. Cabe señalar que el propio Bredel, en una carta del 25 de mayo de 1938 a Lisa Bredel se refiere a la técnica que utiliza como “eine historische Darstellung ... und keine Literatur” (“una exposición histórica ... y no literatura”), según cita el mismo Willi Bredel, en su libro Spanienkrieg II, p. 387
[9] B. Uhse, Die erste Schlacht. Vom Werden und von den ersten Kämpfen des Bataillons Edgar André. Strassburg, 1938. En el prefacio Uhse alude a la técnica de que se sirvió.
[10] E. Claudius (Edi Brendt), Grüne Oliven und nackte Berge. Roman, ed. Steinberg Verlag, Zürich, 1945.
[11] W. Bredel, Begegnung am Ebro. Aufzeichnungen eines Kriegskommissars. Sobre la gestación y la técnica literaria de esta narración V. el comentario del editor M. Hahn en el postfacio de W. Bredel, Spanienkrieg, op. cit.
[12] E. Claudius, “Das Opfer”, en Das Wort, 1938 (2), p. 61.
[13] B. Uhse, Begegnung zweier Deutsche, en Bodo Uhse, Gesammelte Werke in Einzelausgaben , ed. Por G. Kaspar, vol. 2, Leutnant Bertram, Berlin y Weimar, 1974, pp. 726 y ss.
[14] E. Claudius, “Wiedersehen vor Madrid. Brief an eine deutsche Mutter”, en Pariser Tageszeitung, nº 359, 6 de junio de 1937).

[15] V. p. ej. B. Uhse, “Besuch im Lazarett des fünften Regiments in Madrid” o “Über die spanischen Milizen”, en Das Wort, 1936, nº 6 y 1937, nº 1 respectivamente.
[16] E. Weinert, “Lied der Internationalen Brigaden” (1936), en Erich Weinert, Gesammelte Werke, Camaradas, ed. Verlag Volk und Welt, Berlin, 1956.

[17] E. Weinert, “Achtzehnter Juli (Aufruf im Radio Barcelona am 18. Juli 1938)”, en Erich Weinert, Gesammelte Werke, Camaradas, ed. Verlag Volk und Welt, Berlin, 1956.

[18] E. Weinert, “Lied der Internationalen Brigaden” (1936), en op. cit.
[19] E. Arendt, Eines Bergmanns Hände, según cita de Silvia Schlenstedt, “Exil und antifaschistischer Kampf in Spanien”, en Kunst und Literatur im antifaschistischen Exil 1933-1945, vol. 6: Exil in den Niederlanden und in Spanien, ed. Verlag Philipp Reclam jun., Leipzig, 1981.

(En: Associació de Germanistes de Catalunya (ed.), Fòrum. Literatura i Compromís. Miscel·lània en honor del Prof. Dr. Knut Forssmann, Arola eds., Tarragona, 2006)

Anna Rossell, W.G.Sebald: Literarische Erinnerung als letzte Hoffnung gegen Zerstörung und Tod

W.G. SEBALD: LITERARISCHE ERINNERUNG ALS LETZTE HOFFNUNG GEGEN ZERSTÖRUNG UND TOD

Anna Rossell
Universitat Autònoma de Barcelona

Zusammenfassung

Gegen Ben Hutchinsons These, der in seinem Artikel ’Umgekehrt wird man leicht selbst zum Verfolgten’: the structure of the double-bind in W.G. Sebald zu dem Schluss kommt, dass Sebald in seinen Texten die Möglichkeit der Erinnerung und der Erkenntnis verneint, woraus Hutchinson die Unmöglichkeit jedweder Vergangenheitsbewältigung folgert, glaube ich, indem ich wiederholten, wesentlichen Merkmaln der sebaldschen Literatur nachgehe, schließen zu können, dass Vergangenheitsbewältigung das eigentliche Ziel ist, das Sebald beim Schreiben verfolgt und dass der Autor unaufhörlich Beweise liefert, dass diese nur auf eine individuelle, subjektive Weise geschehen kann.
Resumen
Contra la tesis de Ben Hutchinson, que en su artículo ’Umgekehrt wird man leicht selbst zum Verfolgten’: the structure of the double-bind in W.G. Sebald llega a la conclusión de que Sebald en sus textos niega la posibilidad del recuerdo y del conocimiento, de lo que Hutchinson deduce la imposibilidad de cualquier superación del pasado traumático, creo poder afirmar, a partir del análisis de características esenciales y recurrentes de la literatura sebaldiana, que la superación del pasado traumático es precisamente el objetivo que Sebald persigue con su escritura y que el autor ofrece repetidas pruebas, que esta superación únicamente puede darse de modo estrictamente individual y subjetivo.
In seinem Artikel ’Umgekehrt wird man leicht selbst zum Verfolgten’: the structure of the double-bind in W.G. Sebald analysiert Ben Hutchinson die ambivalente Beziehung zwischen W.G. Sebald und seinen literarischen Vorgängern ausgehend von der Erzählung Dr. K.s Badereise nach Riva aus seinem ersten Fiktionsbuch Schwindel. Gefühle. Hutchinson kommt zu dem Schluss, dass die Sebaldsche Intertextualität – in diesem Fall in seiner Interaktion mit einem Text Kafkas – den Teufelskreis aufdeckte, in dem Sebalds Erzähler gefangen sei, denn er ist sowohl Verfolger der Geschichte als auch ein von der Geschichte Verfolgter. Hutchinson beobachtet denselben Teufelskreis in der Wiederholung gewisser syntaktischer Strukturen und aufgrund der Notizen und Unterstreichungen mancher Passagen in seiner Privatbibliothek, Strukturen des Stils "je mehr ... desto weniger". Daraus folgert Hutchinson die Unmöglichkeit jedweder Erinnerung und Erkenntnis und darüber hinaus, konkret auf die deutsche Geschichte angewandt, eine Kritik jeder Möglichkeit von Vergangenheitsbewältigung.
Tatsächlich kann man in den Texten von Sebald viele Zitate finden, in denen der Erzähler oder eine der Personen Überlegungen anstellt, die eine äquivalente Beziehung zwischen Gedächtnis (Erinnerung) und objektiver Wirklichkeit in ernsten Zweifel ziehen. Meint der Erzähler in Schwindel. Gefühle. beispielsweise:
[...], dass sich mir im Kopf mit der Zeit vieles zusammengereimt habe, dass die Dinge aber dadurch nicht klarer, sondern rätselhafter geworden seien. Je mehr Bilder aus der Vergangenheit ich versammle, [...], desto unwahrscheinlicher wird es mir, dass die Vergangenheit auf diese Weise sich abgespielt haben soll.
oder der Hinweis Sebalds auf den autobiographischen Roman von Hans Dieter Schäfer in Luftkrieg und Literatur: "Je entschlossener ich mich auf die Suche begebe, desto stärker muss ich begreifen, wie schwer die Erinnerung vorankommt". Doch in Anbetracht des Sebaldschen Gesamtwerks bin ich, entgegen Hutchinsons These, der Meinung, dass man bei Sebald nicht zu einer Unmöglichkeit jedweder Vergangenheitsbewältigung kommen kann, sondern umgekehrt. Ich bin der Ansicht, dass diese Überlegungen einfach zum Sebaldschen literarischen Programm gehören, das sich manisch um eine einzige Axe herum dreht: das Studium der Mechanismen des menschlichen Gedächtnisses in Bezug auf die eigene Geschichte und mit dem Ziel, die eigene Geschichte zu bewältigen. Nach meiner Meinung führt das zu einem neuen Vorschlag der Beziehung zwischen Gedächtnis (subjektiv) und Wirklichkeit (objektiv), der die subjektive Wiedergewinnung des historischen Gedächtnisses für den einzig legitimen Weg der Vergangenheitsbewältigung hält. Im Folgenden werde ich versuchen, aufgrund anderer wesentlicher Merkmale, die für die Sebald’sche Literatur kennzeichnend sind, diese These darzulegen: das schon erwähnte manische Studium der Gedächtnismechanismen, die enorme Dichte seiner Texte – sowohl wegen der darin reflektierten aussergewöhnlichen Gelehrsamkeit als auch wegen der angewandten Technik der Intertextualität und des Interbiographismus -, die Auflösung der Grenzen zwischen Dokument und Fiktion und die Eigentümlichkeit seines sprachlichen Stils.
Das erste fiktive Werk Sebalds, Schwindel. Gefühle., beginnt mit der Erzählung Beyle oder das merkwürdige Faktum der Liebe. Schon in diesem ersten Text stellt der Autor sympomatisch dar, was die zentrale Überlegung seines ganzen Werkes ausmacht: die Mechanismen des menschlichen Gedächtnisses. Aber auch andere Ingredienzen dieser Geschichte wiederholen sich ständig in der Sebaldschen Fiktionsliteratur: ein Protagonist, der im wirklichen Leben existiert hat – hier der Schriftsteller Henri Beyle, bekannter mit dem Pseudonym Sthendal -, das Spiel zwischen der realen Biographie Beyles und der Fiktion und ein Erzähler, der sich anstrengt, so wortwörtlich wie möglich die Notizen eines anderen Erzählers wiederzugeben, nämlich Beyles, die er über seine vergangenen Erlebnisse geschrieben hatte mit der Absicht, "die Strapazen jener Tage aus dem Gedächtnis heraufzuholen [...]".
Als würde es sich fast um eine Auflistung handeln, wird der Leser im ersten Teil des Textes mit den Schwierigkeiten der Erinnerung konfrontiert, mit denen der Protagonist und erster Erzähler zu kämpfen hat. Man könnte sie folgendermaßen zusammenfassen: a) Erinnerungen von Ansichten, in denen sich Reales und Phantasiertes vermischen, b) Erinnerungen von emotional negativen Erlebnissen, deren Intensität das Gedächtnis blockiert und c) Erinnerungen an Ansichten, die er glaubt direkt gesehen zu haben, und die in Wirklichkeit die Erinnerung an das Bild einer Photographie sind.
So sagt der Erzähler, indem er die Notizen Beyles wiedergibt, wo er den Zug Napoleons über den Grossen St. Bernhard im Jahr 1800 in Erinnerung ruft, an dem er teilgenommen hatte:
"Die Notizen [...] demonstrieren eindringlich verschiedene Schwierigkeiten der Erinnerung. Einmal besteht seine Vorstellung von der Vergangenheit aus nichts als grauen Feldern, dann wieder stösst er auf Bilder von solch ungewöhnlicher Deutlichkeit, dass er ihnen nicht glaubt trauen zu dürfen, beispielsweise auf dasjenige des Generals Marmont, den er in Martigny [...] in dem himmel- und königsblauen Kleid eines Staatsrats gesehen zu haben meint, [...] obschon Marmont ja damals [...] seine Generalsuniform und nicht das blaue Staatskleid getragen haben muss."
Und weiter unten verweist er auf die zweite Variante der Schwierigkeiten, auf die das Gedächtnis stößt, als er schreibt:
"[...] dass er von der großen Anzahl der toten Pferde am Wegrand und von dem sonstigen Kriegsgerümpel [...] derart betroffen gewesen sei, dass er von dem, was ihn seinerzeit mit Entsetzen erfüllte, inzwischen keinerlei genaueren Begriff mehr habe. Die Gewalt des Eindruckes hätte diesen selber [...] zunichte gemacht".
Die dritte Variante bezieht sich auf das deutliche Bild der Stadt Ivrea, das sein Gedächtnis lange Zeit geprägt hatte:
"Es sei [...] für ihn eine schwere Enttäuschung gewesen, als er vor einigen Jahren bei der Durchsicht alter Papiere auf eine Prospetto d’Ivrea untertitelte Gravure gestossen sei und sich habe eingestehen müssen, dass sein Erinnerungsbild von der im Abendschein liegende Stadt nichts anderes vorstellte als eine Kopie von ebendieser Gravure."
Sebald, traumatisiert wegen der auferlegten Ignoranz seiner eigenen Geschichte und der Konsequenzen dieser Ignoranz, gibt sein Letztes her, um auf literarische Weise das verschüttete Gedächtnis wachzurufen, das nicht nur das des Nationalsozialismus sein wird. Das gesamte Fiktionswerk Sebalds setzt sich zum Ziel, obsessiv und allgemein dem Gedächtnis nachzugehen. Sein Erzähler, fast mit dem Autor selbst identisch, unternimmt ständig Reisen, um die Erinnerung herzustellen; er geht auf die Suche nsvh konkreten Menschen oder begegnet ihnen auf zufällige Art und Weise unterwegs und sucht sie auf, insofern ihre Gesellschaft und ihr Gespräch ihm bei seiner Reflexion über den Prozess der (Re)konstruktion der Vergangenheit hilft. Und doch sind seine Texte voll mit Überlegungen, die uns vor der trügerischen Beschaffenheit des Gedächtnisses warnen, davor dass jeder Versuch, die Realität objektiv zu rekonstruieren, zum Scheitern bestimmt ist. Der Widerspruch scheint evident: das Subjekt wäre unfähig den Teufelskreis zu brechen, die Dialektik, die das oben angeführte Zitat beinhaltet: "Je mehr Bilder aus der Vergangenheit ich versammle, [...], desto unwahrscheinlicher wird es mir, dass die Vergangenheit auf diese Weise sich abgespielt haben soll".
Doch meiner Meinung nach geht die Interpretation in eine andere Richtung: der Schlüssel dafür ist, glaube ich, ein neuer Realismusbegriff, den uns Sebald suggeriert, ein Realismusbegriff, der den subjektiven Weg der Erkenntnis für den einzig möglichen hält, um die Vergangenheit (wieder) herzustellen und somit auch die eigene Identität. Ein Begriff, ich meine, auf den sich auch Alexander Kluge bei dem von ihm so genannten Antirealismus der Gefühle stützt und der, wie der Bezeichnung zu entnehmen ist, die Wirkung der Gefühle auf die Realitätsperzeption der Menschen unterstreicht. Die Tatsache dass uns das Gedächtnis Fallen stellt, würde also nicht die Möglichkeit jeder Erkenntnis negieren, sondern, umgekehrt, behaupten, dass - unabhängig von der Beschaffenheit des Gedächtnisses - dieser Weg der einzig mögliche ist, überhaupt zu einer Erkenntnis zu gelangen, das Erinnerung und eigene Identität gerade unter Mitwirkung der persönlichen Filter hergestellt werden, die das Gedächtnis jedes Individuums bestimmen. Demnach, als Beyle den General Marmont betrachtet, kommen ihm italienische Wörter in den Sinn, die ihm vor kurzem ein Bekannter beigebracht hatte. Dieser automatische persönliche Assoziationsmechanismus bestätigt nochmal den subjektiven Charakter, der die Erinnerung bedingt, von den Gefühlen und der seelischen Verfassung direkt beeinflusst. Nicht zufällig ist dieser subjektive Assoziationsmechanismus ein wesentlicher Faktor bei der Wiedergewinnung der Erinnerung und in der Konstruktion der Geschichte und der literarischen Geschichten in den Sebaldschen Texten. Verursacht von Erinnerungsindizien knüpfen der Erzähler oder die Personen Assoziationen in so einem Ausmaß (Hypermnesie), dass sie Schwindel überfällt, was wiederum bei Sebald dialektisch mit der Ahnung von Zerstörung und Vergessen zu tun hat: die assoziativen Verbindungslinien treten in dem dichten intertextuellen Netz seiner Literatur zutage und in den ständigen kulturellen Hinweisen aller Art, mit denen der Erzähler oder die Personen eine konkrete Situation verbinden –oft Malerei und Literatur-. Das ist zum Beispiel der Fall in Die Ringe des Saturn, als der Erzähler, der nach einer Operation in einem Krankenhaus in Norwich im Bett liegt, ein Netz von Querassoziationen spinnt, inspiriert beim Anblick vom Fensterrahmen und einem Stück Himmel, die er vom Bett aus sehen kann: der Anblick verweist ihn auf ein Rembrandtsgemälde, das eine Anatomiestunde darstellt, der möglicherweise Thomas Browne, britischer Arzt und Schriftsteller, beigewohnt hat, dessen Schädel gerade in diesem Krankenhaus aufbewahrt ist. Der Erzähler verliert sich in Gedanken in diesen Querverbindungen und geht dann zum Stilkommentar jenes Schriftstellers über, dessen Charakterisierung fast identisch mit dem Sebalds ist.
Zur Betonung der Tragweite dieser Querverbindungen tragen auch viele Überlegungen bei, die Erzähler oder Personen anstellen, beispielsweise als der Erzähler in Austerlitz beim Betrachten einer verwickelten Baumwurzel über die geheimnisvollen Konnexionen der Geschichte nachsinnt, die so zur Allegorie werden, oder das Gefühl, das uns der Erzähler vermittelt, dass die Toten in uns und unter uns wieder lebendig werden – eine Variante davon stellt die Identifizierung des Autors mit seinen literarischen Vorgängern dar -, oder in Schwindel. Gefühle. jene Erinnerung des Erzählers an sich selbst, von Papieren umgeben, kreuz und quer Verbindungslinien ziehend.
Eine Stelle in der Erzählung Beyle oder das merkwürdige Faktum der Liebe deckt die absolute Subjektivität der Perzeption noch deutlicher und mit Humor auf, als der Erzähler die glühende Begeisterung beschreibt, in die Beyle gerät, als er der Oper Cimarosas Il Matrimonio Segreto beiwohnt:
Beyles Phantasie, [...] wurde nun durch die Musik Cimarosas noch weiter aufgewühlt", und er glaubte sogar "nicht nur selber auf den Brettern der primitiven Bühne, sondern tatsächlich im Hause des [...] Handelsherrn zu stehen und dessen jüngste Tochter in den Armen zu halten. […] dass die Actrice, wie er mit Sicherheit bemerkt zu haben glaubte, ihren Blick mehr als einmal eigens auf ihn gerichtet hatte, ihm die von der Musik versprochene Glückseligkeit würde bieten können. Es störte ihn keineswegs, dass das linke Auge der Sopranistin bei der Bewältigung der schwierigeren Koloraturen sich ein wenig nach aussen hin verdrehte, noch dass ihr der rechte obere Eckzahn fehlte; vielmehr machten sich seine exaltierten Gefühle gerade an diesen Defekten fest. Er wusste jetzt, wo das Glück zu suchen sei […].
Auf diese Art und Weise, aufgrund der Erinnerungen und der damit verbundenen Assoziationen, von den persönlichen Emotionen und Gefühlen gefiltert, (re)konstruiert das Subjekt die Geschichte und auch seine Identität - das wird sehr deutlich anhand des letzten Roman von Sebald, Austerlitz, wo die Unterscheidung zwischen Realem und Irrealem in Frage gestellt und deren Perzeption mit der subjektiven Wahrnehmung verbunden wird. Hier lesen wir die These des Naturwissenschaftlers Alfonso, des Onkels von Gerald, der in Bezug auf das Licht und seine Wahrnehmung durch das menschliche Auge meint:
Die vor allem von Gerald bewunderten Leuchtstreifen, […], existierten in Wirklichkeit gar nicht, […], sondern seien nur Phantomspuren, die verusacht würden von der Trägheit unseres Auges, das einen gewissen Nachglanz an der Stelle noch zu sehen glaube, von welcher das im Widerschein der Lampe nur einen Sekundenbruchteil aufstrahlende Insekt selber schon wieder verschwuden sei. Es sei an solchen unwirklichen Erscheinungen, […], am Aufblitzen des Irrealen in der realen Welt, an bestimmten Lichteffekten in der vor uns ausgebreiteten Landschaft oder im Auge einer geliebten Person, daß unsere tiefsten Gefühle sich entzündeten oder jedenfalls das, was wir dafür hielten. (p. 135).
Aber damit diese (Re)konstruktion stattfinden kann, braucht das Subjekt die Spuren der Erinnerung, die Indizien, die in ihm die Erinnerung wachrufen, die Bausteine, die das Subjekt aneinander und aufeinander für sich passend und sinnfindend fügen kann. So versteht sich, dass die Zerstörung - oder die Verschweigung geschichtlicher Fakten, was ihrer Zerstörung gleichkommt – ein wesentliches Leitmotiv der sebaldschen Texte ist, gegen die der Autor entschieden angeht; so versteht sich Sebalds Wut auf die deutschen Historiker und Schriftsteller der Nachkriegszeit, die er für unverantwortlich erklärte, weil sie den Luftkrieg der Alliierten gegen die deutschen Städte einfach ignoriert und nicht belegt haben; so versteht sich, dass seine Literatur eine Art Katalog zu sein scheint, in dem der Autor Representatives der europäischen Kultur der letzten Jahrhunderte im Detail mit der Absicht einsammelt, ein breites Spektrum davon vor der sicheren Drohung der unabwendbaren Apokalypse für die Nachkommenschaft zu retten – es kommen in seiner Literatur oft Personen vor, die sich den Naturwissenschaften, einer Sammeltätigkeit oder der Kunstgeschichte widmen. Sebald sammelt die Relikte der Vergangenheit, von den Geschichten, die er erfindet, oder die Photographien, die er in seinen Texten einbaut bis hin zu seinem sprachlichen Stil. In seinem letzten Roman, Austerlitz, verweist die Hauptperson, die diesen Namen trägt, allegorisch ständig darauf, indem er immer wieder von der Architektur alter Gebäude und deren Verwandlung im Laufe der Zeit spricht, als würde es sich um Palimpseste handeln: das Palimpsest, als Manuskript, das unter der letzten oberflächlicheren Schriftschicht die Spuren einer früherern Schrift ahnen lässt, symbolisiert dialektisch die Zerstörung und die Möglichkeit der Wiedergewinnung der Geschichte und des Gedächtnisses. In diesem Sinn kann man sagen, die sebaldsche Literatur ist ein Datenkonglomerat der europäischen Kultur- und Literaturgeschichte der letzten Jahrhunderte, um so mehr als die Technik der Montage und der Intertextualität mit der der Autor arbeitet, seinen Texten eine außergewöhnliche Dichte verleiht. Von Sebald kann man sagen, er dichtet, indem er verdichtet.
Dieses Interesse, den absolut subjektiven Charakter des Gedächtnisses zu betonen, manifestiert sich nach meiner Meinung auch im sprachlichen Stil Sebalds, dessen Erzähler immer einer ist, der die Erzählung eines zweiten und oft sogar eines dritten weiter gibt. Dieses Spiel der Personen, die die Geschichte anderer übermitteln, findet seine Parallele in der eigentümlichen sebaldschen Syntax von ineinander geschachtelten Sätzen, die kaskadenartig auf die Worte einer zweiten oder dritten Person verweisen, im häufigen Gebrauch des Konjunktivs und in anderen stilistischen Mitteln, die das Ziel verfolgen, den Leser daran zu erinnern, dass der letzte Erzähler nur ein Übermittler der Worte anderer ist (so lesen wir ständig: "Beyle schreibt", "wie er uns versichert", "wie er bemerkt zu haben glaubte", etc.). Der Erzähler Sebalds strengt sich über alle Massen an, wortwörtlich die gehörten Geschichten anderer zu zitieren, sich selbst als Person zurückzuziehen. Doch dieser für Sebald so charakterische, fast pedantische Stil trügt, ist nur scheinbar der Stil eines von der Tragweite der Exaktheit seiner Wiedergabe überzeugten Chronisten, denn, wenn die Erinnerung täuscht, täuscht sie auch bei Worten. Es entsteht auf diese Weise ein Widerspruch zwischen der These Sebalds, dass das Gedächtnis keine Garantie für Objektivität sein kann und dem die extreme Genauigkeit anstrebenden Stil, den er pflegt. Doch der Widerpruch entsteht nur scheinbar - und wirkt daher durch den Kontrast ironisch -, denn Sebald gibt auch dazwischen genug Anzeichen davon, dass selbst diese Aufgabe, Worte anderer aus dem Gedächtnis haargenau wiederzugeben, zum Scheitern verurteilt ist: auch Worte sind interpretationsbedürftig, werden subjektiv vom Hörer wahrgenommen und wiedergegeben und werden vom subjektiven Gedächtnis so behandelt wie jedes andere Erlebnis auch. So schiebt Sebald oft, fast unmerklich, in seine scheinbar exakten Zitate kleine Kommentare ein, die jene vermeintliche Objektivität relativieren: "so erinnere ich mich jetzt, dachte ich damals", oder „wie ich mich zu erinnern glaube".
Auch der eigenartige Gebrauch von Photos und Zeichnungen, die Sebald in seine Texte einbaut, scheint mir das Ziel zu verfolgen, beim Leser die Reflexion zu veranlassen auf die subjektive Appellfunktion von Photographien, die in ihm Erinnerungen aufrütteln, auf Kosten seiner illustrativen Funktion. Die Wahl von benebelten, unscharfen Bildern verstärkt diese Appellfunktion an das Subjekt. Seine Bilder dienen nicht der Illustration der Texte, sondern sie ersetzen den Text, sie haben ihren ursprünglichen, authentischen Kontext verlassen und werden in einen neuen hineinversetzt, wo sie zur Fiktion werden. Die Grenze zwischen Fiktion und Wirklichkeit verschwimmt, weil sie de facto auch nicht deutlich ist. Auf diese Weise entsteht in der Fiktion eine andere Realität, die das Subjekt - hier der Autor – konstruiert. So versteht sich, dass Sebald die Photographien nach eigenem Geschmack adaptiert und manipuliert, dass er die darauf abgebildeten Personen retuchiert, dass er aus einer Komposition ein Detail isoliert oder angeblich illustratives Bildmaterial benutzt, wenn dieses Material seinem authentischen Kontext entnommen ist und nichts Wesentliches zum Text beiträgt. In einem Interview, in dem Sebald nach den Kriterien für die Wahl seiner Photographien gefragt wird, weist Sebald auf diesen Appell an den Beobachter hin:
Man hat einen sehr realen Nukleus und um diesen Nukleus herum einen riesigen Hof von Nichts. Man selbst weiß nicht, in welchem Kontext eine dargestellte Person stand, um was für eine Landschaft es sich handelt. Ist es Südfrankreich, ist es Italien? Man weiß es nicht. Und man muss anfangen, hypothetisch zu denken. Auf dieser Schiene kommt man dann unweigerlich in die Fiktion und ins Geschichtenerzählen. Beim Schreiben erkennt man Möglichkeiten, von den Bildern erzählend auszugehen, in diese Bilder erzählend hineinzugehen, diese Bilder statt einer Textpassage zu subplantieren und so fort. […]. Dieses Gefühl habe ich immer bei Photographien, dass sie einen Sog auf den Beschauer ausüben und ihn sozusagen auf diese ganz ungeheure Art herauslocken aus der realen Welt in eine irreale Welt, also in eine Welt, von der man nicht genau weiß, wie sie konstituiert ist, von der man aber ahnt, dass sie da ist. [...]. Man kann sich diese Konjekturen von Lebensbahnen vorstellen, die aus den Photographien herauskommen, auf eine viel, viel deutlichere Weise als aus einem Gemälde.
Die Bejahung der subjektiven Komponente im Gedächtnis, im Menschen durch seine Gefühle bedingt, führt Sebald nicht zu dem Schluss, dass Vergangenheitsbewältigung unmöglich ist, sondern, umgekehrt, zur Bestätigung, dass sie erst dann möglich ist, wenn man den subjektiven Weg geht. Was Sebald – und Kluge – in Bezug auf Realismus vorschlagen hat, glaube ich, viel mit jener Unterscheidung der Romantiker zu tun zwischen Wirklichkeit, ein Begriff der auf die Objektivität verweist, und Wahrheit, ein Begriff der die subjektive Sicht auf die Welt aufnimmt. In diesem literarischen Spiel, einer Mischung von Realität und Fiktion, konstruiert Sebald seine Geschichten und seine Geschichte. Fiktionalisieren bedeutet bei ihm wieder herstellen, sich besinnen, sich als Subjekt konstruieren und die Vergangenheit bewältigen. Renate Lachmann fasst es mit diesen Worten zusammen: "Am Beginn der memoria als Kunst steht die Technisierung der Trauerarbeit. Die Bildfindung ‘heilt’ die Zerstörung".
Literaturverzeichnis
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(En, Marisa Siguán, Jordi Jané, Loreto Vilar y Rosa Pérez Zancas, "Erzählen müssen, um zu überwinden". Literatura y supervivencia, Ed. Sociedad Goethe de España, Barcelona, 2009, pp. 143-154).