30 de abril de 2012

UN VÍDEO SIMPÁTICO Y POSITIVO DE LA ONG VOLS -VOLUNTARIADO SOLIDARIO-

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Vídeo montado por la delegación de VOLS -Voluntariado Solidario- de Entarachén (Aragón), que protagoniza VOLS-Aragón y l@s niñ@s del proyecto de Etiopía que apadrinan

LA NOSTALGIA ETERNA COMO IDEAL POÉTICO

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Felipe Sérvulo, La niña de la colina

Prólogo de Enrique Badosa

In-Verso Ediciones de poesía, Barcelona, 2012, 62 págs.
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Por Anna Rossell

Un regalo este nuevo poemario de Felipe Sérvulo y también la noticia de la creación del nuevo sello editorial que lo publica, que dirige Amalia Sanchís, dedicado exclusivamente al género. La intención de Sanchís de dar acogida en in-Verso a la poesía de calidad se cumple con el primer poemario que publica, el último de Felipe Sérvulo, La niña de la colina, que, siguiendo su habitual trayectoria, mantiene el listón al nivel al que nos tiene acostumbrados.

La de Sérvulo es sin duda poesía amorosa. Sin embargo el epíteto, que se ha ganado a pulso las reservas de muchos lectores, recupera en este caso la inocencia de sus orígenes. Felipe Sérvulo es poeta elegíaco por excelencia, escribe sobre el dolor de la ausencia, es escritor de la nostalgia. En este sentido es heredero directo de la más pura actitud romántica, actualizada. Lejos de cualquier floritura lingüística, Sérvulo cultiva un lenguaje sencillo, pero nada simple, que devuelve a la palabra humilde la profundidad significativa que tiene cuando se usa con honradez, precisión y renovada frescura. Su poesía se lee con la fluida naturalidad que sólo consiguen los maestros de calado y reconcilia con el género, tan a menudo maltratado por la artificiosa afectación petulante de quien equipara lo ininteligible a la aptitud.

Los poemas de Felipe Sérvulo evocan a menudo la expresión de las fotografías antiguas de algunas mujeres, el sugestivo misterio de su mirada, y de la contemplación de estos retratos parece que se nutra el autor para escribir. Su blog Inventario de silencios - http://inventariodesilencios.blogspot.com.es/-, en el que da fe de su afición al coleccionismo fotográfico, así parece sugerirlo. Si bien de modo diferente, la escritura del poeta bebe como la de Winfried Georg Sebald o Alexander Kluge en otros géneros literarios, de lo que Barthes ha llamado el punctum de una fotografía, de aquel detalle que atrae la atención de quien la contempla en una clave íntima y personal, que deviene algo proustiano: “Percibo el cansancio en tu mirada / y tus párpados llevan / el íntimo secreto de tantos domingos / domados por la vida” (Son como la propia floración), “En tu pequeño escritorio / encuentro fotos oscurecidas // Parecen fotos de muertos / […] // Tantos ojos que me observan // Yo les aparto la mirada / y les digo que la vida es eso: / una ilusión” (El gato maúlla). O bien: “Como un regalo inesperado, / entre las páginas de un libro, iluminan / una carta y una foto: ‘María, / queridísima e inolvidable María’ // […] / María’: ojos grandes / y hoyuelo en la barbilla, / guapa, sin más alhajas. / Boca sin besos. / Ecos lejanos que duermen. // […]” (María). La voz poética es puro lamento de anhelo inalcanzado, en cualquiera de sus variantes, a menudo una ensoñación lejana, nunca cumplida: “Caminas por el infinito / mar de los sueños, / donde brota la aguamiel / para los labios / […]” (Mechas de oro viejo), pero también el plañido del desamor: “Ya sabes que no hay perdón / para el olvido. Nos deja / en los confines de un mar inmenso / que no tiene desenlace. // […] somos náufragos sin faro / […]” (Náufragos), o por la distancia espiritual de los amantes: “[…] pero, en ciertas tardes, tú / caminas a lugares lejanos. / Lo veo en el exclusivo / brillo de tus ojos. // Y te vuelves península, / porque tu mente –eso pienso- / se ha ido a la ciudad / de los corzos. // […]” (Tu cuerpo como península). O la indiferencia: “Tu mirada es un paisaje / donde no me reconozco. // […]” (Una pareja se besa). El amor es para la voz poética sinónimo de vida, un estado casi místico, que anula los destructores efectos del tiempo: “[…] // La niña se pudre de pena / en la colina. / […] // Si sé de ti, me vuelvo / casi joven. // ¿Adónde vas con la boca / encendida de musgo? / […] / ¿Por qué me dejas / tan temprano? // […]” (Nos reímos tanto).

Altamente recomendable este volumen, preclaro heredero de la mejor poesía española. Del autor, galardonado entre otros con los premios de poesía Blas Infante (1986, 1987, 1988), Sant Jordi (1986, 1987), Salvador Espriu (1992) y Ciudad de Ponferrada (1997) y finalista en otros tantos, se han publicado, además, Hasta el límite de las violetas (Ed. La Mano en el Cajón, 1995), Las noches del Sur (Diputación Provincial de Jaén, 1996), Casi la misma luz (Tágilis Ediciones, 1999). Cartografía de la materia (Diputación Provincial de Jaén, 2005).

© Anna Rossell 

EL FINAL DE LA UTOPÍA

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Uwe Tellkamp, La Torre

Trad. Carmen Gauger

Anagrama, Barcelona, 2011, 887 págs.
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por Anna Rossell

Como avanza el subtítulo, Sobre un país desaparecido, La Torre es la epopeya del hundimiento de la República Democrática Alemana. Uwe Tellkamp (Dresden, Alemania, 1968) conoce por experiencia los ambientes que recrea y sabe transmitir con verosimilitud diálogos y situaciones: sitúa la acción en un barrio residencial de su ciudad natal y sus protagonistas representan la burguesía intelectual entre la que él creció, uno de los cuales –Christian- comparte con el autor rasgos biográficos. La novela –Deutscher Buchpreis 2008- arranca en 1982, un mes después de la muerte de Brezhnev, y acaba el 9 de noviembre de 1989-, con la caída del muro. En casi novecientas páginas Tellkamp se despacha a gusto con un diferenciado y amplio repertorio de personajes, todo un espectro de actitudes y posiciones ideológicas en los últimos años de la RDA.  

La arquitectura de tan amplia panorámica se sustenta sobre todo en tres caracteres: el adolescente, bachiller y soldado Christian Hoffmann, su padre, Richard, médico, y su tío Meno Rohde, biólogo de formación, investigador frustrado por no cumplir con los obligados requisitos de estricta fidelidad a la nomenklatura, y lector en una editorial. En torno a estos tres pilares, que le permiten dar cuenta sobre todo del mundo de la edición y la censura, de la sanidad y del militar en el antiguo satélite de la Unión Soviética, el autor despliega otro sinfín de personajes, que nos acercan a los sombríos matices de una sociedad burguesa intelectual que cree en el humanismo y en el librepensamiento y se encierra en sí misma para protegerse de la atmósfera hostil que reina en su país entre los muros de las decadentes mansiones, otro tiempo esplendorosas, que ahora se ven obligados a compartir por imposición socialista. A ello remite el título, que alude a la vez al aislamiento en la torre de marfil y a la Sociedad de la Torre del Bildungsroman de Goethe Los años de formación de Wilhelm Meister. Es patente la intención de dejar constancia de los rasgos más negros característicos de la RDA, así como el esfuerzo de hacerlo con objetividad y sin ira: los problemas de las viviendas compartidas, la dolorosa desconfianza de todos hacia todos por el espionaje generalizado en el estado policial, la censura editorial, las separaciones familiares, los intentos de huída, los chantajes, los entresijos de la propaganda, los mecanismos de defensa -desde la sutileza en la escritura hasta el cinismo-, las concesiones hasta la humillación de todo aquél que pretende estudiar una carrera, los constantes sobornos integrados en la vida cotidiana, el deterioro medioambiental por la grave contaminación.

El lector agradecerá sin duda la pormenorizada prolijidad de los ambientes que le permitirán hacerse una idea ajustada del panorama político, social y humano de la Alemania del Este. Sin embargo la novela peca a mi modo de ver de innecesaria reiteración, sin la cual se mantendría igualmente la visión panorámica.

Estilísticamente la novela se sirve de la técnica de montaje: cada uno de los personajes principales narra desde su punto de vista personal, se alterna el estilo indirecto con las extensas entradas del diario de Meno Rohde y con el flujo de conciencia, sobre todo hacia el final, en que el realismo predominante da paso a algunas escenas surrealistas. Asimismo Tellkamp compagina momentos de escueta sintaxis en los diálogos con otra larguísima y enrevesada, a su vez con largos incisos intercalados.

Tellkamp se ganó el reconocimiento literario en su país sobre todo a partir de la concesión del Premio Ingeborg Bachmann 2004 precisamente por su soberano manejo de los estilos lingüísticos, con un capítulo de su proyecto de novela Der Schlaf in den Uhren. Posiblemente sea la capacidad para desarrollar diferentes registros, –argot funcionarial, el grosero de algunos soldados o el dialecto sajón, entre otros- , una de las mejores cualidades de la novela original, que se pierde forzosamente en la traducción española. Al lector en español no familiarizado con la historia de la RDA y las claves de su vida cotidiana, sirven de gran ayuda las frecuentes aclaraciones a pie de página con que la traductora dota a su versión. No sale tan airosa, sin embargo, en la tarea de la difícil traducción a la que se enfrenta, contaminada demasiado a menudo de calcos alemanes léxicos y sintácticos. La Torre es la primera novela de Tellmann que se publica en España, también en catalán (Empuries 2011).

© Anna Rossell 

29 de abril de 2012

ENCUENTRO CON LA ESCRITORA ANNA ROSSELL

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Encuentro con la escritora Anna Rossell. Su experiencia en África a través de sus libros


Viernes, 18 de mayo de 2012, 20:00 h

Biblioteca Pública Municipal

CAMAS (SEVILLA)

Aquí tenéis el link donde podréis reproducir la charla:
http://www.camasdigital.es/video-conferencia-debate-de-anna-rosell-experiencias-en-africa/

27 de abril de 2012

PRÓXIMA TERTULIA DE POESÍA VIVA

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Sala Vivaldi
Calle Llançà, 5 (detrás Pza. España) / Barcelona / España
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Miércoles, 02 de mayo 2012, a las 19 h.
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Invitada: Anna Rossell
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Presenta: Amàlia Sanchís

PARA ANNA GENOVÉS, MI ÚLTIMA SEGUIDORA, A MODO DE BIENVENIDA A NUESTRA TERTULIA

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          Los domingos y fiestas de guardar íbamos a misa a la parroquia. No sabía muy bien por qué había que ir a la de las doce, pero era a la que había que ir. A esta hora la iglesia se ponía a rebosar y había que apretarse en las hileras de los bancos para que pudiéramos sentarnos todos. Aun así, en la parte trasera se aglomeraban los que no habían conseguido asiento o no habían querido conseguirlo para poder quedarse junto a la puerta y salir a fumar cuando les diera el apretón o a airearse cuando el sermón se hiciera demasiado largo. Casi todos los que se quedaban al fondo eran hombres. Las mujeres se las apañaban para colocarse siempre en buen lugar, sobre todo aquellas que querían lucir sus pieles o sus joyas, que eran la mayoría. Había en la disposición del público asistente una curiosa ordenación de mayor a menor en función de los abrigos de pieles y los sombreros y guantes que llevaban. Así las filas más cercanas al oficiante y al altar eran ocupadas por señoras y caballeros de la mejor sociedad cuya representación iba diluyéndose entre la medianía en sentido decreciente. Con frecuencia a los niños nos tocaba por vecina una de estas peripuestas señoronas, que eran nuestro entretenimiento en aquellas largas y aburridas sesiones que habían de garantizarnos el cielo. Mis ojos quedaban justo a la altura de las manos de los adultos, que descansaban en el apoyabrazos del reclinatorio de delante. A mi lado el color rojo brillante del esmalte de uñas atraía aún más la mirada hacia lo que ya de por sí era todo un espectáculo: un muestrario de joyas cargadas de colgantes se aseguraba protagonismo con su insistente tintineo cada vez que había que persignarse, o cuando, en verano, la mano abría o cerraba repetidamente el abanico. Aún recuerdo el susto mayúsculo y la repulsión que experimenté la primera vez que, al levantar la vista, vi una pequeña cabeza de animal y unas patitas colgando de una estola de piel a un lado y a otro del cuello de una de aquellas mujeres. Pasado el tiempo, cuando en los cines estrenaron la película 101 dálmatas, sabría que aquellos personajes habían de estar directamente emparentados con Cruela de Vil.

          Colocarse en el último tercio de la zona de los bancos tenía sus ventajas. Al terminar la misa papá era de los primeros en salir, mientras que mamá se detenía a saludar a conocidos y vecinos. Yo me alegraba de poder seguir a papá hacia la libertad. Fuera me sentía más segura y observaba en la distancia la puesta en escena final del espectáculo: el mosén rector de la parroquia, que era quien celebraba la misa de las doce, se había quitado en un santiamén el alba y en traje de faena, su sotana negra, ya estaba plantado en la salida con el cepillo apoyado en su orondo barrigón, dando la mano con sonrisa remilgada, saludando y despidiendo a sus queridos feligreses, más o menos queridos, según. Recuerdo el especial aprecio que le tenía el mosén a nuestra vecina, la señora Mistral. La señora Mistral vivía justo en el piso de encima del nuestro. Pasaba largas temporadas fuera, en su otra casa de no recuerdo qué ciudad. Que yo supiera, no era viuda, tenía marido, aunque éste debía de estar muy ocupado porque nunca aparecía por allí. La señora Mistral era una de aquellas feligresas a las que el mosén quería mucho. No estaba en el barrio el año entero, pero cuando estaba, estaba, y compensaba con creces sus prolongadas ausencias. Era además una de esas almas caritativas que cumplían con lo que había que cumplir: presidía la mesa de acción católica cuando se recogían limosnas para los pobres negritos de África y hacía entrega de los regalos de reyes a los niños del hospicio, a los que besaba en un gesto de magnánima caridad. Era verdad, salía en las fotos de la hoja dominical. Hasta tal punto era buena que no nos extrañó nada que un buen día apareciera por casa con una niña del Cottolengo, el conocido orfanato de Barcelona, a la que había adoptado. A mí me sorprendió mucho el aspecto humilde de la niña. Lo de la adopción significaba que era su hija, ¿no? Pues debía de ser que no, porque en general una madre rica tiene una niña rica y una madre pobre tiene una niña pobre. Algo no encajaba en todo aquello, pero ya se sabe que el mundo de los adultos no se acaba de entender. Poco después entendí un poco más cuando mamá comentó que nos había invitado precisamente a nosotras a jugar con la niña porque a nosotras nos tenía por más cercanas a la categoría de la huérfana que a las chicas del cuarto primera, que eran más o menos de nuestra misma edad, a las que, sin embargo, ni se le había pasado por la cabeza molestar. Por edad era yo la que le correspondía a la niña adoptada, pero no recuerdo haber jugado nunca más con ella ni tampoco haberla visto ninguna otra vez. Más tarde pensé que probablemente a la señora Mistral la niña no le había parecido lo suficientemente digna de su benevolencia, porque de todo lo que nos contó comprendí que la tenía como en período de prueba, o algo así.

(Fragmento de la novela de Anna Rossell, Aquellos años grises (España 1950-1975), Primera parte, pp. 109-110).

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26 de abril de 2012

PARA TONI AZNAR, MI ÚLTIMO SEGUIDOR

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Me enteré por Irene de que habían detenido a Gabriel. Hacía días que no se le veía por la Facultad. Sucedía a menudo que las caras conocidas que protagonizaban las asambleas desaparecían por largos períodos. Rara vez se les veía en clase. Su actividad principal era la política sumergida y sus apariciones intermitentes tenían que ver con los gajes de la clandestinidad. Su vida transcurría a caballo entre Barcelona y Perpiñán, y más de uno pasaba temporadas en la cárcel. Sin embargo Gabriel trabajaba en la Seat; él no podía permitirse largas ausencias. Irene me puso al corriente de que Gabriel estaba involucrado en la organización sindical clandestina de la empresa y que la policía lo había ido a buscar en plena noche, lo había sacado de la cama y se lo había llevado detenido a la comisaría de la Vía Layetana. Las protestas por los dieciséis inculpados en el Proceso de Burgos habían endurecido la vigilancia. También supe por Irene que llevaba sólo algunos años en Cataluña. Su familia vivía en Almería. Su padre, Angel Morera, había sido alcalde de un pueblo de la zona republicana, en la provincia de Gerona, y Franco lo encarceló y finalmente lo desterró por ello a Almería, donde ejercía de profesor de instituto. Las nueve condenas a muerte de Burgos habían causado indignación sobre todo en el País Vasco y en Cataluña. Entre los acusados había dos curas y la Iglesia católica vasca se había puesto en pie de guerra contra el régimen, había apoyado las reivindicaciones a favor de la amnistía y había puesto sus locales a disposición de los grupos de la oposición clandestina para que pudieran reunirse y organizarse. Incluso habían redactado homilías, que habían mandado a las distintas diócesis para propagar su posición entre la gente de a pie. Aquello era un acto de valiente rebeldía en toda regla. La Iglesia empezaba a caerme bastante mejor, al menos una parte de ella. En Cataluña, hacía pocos días, se había encerrado un numeroso grupo de intelectuales y artistas en Montserrat para pedir también la amnistía y además el derecho a la autodeterminación. Me preguntaba de dónde sacaría Irene toda aquella información. Yo no me había enterado de nada. Que yo supiera, Irene y Gabriel se conocían de la Facultad, pero su relación no trascendía la esfera de lo meramente estudiantil.

(Fragmento de la novela de Anna Rossell, Aquellos años grises (España 1950-1975), pp. 118-119)

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25 de abril de 2012

PARA FRANCESC CORNADÓ, MI ÚLTIMO SEGUIDOR

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          Corría el año 1970 cuando me matriculé en la Universidad de Barcelona con la ilusión acumulada por la frustración de las expectativas que había albergado un año atrás al dejar mi colegio de monjas y comenzar el curso preuniversitario. Me resistía a arrastrar conmigo a la Universidad el desencanto que había experimentado a los pocos meses de iniciar mi experiencia en el instituto. Me empeñaba en que los estudios superiores habían de ser otra cosa y la institución universitaria se me antojaba la panacea contra todos los males públicos y privados. Aunque emprendía aquella travesía prácticamente sola –de todos mis amigos sólo Alicia y otra compañera del colegio coinci-díamos en la misma Facultad- yo me prometía a partir de aquel momento la entrada en un mundo excelso en el que el encuentro y la comunión de las almas afines corrían parejos a la excelencia del cultivo espiritual. 

 Conocí a Irene una tarde de enero en el bar de Letras. Letras era el nombre abreviado que le dábamos todos a nuestra Facultad. Era un día plomizo y desapacible de los que yo aprovechaba para trabajar en la biblioteca. Llevaba un buen rato leyendo y tenía la cabeza embotada y espesa. Decidí hacer una pausa e ir a estirar las piernas y a fumar un cigarrillo mientras me ponía el cuerpo a tono con un café con leche muy caliente. En una de las mesas del fondo vi a Julián, uno de los pocos compañeros de curso con los que había establecido una relación personal. Estaba enfrascado en lo que a todas luces era una acalorada discusión con una chica rubia, de cabello largo y liso, que lo miraba fijamente con ojos vivos y desafiantes. Se me habían terminado los cigarrillos y el dinero no me alcanzaba más que para el café con leche, por lo que me acerqué a Julián a pedirle que me diera uno. Me planté delante de los dos y tardé unos segundos en decidirme a interrumpir lo que era una reflexión filosófica en toda regla sobre La náusea de Sartre. Julián le reprochaba al autor francés no considerar en ningún momento la dimensión social del ser humano y afirmaba con la rotundidad de una convicción sin fisuras que el buscado aislamiento y la obsesión analítica de su protagonista, Antoine de Roquentin, se debían en realidad no tanto a una honrada actitud reflexiva ante la propia existencia, como a la arrogancia y al infinito complejo de superioridad de su persona, que proporcionaban a Roquentin la distancia necesaria para su absurda y egoísta manía de observación. Julián se interrumpió en seco y levantó los ojos al percatarse de que su amiga había desviado la mirada hacia el gesto de mi mano, que señalaba la cajetilla de Ducados. Al verme Julián asintió con la cabeza y me invitó a sentarme, pero ellos ya no reanudaron el hilo de sus disquisiciones. Hasta que terminé de fumarme el cigarrillo charlamos sobre la convocatoria de asamblea del día siguiente y sobre la probabilidad de que la policía ordenara cerrar la Facultad, como ya había hecho en otras ocasiones. Nos levantamos, subimos las escaleras que conducían al claustro, ahora solitario y frío, y nos despedimos mientras Irene se encasquetaba su boina negra hasta las cejas y se envolvía con la bufanda el cuello y la nariz. Mientras me encaminaba hacia la biblioteca pensé que nunca había entendido el personaje de Roquentin y que ya cuando leí la novela de Sartre me pregunté cómo casaban las tesis que emanaban de su indudablemente admirado protagonista con su marxismo y su compromiso social.

(Anna Rossell, Aquellos años grises (España 1950-1975), Segunda parte, pp. 103-104).
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Portada de Aquellos años grises (España 1950-1975),
Diseño de portada: Gerard Ávila
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CÓMO ADQUIRIR MIS LIBROS
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1) Librería Altaïr, de BARCELONA: Gran Vía de les Corts Catalanes, 616 (entre C./ Balmes y Rbla. de Cataluña), 08007 Barcelona, Tel. (34) 933427171, Fax (34) 933427178, Horario de lunes a sábado: 10:00 - 20:30 h, Correo-e: http://www.altair.es/.
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2) Librería Laie, de BARCELONA, C./ Pau Clarís, 85, Tel. 933181739
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3) Librería Library (Lili), de EL MASNOU (BARCELONA) (pasaje delante del quiosco de prensa, ante la estación de Ocata)
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4) Librería Altaïr, de MADRID: C./ Gaztambide, 31 (entre C./ Alberto Aguilera y Princesa), 28015 Madrid, Tel. 915435300, Fax 915443498, Correo-e: altair.m@altair.es
Horario de lunes a viernes: 10:00-14:00 h i 16:30-20:30 h, sábado: 10:30-14-30 h
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5) Librería Primado, de VALENCIA, Avda. Primado Reig, 102, Tel. 963616064 (Miguel Morata)
Correo-e: libreriaprimado@hotmail.com
libreriaprimado.blogspot.com

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6) Librería Céfiro, de SEVILLA, C./ Virgen de los Buenos Libros, 1, 41002 SEVILLA, Tel. y Fax: 954 215 883, Correo-e: cefiro@cefiro-libros.com (Luis)
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7) Librería La Fuga, de SEVILLA, C./ Conde de Torrejón, 4 (al final de la C./ Amor de Dios), Alameda de Hércules, 41003 SEVILLA, Tel.: 954 382 340, Correo-e: lafuga@nodo50.org (Luis)
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8) Editorial ACEN, de CASTELLÓN: www.acencs.org
Correo-E: info@acencs.org
Tel.: 662606550
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9) Librería Argot, de CASTELLÓN, C./ San Vicente, 16, 12002 Castelló de la Plana,
Tel.: 964 250 498, Fax: 964 240 368, Correo-e: argot@argot.es
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LISTA DE PRECIOS:

Mi viaje a Togo (Libro de viajes) 18,50 Euros

La ferida en la paraula (poemario) 12 Euros

Mondomwouwé (novela) 12 Euros

Quadern malià / Cuaderno de Malí (poemario) 12 Euros

Aquellos años grises (España 1950-1975) -novela- 14 Euros

Álbum d'Absències -poemario- 12,50 Euros

16 de abril de 2012

DIADA DE SANT JORDI, GRAN FESTA DE LES LLETRES. PUNT DE VENDA DELS MEUS LLIBRES

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Hola amigues i amics,

EL PROPER DIA DE SANT JORDI, 23 D'ABRIL, EM TROBAREU, A MI I ELS MEUS LLIBRES, A BARCELONA A UNA TAULA DEL PASSEIG DE GRÀCIA, 77 (ENTRE MALLORCA I PROVENCA),

on compartiré taula amb els meus amics escriptors Ricardo Fernández, Inma Arrabal i Maria de Luis, sota el lema:

POESIA AL CARRER
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Passeig de Gràcia, 77, Diada de Sant Jordi, a Barcelona, amb Ricardo Fernández, María de Luis i Inma Arrabal

Si us abelleix visitar-nos, estarem encantats de veure-us, xerrar amb vosaltres i, si s'escau, signar exemplars dels nostres llibres.

Us hi esperem!

15 de abril de 2012

PRESENTACIÓN DE MI ÚLTIMA NOVELA "AQUELLOS AÑOS GRISES (ESPAÑA 1950-1975)"

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Portada de Aquellos años grises (España 1950-1975)
Diseño de portada Gerard Ávila
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Sábado, 28 de abril 2012, 18:00 h

En el bar de Delicatessen Vins i Divins de El Masnou (Barcelona): Carretera NII, al lado del Casino y del Ayuntamiento de El Masnou, delante de la estación de tren "Ocata".

Si venís en tren desde Barcelona, podéis tomar cualquier tren en dirección "Blanes", "Mataró", "Calella" o "Maçanet". Debéis apearos en la estación "Ocata" (una después de la d' "El Masnou". El trayecto dura aproximadamente 25 minutos. El Vins i Divins está justo delante de esta estación.

Presenta: Marta Neira

Os esperamos.
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Presentación de Aquellos años grises (España 1950-1975) en Vins i Divins de El Masnou (Barcelona / España)



11 de abril de 2012

TERTULIA LITERARIA CON ANNA ROSSELL Y VICENÇ LLORCA EN EL ATENEO BARCELONÉS

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Tertulia literaria y presentación de los libros:

Mondomwouwé (novela), de Anna Rossell

Quadern malià / Cuaderno de Malí (poesia), de Anna Rossell

Tot el soroll del món (novela), de Vicenç Llorca

Viernes, 13 de abril 2012, 18:00 h

En el Ateneo Barcelonés, C. / Canuda, 6, Barcelona, (5ª planta)


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Portada de Quadern malià / Cuaderno de Malí
Diseño de portada de Gerard Ávila
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Portada de Mondomwouwé
Diseño de portada de Gerard Ávila

Presentación a cargo de los propios autores: Vicenç Llorca y Anna Rossell
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CÓMO ADQUIRIR MIS LIBROS
*
1) Librería Altaïr, de Barcelona: Gran Vía de les Corts Catalanes, 616 (entre C./ Balmes y Rbla. de Cataluña), 08007 Barcelona
Tel. (34) 933427171
Fax (34) 933427178
Horario de lunes a sábado: 10:00 - 20:30 h
http://www.altair.es/.

2) Librería Laie, de Barcelona, C./ Pau Clarís, 85, Tel. 933181739

3) Librería Library (Lili), de El Masnou (pasaje delante del quiosco de prensa, ante la estación de Ocata)

4) Librería Altaïr, de Madrid: C./ Gaztambide, 31 (entre C./ Alberto Aguilera y Princesa), 28015 Madrid
Tel. 915435300
Fax 915443498
Correo-e: altair.m@altair.es
Horario de lunes a viernes: 10:00-14:00 h i 16:30-20:30 h
sábado: 10:30-14-30 h

5) Librería Primado, de Valencia, Avda. Primado Reig, 102, Tel. 963616064 (Miguel Morata)
Correo-e: libreriaprimado@hotmail.com
libreriaprimado.blogspot.com

6) Librería Rayuela, de Sevilla, Pza. de la Encarnación s/n. Tel. 954228834

7) Editorial ACEN: www.acencs.org
Correo-E: info@acencs.org
Tel.: 662606550
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LISTA DE PRECIOS:

Mi viaje a Togo (Libro de viajes) 18,50 Euros

La ferida en la paraula (poemario) 12 Euros

Mondomwouwé (novela) 12 Euros

Quadern malià / Cuaderno de Malí (poemario) 12 Euros

Aquellos años grises (España 1950-1975) -novela- 14 Euros

8 de abril de 2012

PARA JOAQUÍN DOLDAN, CARLOS ALBERTO Y DANTE LINARES DÍAZ, MIS TRES ÚLTIMOS SEGUIDORES. GRACIAS

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Mis monjas eran también mis profesoras. Lo fueron siempre hasta que comencé el cuarto curso de bachillerato, a los catorce años. Hasta entonces ellas impartían todas las asignaturas, con excepción de la gimnasia. La gimnasia nos la daba una señora que no era monja. Vestía siempre un traje de chaqueta de cuadros negros y rojos, blusa blanca de cuello ajustadísimo abrochada hasta el último botón, que amenazaba con ahogarla, falda de tubo hasta la rodilla, medias finas y zapatos de tacón alto, y con este mismo atuendo nos explicaba los ejercicios leyéndolos directamente del libro y haciendo gestos. Levantaba la pierna correspondiente veinte centímetros del suelo y gesticulaba tímidamente con el brazo que le quedaba libre para darnos a entender su funcionamiento. Cuando había que arrodillarse o echarse sobre el suelo ella nos decía lo que debíamos hacer, sólo lo decía, y nosotras teníamos que poner aún algo más de nuestra propia imaginación para ejecutar debidamente todos los movimientos.
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          Nuestro uniforme de gimnasia era bastante estrafalario: blusa blanca de manga larga, falda de algodón azul eléctrico, bombachos de la misma tela y color, bambas blancas, calcetines blancos y cinta elástica roja para el cabello. Lo de los bombachos y la falda era para sustituir los pantalones, que sin embargo nos hubieran ahorrado parecer unas fantoches y bastante incomodidad. Pero llevar pantalones era muy moderno. Y ya se sabía que moderno quería decir muchas cosas y casi nunca buenas. La clase de gimnasia se limitaba estrictamente a eso, a pesar de que en un rincón de nuestro patio había una pista con dos canchas de baloncesto, que nadie usaba.
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          En el cuarto curso se produjo algo parecido a un milagro. Nos cambiaron la profesora de gimnasia. En su lugar teníamos a otra más joven, que consideraba la gimnasia sólo como una parte de la Educación Física, que era el nombre oficial que recibía aquella materia en el boletín de notas. A partir de entonces Educación Física significó, además, un deporte, que en general era baloncesto y a veces también balonmano. Nos enseñó las reglas y jugábamos. Cuando había partido, ella ejercía de árbitro, pero para enseñarnos jugaba con nosotras y llevaba pantalones de espuma ajustados y una camiseta ancha. Aquella novedad era una revolución y, como era de esperar, las monjas la emprendieron a la contra, pero la nueva profesora era una mujer muy decidida, convencida de lo que hacía y de fuerte voluntad y pudo con el conato contrarrevolucionario de las monjas. Finalmente se impuso, lo cual era una demostración palpable de que había que tomar en serio su asignatura y su persona. Lamentablemente su asignatura no se limitaba a la Educación Física y su persona tampoco, también nos daba otra Educación: la de la Formación del Espíritu Nacional, y ahí no era tan deseable la voluntad férrea y la firme convicción que manifestaba su carácter. La tal profesora resultó ser una indiscutible militante de la Sección Femenina y, no contenta con serlo ella, se había propuesto firmemente la heroica cruzada de ganar adeptas sacándole partido al aire moderno que le daba a toda su actuación. Tenía verdadera vocación de educadora. Otra vez a vueltas con la modernidad, para ella la palabra significaba algo parecido a lo de las charlas postconciliares del cura simpático, pero de verdad. De verdad significaba que ponía a discusión pública y abierta los conceptos fundamentales del Espíritu Nacional que hicieran falta: la familia, el municipio y el sindicato, y conseguía impulsar en el grupo una verdadera discusión –verdadera por la intensidad del acaloramiento-, que siempre ganaba ella con su pasión, sus implacables afirmaciones y la superioridad de argumentación que le confería la ventaja de sus años y lo previsible de nuestras cándidas intervenciones. El Movimiento Nacional era una Democracia Orgánica porque en las Cortes estaban representados democráticamente los tres pilares básicos que sustentaban el Movimiento, que lo era todo, porque el Movimiento era España. Había un diputado por cada uno de esos pilares, así teníamos el diputado del tercio familiar, el del tercio del municipio y el del tercio del sindicato. El sindicato estaba formado por obreros y empresarios, todos hermanados y a la una, como debe ser, bajo la égida del partido único, que era la Falange y que conducía a nuestra España a su gran misión de unidad de destino en lo universal, que había que defender encarnizadamente de la conspiración judeo-masónica de sus enemigos, que la amenazaban por todas partes. Ante la aplastante lógica de tal argumentación no teníamos más remedio que capitular. El broche de oro a la formación de nuestro espíritu nacional lo constituía un cancionero que, a modo de demostración práctica de nuestro destino uno, reunía canciones de todas las regiones de la piel de toro y reforzaba con sus textos la proyección única y universal de España:
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La mirada clara y lejos y la frente levantada,
voy por rutas imperiales caminando hacia Dios.
Quiero levantar mi Patria, un inmenso afán me empuja,
poesía que promete exigencia de mi honor.
Montañas nevadas, banderas al viento,
el alma tranquila, yo sabré vencer.
Al cielo se alza la firme promesa
hasta las estrellas que encienden mi fe.
José Antonio es mi guía y bendice Dios mi esfuerzo;
cinco flechas florecidas quieren alzarse hacia Dios.
Renovando y construyendo forjaré la nueva historia;
de la entraña del pasado nace mi Revolución.
*
Las Montañas nevadas, con su ímpetu militar, preparaban nuestros ánimos para seguir:
*
En pie, camaradas, y siempre adelante,
cantemos el himno de la juventud,
el himno que canta la España gigante
que sacude el yugo de la esclavitud.
De Isabel y Fernando el espíritu impera,
moriremos besando la sagrada bandera.
Nuestra España gloriosa nuevamente ha de ser
la nación poderosa que jamás dejó de vencer.
El sol de justicia de una nueva era
radiante amanece en nuestra nación.
Ya ondea en el viento la pura bandera
que ha de ser el signo de la redención.
Con el brazo extendido y la frente elevada
trabajemos unidos en la empresa sagrada.
La bandera sigamos que nos lleve a triunfar
y sobre ella juremos no parar hasta conquistar.  
*
          Una vez al año las monjas nos llevaban de excursión. Era una salida de un solo día y en el viaje de ida y vuelta, en el autocar, dábamos rienda suelta a nuestro espíritu nacional repasando el cancionero de arriba abajo:
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Prietas las filas, recias, marciales,
nuestras escuadras van.
Cara al mañana que nos promete
Patria, Justicia y Pan.
Mis camaradas fueron a luchar,
el gesto alegre y firme el ademán.
La vida a España dieron al morir,
hoy, grande y libre, nace para mí.
Lánzate al cielo, Flecha de España,
que un blanco has de encontrar.
Busca el imperio que ha de llevarte
por cielo, tierra y mar.
Ya las banderas cantan victoria
al paso de la paz.
Ya han florecido, rojas y frescas,
las rosas de mi haz.
*
Y, cuando aquella música marcial había obrado las consiguientes maravillas, culminábamos nuestro despliegue de nacionalismo con el Cara al Sol. Nos esperaba como recompensa la cena en casa y un sueño reparador con la conciencia tranquila del deber cumplido.
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(De la novela: Anna Rossell, Aquellos años grises (España 1950-1975), Ed. ACEN, Primera parte, pp. 75-79)
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          El año del instituto me había enseñado que en España las actividades docentes no eran más interesantes por el mero hecho de no estar organizadas por monjas. Yo había bajado de la nube, me había dado un baño de realismo y había aprendido lo que seguro era obvio para cualquiera que tuviera dos dedos de frente y un ápice de habilidad para la reflexión: que el franquismo se extendía mucho más allá de las paredes de mi colegio, que era un mal que lo impregnaba todo, que lo había ocupado todo, el aire que se respiraba en las calles y en las plazas, que sus dominios llegaban mucho más allá de la Calle Diputación y del ensanche, que no había puertas que le pusieran freno y se colaba por los resquicios más finos de las paredes, en los institutos, en la Universidad y en los domicilios particulares -¡No tendrás otros Dioses aparte de mí!-, que había colonizado las almas de casi todo el mundo. La Facultad se debatía entre el aburrimiento mortal y la agitación política y yo andaba perdida entre uno y otra sin encontrar mi lugar ni mi razón. Las asambleas multitudinarias, que terminaban siempre en convocatoria de huelga estudiantil, eran caóticas, nunca se podían celebrar del principio hasta el final, se interrumpían al poco rato, la policía nos mandaba dispersarnos, desalojaba la Facultad, y acababan siempre en la calle con carreras, cargas policiales y detenciones. Aquella fue la tónica de mi primer curso universitario. Las intermitencias en lo intelectual y en lo político no propiciaban ni mi integración ni mi interés en nada y, aunque en mi curso había dos compañeras de mi antigua escuela, nuestra relación aquel año quedó diluida entre el ingente número de estudiantes matriculados, la desorientación generalizada y la suspensión frecuente de las clases. Sin embargo en torno a la inquietud y la vitalidad propia de aquellos años algo empezó a fraguar que incentivó mi conocimiento de otros estudiantes y suscitó mi admiración por algunos profesores. Ellos, y no los libros, me enseñaron con su actitud que hay espíritus que no se doblegan ante ninguna dictadura, que conservan la dignidad y la defienden contra viento y marea, la propia dignidad y la de otros, que su modo de ser y de actuar da sentido a la vida, el único, en un erial donde todos y todo parece haber sucumbido al efecto arrasador de una tempestad.
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          Aquel curso se resintió también la intensidad emocional que me unía a mis amigos del colegio salesiano de la calle de Rocafort. Tomás y Esther empezaban sus respectivas carreras de historia y de química en la Universidad Autónoma, Gonzalo se decantó por ingeniería técnica en la Escuela Industrial y Abel entró a trabajar en una editorial con un contrato de jornada completa, lo que le mantenía ocupado de la mañana a la noche. Como grupo seguíamos encontrándonos muchos domingos por la mañana para ir a misa  a la iglesia de la Vía Augusta donde sintonizábamos con el cura y el ambiente antifranquista que se respiraba y nos juntábamos otra vez al atardecer en la Plaza de la Catedral para bailar sardanas, pero los fuertes nexos que nos habían unido en nuestro despertar a la vida independiente de las respectivas familias comenzaron a ceder para diluirse en el nuevo contexto de cada uno y cristalizar finalmente en trayectorias distintas. 
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(De la novela: Anna Rossell, Aquellos años grises (España, 1950-1975), Ed. ACEN, 2012, Segunda parte, pp. 107-109)
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Portada de la novela Aquellos años grises (España 1950-1971)
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Resumen del contenido:
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Aquellos años grises (España, 1951-1975) es la historia de una niña de clase media que crece en un barrio del ensanche de la Barcelona de la posguerra y despierta a la conciencia político-social en los conflictivos años sesenta del siglo pasado. La acción de la novela se desarrolla desde los primeros años cincuenta del siglo XX hasta la muerte de Franco. Dividida en dos partes y escrita en primera persona, la voz narradora de la niña relata su vida y el ambiente social de la burguesía barcelonesa con la fina ironía característica del género de la picaresca. Las dos partes vienen diferenciadas estilísticamente: mientras que la primera está caracterizada por un registro humorístico con el que la protagonista pasa revista crítica a su entorno más inmediato, la segunda adopta un tono serio, con el que se marca la toma de conciencia social y política de la joven mujer en que se ha convertido aquella niña.
La novela está salpicada de numerosos iconos sociopolíticos de la vida cotidiana de aquellos años, por lo que forma parte de la historia personal de más de una generación de españoles.

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CÓMO ADQUIRIR MIS LIBROS
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1) Librería Altaïr, de BARCELONA: Gran Vía de les Corts Catalanes, 616 (entre C./ Balmes y Rbla. de Cataluña), 08007 Barcelona, Tel. (34) 933427171, Fax (34) 933427178, Horario de lunes a sábado: 10:00 - 20:30 h, Correo-e: http://www.altair.es/.
*
2) Librería Laie, de BARCELONA, C./ Pau Clarís, 85, Tel. 933181739
*
3) Librería Library (Lili), de EL MASNOU (BARCELONA) (pasaje delante del quiosco de prensa, ante la estación de Ocata)
*
4) Librería Altaïr, de MADRID: C./ Gaztambide, 31 (entre C./ Alberto Aguilera y Princesa), 28015 Madrid, Tel. 915435300, Fax 915443498, Correo-e: altair.m@altair.es
Horario de lunes a viernes: 10:00-14:00 h i 16:30-20:30 h, sábado: 10:30-14-30 h
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5) Librería Primado, de VALENCIA, Avda. Primado Reig, 102, Tel. 963616064 (Miguel Morata)
Correo-e: libreriaprimado@hotmail.com
libreriaprimado.blogspot.com

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6) Librería Céfiro, de SEVILLA, C./ Virgen de los Buenos Libros, 1, 41002 SEVILLA, Tel. y Fax: 954 215 883, Correo-e: cefiro@cefiro-libros.com (Luis)
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7) Librería La Fuga, de SEVILLA, C./ Conde de Torrejón, 4 (al final de la C./ Amor de Dios), Alameda de Hércules, 41003 SEVILLA, Tel.: 954 382 340, Correo-e: lafuga@nodo50.org (Luis)
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8) Editorial ACEN, de CASTELLÓN: www.acencs.org
Correo-E: info@acencs.org
Tel.: 662606550
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9) Librería Argot, de CASTELLÓN, C./ San Vicente, 16, 12002 Castelló de la Plana,
Tel.: 964 250 498, Fax: 964 240 368, Correo-e: argot@argot.es
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LISTA DE PRECIOS:

Mi viaje a Togo (Libro de viajes) 18,50 Euros

La ferida en la paraula (poemario) 12 Euros

Mondomwouwé (novela) 12 Euros

Quadern malià / Cuaderno de Malí (poemario) 12 Euros

Aquellos años grises (España 1950-1975) -novela- 14 Euros

6 de abril de 2012

PARA ELOY SÁNCHEZ, MI ÚLTIMO SEGUIDOR, EN AGRADECIMIENTO

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Eloy, muchísimas gracias por tu interés. Bienvenido a nuestra tertulia. Espero tus observaciones y comentarios. Ahí va el comienzo de mi última novela, Aquellos años grises (España 1950-1975), Ed. ACEN, 2012, que aún no ha salido a la venta, pero que ya está en la editorial.
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          Tampoco esta vez nos habían dejado el coche en el garaje Diana. Eran las terceras Navidades que mi hermana había deseado el regalo de sus sueños. El coche hubiera dado a nuestra familia en un periquete el mismo rango de la familia vecina. Bueno, no el mismo, incluso superior; mi hermana se pedía un Jaguar rojo y los del cuarto primera tenían un Seat 1400. Pero entre el montón de juguetes no había ningún cartel que anunciara que el Jaguar nos esperaba en el garaje de la esquina. Veía la desilusión pintada en la cara de Natalia y me preguntaba cómo podía ser tan inocente y creerse aún a pies juntillas el bulo de los reyes magos, siendo como era ella tres años mayor que yo. Desde luego no iba a ser yo quien la hiciera bajar de la nube. Hasta que nuestra hermana pequeña se hubiera puesto en la edad de escribir a sus majestades de oriente se nos hubiera cortado el suministro y no era cosa de arriesgarnos a que esto sucediera. Había que seguir manteniendo el chollo mientras se pudiera. La pobre hasta se creía el cuento de que eran los reyes magos los que daban el rebajón a los turrones y al vino dulce que dejábamos en la mesita junto al belén la noche anterior y que eran sus camellos los que se bebían el agua del cubo que poníamos al pie del árbol. Mientras ella seguía ensimismada en su desgracia yo contemplaba aquella exposición de ilusiones entre el despliegue de papeles y cintas de colores desparramados por el suelo delante de la gran ventana del comedor por la que entraba a raudales la luz de la mañana: nuestra vieja cocinita recién pintada, los cacharros de aluminio, los vestidos nuevos para las muñecas viejas, la muñeca nueva con su vestido nuevo y una caja de Juegos Reunidos con los que mis padres se empeñarían en amenizarnos las tardes de los domingos cuando ellos no tuvieran nada mejor que hacer. Dos dos seis siete cinco uno dos. -¿Está Esther? El teléfono parecía de verdad, era igual que el que papá tenía en su despacho y tenía un cable de los modernos, de los enrollados en espiral, pero el mío no era negro.
 
          Los domingos y fiestas de guardar íbamos a misa a la parroquia. No sabía muy bien por qué había que ir a la de las doce, pero era a la que había que ir. A esta hora la iglesia se ponía a rebosar y había que apretarse en las hileras de los bancos para que pudiéramos sentarnos todos. Aun así, en la parte trasera se aglomeraban los que no habían conseguido asiento o no habían querido conseguirlo para poder quedarse junto a la puerta y salir a fumar cuando les diera el apretón o a airearse cuando el sermón se hiciera demasiado largo. Casi todos los que se quedaban al fondo eran hombres. Las mujeres se las apañaban para colocarse siempre en buen lugar, sobre todo aquellas que querían lucir sus pieles o sus joyas, que eran la mayoría. Había en la disposición del público asistente una curiosa ordenación de mayor a menor en función de los abrigos de pieles y los sombreros y guantes que llevaban. Así las filas más cercanas al oficiante y al altar eran ocupadas por señoras y caballeros de la mejor sociedad cuya represen-tación iba diluyéndose entre la medianía en sentido decreciente. Con frecuencia a los niños nos tocaba por vecina una de estas peripuestas señoronas, que eran nuestro entretenimiento en aquellas largas y aburridas sesiones que habían de garantizarnos el cielo. Mis ojos quedaban justo a la altura de las manos de los adultos, que descansaban en el apoyabrazos del reclinatorio de delante. A mi lado el color rojo brillante del esmalte de uñas atraía aún más la mirada hacia lo que ya de por sí era todo un espectáculo: un muestrario de joyas cargadas de colgantes se aseguraba protagonismo con su insistente tintineo cada vez que había que persignarse, o cuando, en verano, la mano abría o cerraba repetidamente el abanico. Aún recuerdo el susto mayúsculo y la repulsión que experimenté la primera vez que, al levantar la vista, vi una pequeña cabeza de animal y unas patitas colgando de una estola de piel a un lado y a otro del cuello de una de aquellas mujeres. Pasado el tiempo, cuando en los cines estrenaron la película 101 dálmatas, sabría que aquellos personajes habían de estar directamente emparentados con Cruela de Vil.  

          Colocarse en el último tercio de la zona de los bancos tenía sus ventajas. Al terminar la misa papá era de los primeros en salir, mientras que mamá se detenía a saludar a conocidos y vecinos. Yo me alegraba de poder seguir a papá hacia la libertad. Fuera me sentía más segura y observaba en la distancia la puesta en escena final del espectáculo: el mosén rector de la parroquia, que era quien celebraba la misa de las doce, se había quitado en un santiamén el alba y en traje de faena, su sotana negra, ya estaba plantado en la salida con el cepillo apoyado en su orondo barrigón, dando la mano con sonrisa remilgada, saludando y despidiendo a sus queridos feligreses, más o menos queridos, según. Recuerdo el especial aprecio que le tenía el mosén a nuestra vecina, la señora Mistral. La señora Mistral vivía justo en el piso de encima del nuestro. Pasaba largas temporadas fuera, en su otra casa de no recuerdo qué ciudad. Que yo supiera, no era viuda, tenía marido, aunque éste debía de estar muy ocupado porque nunca aparecía por allí. La señora Mistral era una de aquellas feligresas a las que el mosén quería mucho. No estaba en el barrio el año entero, pero cuando estaba, estaba, y compensaba con creces sus prolongadas ausencias. Era además una de esas almas caritativas que cumplían con lo que había que cumplir: presidía la mesa de acción católica cuando se recogían limosnas para los pobres negritos de África y hacía entrega de los regalos de reyes a los niños del hospicio, a los que besaba en un gesto de magnánima caridad. Era verdad, salía en las fotos de la hoja dominical. Hasta tal punto era buena que no nos extrañó nada que un buen día apareciera por casa con una niña del Cottolengo, el conocido orfanato de Barcelona, a la que había adoptado. A mí me sorprendió mucho el aspecto humilde de la niña. Lo de la adopción significaba que era su hija, ¿no? Pues debía de ser que no, porque en general una madre rica tiene una niña rica y una madre pobre tiene una niña pobre. Algo no encajaba en todo aquello, pero ya se sabe que el mundo de los adultos no se acaba de entender. Poco después entendí un poco más cuando mamá comentó que nos había invitado precisamente a nosotras a jugar con la niña porque a nosotras nos tenía por más cercanas a la categoría de la huérfana que a las chicas del cuarto primera, que eran más o menos de nuestra misma edad, a las que, sin embargo, ni se le había pasado por la cabeza molestar. Por edad era yo la que le correspondía a la niña adoptada, pero no recuerdo haber jugado nunca más con ella ni tampoco haberla visto ninguna otra vez. Más tarde pensé que probablemente a la señora Mistral la niña no le había parecido lo suficientemente digna de su benevolencia, porque de todo lo que nos contó comprendí que la tenía como en período de prueba, o algo así.
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Principio de mi última novela Aquellos años grises (España 1950-1975), Ed. ACEN, 2012, pp. 7-10.)

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Portada de la novel·la d'Anna Rossell, Aquellos años grises, Ed. ACEN, 2012
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Resumen del contenido:
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Aquellos años grises (España, 1951-1975) es la historia de una niña de clase media que crece en un barrio del ensanche de la Barcelona de la posguerra y despierta a la conciencia político-social en los conflictivos años sesenta del siglo pasado. La acción de la novela se desarrolla desde los primeros años cincuenta del siglo XX hasta la muerte de Franco. Dividida en dos partes y escrita en primera persona, la voz narradora de la niña relata su vida y el ambiente social de la burguesía barcelonesa con la fina ironía característica del género de la picaresca. Las dos partes vienen diferenciadas estilísticamente: mientras que la primera está caracterizada por un registro humorístico con el que la protagonista pasa revista crítica a su entorno más inmediato, la segunda adopta un tono serio, con el que se marca la toma de conciencia social y política de la joven mujer en que se ha convertido aquella niña.  
La novela está salpicada de numerosos iconos sociopolíticos y de la vida cotidiana de aquellos años, por lo que forma parte de la historia personal de más de una generación de españoles.
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CÓMO ADQUIRIR MIS LIBROS
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1) Librería Altaïr, de BARCELONA: Gran Vía de les Corts Catalanes, 616 (entre C./ Balmes y Rbla. de Cataluña), 08007 Barcelona, Tel. (34) 933427171, Fax (34) 933427178, Horario de lunes a sábado: 10:00 - 20:30 h, Correo-e: http://www.altair.es/.
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2) Librería Laie, de BARCELONA, C./ Pau Clarís, 85, Tel. 933181739
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3) Librería Library (Lili), de EL MASNOU (BARCELONA) (pasaje delante del quiosco de prensa, ante la estación de Ocata)
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4) Librería Altaïr, de MADRID: C./ Gaztambide, 31 (entre C./ Alberto Aguilera y Princesa), 28015 Madrid, Tel. 915435300, Fax 915443498, Correo-e: altair.m@altair.es
Horario de lunes a viernes: 10:00-14:00 h i 16:30-20:30 h, sábado: 10:30-14-30 h
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5) Librería Primado, de VALENCIA, Avda. Primado Reig, 102, Tel. 963616064 (Miguel Morata)
Correo-e: libreriaprimado@hotmail.com
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6) Librería Céfiro, de SEVILLA, C./ Virgen de los Buenos Libros, 1, 41002 SEVILLA, Tel. y Fax: 954 215 883, Correo-e: cefiro@cefiro-libros.com (Luis)
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7) Librería La Fuga, de SEVILLA, C./ Conde de Torrejón, 4 (al final de la C./ Amor de Dios), Alameda de Hércules, 41003 SEVILLA, Tel.: 954 382 340, Correo-e: lafuga@nodo50.org (Luis)
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8) Editorial ACEN, de CASTELLÓN: www.acencs.org
Correo-E: info@acencs.org
Tel.: 662606550
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9) Librería Argot, de CASTELLÓN, C./ San Vicente, 16, 12002 Castelló de la Plana,
Tel.: 964 250 498, Fax: 964 240 368, Correo-e: argot@argot.es
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LISTA DE PRECIOS:

Mi viaje a Togo (Libro de viajes) 18,50 Euros

La ferida en la paraula (poemario) 12 Euros

Mondomwouwé (novela) 12 Euros

Quadern malià / Cuaderno de Malí (poemario) 12 Euros

Aquellos años grises (España 1950-1975) -novela- 14 Euros

PARA ERIK FERNÁNDEZ SÁNCHEZ, MI ÚLTIMO SEGUIDOR, EN AGRADECIMIENTO

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MARCEL
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Eran ya las ocho y las tres horas que llevaba trabajando no le habían cundido apenas nada: sólo había mezclado el cemento y puesto una hilera de ladrillos. Al paso que iba, tardaría siglos en levantar las paredes de la nueva habitación que pretendía construir, con la que se había propuesto ampliar la casa. Pero él sabía que le perdía la impaciencia. Su madre tenía razón cuando le recomendaba tomarse las cosas con calma. Entonces solía recordarle a menudo aquel proverbio tamberma "El camino que da más rodeos es el que conduce al objetivo". Su madre tenía siempre a punto un dicho para la ocasión. Además de los heredados de su propia familia kabyé, conocía muchos de otras etnias del norte, y hasta algunos de las del sur. Tenía especial predilección por aquellos tesoros de la filosofía popular, como ella decía que los llamaban los sabios morabitos, y una peculiar habilidad para aplicarlos en el momento y la situación adecuados. Gracias a la machaconería de su madre, él mismo se sabía ya una buena retahíla. A menudo aquel derroche de sabiduría tradicional lo sacaba de quicio, pero debía reconocer que a veces le venía bien recordar alguno de aquellos proverbios y que lo que de pequeño le provocaba un ataque de rebeldía mayúsculo ahora hasta le empezaba a parecer útil: "El dinero llega a quien sabe esperar", "Poco es mejor que nada", "La vace que llega primero es la que bebe el agua limpia", "Mejor comer tarde que pasar hambre", o bien aquel otro "Es la hierba que te ama la que crece en tu campo". Ése, si la memoria no le fallaba, era kabyé, y ése precisamente no lograba él entenderlo. Justamente la experiencia le enseñaba un día sí y otro también todo lo contrario: el campo estaba lleno de piedras y malas hierbas que había que arrancar y como por una maldición volvían a crecer de un año para otro. Sabía de qué hablaba, le costaba Dios y ayuda extirpar de las entrañas de la tierra aquellos hierbajos cada vez que había que preparar el campo para la siembra antes de que llegaran las lluvias. El que hubiera inventado aquel proverbio a buen seguro que no había cogido una azada en su vida. Ya le hubiera gustado a él que el dicho hubiera estado en lo cierto, entonces no hubiera tenido que dejarse la piel levantando montoncitos de tierra para el iñam, entonces el iñam hubiera crecido solo, o a lo mejor es que no era el iñam el que le amaba a él, sino al revés, eso debía de ser, claro. Colocó el último ladrillo que quedaba para terminar la hilera y retrocedió unos pasos para contemplar su obra.
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(Capítulo de mi novela: Mondomwouwé, Barcelona, 2011, pp. 154-157)
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Resumen de la novela:
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Mondomwouwé surgió a partir de una estancia de la autora en Togo (África occidental) en abril de 2004. Las vivencias que experimentó allí, así como las personas que conoció, sirven a la escritora de punto de partida para seguir desarrollando, en la ficción, la vida de cada uno de sus personajes. El conjunto, producto de las perspectivas de los diferentes actores que habitan la novela, arroja una visión panorámica de aquel pequeño país y de su gente. El estilo indirecto libre que caracteriza la novela permite al lector conocer desde dentro a cada personaje y hacerse una idea de la mentalidad, la sensibilidad o la brutalidad, la visión del mundo de cada uno de ellos, así como de las costumbres y la cultura de un país del que nuestro mundo poco sabe. La lectura de Mondomwouwé supone para el lector un viaje a aquél país africano. El libro se cierra con la viva sensación de haber estado allí.
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CÓMO ADQUIRIR MIS LIBROS
*

1) Librería Altaïr, de BARCELONA: Gran Vía de les Corts Catalanes, 616 (entre C./ Balmes y Rbla. de Cataluña), 08007 Barcelona, Tel. (34) 933427171, Fax (34) 933427178, Horario de lunes a sábado: 10:00 - 20:30 h, Correo-e: http://www.altair.es/.
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2) Librería Laie, de BARCELONA, C./ Pau Clarís, 85, Tel. 933181739
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3) Librería Library (Lili), de EL MASNOU (BARCELONA) (pasaje delante del quiosco de prensa, ante la estación de Ocata)
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4) Librería Altaïr, de MADRID: C./ Gaztambide, 31 (entre C./ Alberto Aguilera y Princesa), 28015 Madrid, Tel. 915435300, Fax 915443498, Correo-e: altair.m@altair.es
Horario de lunes a viernes: 10:00-14:00 h i 16:30-20:30 h, sábado: 10:30-14-30 h
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5) Librería Primado, de VALENCIA, Avda. Primado Reig, 102, Tel. 963616064 (Miguel Morata)
Correo-e: libreriaprimado@hotmail.com
libreriaprimado.blogspot.com

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6) Librería Céfiro, de SEVILLA, C./ Virgen de los Buenos Libros, 1, 41002 SEVILLA, Tel. y Fax: 954 215 883, Correo-e: cefiro@cefiro-libros.com (Luis)
*
7) Librería La Fuga, de SEVILLA, C./ Conde de Torrejón, 4 (al final de la C./ Amor de Dios), Alameda de Hércules, 41003 SEVILLA, Tel.: 954 382 340, Correo-e: lafuga@nodo50.org (Luis)
*
8) Editorial ACEN, de CASTELLÓN: www.acencs.org
Correo-E: info@acencs.org
Tel.: 662606550
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9) Librería Argot, de CASTELLÓN, C./ San Vicente, 16, 12002 Castelló de la Plana,
Tel.: 964 250 498, Fax: 964 240 368, Correo-e: argot@argot.es
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LISTA DE PRECIOS:

Mi viaje a Togo (Libro de viajes) 18,50 Euros

La ferida en la paraula (poemario) 12 Euros

Mondomwouwé (novela) 12 Euros

Quadern malià / Cuaderno de Malí (poemario) 12 Euros

Aquellos años grises (España 1950-1975) -novela- 14 Euros

5 de abril de 2012

POEMA-ARTÍCULO DEL PREMIO NOBEL ALEMÁN GÜNTER GRASS SOBRE LA ACTITUD DE ISRAEL EN EL CONFLICTO CON IRÁN

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Al original alemán sigue su traducción al español
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Günter Grass warnt in der "Süddeutschen Zeitung" vor einem Krieg gegen Iran. In seinem Gedicht mit dem Titel "Was gesagt werden muss" fordert der Literaturnobelpreisträger deshalb, Israel dürfe keine deutschen U-Boote mehr bekommen.       
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WAS GESAGT WERDEN MUSS
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Warum schweige ich, verschweige zu lange,
was offensichtlich ist und in Planspielen
geübt wurde, an deren Ende als Überlebende
wir allenfalls Fußnoten sind.
Es ist das behauptete Recht auf den Erstschlag,
der das von einem Maulhelden unterjochte
und zum organisierten Jubel gelenkte
iranische Volk auslöschen könnte,
weil in dessen Machtbereich der Bau
einer Atombombe vermutet wird.
Doch warum untersage ich mir,
jenes andere Land beim Namen zu nennen,
in dem seit Jahren - wenn auch geheimgehalten -
ein wachsend nukleares Potential verfügbar
aber außer Kontrolle, weil keiner Prüfung
zugänglich ist?
Das allgemeine Verschweigen dieses Tatbestandes,
dem sich mein Schweigen untergeordnet hat,
empfinde ich als belastende Lüge
und Zwang, der Strafe in Aussicht stellt,
sobald er mißachtet wird;
das Verdikt "Antisemitismus" ist geläufig.
Jetzt aber, weil aus meinem Land,
das von ureigenen Verbrechen,
die ohne Vergleich sind,
Mal um Mal eingeholt und zur Rede gestellt wird,
wiederum und rein geschäftsmäßig, wenn auch
mit flinker Lippe als Wiedergutmachung deklariert,
ein weiteres U-Boot nach Israel
geliefert werden soll, dessen Spezialität
darin besteht, allesvernichtende Sprengköpfe
dorthin lenken zu können, wo die Existenz
einer einzigen Atombombe unbewiesen ist,
doch als Befürchtung von Beweiskraft sein will,
sage ich, was gesagt werden muß.
Warum aber schwieg ich bislang?
Weil ich meinte, meine Herkunft,
die von nie zu tilgendem Makel behaftet ist,
verbiete, diese Tatsache als ausgesprochene Wahrheit
dem Land Israel, dem ich verbunden bin
und bleiben will, zuzumuten.
Warum sage ich jetzt erst,
gealtert und mit letzter Tinte:
Die Atommacht Israel gefährdet
den ohnehin brüchigen Weltfrieden?
Weil gesagt werden muß,
was schon morgen zu spät sein könnte;
auch weil wir - als Deutsche belastet genug -
Zulieferer eines Verbrechens werden könnten,
das voraussehbar ist, weshalb unsere Mitschuld
durch keine der üblichen Ausreden
zu tilgen wäre.
Und zugegeben: ich schweige nicht mehr,
weil ich der Heuchelei des Westens
überdrüssig bin; zudem ist zu hoffen,
es mögen sich viele vom Schweigen befreien,
den Verursacher der erkennbaren Gefahr
zum Verzicht auf Gewalt auffordern und
gleichfalls darauf bestehen,
daß eine unbehinderte und permanente Kontrolle
des israelischen atomaren Potentials
und der iranischen Atomanlagen
durch eine internationale Instanz
von den Regierungen beider Länder zugelassen wird.
Nur so ist allen, den Israelis und Palästinensern,
mehr noch, allen Menschen, die in dieser
vom Wahn okkupierten Region
dicht bei dicht verfeindet leben
und letztlich auch uns zu helfen.
*
(Publicado en Süddeutsche Zeitung, miércoles 4 de abril de 2012)
*
*
Traducción al español de Miguel Sáenz
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LO QUE HAY QUE DECIR
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Günter Grass alerta en el diario "Süddeutschen Zeitung" de una guerra contra Irán. En su poema, que lleva el título Lo que hay que decir, el Premio Nobel de Literatura advierte por ello que Israel no debiera recibir más submarinos alemanes.
*
Por qué guardo silencio, demasiado tiempo,
sobre lo que es manifiesto  se utilizaba
en juegos de guerra a cuyo final, supervivientes,
solo acabamos como notas a pie de página.
Es el supuesto derecho a un ataque preventivo
el que podría exterminar al pueblo iraní,
subyugado y conducido al júbilo organizado
por un fanfarrón,
porque en su jurisdicción se sospecha
la fabricación de una bomba atómica.
Pero ¿por qué me prohíbo nombrar
a ese otro paíes en el que
desde hace años -aunque mantenido en secreto-
se dispone de un creciente potencial nuclear,
fuera de control, ya que
es inaccesible a toda inspección?
El silencio general sobre ese hecho,
al ue se ha sometido mi propio silencio,
lo siento como gravosa mentira
y coacción que amenaza castigar
en cuanto no se respeta;
"antisemitismo" se llama la condena.
Ahora, sin embargo, porque mi país,
alcanzado y llamado a capítulo una y otra vez
por crímenes muy propios
sin parangón alguno,
de nuevo y de forma rutinaria, aunque
enseguida calificada de reparación,
va a entregar a Israel otro submarino cuya especialidad
es dirigir ojivas aniquiladoras
hacia donde no se ha probado
la existencia de una sola bomba,
aunque se quiera aportar como prueba el temor...
digo lo que hay que decir.
¿Por qué he callado hasta ahora?
Porque creía que mi origen,
marcado por un estigma imborrable,
me prohibía atribuir ese hecho, como evidente,
al país de Israel, al que estoy unido
y quiero seguir estándolo.
¿Por qué solo ahora lo digo,
envejecido y con mi última tinta:
Israel, potencia nuclear, pone en peligro
una paz mundial ya de por sí quebradiza?
Porque hay que decir
lo que mañana podría ser demasiado tarde,
y porque -suficientemente incriminados como alemanes-
podríamos ser cómplices de un crimen
que es previsible, por lo que nuestra parte de culpa
no podría extinguirse
con ninguna de las excusas habituales.
Lo admito: no sigo callando
porque estoy harto
de la hipocresía de Occidente; cabe esperar además
que muchos se liberen del silencio, exijan
al causante de ese peligro visible que renuncie
al uso de la fuerza e insistan también
en que los gobiernos de ambos países permitan
el control permanente y sin trabas
por una instancia internacional
del potencial nuclear israelí
y de las insstalaciones nucleares iraníes.
Solo así podremos ayudar a todos, israelíes y palestinos,
más aún, a todos los seres humanos que en esa región
ocupada por la demencia
viven enemistados codo con codo,
odiándose mutuamente,
y en definitiva también ayudarnos.
*
(Publicado en El País, miércoles 4 de abril de 2012)

4 de abril de 2012

SOBRE EL ORIGEN ALEMÁN DE LA PALABRA "BRINDIS"

*
Tanto la costumbre como las palabras brindar y brindis son de origen alemán -Ich bring dir's, te lo ofrezco (1)- y se introdujeron en España a mediados o finales del siglo XVI (2). A principios del siguiente eran vocablos de uso común y los recoge D. Sebastián de Cobarruvias en su Tesoro de la lengua Castellana o Española, publicado por vez primera en 1611, como brindar y brindez (3). De las palabras de Cobarruvias se deduce la procedencia germana, su reciente incorporación al castellano e incluso que también se usaba la forma francesa yo bebo a V. M., lo que ha dado pie para que algunos piensen en un origen francés.

(1) Corominas, J.: Diccionario Critico Etimológico de la Lengua Castellana.

(2) La voz brindar aparece documentada por vez primera en el año de 1592 en las Coplas del Secretario de la Academia de Villamanta. Cf. Corominas, op.. cif.

(3) Brindar: "Es solicitar y combidar al compañero con la taza en la mano, beviendo él y luego el otro, y este modo de bever se llama brindez. Es palabra tudesca, pero introducida en Francia, en Italia y en España... El francés en lugar de brindez dice: Ye bivo a vou yo os bevo". Cf. Beber, Cito por la edición facsímil de Madrid, 1979.